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A veces, las cosas son como son
Pasó tanto
trueno sobre cielos amarillentos izados sobre nubes galopantes en aquel invierno majestuoso, memoria vanidosa de un poeta peregrino en sueños fracasados oliendo al menos rosas de ciudad.
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Sentados en una plaza
junto a compañías que ya no están el cielo se extiende como un papiro y parece decir algo, símbolos parecen esas palomas que revolotean ahítas y se conforma una palabra clara. La leemos y luego pensamos con suma tristeza
en todo aquello que no hemos hecho, dejando que el viento fresco galope, en todo aquello que nos arrepentimos de no haber hecho.
Se hace tarde y el sol se oculta, en ese instante excepcionalmente dorado, es hora de volver a casa.
El cuerpo, rezagado, tiene que descansar. .


