Pide un deseo fragmento

Page 1



ÂŤCuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena.Âť

Paulo Coelho


Pide un


deseo



Pide un deseo Manuel Tristante

Ediciones JavIsa23


Título: Pide un deseo © texto e ilustraciones: Manuel Tristante www.manueltristante.com © Portada y diseño: Manuel Tristante Blog: elsecretodearlequin.blogspot.com © de esta edición: Ediciones JavIsa23 www.edicionesjavisa23.com E-mail. info@edicionesjavisa23.com Tel. 964454451 Primera edición: marzo de 2018 ISBN: 978-84-16887-58-3 Depósito legal: CS 28-2017 Impreso y encuadernado por booksfactory (PRINT GROUP Sp. z.o.o.) www.booksfactory.es Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, Internet, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.


Para mi sobrina Lucía; nunca dejes de creer que los deseos se cumplen si se piden con fuerza. Para Ares, bienvenido a la familia, pequeñín.



Los personajes y hechos retratados en este libro son completamente FIcticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia NO INTENCIONADOS POR PARTE DEL AUTOR.



Prólogo

«Pide un deseo»

L

a puerta del balcón se abrió con cuidado. El pequeño salió corriendo, acompañado de su perrito. Elevó la vista hacia el cielo. Estaba plagado de estrellas que

brillaban como luciérnagas. Una sonrisa se dibujó en su rostro. La noche, además de bella, era fría, y el niño únicamente vestía un fino pijama rojo que apenas abrigaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando el viento lo azotó. Se sentó detrás de la puerta del balcón junto a su perro, resguardándose. Se abrazó a su mascota que le lamió la cara haciéndole cosquillas. —¡Para ya, Rizado! —le pidió, riendo sin parar. No obstante, el perro no obedeció. El niño metió sus manitas en el rizado pelaje de su fiel amigo, y dejó que se las calentara mientras esperaba.


No tardó en impacientarse, no solo por los continuos lametones de Rizado, sino por esperar a su madre. Le había pedido que saliera al balcón, que ella iría enseguida para enseñarle algo. Y de eso ya había pasado bastante tiempo. ¿Qué le iba a enseñar? —Abraham, ¿dónde estás? —preguntó su


Pide un deseo madre, saliendo fuera. Se abrigó mejor con la bata, y miró en derredor. No lo vio por ningún lado. Abraham salió de su escondite, tiritando un poco. —¡Abraham! ¿No te he dicho que te pusieras la bata? ¿Quieres resfriarte? —El pequeño se encogió de hombros—. Ven, métete en la mía, conmigo. —No tardó en hacerlo y sentir el dulce calor que emanaba del cuerpo de su madre. —Mami, ¿qué me quieres enseñar? La madre lo acercó a la baranda. Elevó la vista hacia el cielo, y comentó: —¿Ves aquella estrella, la más grande de todas y la que más brilla? —Se la señaló—. Pídele un deseo, te lo concederá. Abraham miró a su madre sin comprender por qué le pedía eso. Comprobó que sus ojos estaban vidriosos. —Pídelo, por favor. Abraham seguía sin entender tal acto. No obstante, lo haría. ¿Y qué deseo pedía? Tenía tantos… Desvió la vista hacia Rizado... El animal intercambió con él una mirada. Sí, pediría eso. Cerró los ojos con fuerza, y lo pidió, anhelando que la estrella se lo concediese. Abrió los ojos, y prestó atención a su madre. Continuaba con los ojos vidriosos, y parecía triste. —Mami, ¿has pedido uno?

- 13 -


Manuel Tristante La madre se limpió los ojos y asintió levemente con la cabeza. Se arrodilló, y abrazó a su hijo. —¿Qué has pedido? —Eso no puedo decírtelo. Entonces no se cumplirá. Y tú tampoco me digas el tuyo. Abraham la interrogó con la mirada. No cabía la menor duda de lo que había pedido: que aquel bultito que él tenía en la cabeza desapareciera. Sí, era eso. Llevaban muchos días… su padre y su madre, hablando de ello. Y su madre se entristecía cada vez más con ese tema, y lloraba. Y, aunque esta vez no estaban hablando del bultito, las lágrimas brotaron en los ojos de ella. —Mami, no llores más. —Le limpió las lágrimas con sus manitas. Y la abrazó con fuerza. La madre sonrió con ternura, reprimiendo nuevas lágrimas. Se aclaró la voz. —No te preocupes, estoy bien. Se me ha metido algo en el ojo. —Suspiró y elevó la mirada de nuevo hacia la estrella—. Espero que mi deseo se cumpla. Y pronto. Abraham también lo quería, tanto el suyo como el de su madre. No obstante, no comprendía el deseo de ella. Sabía que tenía un bultito en la cabeza, nada más. Y podía ser un chichón como su padre le decía. Había ido varias veces al médico. Le habían hecho pruebas, y el doctor también le había dicho que era un chichón… Y después había salido fuera mientras sus padres hablaban con el doctor. Y si era eso, ¿por qué se preocupaba su madre?

- 14 -


Pide un deseo

- 15 -


Manuel Tristante La mujer agarró a su pequeño de la mano, y lo tomó en brazos. —Vamos a dormir. Es tarde, y mañana será un largo día. Y no pienses más. Para seis años que tienes le das muchas vueltas a tu cabecita —rio, tocándole juguetonamente la punta de la nariz—. Y sé que llevas rato haciéndolo. Abraham se ruborizó como otras tantas veces que su madre le tocaba la nariz. Se abrazó a su cuello, bostezando. Llamó a Rizado. Entraron en la habitación. La mujer depositó al niño en la cama. Volvió y cerró la puerta del balcón. Regresó y arropó a su retoño con ternura. Le dio un beso en la mejilla, y se sentó a su lado. —Descansa mi pequeño. Te lo mereces, mi lucero. Mi estrellita. Y por eso a ti también te pido el deseo. Abraham no entendió las últimas palabras. Eran tan incoherentes. Y no hizo ademán de querer hacerlo. Los ojos le pesaban, estaba agotado, y su mente vagaba ya hacia el mundo de los sueños. Y, finalmente, se quedó durmiendo, pensando en su deseo, con una amplia sonrisa. La madre cogió a Rizado. El animal se había acostado al lado de su amo, y parecía reacio a marcharse de allí. Antes de salir de la habitación, echó una ojeada a la criatura, y rompió a llorar.

- 16 -


Si te ha gustado lo que has leĂ­do hasta ahora, puedes adquirir el libro en www.edicionesjavisa23.com o adquirirlo en tu librerĂ­a habitual.





Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.