Bex #41

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Para construirte están las fotos. Las miré cientos de veces, cuando era niño. Las teníamos guardadas en una bolsa de plástico. La bolsa era verde y yo la abría cada vez que quería verte. Todavía sigo haciéndolo. Te veo en las fotos joven, mucho más joven de lo que soy yo ahora. Contento, jugando al fútbol, saludando después de un gol. En el río con mamá. De traje en el día del casamiento. Tocándole el pelo a ella, con tu mano derecha. Trato de pensar qué sentías en cada una de esas imágenes que para mí siempre estuvieron congeladas. Intento imaginarme cómo eran tus movimientos, darle vida a esas fotos. Naciste en Villa Alberdi. Te decían “Villita” por eso. También porque jugabas bien a la pelota y te comparaban con Villa, un jugador de esa época. Fuiste un buen alumno en la escuela y luego en la facultad de Bioquímica. Dice mamá que encontrabas en la bioquímica una magia que ella no entendía. Eras científico pero también te gustaba el Che Guevara. Tenías un póster con su foto, en tu habitación. Y te gustaba Neruda y te sabías de memoria las obras de Les Luthiers. Nadie me dice si todo esto, si la bioquímica, la literatura o el humor tienen algún sentido cuando estás en un centro de detención. Dice mamá que ustedes solo imaginaban un mundo en el que hoy a mí me gustaría vivir. Cuando censuraban la libertad de expresión, ustedes querían saber más. Cuando se censuraba el derecho a pensar, ustedes se volvían más creativos. Y si censuraban el derecho a reunirse, allí estaban ustedes. Ella cuenta que estabas leyendo a Neruda en una edición de papel de arroz. Lo que sé de la última vez que estuvimos juntos no está en ninguna foto. Lo sé por mamá. Estábamos los tres. Ustedes festejaban mi primer mes de vida. Entonces tocaron la puerta y saliste a atender. Ella escuchó que te decían algo y dice que vos preguntabas “pero por qué, por qué”. Eran tres

hombres armados. Dice mamá que ella se dio cuenta de lo que estaba pasando. Tal vez vos también lo sabías. Preguntaste si podías despedirte de mí. Así que nos despedimos. Dice mamá que antes de que salieras te recordó que llevaras los documentos. Después los hombres te secuestraron y ella se quedó en la puerta conmigo. Dice que cuando vio al auto irse te gritó que iba a seguirte. Pero ella no tenía auto. No te siguió de esa manera. Es probable que te hayan llevado al Arsenal esa misma noche. No lo sé. Tengo tus fotos. También están los relatos que me permiten imaginar tu tortura. Veo la oscuridad y puedo pensar que eso fue lo último que viste. Mamá pasó muchos años sin tener auto, pero sí que te buscó. Te buscó por todas partes. En todos los lugares a donde se suponía que se buscaba a alguien que ha desaparecido. Desde el principio entendió qué era lo que había pasado. Aunque dice que con el tiempo empezó a mentirse. A decirse a ella misma que ibas a volver. Entonces te escribió cartas. Te escribió muchas cartas mintiéndose a sí misma, convenciéndose de que volverías y podrían leerlas juntos. Es normal. Yo también te he buscado. He visto estas fotos cientos de veces. Tres días después de tu cumpleaños 61 te encontramos. No apareciste en ese lugar llamado Arsenal, donde siempre creímos que estabas. Fue en un pozo. Nos avisaron que estabas ahí y nosotros necesitábamos verte. Así que fuimos. En el pozo había un pozo. Un arqueólogo nos contó algunas cosas, cómo trataron de taparte, de ocultarte. Y durante mucho tiempo eso fue así, estuviste sepultado. Pero al final apareciste. Querían ocultarte pero no pudieron. Nosotros te encontramos. Vos apareciste. Bajo treinta metros de tierra. Te encontramos a pesar de que habían pasado treinta y siete años.

Tucumán / 4


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