Singh, nalini psi cambiantes 01 la noche del cazador

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—No. —Se inclinó y le mordisqueó el labio inferior, sobresaltándola... dándole placer—. Lo que sucede es que no deseo perderme ni un solo centímetro de tu cuerpo. Tiró de la manta, pero Sascha la subió de nuevo. —No soy responsable de tus sueños. Lucas habló contra sus labios: —¿Sabes cuál fue mi parte favorita? —Sin esperar respuesta, prosiguió—: Cuando me saboreaste. No había tenido un orgasmo tan intenso en toda mi vida. Me sentó como un tiro despertar y ver que estaba solo. Sascha apenas era capaz de respirar. De pronto hacía mucho calor. Empujó la molesta manta hacia abajo ayudada en todo momento por Lucas. Se percató demasiado tarde de que sus piernas quedaban ahora al descubierto hasta la parte superior de los muslos. Daba igual, solo los sueños importaban. —¿Cómo es posible que hayas visto mis sueños? —susurró. Habían sido su mayor secreto, su tesoro más preciado. En esos sueños había sido quien podría haber sido de no haber vivido la vida de un psi. —Tú me invitaste a ellos. —Lucas se incorporó y se colocó a horcajadas sobre sus muslos. Luego se sacó la camiseta por la cabeza y la arrojó al suelo mientras ella observaba con la boca seca—. ¿Sabes lo que me gusta? Sin pararse a pensar, Sascha deslizó las uñas por la tibia dureza de su abdomen, y se quedó paralizada al oírle ronronear. —No sé cómo lo hice... no fue deliberado. Nunca habría tenido el coraje de saborearle de haber creído que él era real. —Eres una psi cardinal. Al ver que ella dejaba de acariciarle, Lucas se llevó los dedos de ella a la boca y los mordisqueó de forma juguetona a modo de advertencia. Un millar de mariposas revoloteó en el estómago de Sascha. Entonces ella retiró su mano y trató de incorporarse. —No, gatita. Me gustas así. —Apoyó las palmas de las manos a ambos lados de ella y le olfateó el cuello como si fuera una gran bestia de presa. Justo lo que era. Entonces hizo algo completamente inesperado y enloquecedoramente sensual. Sin previo aviso, movió la cabeza y le mordió suavemente el pezón a través de la camiseta. Sascha arqueó la espalda y apenas pudo contener el grito que pugnaba por

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