Pedro Oeyen - Historia de mi familia - Antepasados paternos - "Oeyen - De Wulf" - Tomo I

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En las cartas de esa época continuamente se quejaba por todo el trabajo que tenía en su casa y con los hijos. En lugar de aprovechar la situación y generar un mejor vínculo, sólo se lamentaba y les hacía notar cuánto se sacrificaba por ellos. Tatá trataba de animarla y ayudarla por medio de sus cartas, en las que le daba consejos, como por ejemplo: 29-6-1916. La mayor alegría que podrías darme sería que dijeras que te ocupás bien de los queridos chicos, que cuidás mucho de su alimentación, que velás para que todos coman bien, cada uno de acuerdo a su pequeño estómago. Pero al tener varios chicos, uno soportará mejor un régimen, mientras que para otro habrá que añadir algún pequeño cambio. No digo hacer un plato diferente para cada uno, lejos de eso, pero al menos variar mucho. [Agrega algunas recetas]. 26-11-1916. Acabo de recibir bien tu carta. Lo único que quiero saber es que todos estén bien y sobre todo que los chicos estén cuidados y no les falte nada. No me imagino las dificultades que pudiste tener, porque ignoro de qué naturaleza son. En todo caso, tené paciencia y coraje. Lo principal es que todos salgamos adelante sin que los chicos sufran. Esto basta. ¡Qué importan la casa o los muebles! La vida es lo primero. 17-3-1917. Digo a menudo que lo único bueno en la vida son los chicos. Son la meta en todo momento. Son los únicos pequeños seres que nos llenan el corazón, sediento de ternura y cariño. ¡Y cuánto uno es recompensado o pagado cuando te devuelven afecto por afecto! Bertha. La actitud de nuestra abuela no cambió, si bien no desatendía sus deberes, atendiendo la casa y los chicos, lo hacía a desgano. Les enseñó a leer, los alimentó y cuidó para que no se enfermaran, pero no les brindó amor. Eso provocó que se llevara mal toda la vida con nuestro padre y que no entendiera el trastorno de conducta de León, ni supiera cómo manejarlo. Hacia 1918, unos meses antes de que se terminara la guerra, Tatá dejaba la casa de Georges en Couillet, regresaba a Amberes para ayudarla y hacerse cargo de los chicos. Todo parecía volver a la normalidad y estos comenzaron a ir al colegio durante todo el día, de lunes a sábado. Luego, a medida que llegaban al secundario eran enviados como pupilos a diferentes colegios. Nuestro padre resumía este período de su vida en sus memorias: Al principio yo no había estudiado nada todavía y mi madre dijo que ella iba a enseñarme. Y me enseñó efectivamente los primeros elementos. Después fui mandado a los jesuitas en Amberes donde hice tres años: dos años de primaria y un año de secundario. Yo me entendía mal con mi madre y por esta razón decidieron alejarme de casa para evitar choques continuos. Me pusieron como interno en el Seminario de Basse Wavre.

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