Diario de Anne Frank

Page 78

EL DIARIO DE ANA FRANK

personales. En lo que a mí respecta, como me encuentro aquí desde alrededor de mi decimotercer año, he comenzado a reflexionar sobre mí misma mucho antes que las otras muchachas, y a sentirme «persona». Por la noche, en la cama, siento a veces una necesidad inexplicable de tocarme los senos y percibir la calma de los latidos regulares y seguros de mi corazón. Inconscientemente, tuve sensaciones semejantes mucho antes de venir aquí, porque recuerdo que una vez al dormir con una amiga, tuve la irresistible necesidad de besarla, lo que entonces hice. Su cuerpo, con el que ella siempre se había mostrado recatada, me despertaba una gran curiosidad. Le pregunté si, como prueba de amistad, no me permitiría palpar sus senos, haciendo ella lo mismo con los míos; pero mi amiga se negó. Cada vez que veo la imagen de una mujer desnuda, como, por ejemplo, Venus, me quedo extasiada. Me ha sucedido encontrar eso tan maravillosamente bello, que me ha costado retener las lágrimas. ¡Ah, si sólo tuviera una amiga! Tuya, ANA

Jueves 6 de enero de 1944 Querida Kitty: Como mi deseo de hablar de veras con alguien se ha vuelto por fin demasiado fuerte, se me ha ocurrido elegir a Peter. Más de una vez he entrado en su cuartito. Lo encuentro muy simpático. Pero como Peter, por huraño que sea, nunca le cerraría la puerta a nadie que fuera a visitarle, no me quedaba mucho tiempo, por miedo a que me juzgara fastidiosa. Siempre buscaba un pretexto para quedarme a su lado, como casualmente, para charlar, y ayer se presentó esa oportunidad. Se ha apoderado de Peter una verdadera pasión por los crucigramas y se pasa en eso

todo el día. Me puse a ayudarlo y, bien pronto, nos hallamos el uno frente al otro en su mesita, él en la silla, yo en el diván. Experimentaba una extraña sensación al mirar sus ojos profundamente azules y su sonrisa misteriosa en la comisura de los labios. Pude leer en su rostro su embarazo. Su falta de aplomo y, al mismo tiempo, una sombra de certidumbre de saberse hombre. Al ver sus torpes movimientos, algo se estremeció en mí. No pude impedirme de mirar sus ojos oscuros, de cruzar nuestras miradas una y otra vez, suplicándole con las mías, de todo corazón: «¡Oh, cuéntame todo cuanto te ocurre, no debes temerle a mi verborrea! Pero la velada transcurrió sin nada de esencial, salvo que yo le hablé de esa manía de sonrojarme, no con las palabras que empleo aquí, evidentemente, sino que para señalarle que él también cobraría aplomo con rapidez. Por la noche, en la cama, esta situación me pareció muy poco regocijante, y francamente detestable la idea de implorar los favores de Peter. ¿Qué no haría por satisfacer mis más íntimos anhelos? La prueba: mi propósito de ir a ver a Peter más a menudo y hacerle hablar. Pero no hay que pensar que estoy enamorada de Peter. Nada de eso. Si los Van Daan hubieran tenido una hija en lugar de un hijo, igualmente habría tratado de buscar su amistad. Esta mañana, al despertarme alrededor de las siete, recordé enseguida lo que había soñado. Estaba sentada en una silla, y enfrente de mí Peter... Wessel; hojeábamos un libro con ilustraciones. Mi sueño fue tan claro, que me acuerdo todavía, parcialmente, de los dibujos. Pero no termina aquí. De repente, la mirada de Peter se cruzó con la mía, y me hundí largamente en sus her mosos ojos de un castaño aterciopelado. Luego Peter dijo con acento muy dulce: «¡Si yo lo hubiera sabido, hace mucho tiempo que habría acudido a ti!». Bruscamente me volví, porque no podía ya dominar mi turbación. Enseguida sentí una mejilla contra la mía; una mejilla muy suave,

© Pehuén Editores, 2001.

)78(


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.