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La sangre es vinagre

Coloqué en la cazoleta un tedio con sabor a los Países Bajos. Sostuve la pipa inglesa de opio desde el pisadientes de bronce para fumarme al tiempo. Los días por la noche son peligrosos, son también peligrosamente insufribles. El terrible estío disminuye como el vapor que se esfuma a través de la cánula, como el tiempo que se pudre en mis pulmones. Los días pasan por mi garganta, aquello que es cotidiano me acaricia, al igual que la navaja amiga sobre mi brazo aquel día en su departamento… Me acarició y me dejó una cicatriz. .

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