Cesari Brandi - Teoría de la restauración

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La restauración de la pintura antigua

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rizarían demasiado esta exposición, que por fuerza ha de ser de carácter general. En cuanto a las reintegraciones, el problema no resulta en modo alguno distinto de las obras de arte de otras épocas: también aqui se realiza, si es oportuno, la restauración sin reintegraciones, y en cualquier caso, las reintegraciones deberán ser reconocibles a simple vista. Si es necesario detenerse sobre un punto, aunque sea muy particular: se trata del uso de la cera para rifrescar la superficie de las pinturas murales. Hemos utilizado a propósito este nefasto verbo «refrescan>, causa de tantos desastres, pues la voluntad de refrescar y el uso de la cera se corresponden. En la base de esta costumbre de embadurnar de cera las pinturas antiguas -y tras las antiguas, las medievales y las modernas- debe haber existido una apresurada interpretación de la gmtosis *, de la kausis y de la cera púnica. En segundo lugar, la fe ilimitada en la cera, profesada por escuelas nórdicas de restauración para operaciones por otro lado bastante diversas, ha alimentado su uso. Para las pinturas murales la utilización de la cera o también la parafina es sin duda lesiva, y nunca se hará bastante para erradicarla. Allí donde se haya aplicado cera o parafina se produce amarilleo y opacidad, y si las pinturas quedan en su soporte original, la cera no sólo impide las eflorescencias de salitre o de carbonato cálcico, sino que al entrar en combinación las agrava, y además ofrece un óptimo caldo de cultivo para los hongos, en vez de preservar el estrato pictórico de ellos. Por fin, puede decirse que la eliminación de la cera o la parafina nunca llega a ser completa y generalmente requiere disolventes demasiado enérgicos. Cortar la transpiración natural en la superficie de una pintura mural es siempre un error gravísimo; una limpieza bien hecha evitará extender estratos uniformes de ceras o resinas. Del mismo modo que no se repule una estatua, tampoco se debe forzar una pintura antigua a recuperar fugaz y ficticiamente aquella luminosidad que tuvo en determinado momento. Hemos hablado de pinturas murales porque desgraciadamente son tan pocas las pinturas no murales que han sobrevivido de la época clásica y de la primera época bizantina que cada una de ellas representa un problema en sí mismo que no permite generalizaciones. Quizá el más insigne entre estos rarísimos tesoros, cualquiera que sea la época a que se atribuya entre los siglos V y VIII, ha sido precisamente objeto de una reciente y minuciosa restauración y expuesto en el lstituto: la Madonna della Clemenza de Santa Maria del Trastevere. Como es una de las raras pinturas a la encáustica llegadas hasta nosotros, ha ofrecido nuevos y delicados problemas en cuya solución han colaborado los científicos tanto como los restauradores. En cuanto a las miniaturas sobre pergamino, es una rama desgraciadamente de las menos cultivadas de la restauración; los fijativos representan un * Véase infra, cap. 6, nota 2, y la nota de p. 121 (N. del T.).


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