El Taller, la crónica de la Tadeo - Edición 3

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EL TALLER, LA CRÓNICA DE LA TADEO

Fotografía de David Guacaneme

“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar… Valor para cambiar aquellas que puedo Y sabiduría para reconocer la diferencia." "Buenas noches, mi nombre es Gabriel y soy un alcohólico", fue lo primero que dijo aquel hombre inmediatamente después de la oración. Para continuar la sesión grupal, Gabriel buscó al interior de una maleta un libro que se titulaba: Tratado de los Alcohólicos Anónimos. Era un compendio de reflexiones para los 365 días del año que guían los temas a tratar por sesión, e incluye además, una guía donde están estipulados todos los procedimientos que se siguen para incorporar a un nuevo integrante a la comunidad. De aquel tratado Gabriel leyó el siguiente fragmento: Únicamente usted puede decidir. Si le parece que su modalidad de beber le está causando problemas o si su bebida ha llegado al punto de que algo le preocupa, puede ser que tenga algún interés en conocer más de Alcohólicos Anónimos y su programa para recuperarse del alcoholismo. Después de escuchar la información que hasta acá ha recibido, puede que llegue a la conclusión de que A.A. no tiene nada que ofrecerle, si éste es el caso le sugerimos que considere su situación con mente abierta, estudie cuidadosamente su modalidad de beber de acuerdo a lo que puede aprender de este texto. Decida usted mismo si el alcohol se ha convertido o no en un problema para usted y recuerde que siempre será bienvenido entre miles de personas que en A.A. han dejado atrás sus problemas con la bebida y viven aún sus vidas de manera normal y constructiva manteniendo su sobriedad diaria (...)

EN EL LUGAR existen avisos invitando a la gente a que se una al grupo si tiene algún tipo de adicción.

El hombre que recién llegaba usaba gafas y bastón, traía puesto un gabán largo y una gran sonrisa que era lo que mejor lucía. Saluda calurosamente a Marco Aurelio, le entregó un par de obsequios, se presentó como Argemiro y se sentó a mi lado izquierdo; acto seguido, entró otro señor de más o menos la misma edad, pero éste último se veía más dinámico, de hecho llegó en bicicleta y con ropa deportiva, se presentó como Gabriel, saludó a Marco Aurelio y a Argemiro como si fueran amigos de mucho tiempo atrás. Ya reunidos en grupo, era evidente que la sesión podía comenzar. "Todos los miembros de pie", dijo Marco Aurelio, yo obedecí sin ningún problema. Gabriel tomó la vocería y dijo: "Démosle de nuevo la bienvenida a David y según nuestra tradición pidámosle a nuestro Dios, cualquiera sea nuestra concepción de él, su presencia con una oración". ¿Tradición? ¿Invocar a Dios? ¿Concepción personal? En ese momento pensé que por fin todo comenzaba a tener forma de 'sesión de grupo'. "Esto se puso bueno", dije. Todos repitieron al unísono el siguiente lema:

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Decida usted mismo si el alcohol se ha convertido o no en un problema para usted y recuerde que siempre será bienvenido entre miles de personas que en A.A. han dejado atrás sus problemas con la bebida y viven aún sus vidas de manera normal y constructiva manteniendo su sobriedad diaria (...) En ese momento mis tres compañeros de sesión se quedaron mirándome, yo estaba realmente concentrado en el texto que leía Gabriel de manera que cuando caí en cuenta de que me miraban, me sentí intimidado y al descubierto. Por fortuna Marco Aurelio tomó la palabra y me explicó que el alcoholismo no es un vicio, es una de las enfermedades más antiguas del hombre y que no tiene cura "¡el que es alcohólico, se queda


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