Por amor a la física de Walter Lewin

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quizá p o d ía dejarm e uno. Lo hizo, y escribió en él, en holandés, M et dan voor een gesprek («En agradecim iento p o r u n a conversación»). Esto era propio de Peter: discreción extrem a. Sinceram ente, de todos los Struyckens que tengo, este peq u eñ o dibujo es m i favorito. Peter había enco n trad o en m í a u n físico que no solo estaba interesado en el arte, sino que le p o d ía ayudar en su trabajo. Él es u n o de los pioneros en to d o el m u n d o en el arte p o r ordenador. En 1979, Peter (con Lien y D aniel D ekkers) vino d u ran te u n año al M IT y e m ­ pezam os a colaborar m uy estrecham ente. N os veíam os casi a diario y cenaba en su casa dos o tres veces a la sem ana. A ntes de conocer a Peter, yo «m iraba» el arte; él m e enseñó a «verSin él, creo que nunca h abría aprendido a centrarm e en las obras innovadoras, a en ten d er cóm o p u ed en tran sfo rm ar de u n m o d o fu n d am en tal nuestra m anera de ver el m undo. A prendí que el arte no trata únicam ente, ni siquiera principalm ente, sobre la belleza, sino sobre el descubrim iento, y es aquí donde para m í confluyen el arte y la física. D esde entonces, em pecé a m irar el arte de u n a form a m uy diferente. Ya no m e im p o rtab a qué era lo que «me gustaba»; lo relevante era la calidad artística, la nueva form a de m irar el m undo, y eso solo se puede valorar si realm ente sabes algo de arte. Em pecé a fijarm e en las fechas de realización de las obras. Las obras de arte pioneras de M alévich de entre 1915 y 1920 son fascinantes. C uadros sim ilares que otros artistas p in ta ro n en los años trein ta no m e interesan. «El arte es plagio o revolución», decía Paul G auguin con su típica arrogancia, pero hay algo de cierto en ello. M e fascinaba la evolución que conducía a las obras innovadoras. Por ejem plo, enseguida fui capaz de decir con precisión de qué año era u n a obra de M o n d rian —su evolución e n ­ tre 1900 y 1925 es asom brosa— y lo m ism o puede hacer ahora m i hija Pauline. A lo largo de los años, m ás de u n a vez m e he dado cuenta de que los m useos a veces se equivocan en las fechas de los cuadros. C uando se lo señalo a los com isarios (cosa que siem pre hago), a veces les pongo en u n brete, pero siem pre las cam bian. Trabajé con Peter en u n a docena de ideas suyas. N uestro p rim e r proyecto fue 16th Space, arte en dieciséis dim ensiones (fuim os m ás allá de las once dim ensiones de la teoría de cu er­ das). T am bién recuerdo sus series Shift. H abía desarrollado la base m atem ática para u n p ro ­ gram a de o rd en ad o r que generaba arte m uy com plejo e interesante, pero com o no sabía d e ­ m asiadas m atem áticas sus ecuaciones eran extrañas, verdaderam ente absurdas. Q u ería que las m atem áticas fuesen bellas, pero no sabía cóm o hacerlo. C onseguí d ar con u n a solución, cuya física no era n ada com plicada: ondas viajeras en tres dim ensiones. Puedes elegir la longitud de onda, fijar la velocidad de las ondas e indicar su dirección. Y si quieres que tres ondas se atraviesen entre sí, tam bién puedes hacerlo. C o ­ m ienzas con unas condiciones iniciales, dejas que las ondas se atraviesen y las sum as, lo que p ro d u ce p atrones de interferencia m uy interesantes.


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