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Alberto Pérez: una escuela levantada a pulso
Fue la partida de un ser querido lo que impulsó la creación de la Escuela Alberto Pérez, también llamada Escuela Particular N°7. Don Julio Pérez Canto y su esposa, Elvira Rodríguez, decidieron fundar el colegio en recuerdo de su hijo, el teniente de marina Alberto Pérez Canto, fallecido en el naufragio del buque Angamos.
En 1929 la escuela abrió sus puertas en avenida Pajaritos, entre las calles Centenario y Argentina. Al principio contaba con una sala que en cada mañana recibía a los alumnos. Por las tardes –y también los domingos- se convertía en una capilla para celebrar el Mes de María.
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La orientación del establecimiento estuvo clara desde un principio: “Ser una escuela gratuita destinada a proporcionar instrucción elemental y educación religiosa a niños y niñas de familias humildes del sector rural de la comuna de Maipú, para formarlos debidamente en lo intelectual y en lo moral”.
Fue así como llegaron a clases los niños del sector. El sitio que ocupaban era grande, por lo que cuando paso el tiempo, y ya había más alumnos, hicieron una entrada por la calle Centenario. En 1937 se hizo cargo del colegio la Institución Teresiana, que instaló también un internado para jóvenes que querían convertirse en profesoras.
En mis años mozos mi relación con el colegio era asistir al Mes de María —más que nada para conversar con las niñas— y sacar moros, una fruta que maduraba en los árboles que rodeaban el establecimiento. Eran muy dulces, blandos y de colores rojo y negro. Recuerdo que eran muy ricos.
Después conocí más de cerca el trabajo en Alberto Pérez, cuando mis tres hijos entraron a estudiar ahí. Eran los tiempos en que la directora, Gladys Silva, tenía funcionando como reloj al grupo de profesores. Estaba Gerardo Sepúlveda y sus chaquetas con parches en los codos, su esposa, Rosita González; también Ruth Guerrero,
Entrada principal antigua Escuela Alberto Pérez

Profesores y personal de la Escuela Alberto Pérez, entre ellos Ruth Guerrero, Alfonso Ferreira, Pilar Troncoso, Ignacio Ávila, Carlos Varas, Rosita González, Catalina Alvarado y Marlén Fuentealba
Profesores y personal de la Escuela Alberto Pérez, entre ellos Gerardo Sepúlveda, Alfonso Ferreira y la Sra. Inesita Lagos.

recordada por sus clases de Historia, Verónica Hinojosa y el querido Ignacio, que hacía Educación Física y los días de invierno llegaba en una antigua bicicleta, ataviado con poncho y unos gruesos bototos.
También tengo en la memoria al encargado del aseo, a quien todos llamaban cariñosamente “El Guayo”. Él y su esposa vivían en el colegio y nos solucionaban todos los problemas que se produjeran.
A todo esto, el recinto se hacía pequeño para tantos alumnos, por lo que se empezaron a hacer campañas para poder ampliarlo. Me acuerdo cuando comenzó la campaña para hacer el primer gimnasio. Consistía en que cada apoderado tenía que juntar la mayor cantidad de diarios para venderlos y, con esa plata, comprar el cemento.
Mis hijos y sus compañeros se llevaron una camioneta completa de diarios, ya que mi padre era suscriptor de El Mercurio y le llegaba todos los días. Pero la solidaridad no terminaba ahí. Además, había que aportar un ladrillo cada mes para finalizar la construcción.
Los esfuerzos rindieron sus frutos y donde estaba la primera sala se levantó un enorme gimnasio techado, que venía a complementar el uso de la querida cancha al aire libre, una de las estampas clásicas del colegio.
Una de las últimas campañas en las que me tocó participar fue en la formación del Liceo Pedro Poveda –después llamado San Pedro Poveda, cuando el Papa Juan Pablo II santificó al sacerdote español- que en un principio funcionaba en las instalaciones que le cedía el colegio. Su entrada estaba por calle Argentina. Después lo trasladaron a la calle Bueras, donde se encuentra actualmente.
Tantos lindos recuerdo de las fiestas y las hermosas revistas de gimnasia. También las inolvidables peñas folclóricas, donde muchos alumnos y apoderados mostraron sus dotes artísticas. Esta es un poco de la historia de esta escuelita que empezó en el antiguo barrio del Infiernillo en este querido Maipú.

Profesores y personal de la Escuela Alberto Pérez, entre ellas Julia Llancapan, Isabel Alvarado, Inesita Lagos y la Quenita
Profesores y personal de la Escuela Alberto Pérez, entre ellos “el Guayo”, la sra. Aurora, Silvia Valenzuela, Ignacio Ávila y el Padre Raúl Feres
