más adelante con la presa de Tepuxtepec (Limón, 1978: 4). El trazo serpenteante del río Lerma, que se puede observar en el valle de Ixtlahuaca-Atlacomulco, posibilitó la formación de meandros en los que se ubicaron asentamientos en tiempos prehispánicos, los cuales aprovecharon todos los recursos disponibles en un medio lacustre. Resulta importante señalar que los distintos rasgos topográficos, como la cañada de Andaró, definen —a su vez— límites en la distribución de hablantes, en este caso, de los mazahuas.
EL PAISAJE PREVIO A LA PRESENCIA HUMANA EN EL VALLE DE TOLUCA En el valle de Toluca resultan numerosos los hallazgos de fauna pleistocénica, hasta ahora sin evidencias de asociación con actividad humana. En lo que hoy comprende el territorio de los municipios de San Mateo Atenco, Metepec, Temoaya y Alomoloya de Juárez, se localizaron restos de mamut fechables alrededor de hace 10 000 años. El único registro que se tiene en torno a la presencia de seres humanos en este tiempo, se ubicó en un lugar cercano al poblado de Rincón de Guadalupe, perteneciente al municipio de Amanalco de Becerra (Aveleyra, 1964, cit. en González de la Vara, 2011: 186). Se trata de la huella petrificada de un pie, con una antigüedad probable de unos 7 000 años. Desafortunadamente, acerca de este hallazgo no existe mayor información en torno al contexto en que se desarrolló, ni de las interacciones que podría haber mantenido con las regiones circunvecinas como la cuenca de México. Habrían de transcurrir cerca de 4 000 años en los que la cuenca Alta del río Lerma permaneció aparentemente aislada del desarrollo cultural que estaba ocurriendo en otras regiones mesoamericanas; sin embargo, es probable que existieran ya algunos grupos humanos que no dejaron rastro alguno de su presencia.5 Con el paso del tiempo, se produjeron cambios sustanciales en las condiciones climatológicas. A lo largo de la cuenca alta del río Lerma, durante el Pleistoceno, existían zonas de bosque por donde transitaron diversas especies de fauna como el mamut, el mastodonte, los camélidos y gliptodontes (conocidos también como armadillos gigantes). Se sabe que, como consecuencia de cambios ambientales, estos animales se extinguieron dejando como única evidencia sus osamentas fosilizadas, que en la actualidad permiten a los especialistas efectuar una reconstrucción de los paleoambientes. En el valle de Ixtlahuaca-Atlacomulco, se han localizado restos fosilizados de mamut, mastodonte y caballo fósil, que, hasta ahora, no han sido encontrados en asociación con
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Figura 5. Huella de oso fosilizada, procede de Acambay, México. Foto: Jesús López.
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Algunos autores afirman, erróneamente, que existieron “ocupaciones prehistóricas”; por ejemplo, Garduño (1999: 77) habla de un “centro ceremonial prehistórico” en el valle de Temascalcingo, del que no existe ningún indicador obtenido de exploraciones arqueológicas sistemáticas.