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¿Eres amigo de J.?, preguntó. Ya, sí. Me miró de pies a cabeza. Deseaba preguntarle qué diablos era todo esto. Vale, dijo, puedes tumbarte ahí, anda, quítate los zapatos. Señaló un sitio en el suelo con un dedo índice muy largo y una cadena de oro enredada a la muñeca. Encendí un cigarrillo y di una calada. Sacó una tarjeta de su bolsillo y me la dio. Ponía: Clark Jr. Fotógrafo profesional. Di media vuelta y me largué. Escuché a J. gritar, ¡eh, compadre…!