Memoria compartida

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(Novela) 1975-1976

2011


COLLAZOS, Óscar, 3er. ed. Memoria compartida Cartagena de Indias (Colombia), Ediciones Pluma de Mompox S.A.- 2011 128 p.; 14 x 21,5 cms. ISBN de la colección: 978-958-8375-35-9 ISBN: 978-958-8375-65-6 I. Memoria compartida I. Título CDD 800/863CO

Memoria compartida Óscar Collazos © 1978 Óscar Collazos © 2011 Ediciones Pluma de Mompox S.A.

Centro, Matuna, Edificio García Of. 302, Tel. 5-664 7042 57-313-535 6577 www.plumademompox.com info@plumademompox.com Cartagena de Indias - Colombia

Primera edición en la colección VOCES DEL FUEGO: abril de 2011 ISBN de la colección: 978-958-8375-35-9 ISBN de la obra: 978-958-8375-65-6 Director Editorial Carlos Alfonso Melo Fajardo Director de Contenido John Jairo Junieles Acosta Asistente de Contenido Jesús Esquivia Noth Diseño de la colección Carlos Alfonso Melo Fajardo Imágenes Carátula: Thinkstockphotos/Gety image Autor: Archivo particular Impreso por ELB S. en C. Impreso en Colombia - Printed in Colombia Queda hecho el depósito de Ley. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico de grabación o de copia, sin el permiso de los propietarios del Copyright. 2011


Voces del fuego: testigos del Bicentenario: es una colección donde tienen cabida autores de diferentes regiones, tendencias estéticas y generaciones, manifestando la existencia de un cruce invisible de tiempos y saberes que vienen de lugares inesperados, e influyen muchas veces en forma imperceptible en el curso de la historia. El Bicentenario de la Independencia que conmemoramos, invita a celebrar nuestra interculturalidad. Los sesenta y cinco autores de esta colección son fuego en torno al cual nos seguimos reuniendo para descubrir, celebrar y pensar las secretas formas del mundo. Ediciones Pluma de Mompox S.A. transita así su segunda década de vida con la firme convicción de estar construyendo reflexiones críticas y posibilidades creativas desde la pluralidad. Nuestro continuo trabajo de divulgación permite a escritores, periodistas e investigadores de diversas regiones, edades y áreas de interés, la publicación de sus obras y el dibujo de una nueva geografía imaginaria del país. Leer un buen libro, conocer el mundo a través de otros ojos, pero con los tuyos, es hoy nuestra invitación: miles de millones de manos y labios, en el ritmo de los años, lo han hecho posible para ti. Nosotros, desde esta orilla del mar, seguiremos trabajando para perpetuar el milagro. Carlos Alfonso Melo Fajardo Director





Se les arrancan las palpitantes entrañas y se llenan con ellas las fuentes que cubren los altares. Mas ya hace tiempo que los rótulos temen este combate desigual, y se van agitados sus pechos por emociones distintas; cuanto más observan a los dos rivales, más advierten la disparidad de sus fuerzas(...) Virgilio: La Eneida





Prólogo

Por Jacques Gilard Universidad de Toulouse Ante este libro de Oscar Collazos, que hasta nueva orden consideraremos como lo que pretende ser, es decir, como una novela, son varias las referencias que surgen de manera inmediata. En primer lugar se impone la idea de que se trata de otro ‘modelo para amar’, de un libro nacido –como en el precedente cortazariano– de determinado fragmento de otro libro. El punto de arranque de Memoria compartida se encuentra en otra novela de Collazos: en Crónica de tiempo muerto. Allí, en efecto, el personaje-narrador captaba una escena, en un restaurante de Bogotá: dos ancianos, de inconfundible sello oligárquico, almuerzan y representaban en sus añejos modales toda la deleznable herencia familiar histórica de que eran portadores. Con algunas diferencias muy periféricas (una pésima situación económica, en particular), esos dos ancianos de Crónica de tiempo muerto se reencarnan en los dos protagonistas de Memoria compartida. Y es cierto que la continuidad de las dos novelas es tal, en alguna manera, que el título de la primera podría convenir perfectamente para a segunda. Memoria compartida es otro ‘modelo para amar’, además, en la medida que en más de una oportunidad los movimientos del texto se relacionan con una frase mediata o inmediatamente anterior en la que encajan y de la que parten. Otra referencia –y ésta es propiamente colombiana como muchos de los rasgos de habrán de analizarse en adelante– es que Memoria compartida es, claramente, una novela de la Violencia. No sobre la Violencia, como ha ocurrido con tanta frecuencia en la narrativa colombiana desde los años 50, sino propiamente de la Violencia, porque ésta surge, dilucidándola y sin limitarla a los hechos truculentos y bárbaros de un período preciso de la historia


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contemporánea del país; más bien, viéndola en su continuidad histórica desde el nacimiento de la nación o en su arquetípica intemporalidad. La última de las referencias sería una novela colombiana que, por su ejemplaridad, borra todos los límites nacionales, es decir, a El otoño del patriarca de García Márquez (a veces se podría pensar en Cien años de soledad, pero la relación es menos obvia). Por su misma fecha de redacción (“Barcelona 1975-1976”, dice la última página) el libro de Collazos no puede haber recibido un influjo decisivo de la novela de García Márquez; cuando más, es posible percibir a veces una intención paródica en alguna que otra página. Pero es cierto que entre ambos libros existe un parentesco de situaciones y estructura narrativa, como se hará perceptible, más abajo, en el análisis de Memoria compartida. Además, tanto ésta como la novela de García Márquez mitologiza realidades históricas. Collazos trata de captar lo propiamente histórico de una engañosa mitología nacional, desmitificando la historia oficial de Colombia (“guerras y escaramuzas que fue preciso codificar para consignar en nuestros textos donde todos fueron y seguían siendo, incluyendo los traidores, eximios patriotas”). Con relación a García Márquez, Collazos propone una mirada invertida sobre el mismo problema del terror como constante histórica de un país hispanoamericano. Antes de ver cómo se organiza Memoria compartida es preciso subrayar la trascendental importancia del momento histórico en que se sitúa la acción –si es que algún sentido puede tener aquí la palabra– de la novela. La recurrente alusión a ‘esa gran valla con el rostro maquillado y rejuvenecido de un teniente general’, precisada por bastantes datos esparcidos a través de todo el texto, no puede dejar lugar a dudas: es la época de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) y la acción puede solamente situarse en los últimos meses del año 1953 o en una fecha levemente posterior. La elección de ese período es un elemento clave del libro, por serlo también en la historia del país. El gobierno rojista significó aparentemente una suspensión en las tradicionales luchas de los no menos tradicionales partidos colombianos, el liberal y el conservador, y representó en realidad el punto de partida de un período nuevo


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que, a pesar del posterior regreso a normas constitucionales, perdura hasta hoy a través de un casi permanente estado de sitio, reforzado en 1978 por el llamado ‘estatuto de seguridad’. El libro de Collazos se ve enmarcado y corroborado en un actualísimo acontecer nacional. En este sentido, el ‘hoy’ en que se sitúa el relato-retrospección que constituye Memoria compartida, es un ‘hoy’ ejemplar y duradero, como resulta ese pasado de rencores partidistas y frustraciones populares (aunque pueda verse como superado en un impreciso momento de la historia del país: golpe militar del 53, instauración del Frente Nacional en el 58, o regreso a un “libre” juego electoral 1978). En ese contexto del gobierno rojista se sitúa el discurso que constituye el libro. Se inicia en un mediodía y termina en la madrugada siguiente y va abarcando la historia del país desde la primera independencia (20 de julio de 1810) hasta el momento en que se desarrolla, así como la vida de los dos protagonistas –enmarcada, claro está, dentro del proceso histórico. Ese discurso es aparentemente un diálogo, o la suma de dos monólogos que se entrecruzan, se superponen, se interrumpen uno a otro, se contemplan. Los personajes superponen, se interrumpen uno a otro, se completan. Los personajes y narradores son Alberto y Mariana, dos ancianos esposos vinculados, él al partido liberal y al conservador ella, que reprodujeron a lo largo de su vida matrimonial el antagonismo político que dividía en dos bandos la sociedad colombiana. En realidad, las últimas líneas del libro aclaran que lo que hemos estado leyendo era el “coloquio” de Alberto, su “imaginado diálogo” con Mariana porque ésta ha agonizado desde el mediodía y se muere en la madrugada. Es decir, que Alberto ha ido reproduciendo y respetando fragmentos pretéritos de otros discursos de Mariana, por él conocidos de sobra, y esos fragmentos se hacen cada vez más escasos, cada vez más breves, hasta el momento en que muere Mariana. La chispa que desata al coloquio imaginario en los dos va evocando la historia del país (y la “hacen” por compartir sus respectivas memorias en un país desmemoriado), es la emoción experimentada por Alberto ante un espectáculo de miseria infantil en la capital militarizada de los años de Rojismo. A esa sublevante visión llevaba la


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historia del país y en ese choque emocional del anciano se origina el discurso. El asco suscitado por la ingeniosa pordiosería infantil –nacimiento de ese “gaminismo” que es uno de los signos inconfundibles de la Colombia de hoy– derriba las barreras del falso pudor y destruye las autocensuras. Vale decir que es un impulso para terminar con los tópicos (las mentiras) de la historia oficial e ir en busca de verdades. Esas verdades yacen fuera del discurso oficial. Las encuentran los personajes en documentos –documentos en bruto, no falseados ni tergiversables– y en sus propias memorias que son vivencias acumuladas. Ni con el documento ni con la vivencia se puede trampear; de allí saldrá una historia fidedigna y forzosamente despiadada. Los documentos son de dos tipos y de dos épocas, aunque en ambos casos se ven centrados en torno a la constante histórica del terror. Hay, por una parte, las Memorias redactadas por el bisabuelo de Mariana, escritas en los tiempos de la Independencia; su redactor era un realista furibundo, partidario de la represión fernandina contra los insurrectos de Bolívar, y sus héroes eran los sanguinarios Boves y Morillo; esas Memorias, centradas en los años 1816-19, son un anticipo irreflexivo de la memoria compartida, dialéctica y crítica, de Alberto y Mariana. Y hay, por otra parte, los recortes de prensa, fotos y crónicas de la violencia colombiana de los años 1940 y 50; la violencia primaria de la crónica roja tanto como la oficial desatada por el conservatismo, que significativamente entusiasman a Mariana, en quien reviven las alegrías feroces de su bisabuelo. La memoria compartida de Alberto y Mariana reproduce desde ambos puntos de vista, el liberal y el conservador, los tópicos de la historia nacional, es decir, la falsa historia. Pero el choque de las visiones partidistas encontradas permite ir más allá de la espuma de los hechos y ver la historia real. Al enfrentarse y combinarse, esos dos discursos enajenados llegan a desempolvar un tiempo muerto y hacer que vuelva a ser lo que siempre fue en realidad: un auténtico proceso colectivo. “No es la originalidad lo que a estas alturas me seduce, sino el innombrado lugar común, perdido en la memoria colectiva”, dice Alberto en un momento particularmente lúcido del solitario diálogo.


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