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Con la cabeza en la guillotina

El cielo grisáceo acabando sobre nosotros nos da el panorama más bello que puede existir. Nada más acorde a la realidad que una ciudad melancólica que pareciera que lloró desconsoladamente toda la noche.

Una ciudad por el día húmeda, algo caliente en pleno febrero. Una ciudad por la noche mojada a la espera de habitantes inquietos. El silencio habitual de un finde, la soledad del abandono, la debilidad de la carne humana…

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