los Shuar, se cultivan tantas chacras cuantas son las esposas. La mujer shuar es muy querida por su esposo y ella también le muestra cariño, pero si el tiene más esposas y se siente despreciada o pospuesta, sufre mucho, y si vive con él, lo hace solo a la fuerza, porque si le es posible, huye y regresa donde su familia, pues no pocas veces se desespera y se ahorca en el monte colgándose de un bejuco (Spinelli, 1993, 170). Pese a esta organización bastante común, las mujeres shuar no son esclavas de sus maridos, más aún se han dado casos de infidelidad con el consiguiente abandono del hogar. La infidelidad es fuertemente castigada con varios cortes con cuchillo o espinas en la cabeza de la mujer, causándole derrame de mucha sangre. Por cierto, está prohibido brindarle ayuda alguna, y si, pese a esto, la mujer logra sobrevivir, entonces será perdonada. De sexo… Un estereotipo corriente de las sociedades “salvajes” es que en ellas el instinto sexual está muy desarrollado probablemente por la costumbre de hombres y mujeres de andar desnudos. Sin embargo, en la Amazonía desde tiempos remotos existió preocupación por cubrir de alguna manera los genitales (más los femeninos, que los masculinos). En las selvas del Brasil, en la cultura Marajoara, se utilizaba un artefacto de cerámica en forma de concha para cubrir el pubis femenino al que se lo llamaba tanga (Rossevelt, 1991,48,83), modelo del que se copió la tanga que hoy conocemos. Así mismo, los Záparos ecuatorianos, se denominaron así porque las mujeres no usaban otro vestido que una zapa o una concha grande (Jouanen, 1945,1-395). Esta costumbre de cubrir el pubis femenino probablemente esta relacionada con la necesidad de las mujeres de ocultar o solventar de alguna manera los días de la menstruación por las connotaciones malignas que conllevaba. En la cultura occidental se conciben las manipulaciones del cuerpo como juegos de socialización entre niños o de índole sexual entre adultos. En ciertos grupos amazónicos esta distinción no es muy clara. Para los huaorani adultos, en algunas aldeas aún viven desnudos, el juego entre hombres consiste en que uno agarra el pene de sus compañeros cercanos hasta provocar la erección, lo cual ha sido considerado muchas veces por los blancos y mestizos como una manifestación de homosexualidad. Igualmente entre mujeres tocarse los senos es un juego, tanto así que muchas veces piden que ser fotografiadas en esa pose. Sin embargo, no se observan homosexuales masculinos ni femeninos en esta sociedad. La manipulación del cuerpo se extiende a los extraños (trabajadores petroleros, sacerdotes, etc.) que no pueden escapar a la incomodidad de que sus partes íntimas sean manoseadas por los huaorani y en la circunstancia, al visitante solo le queda esperar que se genere pronto alguna confianza 173