obediencia

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LA OBEDIENCIA Se ha hecho famosa la frase: “Cuando mandaban los superiores, yo era súbdito; ahora que mandan los súbditos, me toca ser superior”. No se sabe quién es su autor. Tampoco interesa mucho. Lo importante es saber qué quiso decir al formularla. Aunque no es una expresión muy teologal sí es una forma ingeniosa de afirmar que en asuntos de autoridad y obediencia las cosas han cambiado en las comunidades religiosas. La distancia entre el modelo tradicional y el modelo liberal es muy grande. Pero: * ¿Se reduce la obediencia a un problema de relaciones personales entre superiores y súbditos? * ¿Vale la pena seguir discuIendo si la crisis actual de la vida religiosa es una crisis de autoridad o una crisis de obediencia?.

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* ¿En qué ha favorecido a la comunidad y a la misión esa acItud dialécIca y reivindicaIva de superiores y súbditos? En el mundo de hoy, cuando la vida religiosa es tan cuesIonada, hay que analizar las cosas de otra forma.

1.Realidad El voto de obediencia es escándalo en un mundo que aspira a la libertad como valor supremo. Pero, ¿qué libertad es la que anhelamos? Esta pregunta se ha hecho con parIcular intensidad en los países que se liberaron del comunismo. Estos países entraron “al mundo libre”, pero ¿es ésta la libertad por la que lucharon? -2-

El voto de obediencia no es para nosotros una cues2ón administra2va, un medio únicamente; sino que nos enfrenta a la pregunta:

¿Qué Ipo de libertad es la que deseamos en Cristo? ¿De qué manera el voto expresa esto y nos ayuda a nosotras, predicadoras, a vivir la exultante libertad de los hijos de Dios? (cfr. Fray Timothy Radcliffe. Atreverse a Prometer en Retos a nuestra misión, p.28).


Hay ciertamente algunos logros en la libertad, como en los procesos políIcos, pero la libertad de mercado, es con frecuencia una contrariedad. No trajo consigo la libertad promeIda y ha rasgado todavía más el tejido de la sociedad humana. Nuestro llamado “mundo libre” se caracteriza con frecuencia por un senIdo fatalista, una incapacidad para tomar el propio desIno en sus manos y arreglar sus vidas; lo que debe hacernos pensar seriamente sobre “la libertad” de la sociedad de consumo.

2. Para qué la obediencia? La vida religiosa proclama que la autoridad debe ejercerse como un

servicio y que la obediencia es una forma de prac=car la corresponsabilidad. La obediencia religiosa ha de encontrar su fuerza y su ideal en la obediencia de Cristo a la voluntad salvífica del Padre. El mo=vo úl=mo de la obediencia de Jesús es el amor.

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La obediencia es camino de libertad y nos conduce a nuevas misiones. La libertad es a la vez un don de Dios, pero también una gran exigencia. Debido a la libertad con la cual optamos por la vida religiosa, se nos exige corresponsabilidad.

Corresponsabilidad significa responsabilidad compar=da, es decir, arrimar el hombro. Ser corresponsable supone la capacitación y la tarea, la obligación y el derecho de compar=r con otros aquellas funciones, decisiones y acciones que afectan a todos los que buscan el bien de todos. La corresponsabilidad exige disciplina y eficaz colaboración. Sólo las personas responsables saben actuar con los otros de forma corresponsable.

Leamos y comentemos el texto de CONSTITUCIONES, 29

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La corresponsabilidad se opone, sobre todo, a la indiferencia, a la pasividad, a la pereza, a la indolencia, pero también al acaparamiento, a la marginación, al “ordeno y mando”, a la imposición, al exclusivismo; y exige a la vez interés por colaborar, acIvidad comunitaria y solidaria, capacidad para el diálogo y compromiso grupal con los trabajos comunes.

3. Fundamentación Bíblica “La obediencia como virtud evangélica es la entrega radical y sin cálculos de la vida al Dios Padre que levanta y libera” (J.B.METZ, Las órdenes religiosas. Su misión en un futuro próximo como tes=monio vivo del seguimiento de Cristo. Herder, Barcelona, 1988, 110).

No es posible comprender la obediencia religiosa sin contemplar la acItud de Jesús. La obediencia de Jesús está estrechamente relacionada con su misión. Esta le ha sido encomendada por el Padre. -5-


La misión de Jesús consiste en anunciar y pracIcar el reino de Dios. Y la finalidad de esta misión es la salvación de la humanidad. El cumplimiento de esta misión no es para Jesús un camino llano. Desde el comienzo de su vida pública hasta el final vivió, como ser humano, la inseguridad en la búsqueda de la voluntad del Padre y la lógica y natural resistencia a la muerte. El autor de la carta a los Hebreos dice que el sacrificio de Cristo es eficaz a favor de los cris=anos. “Por eso dice al entrar en el mundo: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad –como está escrito de mí en el libro-­‐. Primero dice que no ha querido ni le han agradado ofrendas, sacrificios, holocaustos ni sacrificios expiatorios (que se ofrecen legalmente); después añade aquí estoy para cumplir tu voluntad. Excluye lo primero para afirmar lo segundo. Pues, según esa voluntad, quedamos consagrados por la ofrenda, hecha una vez para siempre, del cuerpo de Jesucristo.” (Heb 10,5-­‐10). -6-


La obediencia de Jesús se consuma en la libre entrega de la propia vida para la salvación de muchos: “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18). Su muerte es la culminación de su obediencia y fidelidad. Es la consumación de su misión. El himno cristológico de la Carta a los Filipenses explica la dimensión teológica de la obediencia de Jesús: “Tened entre vosotros los mismos sen7mientos que Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,5-­‐8).

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La respuesta del Padre es la exaltación de Jesús, que confirma el valor salvífico de esa obediencia hasta la muerte: “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que esta sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la =erra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2,9-­‐11).

Merece la pena prestar atención al contexto en el que Pablo trae a colación este himno cristológico. Lo hace en un discurso sobre las exigencias de la vida comunitaria. La comunidad y la misión son dos claves fundamentales para reinterpretar la obediencia en la vida religiosa. (Cfr. MARTINEZ DIEZ, Felicísimo, O.P. Refundar la Vida Religiosa, pp. 218 ss). Lo caracterísIco de la obediencia religiosa es el contexto comunitario en el que se intenta discernir y cumplir la voluntad de Dios. La vivencia de las reglas, la misión, los proyectos comunitarios, las orientaciones de los superiores, son mediaciones en esta búsqueda y cumplimiento de la voluntad divina. Complementemos con el análisis de: CONSTITUCIONES, 25 y 27 y DIRECTORIO, 22

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4. Autoridad y Obediencia El ejercicio de la autoridad o liderazgo es componente esencial para el buen funcionamiento de cualquier grupo humano. La vida religiosa proclama que la autoridad debe ejercerse como un servicio y que la obediencia es una forma de prac=car la corresponsabilidad. La autoridad en la vida religiosa debe ser evangélica, es decir, debe estar en la línea de la búsqueda sincera de la voluntad del Padre; debe tener como propósito la realización libre de las personas en el seguimiento de Jesús; debe orientar y acompañar la misión apostólica de la comunidad. La autoridad sólo está legi=mada en la vida religiosa como mediación de la voluntad divina.

¿QUÉ DICE NUESTRA LEGISLACIÓN? Constituciones, 31 a 35;

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Directorio, 23 a 27.


5. Libres para la misión Como ya lo hemos dicho, la misión es otra dimensión esencial de la obediencia religiosa. La obediencia crisIana es disponibilidad para la misión. En el caso concreto de la obediencia religiosa, esta disponibilidad se expresa en la incorporación a un proyecto apostólico comunitario. Si la causa del Reino no inspira la misión de la comunidad religiosa, dicha misión termina “profesionalizándose”, es decir, ejerciendo una profesión, en cualquiera de las áreas del saber, para lo cual no se requiere ser religioso. La relación con la misión amplía el horizonte de la autoridad y de la obediencia religiosa. El nuevo horizonte abre la comunidad religiosa a la comunidad eclesial y humana. El discernimiento de la voluntad divina debe trascender el ámbito meramente congregacional. Un discernimiento que sólo tenga en cuenta las necesidades y los intereses insItucionales pone la obediencia y la misión al borde del fracaso. Las exigencias de la misión –el clamor del pueblo o la urgencia del evangelio-­‐ son elemento esencial para el discernimiento de la voluntad divina. Este postulado debe inspirar los proyectos comunitarios y estar presente en todos los capítulos y asambleas congregacionales.

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La obediencia así entendida, como dice el Padre Felicísimo MarInez, O.P., Iene un gran valor tes=monial en el mundo actual: es una resistencia contracultural frente a todas las potencias de este mundo, frente a toda absoluIzación del poder como mecanismo de dominación sobre las personas. Esta es la dimensión políIca de la obediencia religiosa. “Es una obediencia que empuja hacia la proximidad prácIca con aquellos para quienes la obediencia no es ninguna virtud, sino una señal de someImiento, de minoría de edad, de humillación. INTERCAMBIO COMUNITARIO

1. Cómo y para qué nos liberan los votos religiosos? 2. Qué importancia Iene la comunidad en la vivencia de los votos? 3. Cuál es el fundamento teológico del voto de obediencia? 4. Qué relación se da entre autoridad y obediencia? 5. Qué relación se da entre AUTORIDAD, OBEDIENCIA Y MISIÓN?

Compartamos las inquietudes sobre esta unidad en el CHAT

De 5.40 a 6.p.m. par2ciparemos en el CHAT para compar2r las experiencias de este día y manifestar nuestras inquietudes y sugerencias en relación con el tema.

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