Detrás de la Máscara. Máscaras de México

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Detrás de la Máscara Máscaras de México Textos

Rebeca Orozco

Fotografías

Tachi



Detrás de la Máscara Máscaras de México

Es extraño. Cuando te pones una máscara algo pasa dentro de ti. Juegas a ser otro. Escondido detrás de ella tienes la posibilidad de llamarte de otra manera, de cambiar de personalidad. A tu cara se suma otra cara y el resultado es mágico. En México existen infinidad de máscaras. Los artesanos que las realizan son sabios, son verdaderos artistas. Sobre un pedazo de madera, de yeso o de cartón, tallan con gran habilidad rostros humanos y de animales; de seres sobrenaturales o imaginarios… ¿te imaginas? Las máscaras tienen que ver con nuestras tradiciones prehispánicas y cristianas. Los danzantes las usan en muchas y muy variadas festividades como, por ejemplo: Pastorelas, Carnaval, Día de Muertos, Semana Santa, y en rituales para la lluvia, la cosecha, la fertilidad y para limpiarse de todo mal. Todas las máscaras que conforman este libro han contribuido a la transformación mágica de su danzante. ¿Qué historias ocultan? ¿De dónde vienen? ¿Qué nos querrán decir? No cabe duda que las máscaras son misteriosas y sagradas. Al hojear estas páginas tendrás la oportunidad de disfrutar la belleza de estas maravillosas artesanías y de escuchar los secretos que ellas mismas te contarán.

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TECUÁN EN LA DANZA DE LOS TECUANES

Soy la máscara del tigre. Pelos de jabalí forman mis cejas y bigotes. Mi expresión es salvaje. Cuando el danzante me coloca sobre su rostro, adquiere la fuerza y la maldad del felino, se transforma en otro. Suenan los tambores… ¡pom! ¡pom! En la espesura del bosque persigo a un venado y le doy un terrible zarpazo. Sin embargo, cuando mis colmillos brillantes y afilados intentan encajarse en el animal, los cazadores intentan capturarme. La lucha es encarnizada, los ataco con furia. Malheridos, los danzantes se mueven trágicamente. Yo también quedo lastimado. El que va vestido de doctor, cura sólo a mis enemigos y la batalla se prolonga hasta que me dan muerte. La música languidece. Mi piel es devorada lentamente por zopilotes vestidos de negro. Sólo el próximo baile me devolverá la vida. 5



TONA EN LA DANZA DE CARNAVAL

Mitad hombre, mitad animal. Así es mi cara. Si el animal sufre una herida, el hombre enfermará; si al hombre le falta alimento, el animal tendrá hambre; si alguno de los dos muere, el otro abandonará esta vida. No existe uno sin el otro. Tona o tono es el animal que acompaña al hombre, como un guardián, como un hermano del alma. En tiempos prehispánicos, Tezcatlipoca, dios del espejo humeante, tenía al jaguar como tona. Durante la ceremonia de la siembra nocturna, el indígena me lleva en el rostro para invocar al dios de la siembra. Mirando al cielo hacemos nuestras peticiones: ¡Qué la parcela del santo patrono sea bendecida! ¡Qué la tierra nos dé buenas cosechas! Entonces la luna se enciende.

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VIEJITO EN LA DANZA DE LOS VIEJITOS

En tiempos de los tarascos, las manos sabias de un mascarero me moldearon. En honor a Huehuetéotl, el dios viejo del fuego y de los años, me pintó un rostro sonrosado. Bajo la luna, me dibujó una sonrisa sin dientes. Nunca fui niño ni joven, nací siendo viejo; un viejo chimuelo, entre las sierras y los lagos de lo que hoy es Michoacán. En la danza de los viejitos soy la máscara del que baila, un campesino que viste camisa y calzón de manta. Soy un anciano que goza con los rasgueos del violín y con el zapateado enérgico. Mi rostro bonachón y rozagante se burla de la vida. Ni siquiera cuando el danzante sufre de achaques o de tos dejo de sonreír, ni siquiera cuando las piernas le tiemblan y se cae al suelo una y otra vez ¡zas! ¡zas! Cada espectáculo es una fiesta y cada fiesta… ¡puro zarandeo!

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