Horizontes de sol y polvo 2

Page 92

lo todo para usar el pasado de Guillermo como balsa, para vivir más allá de las complicaciones del tiempo y disfrutar al hombre del que se estaba enamorando, del que estaba segura seguía viviendo entre las paredes de aquella casa. Pero sabía que Francisco no se metía de más en sus asuntos, que aun descubriendo que quería engañarlo con un hombre muerto, jamás la dejaría y menos se atrevería a llevarse a las niñas. La obsesión por Guillermo le había crecido como enredadera y no pensaba hacer nada por podarla. En la mañana siguiente, después de que Francisco y las niñas se fueran, María Inés volvió a utilizar su escritorio porfiriano como fuerte. Abrió de entre la memoria de la computadora la carta que había escrito la noche anterior, a la que ahora le debía dos sacos oscuros bajo los ojos. La primera vez la leyó gritando, la segunda y la tercera, no, pensando que la conciencia de Francisco ya no estaría tan cerca. Guillermo, sí existo, te juro que existo. Me has visto leyendo tus cartas, me has escuchado deshacerme buscando estar sola para contestarlas. Me duele tu soledad, me duele porque es peor que la mía, yo al menos tengo una compañía irremediable. Paco es un hombre bueno, lo quiero, pero es demasiado débil y se conforma con eso, podría pasarse la vida entera buscando el valor para dejarme, porque ni siquiera tiene el valor para conocerme. En cambio tú, tú que para mí eres más inasible de lo que yo soy para Paco, tú que me has hecho creer que estoy

90


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.