3087_Semanario_Iglesia_Coria-Caceres_2012_11_18

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para vivir la liturgia la mesa de la palabra Primera Lectura Lectura del profeta Daniel 12, 1-3. En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Salmo Responsorial Sal 15, 5. 8. 9-10. 11. R/ Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. R/ Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,

y mi carne descansa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/ Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/

Segunda Lectura Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18 Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios que nunca pueden borrar los pecados. Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies. En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.

Evangelio Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32 Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. “De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el hijo, sino sólo el Padre”.

Lunes, 19: Ap 1, 1-4; 2, 1-5a • 1, 1-6 • Lc 18, 35-43. Martes, 20: Ap 3, 1-6. 14-22 • 14, 2-5 • Lc 19, 1-10. Miércoles, 21: Za 2, 14-17 • Lc 1, 46-55 • Mt 12, 46-50. Jueves, 22: Ap 5, 1-10 • 149, 1-9 • Lc 19, 41-44. Viernes, 23: Ap 10, 8-11 • 118, 14-131 • Lc 19, 45-48. Sábado, 24: Ap 11, 4-12 • 143, 1-10 • Lc 20, 27-40.

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO “Creo en la resurrección de la carne” Estas palabras suscitan esperanza en los tiempos difíciles, dan sentido a todo sufrimiento que es atravesado por el amor de Dios. Son anuncio de liberación: “Todos errábamos siguiendo nuestro camino, temerosos por miedo a la muerte, pero Jesucristo salió al encuentro (1Pd 2, 25. 4, 5). “No temas, estuve muerto y ya ves, vivo para siempre. Yo soy el primero y el último...” (Ap1, 17). Jesús murió como prueba de amor redentor; en ese instante, otros resucitaron y entraron en la “ciudad santa” (Mt. 27, 52). Allí fue glorificada la carne. Estas palabras rezuman fe viva y van dirigidas a los “sufridos y pobres de Yahvé”. Llena el corazón saber que la humanidad caída, como el trigo, se pudre y resurgirá en espiga, pasa de humillación a gloria (cf.1Cor 15). Primero se da el encuentro de Fe de cada uno con Cristo en el bautismo, un segundo estadio, atravesada la cañada oscura, tiene lugar el glorioso encuentro con el pastor de la vida llamando a sus ovejas. “Venid a mí los cansados y agobiados...”. Benedicto XVI enseña que de la muerte a la Parusía existe la renovación del sufrimiento pasado. La reparación que establece el derecho. Por eso la fe en el juicio final es ante todo y sobre todo esperanza... “Sí, existe la resurrección de la carne. Existe una justicia”. (Sp. Slvi 43). Tiene lugar el juicio personal, recuerda la parábola del rico epulón. (Lc 16, 25 Sp. Slvi 44) luego la gran convocatoria universal ante el juez de vivos y muertos, que recibe de la tierra y del mar a vivos y difuntos (Ap). Dice Jesús: “Llega la hora y ya está aquí, en que los muertos oirán su voz...” (Jn 5, 21 ss). Es la hora de la siega. “No olvidemos, la fe en Cristo no sólo mira hacia atrás, ni hacia arriba, siempre mira adelante”. Cada generación es visitada por el Señor, como esposo, si estamos preparados; como ladrón, si necios dejamos que se apague la lámpara de la fe. Invita a bodas, si vivimos la alianza, o viene a segar, si vivimos una existencia vacía. Cuando Jesús va a la Pascua, se acerca a una higuera a por higos... cuando habla del final, pone como señal los brotes de la higuera: “se cerca la primavera”. No debemos temer, es tiempo de dar fruto y, con San Miguel, esperar ser levantados del polvo. Jesús, juez justo cumplirá su promesa. Amén. Antonio de Jesús Muñoz Hernández 7


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