Eco de voces sin aliento Compilación y edición Carlos Araque Osorio

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fue junto con sus compañeros de retiro. Luego repitió una y otra vez Yo merecía un Stradivarius, yo merecía un Stradivarius, yo merecía un Stradivarius, tú merecías un Stradivarius, tú merecías un Stradivarius. Y me vio a la cara para terminar con un tú. Los dos callamos. A los dos se nos rodó una lágrima. Los dos nos merecíamos un Stradivarius. (Vuelve a levantar todos los objetos de dónde estaban a un rincón. Deja la silla y la guitarra en medio. Se aleja para observar el espacio. Toma nuevamente los sacos y los acomoda como si fuera una cama, o algo similar. Lleva la Lámpara, cuidando que no se desconecte, al centro, la silla con la guitarra al centro. Camina hacia dónde entró y se detiene) Merecemos un Stradivarius; eso nos dijimos sin decirlo. Dijo mi parlamento. Se lo aprendió. Desde el Ya te fastidiaste, teléfono. Ahí donde el personaje inicia a crecer. Se lo aprendió ¿Algún día lo volvería a ver en los escenarios? Ah, la silla. En una silla ha vivido en el psiquiátrico. En una silla lo sentaron en el interrogatorio de su primo. Cuándo me confesó su preferencia, me dijo, siéntate, voy a confesarte algo. Una silla fue mi primer examen de actuación. Hoy, cuando apenas me levantaba, Fonseca llegó a este, mi depa, me dijo, siéntate, ya tu amigo, compañero, no va a salir. Sé lo mucho que lo estimas, pero, antes de que me mandes a dónde siempre me has mandado, te digo ¿Te casarías conmigo? -91-


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