Revista Encontexto edición 71

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El primer punto que sí me planteo es: "no demos nada, sin recibir un compromiso o algo a cambio". Suena cruel, sin corazón, pero creo que es necesario que las personas damnificadas olviden el paternalismo. Es hora de que les enseñemos a trabajar, que se les otorgue las herramientas para poder arrancar una serie de emprendimientos e ideas de negocios que se pueden realizar en esas zonas. Los habitantes pueden recibir las casas que se están ofreciendo; pero, a cambio, ellos estarán en la obligación de cultivar la tierra o proveer un servicio, que le va a significar un ingreso adicional para pagar la casa y lograr la sostenibilidad familiar.

Quizás dar casas, con espacios para una huerta con productos de ciclo corto o crianza de animales pequeños, como un proyecto con esta temática existente en la zona rural de Tabete, en la provincia de Esmeraldas, con la finalidad de mejorar las prácticas alimenticias de la zona. Otra de las propuestas que creo necesarias para crear una verdadera reactivación económica de la zona, y que no contempla que colegas se lleven chicos a la playa para gastar, es aprovechar las hermosas playas que tenemos, creando emprendimientos conjuntos en turismo. Pienso que algo coherente sería crear hospedajes comunitarios (refiriéndome a la forma de administración): que tengan una dinámica de tours, como el aplicado en la Ruta del Cacao Esmeraldeño; y, especialmente, que provean los servicios que se puede ofrecer, como alimentación y otras atenciones que todos necesitamos en algún momento, tomando en cuenta lo consumistas que somos. Compramos hasta piedras en nuestro país, dicen los “mayorcitos” a este servidor.

En conclusión, debemos dejar un legado y ayudar desde las diferentes trincheras: desde la academia, con diagnósticos y vinculando estudiantes con la sociedad; creando propuestas, para que se vea un verdadero desarrollo en estas provincias, como Manabí y, que tienen la tasa más alta de desempleo en el país. Yo creo que se debe hacer una reingeniería total de cómo identificamos negocios y que esto sea más participativo y/o comunitario. Tenemos que dar a nuestros compatriotas, amigos y familiares, mecanismos para que sean productivos y que tengan iniciativas sostenibles y sustentables; de esta manera, ayudaremos a mitigar los efectos de esta catástrofe; y, de la misma forma, estaremos preparándonos para lo siguiente... sea lo que fuere que venga. Necesitamos, urgentemente, una unificación de criterios y un trabajo más colaborativo entre los ciudadanos, para mejorar, de una manera conjunta, las condiciones de vida de la población afectada, que éstas perduren a través del tiempo y de lo que nos pueda afectar.

Ecuador es un país unido, pero trabajemos para que esa unión sea una verdadera fuerza para contribuir al crecimiento global de nuestro hermoso y diverso país.

NOTA DE LA DIRECCIÓN Estamos completamente de acuerdo con lo planteado en el presente artículo, en lo que tiene que ver con las recomendaciones que hace el autor. Lo que no ha costado algo o mucho de esfuerzo y trabajo para ser conseguido, normalmente, no se aprecia, no se valora y, por ende, no se cuida. Tal vez suene trillada la frase: "No demos el pescado; mejor, enseñemos a pescar". Pero es muy real, pues no sólo estaremos enseñando a valorar las cosas, bienes y servicios recibidos, en su real dimensión, sino que les daremos a los ciudadanos, herramientas de sustentabilidad y de solución de problemas a futuro... aun en ausencia de los benefactores (sean éstos: gobierno, ciudadanía u otros), para que puedan valerse por sí mismos y terminar con la dependencia que, en ocasiones, vuelve parásitos a quienes la ejercen, sea por negligencia e ignorancia o por comodidad y conveniencia. El dolor está presente y tomará mucho tiempo en amortiguarse o desaparecer. Pero en este tiempo de reconstrucción, es importante empezar a poner las bases de ese cambio de actitud que se requiere para poder enfrentar los desafíos y vencerlos, para luego sentirse orgullosos de lo alcanzado, en lo físico y en lo mental. Y aquí entramos en la gran disyuntiva entre derechos-deberes. Cuando sólo hablamos de derechos, sean éstos adquiridos o entregados, en ocasiones perdemos las perspectivas y se vuelven exigencias, muchas veces inmerecidas o desbordadas y salidas de contexto y medida. A la vez, olvidamos la otra parte: la de los deberes que, considero, tenemos la obligación de cumplir primero, para luego estar en posición de exigir el respeto a los derechos. Es difícil lograr un equilibrio racional entre ambos, por varios factores, pero esto será, con toda seguridad, material de un análisis más profundo, en un artículo posterior.

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