Quien ayudo a hitler i maiski editorial progreso 1965

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ririéndome, no sólo los laboristas y liberales, sino incluso muchos conservadores empezaron a pensar en serio en el mejoramiento de las relaciones con el País de los Soviets. La segunda causa del deshielo consistía en que, después del conflicto por el asunto de la "Metropolitan-Vickers", los medios gobernantes de Inglaterra se habían convencido definitivamente de la fuerza y la consistencia de la URSS y llegado a la conclusión de que el "factor soviético" pasaba a ser un elemento constante de la situación mundial. Independientemente de que se sintiera por él simpatía o antipatía, había que tenerlo en cuenta en todos los cálculos y combinaciones políticos. Y como los políticos ingleses se han distinguido siempre por su capacidad para tomar en consideración los hechos (incluso los desagradables), después de la firma del convenio comercial de 1934 empezaron a calcular cómo podrían aprovechar mejor en interés propio el poderío de la URSS, que tan inesperadamente habían descubierto. Comenzaron, pues, como acabo de decir, a pensar cada día más en los caminos tradicionales de la Entente de la primera guerra mundial. Una circunstancia fortuita contribuyó en gran medida a este viraje en el estado de ánimo de los medios gobernantes de Inglaterra. Entre febrero y abril de 1934 tuvo lugar la memorable "epopeya del Cheliuskin". Después de la pérdida del barco, un centenar de soviéticos, entre los que figuraban mujeres y niños, fueron a parar con O. Shmidt al frente a un témpano de hielo polar lejos de la tierra firme. El mundo occidental, su prensa, sus políticos, científicos y exploradores polares daban por muertos a los tripulantes del Cheliuskin. Les rezaban la oración de los agonizantes. Pero el mundo soviético pensaba y sentía de otra manera. Los propios "cheliuskianos", lejos de desanimarse y dejarse dominar por el pánico, crearon sobre el hielo una colectividad maravillosamente organizada, que mantuvo en alto la bandera del País de los Soviets, continuó las investigaciones científicas y se preocupó de la salud y los bríos de sus componentes. El jefe del campamento sobre el hielo, O. Shmidt, incluso dio a sus compañeros un ciclo de conferencias sobre materialismo histórico. Entretanto, el Gobierno y el pueblo soviéticos movilizaron todas sus posibilidades para salvar a los infortunados compatriotas. Hombres, recursos, máquinas, radio, aviones: todo fue puesto al servicio de este noble fin. Y, en resumidas cuentas, todos los tripulantes del' Cheliuskin fueron salvados. 30


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