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Nexo CELIA TERRONES



DEDICATORIA

Para las que creyeron en York y así me hicieron creer más a mí.



CONTENIDO Agradecimientos

I

1

Capítulo I

1

2

Capítulo II

10

3

Capítulo III

21

4

Capítulo IV

30

5

Capítulo V

39

6

Capítulo VI

50

7

Capítulo VII

63

8

Capítulo VIII

75

9

Capítulo IX

86

10

Capítulo X

97

11

Capítulo XI

108

12

Capítulo XII

117

13

Capítulo XIII

126

14

Capítulo XIV

136

15

Capítulo XV

144

16

Capítulo XVI

154



AGRADECIMIENTOS

Los libros no se escriben solos, este libro en particular no hubiera sido posible sin el grupo YO SOY UNA CHICA SIN MEDIDAS (¡Búsquenlo en Facebook!, hay personas realmente hermosas en él).

Gracias a las chicas del grupo que me indicaron el camino correcto de la historia, algo que mis personajes estaban gritando pero que yo no quería ver, cambiar de protagonista fue algo que sin ustedes jamás me hubiera atrevido a hacer.

Especialmente gracias a Lizeth Flores, Will no podría haberse transformado tanto sin ella.

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CAPÍTULO I

El viento soplaba fuertemente, gritando continuamente al oído, provocando que la piel se le erizara, era de esos días en los que parecía que aunque imposible —ya que Celaya no tenía registros de grandes desastres causados por huracanes o tornados—, alguno de ellos aparecería a la vuelta de la esquina y lo arrasaría todo, la gente pasaba caminando rápidamente a ambos lados de la calle, intentando protegerse del extraño clima. Elizabeth Lazcano no aceleró el paso, no tenía sentido, su autobús habitual ya había pasado hace cuarenta minutos, así que no servía de nada apresurarse, ella sabía que el viento no se la tragaría ni le haría algún daño, era solo eso, viento. Se ajustó mejor la gruesa bufanda que protegía su nuca a falta de la abundante melena de cabello y trató de calmarse.

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Ni siquiera entendía por qué se sorprendía de salir tarde del trabajo, era algo frecuente y sin goce de horas extras. El viento sopló más fuerte, la hizo estremecer, una mujer le empujó el hombro mientras intentaba escapar de la terrible amenaza de que su cabello terminara hecho nudos. Beth se rió de su broma mental y siguió caminando por la calle, dando vuelta hacía el malecón sobre el que se encontraba la parada del transporte público. El lugar estaba desierto, parecía como si de verdad el viento hubiera devorado todo a su paso, lo más probable era que toda la gente hubiera tomado el autobús anterior y ella era la única que debía de esperar con la noche cayendo sobre el lugar. Se quedó mirando su reflejo en el cristal del anuncio publicitario de la parada. Estaba cansada, no solo de haberse quedado una hora más a trabajar. Estaba cansada de su vida, no había nada interesante en el día a día. Todo era gris, igual que su apariencia. El gris no era un color malo, simplemente era aburrido, triste. Beth sabía que no era bonita, siempre había parecido enferma, su tez era demasiado pálida, nada parecido a una hermosa latina de piel canela, nunca tuvo ese talento innato para maquillarse y hace mucho había decidido que no parecería un payaso. 2


Se había cortado el cabello de puntas porque con la exigencia de tener que llegar a primera hora a la oficina no le quedaba mucho tiempo para arreglar un cabello rebelde. Por último era flaca, no para preocuparse clínicamente, pero su cuerpo nunca había desarrollado "curvas", en ninguna parte. Se ajustó de nuevo la bufanda, sus dedos estaban fríos y sus dientes comenzaban a tiritar. Miró hacia la calle pero no había señales del autobús, de ningún auto en realidad, de pronto era demasiado consciente que la calle estaba prácticamente vacía, que estaba sola y ya era de noche, solo la luz de las farolas evitaba que se perdiera en la oscuridad. -Hola-, la voz del hombre la hizo saltar, su cuerpo tembló de pies a cabeza, se giró a mirarlo sorprendida mientras él sonreía abiertamente. Beth se quedó sin palabras, con la mezcla de miedo, enojo y sorpresa estallando en su pecho. El tipo seguía sonriendo, como si esperara que ella contestara. Beth no lo hizo, simplemente lo observó alejándose un paso. El hombre era joven, alto, corpulento y… hermoso. Tenía la tez blanca y el cabello rubio, se distinguiría en cualquier lugar, como lo hacía ella, pero en contraste con Beth, él se veía magnifico. Sus ojos azules parecían estarse divirtiendo con ella.

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-Lo siento, no quiero asustarte-, dijo él sin despegar la mirada de la suya, Beth giró los ojos y se encogió de hombros. -No me asustaste-, le aclaró, escuchó la risa suave, sabía que no le creía pero no le dejaría saber que estaba nerviosa por ningún motivo. -Quizás ahora si lo haga, pido disculpas por ello-, terminó mientras Beth notaba que estaba muy cerca, demasiado, ya era muy tarde para reaccionar, la tomó del hombro y fue todo.

** ** **

Beth no podría describir lo que pasó después de que él la tocara, era como si le hubieran arrancado la piel y la hubieran paseado millones de veces en un carrusel, su estómago se revolvió y su cabeza daba vueltas sin control, lo escuchó llamarla por su nombre pero ella no pudo prestar atención simplemente se dejó caer de rodillas en el preciado suelo firme y devolvió el estómago. Cuando todo terminó, una mano le alcanzó un pañuelo, lo tomó aún demasiado desorientada para reaccionar, se limpió la boca y luego dos brazos fuertes la levantaron. -¿Estás bien?-, le preguntó, Beth abrió la boca para contestar pero al mirarlo a los ojos toda la situación se volcó contra ella, trató de alejarse, tiró de sus brazos para escapar pero él la tenía sujeta firmemente. 4


-Cálmate Elizabeth, te harás daño, tranquila-, le pidió él serenamente mientras la sostenía sin esfuerzo, ella se retorció todo lo que pudo pero no cambio nada. Se agotó casi de inmediato y decidió recuperar fuerzas así que dejó de moverse y miró a su alrededor, para su sorpresa, se encontraban en una lujosa habitación de hotel. -Tengo que soltarte para limpiar, necesito que te quedes sentada en la cama-, le dijo sonriendo de nuevo mientras la colocaba donde quería. -Sé que te lo preguntas, nadie te escuchará gritar, puedes intentarlo si quieres pero no servirá de nada, la puerta está cerrada con llave, te lo preguntas también-, terminó él antes de soltarla y dar media vuelta, desapareciendo en lo que Beth dedujo sería el cuarto de baño. A pesar de la advertencia, lo intentó. Salió disparada hacia la puerta y trató de abrirla mientras gritaba, sin éxito alguno, corrió hacia la ventana de la habitación y la encontró cerrada, había un parque a lo lejos, alcanzaba a ver las copas de los árboles, no reconocía los edificios alrededor, gritó golpeando en el cristal, nadie pareció reparar en ella. Se volvió hacia la cama para mirar al hombre terminando de limpiar su vomito de forma eficiente. Desapareció de nuevo para deshacerse de lo que tenía en sus manos mientras Beth gritaba hacia la calle de nuevo sin éxito. 5


-Te lo dije Elizabeth, los hoteles como este ofrecen habitaciones insonorizadas-, señaló el hombre mientras ella se giraba con las lágrimas de miedo y rabia llenándole los ojos. Él la miró y levantó las palmas por primera vez desapareciendo esa molesta sonrisa de sus labios. -Te prometo que no te haré daño, si vienes y te sientas en la cama, te diré lo que quieras saber-, le propuso mientras ella sorbía la nariz, dispuesta a no llorar. -Pierdes el tiempo, ¿esto se trata de un secuestro?, nadie pagaría ni un peso por mí-, le dijo con la voz roca mientras el tipo fruncía el ceño. -En eso te equivocas, no estás secuestrada, eso es de humanos-, dijo con mala cara y ella sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Esta debía ser una pesadilla, ¿verdad?, él no podía haberse referido a los humanos como si no perteneciera a ellos, era una mala broma. Aunque ella había sido “transportada”, ¿no? -Siéntate y podrás preguntarme lo que pienses necesario-, repitió el y Beth lo miró alejarse de la cama y acercarse a la puerta de la habitación, recargarse en la pared y cruzarse de brazos. Rendida, caminó hacia la cama y se sentó sobre la orilla, él esperó mientras ella encontraba de nuevo su voz. -¿Quién eres tú?, ¿Dónde estamos?-, formuló reteniendo la histeria de sus palabras, él frunció de nuevo el ceño pero al final contestó. 6


-Mi nombre es York, soy un guardián y estamos en un hotel, aunque debo señalar que estás haciendo las preguntas equivocadas. -Pues deberías simplemente decir que es lo que quieres-, le replicó Beth tragando el nudo de su garganta y él la miró ladeando la cabeza. -Los seres humanos siempre quieren respuestas, pero casi nunca se preocupan de formular las preguntas, no les gusta esforzarse. Beth lo miró furiosa y él levantó las manos de nuevo. -No quiero nada de ti, no se trata de eso, simplemente debo protegerte y esperar contigo, ya es tiempo-, explicó York mientras ella trataba de entender sin conseguirlo, su cabeza dolía por la batalla de pensamientos. -¿Tiempo de qué? -De que se encuentren-, contestó mientras ella giraba los ojos, no podía con todo eso, simplemente quería regresar a la parada del autobús y llegar a su casa, quería su vida gris. ¿Se encuentren?, ¿Quiénes? Su mente formuló las preguntas pero no pudo pronunciar las palabras, el sonido inconfundible, tenue, de un hombre gritando la distrajo. Hasta ese momento no se había dado cuenta de la puerta que conectaba la habitación contigua, sin pensar corrió hacia ella y comenzó a golpear pidiendo ayuda. -Aquí, por favor, aquí.

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-¿Qué demonios es esto?-, la voz al otro lado de la puerta gruñó, se escuchó un golpe y después la manija comenzó a agitarse. -Dame la puñetera llave-, gruñó la voz mientras ella seguía llamando. -No están preparados, deja de hacer eso, por favor, no puedo lastimarte, le pidió York a sus espaldas pero Beth no hizo caso. -Willem -¡La llave!-, exigió el hombre tras la puerta, ella siguió llamándolo, no podía dejar de hacerlo, solamente quería traspasar la puerta. -Basta ya-, gruñó alguien más y la manija cedió. -Muy tarde para las preguntas-, susurró York y ella detectó un deje divertido en su voz, pero no logró prestarle más que dos segundos de su atención. La puerta se abrió, Beth retrocedió dándole paso al hombre. Su piel quemó, como si de repente la temperatura hubiera subido muchos grados, sus ojos recorrieron la figura alta, el cuerpo tonificado tras el suéter negro de cuello alto y los pantalones de mezclilla, recorrió su rostro, la mandíbula firme, la sombra de barba, los labios perfectos y la nariz con el toque justo de imperfección, sus ojos finalmente se encontraron, no podría haber definido su color, quizás eran de todos los colores en uno. Beth sintió que sus pies se movían, todo su cuerpo despertó a la vida, de pronto se había olvidado del tipo que la había llevado de forma imposible 8


de la parada del autobús a una habitación de hotel, se olvidó de que estaban aislados y de que posiblemente él también había sido atrapado. Mientras más se acercaba, su respiración se hacía más dificultosa, su mente no podía hilar ningún pensamiento y de su boca no salía ninguna palabra. -No debiste abrir la puerta, viejo-, la voz de York se escuchó tan lejana que se perdió al instante. Beth siguió mirando esos ojos y extendió la mano hasta tocar la barbilla cuadrada. Su piel tocó la suya y simplemente se desató el infierno..

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CAPÍTULO II

Elizabeth o Beth, como ella prefería, no había sido una persona activa en ningún momento de su vida, siempre era descrita como apática e introvertida. Esa noche algo cambio. Sus dedos se aferraron a la nuca del hombre mientras jalaba su rostro para que sus labios pudieran devorar los suyos, justo lo que hicieron en cuanto entraron en contacto. Al primer roce su piel había quemado, ahora estaba en llamas, su corazón latía descontrolado, su vientre palpitaba y tenía espasmos en su entrepierna ya húmeda. Sus manos no se quedaron quietas, tomaron trozos de tela del suéter intentando quitarlo mientras él jalaba los extremos de su bufanda, raspando la piel de su nuca al quitarla, restregó sus pechos contra el torso desnudo

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del hombre y lo escuchó gemir mientras tomaba extremos de su blusa y la sacaba por la cabeza rasgándola en el proceso. El sonido amortiguado de una puerta cerrándose se escuchó de fondo, detrás de sus respiraciones dificultosas pero ninguno de los dos reparó en ello. Volvieron a besarse, degustando el sabor del otro, mordiendo y chupando, el sujetador de Beth desapareció con tirones bruscos mientras ella metía las manos dentro de los vaqueros y presionaba. Él mordió su labio en respuesta y le bajó los pantalones, se quedaron pronto solo con la ropa interior, las manos masculinas presionaron sus pequeños pechos desnudos, retorciendo sus pezones mientras acercaba su boca y lamía. Beth había perdido el control de su cuerpo, en lo único en lo que podía pensar era en acercarse más, se restregaba contra él, trataba de acunar la erección que se presionaba contra su vientre. El resto de la ropa desapareció mientras daban pasos torpes, se besaron de nuevo como si la vida se fuera en ello. De pronto él la giró sin previo aviso. Beth estuvo ahora frente a la cama, se empujó contra el cuerpo caliente a su espalda, no importándole el cambio de posición, él la sujetó por los brazos inclinándola, haciendo que ella colocara las rodillas sobre la colcha.

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Sintió como besaba su nuca y después la forma en que su mano sondeaba su sexo. Ella estaba goteando y escuchó el sonido de satisfacción que esto le provocó al desconocido, sabía que estaba pidiéndolo pero ni siquiera podía escuchar su propia voz, solo ansiaba, cada vez más. Él se posicionó y empujó, de un solo golpe, sin demora, Beth sintió como su cuerpo lo abrazaba, como estallaba en miles de fragmentes, quedando desecha para volver a subir cada vez que él bombeaba en ella. Las manos masculinas recorrieron su espalda y alcanzaron sus pechos mientras la jalaba contra sí. Su espalda pegada al torso musculoso mientras él seguía chocando sus caderas. Sus ojos se entrecerraban del placer, escuchaba la respiración errática en su oído, la forma en que él gruñía y jadeaba, Beth giró la cabeza y buscó su boca mientras volvía a llegar.

** ** **

-Espero que seas de esas tías locas con el cabello corto-, la voz se escuchó amortiguada y perezosa, Beth trató de abrir los ojos pero la luz parecía fuego en ellos, hacía mucho tiempo que no tenía resaca.

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Maldijo no haber dejado de tomar cuando pudo haber tenido la posibilidad y... Su conciencia por fin la alcanzó, su cuerpo pareció caer en picada contra la realidad, abrió los ojos no importándole el mareo y el dolor pulsante el centro de su frente, lo primero que miró fue el cuerpo a su lado. Le estaba dando la espalda, una espalda muy desnuda que terminaba en un trasero… muy desnudo, Beth se levantó de un salto, el cambio de temperatura no agradó a su piel que se puso de gallina en un instante, la sensación la hizo ser consciente de su propia desnudez. Su garganta se llenó de nudos, negaba con la cabeza mientras trataba de recordar pero no lograba más que captar unas cuantas imágenes confusas. El hombre se giró y ella pudo ver el frente, también desnudo, apartó los ojos y tiró con fuerza de la sabana para cubrirse mientras comenzaba a recoger su ropa tirada. ¿Era esa su blusa? -¿Estás de coña?-, escuchó decir desde la cama y todo su cuerpo se tensó, se tapó mejor con la sabana y escuchó su bufido. -No te preocupes, no recuerdo gran cosa-, terminó él, Beth apretó sus puños y se giró para mirarlo. Hasta ahora no había notado el ligero pero existente acento español del hombre. -¿Dónde estoy?-, preguntó ella furiosa mientras le aventaba sus pantalones en un intento pobre porque él se cubriera. 13


-Tía, si tú no te preocupas por no beber demasiado que no recuerdes nada, yo no puedo ayudarte, para mal de los dos, también me he pasado-, contestó mientras la miraba. Cuando sus ojos se encontraron algo cosquilleó en la nuca de Beth, algo que se le escapaba. Él la recorrió con la mirada frunciendo el ceño y se tapó los ojos. -Debí estar muy ebrio-, anunció galantemente. Beth se tragó el momento de inseguridad, humillación y dolor, no iba a pensar ahora en su apariencia o si al tipo con el que al parecer se había acostado en medio de una borrachera le convencía su elección. Él pareció de repente pensar en algo, se enderezó cubriéndose precariamente con la otra sabana y la miró con el ceño fruncido. -¿Eres callejera?-, preguntó y para ella fue demasiado. Terminó de abrocharse sus jeans y le aventó lo primeo que encontró, el vaso al lado del tocador. Él se levantó esquivándolo. -¿Eso es un no? -¿Quién diablos te crees que eres?-, le gritó ella de repente demasiado histérica, su mente seguía tratando de recordarle algo, no ayudaba que lo único que viera en su cabeza fuera al tipo frente a ella acariciándola, lamiéndola, sujetándola y tomándola.

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Le tiró el otro vaso deseando que esta vez sí lo golpeara pero para su sorpresa el proyectil nunca cayó, quedo suspendido en el aire como por arte de magia.

** ** **

Su cerebro por fin encontró la pieza perdida. Se giró para mirar a York recargado en la puerta de la habitación contigua. Otro hombre esperaba detrás.

-Creí que era una pesadilla-, murmuró ella negando con la cabeza, pidiendo que simplemente desaparecieran, todos ellos. -Joder-, oyó al imbécil de la cama gruñir y se giró hacia él. -¿Estás con ellos?, ¿Por qué a mí?-, preguntó sollozando y él la miró por primera vez con algo de empatía en los ojos. -No, no, yo..., ¡Estoy seguro que no hice nada que tú no quisieras!-, argumentó y ella tomó los zapatos aun en el suelo y se los aventó para después tratar de ir hacia la puerta y escapar. No iba a ser tan fácil. En un instante York la tenía sujeta, suave pero firmemente de los brazos. 15


-Suéltala-, exigió el patán desnudo, ella se retorció pero nadie la liberó. Beth miró hacia la cama, el tipo se estaba terminando de poner los pantalones siendo vigilado de cerca por el otro hombre. El tipo con el que al parecer se había acostado la noche anterior la miró y después a su captor. -Escuchadme, vais a dejarnos ir, ya se divirtieron bastante, nos dieron de tomar algo, ¿verdad?, listo, lo consiguieron-, habló con voz calmada pero el cuerpo en tensión. York bufó cerca del oído de Beth. -No pueden irse, lo dije ayer Willem, pero no me dejaste explicar nada-, contestó el captor. -¿Cómo sabes mi nombre?-, preguntó Will y ella se dio cuenta que también conocían el suyo, York la había estado llamando por él la noche anterior, al menos suponía que era el día anterior cuando todo había pasado. -Explicaremos todo si logran calmarse y dejamos de tratar de escapar, sin éxito-, dijo el hombre mirándola y York rió. -Disculpa al viejo, Yago detesta que algo no salga conforme a lo planeado. Beth podía verlo, el tipo parecía majestuosamente furioso. Era tan alto como York con un cabello marrón oscuro abundante y una barba cerrada sobre una mandíbula cuadrada, iba vestido de negro igual que el rubio. 16


-Váyanse al carajo-, exclamó Will sujetando su suéter en una mano y tratando de caminar hacia la puerta. Yago movió una mano y Beth miró a Will caer de rodillas, no parecía estar sufriendo, simplemente ya no controlaba su cuerpo. -¿Qué mierda haces?-, exigió saber él con los dientes apretados. -Mi nombre es Yago, él es York, si nos escuchan solo por un momento y dejan de comportarse de forma estúpida todo será más fácil-, explicó Yago y Will asintió a regañadientes con la cabeza, York la soltó y Beth supuso que eso significaba que debía ir y escuchar. Se sentó en un extremo de la cama muerta de miedo y con un dolor de cabeza insoportable, Will se sentó también lo más alejado posible de ella. Beth se sintió furiosa por ese gesto. Era ilógico ¿no?, que quisiera matarlo por hacer tan evidente su aversión hacia ella, pero que estuviera tranquila frente a dos al parecer mutantes o lo que fuera. La gente se comporta extraña cuando está en shock.

York se recargó de nuevo en la pared frente a ellos con los brazos cruzados y una sonrisa bailando en su rostro. -Somos guardianes de un planeta lejano, sabemos sus nombres porque hemos estado vigilándolos los últimos meses, los miembros de nuestro Consejo llevan muchos años humanos planeado la forma más eficaz de que 17


los seres de inteligencia superior convivan con los habitantes de este planeta, los enseñen y logren que la raza humana mejore o en su defecto que se les conquiste desde dentro. No hay muchos planetas capaces de alojar vida y los habitantes de la Tierra la están destruyendo. Beth estaba escuchándolo, pero su cerebro no lograba procesar todo, seguía aferrado a que todo eso era una pesadilla. -Ustedes son la primera fase del plan-, terminó mientras ella negaba con la cabeza. -¿Cómo pueden ser parte del plan dos de los humanos que pretenden conquistar?-, preguntó Will con una nota burlona en su voz. -No son humanos, nacieron y fueron dejados aquí en la Tierra para que crecieran como humanos, con las mismas limitantes-, explicó Yago. -Si esperan ver piel verde estarán decepcionados-, aseguró York. -¿Estás de coña, no? -, replicó Will mofándose. -No y si hubieras dejado que nos explicáramos hubiéramos retrasado su periodo de apareamiento-, sentenció mientras Beth levantaba la mirada, debía haber escuchado mal. -¿Qué?

-En el planeta del que provenimos no existen las relaciones como las de los seres humanos, se unen el hombre y la mujer más compatibles genéticamente para dar lugar a la concepción de un mejor ser viviente. El 18


periodo de apareamiento dura un mes, la pareja tiene la necesidad de unirse cada tres días-, concluyó mientras Beth miraba a York, él borró por un momento la sonrisa al verla. -No somos animales-, le gritó pero él simplemente se encogió de hombros. -Ustedes iniciaron el periodo ayer por la noche al no tratar de escucharnos-, recordó Yago, Beth solo quería olvidarlo, pero entre más consciente estaba más cosas recordaba. -¿Esperan que simplemente creamos que somos una clase de extraterrestres que están en la Tierra con el simple propósito de hacer más críos de alíen?-, espetó Will mientras Yago lo miraba. -Vienen de otro mundo, puedes creerme o no, pero no cambiara el hecho, podríamos dejarlos ir y encontrarlos cuando quisiéramos pero si acaso ustedes dos no están cerca el uno del otro dentro de tres días podrían ser peligrosos, el apareamiento en nuestra especie es una necesidad no una elección.

Beth se negaba a creerlo, pero ya había visto de lo que los dos hombres eran capaces y además tenía la prueba más irrefutable de todas, había entregado a su cuerpo a un desconocido sin pensarlo, sin importarle la aterradora situación en la que se encontraba.

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-No hay forma en el mundo que pueda volver a tocarla-, señaló Will en voz baja, como si decirlo de esa manera, evitara que fuera una grosería. Beth apretó sus dientes y dejó de mirarlo, ella ya sabía que él no la deseaba, lo había dejado bien claro desde que despertaron. -Lo harás-, sentenció Yago. -No, no lo hará-, terminó Beth mientras York sonreía al hablar. -Sera divertido ver como mastican cada palabra. -No es la elección de ningún de los dos-, terminó Yago, antes de acercarse y tenderle la mano. Ella lo miró con incertidumbre. -La otra habitación es tuya, nos quedaremos aquí al menos hasta el siguiente episodio, lo crean o no, ustedes se necesitaran. Beth aun deseó despertar.

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CAPÍTULO III

Miró la mano extendida de Yago y por muy extraño que pareciera el gesto le conmovió. Sí, estaba asustada hasta la médula y quizás simplemente se había vuelto loca, pero a pesar de la situación inverosímil, jamás se había sentido en peligro al lado de York o de él. Se levantó tocando la palma cálida, una sorpresa pues esperaba que fuera diferente, quizás que estuviera helada. -¿Tú lo flipas?, simplemente les vas a creer y ya-, exclamó Will mientras Beth cerraba los ojos y apretaba los dientes, el solo sonido de su voz le hacía recordar la noche anterior, sentía sus mejillas calientes y no quería que él viera cuanto le afectaba saber que al parecer estaban "unidos" en esa situación.

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-Ya me cansé de jugar al ratón asustado tratando de escapar, al parecer ellos tiene bastantes trucos bajo la manga, no saldremos de aquí si no lo quieren, es fácil, si dicen la verdad, tu y yo lo descubrimos en tres días. -Dos días y medio, para ser exactos-, replicó York sonriendo, Beth lo ignoró, siguió hablando sin girarse a ver a Will que aún seguía sentado en la cama. -Si logro permanecer alejado de ti dentro de dos días y medio nada evitara que me largue de aquí, no importa si intentan detenerme tíos de otro planeta. -Gracias-, murmuró Yago presionando su mano solo un poco antes de soltarla, Beth simplemente trató de respirar y convencerse que había tomado la decisión correcta, York la siguió de cerca hasta la otra habitación. -No me escaparé-, le dijo y él sonrió quedándose recargado en el marco de la puerta, su cabello rubio hacia juego con la luz que entraba por la ventana. Beth miró a su alrededor, sin saber qué hacer, lentamente se detuvo frente al espejo del tocador de media luna, observó su reflejo y trató de distinguir algo que no la hiciera humana, pero no encontró nada. Lo cierto es que seguía siendo la misma, era un juego cruel del destino que ella siempre hubiera deseado ser más que la simple Beth y ahora sencillamente imploraba simpleza.

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-No podré evitarlo, ¿verdad?-, le preguntó a York sin necesidad de explicarse. Pidió con todo su ser que le dijera que había una oportunidad de que hubiera un error, de no tener que volver a perder el control de su cuerpo y sus deseos, de no tener que volver a sentir el rechazo profundo y tan doloroso de esa mañana. -La esperanza implica deseo y los deseos implican que en el inconsciente sabes que no puede ser realidad, los humanos tienden mucho a alejarse de la realidad-, le contestó él y Beth simplemente se rió por la contestación. -Gracias de todos modos. Él se alejó del marco de la puerta y entró a la habitación, Beth podía escuchar de fondo el sonido de la televisión en el otro cuarto y las voces amortiguadas, se obligó a dejar de prestar atención. York estaba colocando una mochila pequeña sobre la cama, su mochila. -Te traje algo de ropa, Elizabeth-, sonrió como si la acción no hubiera implicado una violación a su intimidad. -No me llames Elizabeth, soy Beth, sencillo, ¿Me queda más no crees?, en este punto ya no tengo ánimos de molestarme porque hayas entrado en mi casa, -, murmuró ella y él sonrió más ampliamente. -Eso significa que ya lo estás asimilando-, le explicó.

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-Eso significa que por mí pueden conquistar el mundo, yo solo quiero dormir-, le devolvió ella yendo hacia la ducha y escuchando el sonido de risa de fondo. El momento burlón duró poco, con el agua cayendo sobre su espalda la situación la sobrepasó y comenzó a llorar en silencio. Su intención era conquistar al mundo... con ella como instrumento, como parte del plan. No son humanos. Ella estaba en una especie de época fértil en la que no podía controlarse, ella PODRÍA tener un bebe. Beth se obligó a parar, de nada servía pensar hasta llegar a un callejón sin salida, terminó de ducharse y se restregó los ojos. Si tenía suerte Willem sería estéril y al menos así ella no lo odiaría tanto.

Su tiempo en el cuarto de baño debió ser más del que percibió, al salir no encontró a York por ningún lado, lo cual la tranquilizó y la inquietó a partes iguales. Había un silencio casi desesperante después de todo lo que había pasado, se colocó de nuevo frente al tocador y se pasó las manos por el cabello húmedo. Había una bloc de notas pequeño membretado: IMPERIAL HOTEL.

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Cerró los ojos aun sensibles por el llanto y al abrirlos se encontró frente al reflejo de Will de pie cerca de la puerta contigua. -¿Dónde están?-, preguntó Beth alejando su mirada de la suya. -No lo sé, las puertas están cerradas-, contestó él Beth miró su mueca a través del espejo. Sabía que él pensaba que la habían convencido fácilmente, pero para ella no tenía sentido desgastarse en algo imposible, luchaban contra lo desconocido, ¿qué no se daba cuenta?, ella no era la chica atlética que lucharía hasta el final. Ella esperaba y se adaptaba. -Siempre me sentí diferente-, anunció de pronto haciendo que Beth se diera cuenta que habían estado mirándose a través del espejo por bastante tiempo. ¿Diferente?, ¿Él? -Tienes escrito "me ha mimado el mundo" en toda la cara, tu actitud no es de alguien que se ha sentido diferente, es de alguien que se sabe diferente y siempre lo han adorado por ello-, replicó Beth más molesta de lo que debería, él simplemente estaba dándole conversación, ¿no? Will sonrió burlonamente y se rascó la barbilla mientras sus ojos la taladraban a través del espejo. -Crecí en un orfanato, así que si alguien me odia por disfrutar de la vida ahora, no me importa, ¿vale?-, término antes de dar media vuelta.

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** ** **

Beth encendió el televisor pero no prestó atención alguna al programa que se presentaba, no lo conocía, estaba en inglés, ¿eso significaba que estaba en alguna parte de Estados Unidos?, seguía escuchando las palabras de Will, seguía recordando su propia infancia, él ahora parecía un modelo y era un patán, por lo que a ella concernía, pero Beth sabía muy bien lo que era crecer siendo huérfano, ella había sido adoptada por una pareja mayor, por consiguiente sus padres habían muerto cuando ella aun no quería dejarlos ir. York entró a la habitación un poco después llevando una bolsa de McDonald’s, le tendió una hamburguesa y él comenzó a comer la suya. Beth no sabía por qué se sorprendía tanto, nada de lo que ella esperaba era verdad. -Adoro las hamburguesas, esta comida hace cosquillas-, le dijo él con una sonrisa digna de un niño pequeño ante su cara de sorpresa. -Nuestro metabolismo procesa las grasas demasiado rápido-, le explicó, si ella tenía el mismo metabolismo, eso explicaba su falta de curvas. -Tu cuerpo es perfecto-, le dijo York como si hubiera leído su pensamiento y Beth mordió un gran trozo de la hamburguesa evitando mirarlo. El primer cumplido que recibía en su vida y era de un extraterrestre. 26


-Serás popular con los hombres verdes, tía -, se burló Will en el pasillo antes de alejarse. ¡Imbécil! -Los humanos y su errónea teoría sobre la piel verde-, murmuró York, al parecer ajeno al comentario y ella sonrió como lo había venido haciendo ante cada uno de los comentarios del hombre rubio y olvido por un instante todo lo demás.

** ** **

Para sorpresa de Beth, pudo dormir toda la noche, al despertar York le había llevado el desayuno, completo y nutritivo, sin nada parecido a la comida rápida esta vez. Gran parte del día se la pasó viendo televisión, había intentado entablar conversación con su “guardián” pero le exasperaban sus respuestas, al parecer debía de aprender a realizar las preguntas, aprender a discernir, Beth se rindió y él se fue de la habitación a donde sea que desapareciera. Se quedó dormida después de la comida y no se despertó hasta que la habitación estaba casi oscura, se levantó de la cama y buscó a York pero no lo encontró, abrió la puerta contigua con algo de nerviosismo y buscó a Yago, tampoco había rastro de él.

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Beth se detuvo sobresaltada cuando notó el cuerpo "tirado" sobre el sofá, Will bebió más de la botella del mini bar en su mano y le hizo el gesto universal de saludo con el trago. -¿Se fueron?-, preguntó ella y él sonrió. -¿Los canguros? Beth no entendía a qué se refería con esa palabra. Will movió la mano como si removiera algo. -Son nuestros canguros, ¿no?, “cuidándonos” como si fuéramos unos críos. -¿Nuestras niñeras? -¡Niñeras!, esa es la palabra, van y vienen a su antojo dejándonos aquí para volvernos locos-, explicó. -No deberías beber. -Quiero emborracharme, quiero beber hasta que se me olvide esta jodida situación. Beth dio un paso hacia atrás dispuesta a dejarlo pasar por ello de la mejor manera que pudiera, ¿acaso ella no había llorado en la ducha por bastante tiempo el día anterior? -No dejó de recordar y eso también quiero olvidarlo. Sus palabras la detuvieron. Los recuerdos, los flashes de la noche que habían perdido el control.

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-No me malinterpretes, el sexo es bueno según lo que recuerdo, jodidamente bueno y bla, bla, pero no eres mi tipo, Elizabeth. Beth se rió sin humor, parecía típico de Will insultarla cada dos palabras, cuando parecía que podían llegar a un acuerdo la siguiente palabra los ponía en contra de nuevo. -Me gustan las tetas grandes, me gusta el cabello largo y poder sentirlo entre mis manos, me gusta... -Lo haría con las niñeras si tuviera elección-, le interrumpió Beth sin saber muy bien de donde había salido ese comentario, a pesar de que no era la primera vez que le daban a entender que era fea o que no tenía ninguna atractivo sexual, era la primera vez que había devuelto el golpe. -¿Te gustaba ET de peque?, que perverso-, se burló Will mientras ella se acercaba inclinándose sobre él. -Me gustan los tipos rubios y divertidos-, terminó ella y él tomó otro trago mirándola directamente a los ojos. ¿Rubios y divertidos? Beth se alejó de ahí, aunque no lo suficientemente rápido. -Haré todo por alejarme de ti-, le gritó. -Entonces por primer vez estamos de acuerdo en algo-, terminó ella antes de cerrar la puerta que conectaba a las habitaciones de un solo movimiento, disfrutando el sonido que rompió el maldito silencio alrededor. 29


CAPÍTULO IV

La mayor parte del “esperado” tercer día Beth se había sentido normal, se había levantado por la mañana, York le había llevado de nuevo el desayuno y habían platicado un poco sobre lo que consistía ser un guardián. Él y Yago eran un equivalente a un policía o militar para los humanos, les habían asignado la misión de rastrearlos y juntarlos, para evitar que el periodo de apareamiento comenzara con Beth y Will en distintos lugares. En Ramir, ese era el nombre del planeta del que eran originarios, los guardines no perseguían delincuentes o resguardaban la seguridad de los habitantes del planeta, ellos ayudaban a la gente a desarrollar su mente, de ahí “los trucos de magia”. -Tú podrás hacerlo también-, le había dicho York con una sonrisa como si no pudiera esperar para enseñarle como sacar un conejo del sombrero.

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Gracias a eso gran parte de la mañana y la tarde se habían ido como agua, cuando Beth cayó en la cuenta el sol estaba poniéndose y la luz de la ventana solo iluminaba tenuemente la habitación. Se duchó y trató de calmar los nervios de su estómago, casi no probó su cena. No había visto a Will en todo el día lo que quizás había sido bueno, pero ahora simplemente estaba entrando en pánico. -Relájate-, le había dicho York en voz baja desde la ventana, sin su habitual sonrisa. Lo más desesperante de todo es que Beth se sentía bien, aparte del nerviosismo no estaba pasando nada extraño. Una hora después comenzó a tener esperanzas, el reloj de la televisión marcaba pasadas las diez de la noche, se permitió hacer justó lo que le había dicho su guardián y casi se quedó dormida. El ruido de la puerta que conectaba a las dos habitaciones la hizo despabilarse. -¿Qué pasa?-, preguntó a York que esta vez no había desaparecido y se encontraba justo al lado de la puerta. -Will la cerró, un débil y absurdo intento si me preguntas, no le hizo caso al viejo, en menos de una hora estará pidiendo que abramos la puerta-, sonrió mientras Beth miraba la puerta cerrada. Seguía sin sentir nada fuera de lo normal, esperaba que Will solo estuviera siendo precavido. 31


A pesar de que pasaron los minutos y todo siguió normal, Beth no pudo volver a relajarse, miraba el reloj y simplemente su cabeza no dejaba de dar vueltas. -Relájate-, pidió York de nuevo. -No puedo-, le cortó ella. El guardián se encogió de hombros y tomó el mando de la televisión mirando los canales con una inclinación de cabeza como si encontrara divertido o interesante lo que veía. Beth casi sonrió, pero no llegó a hacerlo porque fue cuando lo olió. Esa era la palabra, simplemente pudo oler el aroma exquisito que su mente recordaba de hace dos noches. Trató de contener la respiración pero todo fue inútil, su cuerpo parecía a punto de estallar su piernas hormigueaban por levantarse, el cabello de su nuca se erizó, sus pezones se irguieron y entre sus piernas una humedad vergonzosa le hizo tragar un nudo en su garganta. Volvió a respirar el exquisito aroma. -Bien-, exclamó York apagando el televisor y caminando hacia a puerta. -No, por favor, no-, pidió Beth y él se pasó una mano por el cabello rubio. -Tranquila, solo saldré de aquí… yo puedo notar cómo te sientes, tengo que salir-, le regaló una media sonrisa y giró la manija.

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-La cerraré de nuevo, ustedes pueden jugar a resistir tanto como quieran-, le avisó y salió. El sonido de la puerta y las voces apagadas en la otra habitación le hicieron olvidarse por un momento de la lava bajo su piel, pero el aroma no se iba. Pasaron diecisiete minutos en los que sus brazos y piernas dolían por moverse, en los que el sudor hacia que la camiseta se pegará su espalda y en la que había comenzado a respirar más agitadamente, se levantó de la cama y fue hasta el baño para echarse agua en el rostro, se miró en el espejo mientras se humedecía la nuca. Escuchó el sonido de la puerta al abrirse y miró a través del espejo del baño a Will, llevaba solo una pants grises y el torso desnudo que subía y bajaba rápidamente, se miraron por un instante, quizás un segundo o menos y después él avanzó hacia ella.

** ** **

Beth se despertó desorientada y con la cabeza martillándole, aunque esta vez lo recordó casi todo de golpe, como si cerebro estuviera más preparado para asimilar lo que estaba sucediendo.

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Evitó girarse para mirar al hombre a su lado en la cama, su cuerpo estaba un poco dolorido, era curioso que hace unos días no hubiera notado nada. -¿Siempre despertaremos con la sensación de haber sido arrollados?-, preguntó una voz ronca a su lado y ella eligió ese momento para obligarse a moverse y envolver la sabana contra su cuerpo mientras buscaba algo de ropa. Cuando tuvo las prendas en sus manos las sostuvo con fuerza y se sentó en la cama de nuevo dándole la espalda a Will que se había levantado y había salido por la puerta que conectaba las habitaciones. Beth no sabía que sentir, estaba como entumecida, no había dudas, ¿cierto?, toda la situación era real, una locura, pero real. Entró al cuarto de baño y miró la ducha aunque finalmente solo se vistió, había algo que necesitaba decir. Cuando salió, Will miraba la cama recargado en el marco de la puerta que conectaba a ambas habitaciones, tenía el ceño fruncido y parecía molesto. -¿Que vamos a hacer?-, preguntó ella mientras observaba que él sonreía aún tenso, se había puesto una camiseta y llevaba los mismos pants que la noche anterior.

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-Follar cada tres días-, le contestó sin ningún tacto y ella cerró los ojos y se giró, abrumada, dispuesta a encerrase en el baño y lavarse el cuerpo hasta que no hubiera un solo rastro de él en su piel. -Mira, lo siento pero no lo sé, ¡joder!-, exclamó antes de que ella hiciera algún movimiento, se obligó a mirarlo y por primera vez sintió algo de empatía, solo un poco, los dos estaban jodidos, no solo ella. Beth quería gritar, salir y gritar. Miró la cama, la habitación en la que había estado por más de tres días. -No puedo seguir aquí- dijo más para sí misma, que para él. Sintió que podía asfixiarse, se pasó las manos por el rostro y miró a Will que había dado un paso en su dirección. -Relájate-, escuchó la voz de York antes de verlo pero ella simplemente cerró los ojos y luchó por tomar una respiración profunda, la presión cedió un poco. Cuando abrió los ojos su guardián le tendía una botella de agua, había entrado a la habitación y estaba cerca de ella, Beth no pudo evitarla aferrar la botella y beber mientras miraba a York y después a Will que entrecerró los ojos viéndolos y desapareció hacia la otra habitación.

-¿Les queda alguna duda sobre lo que les hemos dicho?-, preguntó Yago cuando Beth se calmó y York la llevó junto a Will al otro cuarto.

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-Millones-, murmuró ella mirando hacia la ventana, la mañana parecía clara y brillante, solo eso era así en esos momentos. -¿Qué pasará con nuestra vida?-, escuchó preguntar a Will con la voz cortante. -Nadie dijo que la perderían, si ya están conscientes de lo que sucede podemos dejar el hotel e instalarnos en otro lugar-, explicó Yago. -Bien, porque necesito volver al trabajo. Beth casi sonrió al escuchar la exigencia de Will, a pesar de todo ella no había pensado en su trabajo en ningún momento, la realidad es que dudaba que a alguien le interesara que desapareciera y la verdad es que odiaba ser una secretaria a la que ni siquiera le agradecían las horas extras. -Yo tengo que dar de comer a

mi gata-, dijo girándose hacia los

hombres en la habitación, Will la miró con una mueca de perplejidad. -Yo si tengo una vida y quiero recuperarla, si tengo que llevarte y atarte a la cama para que estés ahí cuando “eso pase” no me importa-, le advirtió y ella avanzó hacia él sin pensarlo y cuando estuvo lo suficientemente cerca le dio un bofetada que hizo que su palma ardiera. -Eres un idiota-, murmuró mientras se alejaba, solo que York no la dejó huir, simplemente le mostró una sonrisa casi… ¿orgullosa? -Regresaremos a la casa de Beth primero, es lo más caballeroso Willem-, señaló Yago

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-Dejaremos que ella arreglé sus asuntos y después tendrás tu vida-, terminó mientras Will reía amargamente frotándose la barbilla. -Como sea.

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Cuando Beth terminó de guardar la poca ropa que York le había llevado, éste le había tomado la mano y le había dicho que respirara profundo, la trasportación había sido igual de horrible que la última vez, su estómago se volvió loco y todo su mundo dio vueltas por varios segundos, pero esta vez no vomitó y cuando logró mirar a su alrededor reconoció su pequeña casa de una planta. Sintió una extraña sensación de paz pero a la vez reconoció que no había extrañado mucho aquél lugar al que llamaba hogar. ¿Qué decía eso de su vida? -Déjame adivinar, ¿vives sola?-, la voz de Will la sobresaltó, era demasiado extraño que él estuviera ahí, pálido y agarrando firmemente el respaldo de una silla, pero ahí, con la misma autosuficiencia de siempre. Beth ignoró la pregunta y sonrió cuando su gata Hera buscó atención rozándose contra sus pies. -Hola cariño-, saludo alzándola mientras York se acercaba.

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Su guardián pasó la mano por el lomo del animal y Hera ronroneó satisfecha, Beth la dejó de nuevo en el suelo y York la alzó de nuevo en sus brazos. -Me agradan estos-, le dijo a Yago con una sonrisa de niño que hizo que ella sonriera, así casi podía olvidar todo lo que estaba pasando, casi. Levantó la vista y miró a Will que se sentó en su viejo sofá, sus ojos se encontraron y ella supo que la estaba juzgando, que al ver su casa estaba dando por hecho muchas cosas, sin molestarse en conocerla, sí, Beth no ganaba mucho, era solitaria y nunca se había llamado así misma ordenada, pero no le interesaba lo que pensara él. -No tengo habitaciones extras, tendrás que quedarte en el sofá o en el suelo, me da igual-, le dijo y luego desapareció rumbo a su habitación, después como si los hubiera olvidado regresó y miró a Yago. -No te preocupes-, le dijo él y le pareció ver que estaba conteniendo una sonrisa.

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CAPÍTULO V

Beth se había encerrado en su habitación, había escuchado las voces amortiguadas detrás de la puerta pero aun así solo quería un momento a solas, mentira, la realidad es que por una extraña razón no le molestaba tener a York o a Yago cerca, Will era al que no quería ver. Se recostó en la cama y abrazó su almohada, algo familiar como remedio para los días que había vivido, un nudo se formó en su garganta, el sentimiento de resistencia y de miedo aun la perseguía. Hubiera cambiado su suerte sin pensarlo si alguien le ofreciera volver a ser gris y normal, volver a tener su vida. Se quedó dormida, sin sueños o pesadillas, simplemente se rindió al cansancio.

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Los toques en la puerta la sobresaltaron, por un momento recordó la tarde anterior, creyó que la segunda noche con Will quizás había sido fruto de su imaginación, pero no era así. Se encontraba en su habitación y quien llamaba era York, que abrió lentamente la puerta y se asomó. -Haz estado bastante tiempo aquí-, le dijo y ella frunció notando la tenue luz de la habitación. -Espero que hayas resguardado mi casa-, murmuró Beth levantándose y York sonrió. -Soy tu guardián, no deberías de esperar, deberías darlo por hecho-, contestó y por un momento Beth creyó que podría estar bromeando con ella, lo miró y notó a Hera en sus brazos. Beth se encontró cautivada, aquel tipo grande y casi demasiado apuesto acariciaba a su mascota como si fuera un objeto preciado. York se alejó de la puerta y Beth lo siguió saliendo de la habitación. Era irónico que jamás hubiera sido popular entre los chicos y ahora tres de los hombres más atractivos que había conocido en su vida estaba en su sala. Peor aún. Se había acostado con uno de ellos.

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Beth quiso gritar de frustración cuando los recuerdos nublaron su vista. Sus ojos se cruzaron con los de Will y le pareció que él fruncía el ceño solo un poco antes de que ella alejara la vista y se centrara en Yago. -Mañana debo ir a reportarme al trabajo-, le dijo, consiente que por culpa de su siesta ese día ya no era posible. -No es conveniente que estés ahí durante el mes, si algo pasara él no lo soportaría, así que lo más conveniente será que pidas un receso-, le aconsejó el guardián refiriéndose a Will, Beth no creía que “él” se preocupara por ella jamás. -Se me rompería el corazón-, le escucho decir, Beth le miró fugazmente y pudo ver su sonrisa mientras ella fruncía el ceño. -Olvídalo-, exclamó Will antes de mirar hacia el televisor encendido. -Iré y pediré un permiso-, concluyó ella dejando pasar el comentario y mirando nuevamente a Yago.

Beth hizo la cena esa noche, no los sorprendió con sus talentos culinarios, pues no tenía muchos, simplemente hizo una sopa de fideo. York miró la comida divertido y comenzó a comer, Yago también lo hizo. El único que observaba la comida como si fuera cosa de otro mundo fue Will.

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-¿Pasa algo?-, preguntó Beth entre dientes sentándose en el comedor de cuatro plazas al lado de York, Will la miró como si no hubiera notado que le estaba hablando y luego negó con la cabeza. -No es nada-, afirmó él y comió como todos. Se quedaron un poco más de tiempo sentados, incluso cuando ya los platos habían sido recogidos. Will y Beth hicieron preguntas y los guardianes trataron de contestarlas. -Los humanos destruirán la Tierra si no hacemos algo, por eso mandaremos líderes-, comenzó Yago, Beth ponía atención pero también simplemente se sentía atraída por el magnetismo en su voz. Parecía de esos seres sabios que te cautivaban. -¿Qué pasó con la teoría de todas las pelis en las que invadían, conquistaban y destruían?-, preguntó Will con sorna y Yago lo miró como si fuera un adolescente ignorante. Beth casi sonrió. -¿La violencia?, sabemos que no es la solución, cuando su hijo y otros sean mayores serán los líderes que tomaran las riendas de un planeta que necesitara de toda la ayuda y esfuerzo posible para salir adelante. Beth se levantó sin pensarlo, sin escuchar las últimas palabras. Su hijo. No estaba preparada para ser madre, no quería ser madre.

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Había esperado que si llegaba a tener una familia, estaría llena de amor, a su hijo no le faltaría una mamá o un papá, nunca. York la tomó del brazo como si sintiera que estaba entrando en pánico pero ella lo alejó. -¿Y si esto no funciona?-, escuchó la voz de Will, baja y molesta, mientras trataba de respirar. -Simplemente los dejaremos tranquilos. -¿Sin borrarnos la memoria ni nada de eso? -No, al menos, ustedes harán un poco de diferencia en sus vidas-, explicó Yago -Prefiero ser ignorante y morir sin saber que soy un jodido experimento, terminó Will levantándose y ella miró a York antes de alejarse también y encerrarse en su habitación.

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Beth trabajaba para un despacho contable, las oficinas estaban instaladas en una casa de dos pisos en la zona norte de la ciudad, era la única secretaria y hacía de recepcionista también, había varios auxiliares y contadores que entraban y salían durante el día, no era la más popular ni con sus compañeros ni con el dueño del despacho, así que ese día había esperado hasta después de la hora de comida, como había esperado la oficina estaba a 43


solas salvo por su jefe, en su lugar de trabajo había un montón de papeles esparcidos y dos solicitudes de empleo encima. Tenía la ligera sospecha que ya había perdido su puesto. Ella la miró y luego a sus escoltas. York y Will. Sabía que debía haberse negado pero Yago insistió, Beth estaba de acuerdo en el hecho de que York lo considerara su trabajo pero Will simplemente quería burlarse de ella, estaba segura, quería menospreciar los aspectos de su vida. Se quedaron en la planta baja mientras Beth iba a tratar de rescatar su trabajo.

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-Estas despedida-, le dijo el contador Lerma mirándola

satisfecho

consigo mismo, era un hombre casi atemorizante, con calvicie prematura y unos ojos que no inspiraban confianza. Desde que la contrató la había mirado como si estuviera burlándose de ella, tenía fama de ser un patán, había hecho lo posible por no cruzarse en su camino. -Pero…

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Beth se calló, ¿Qué más daba?, no era como si amara su trabajo, podría conseguir otro, cualquiera, no era exigente, siempre había pedido solo lo suficiente para vivir, podría comenzar de nuevo después de que ese mes terminara. -Bien-, dijo, dispuesta a agradecer la oportunidad que le habían dado y a no pensar en todas las horas extras que le debían. -Podría haber una manera-, le interrumpió él llamando su atención, su ex jefe se levantó rodeando el escritorio mientras Beth lo veía acercarse desde su asiento. -¿Qué? Cuando el hombre bloqueó su visión y se acercó demasiado inclinándose para sonreírle de cerca Beth supo exactamente a qué se refería. Se maldijo por haber cerrado la puerta.

** ** **

-¿Puedes saber que está haciendo ella?-, preguntó Will mirando la planta artificial sin limpiar que adornaba la recepción, la maldita sensación en su nuca no se iba, era como si tuviera miedo. -Tú quieres saberlo-, afirmó el maldito rubio, no lo soportaba, siempre con sus respuestas idiotas.

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El miedo retorció las entrañas de Will, se giró hacia York para observar el cuerpo tenso de éste, lo miró antes de que el guardián lo tomara del hombro y ambos desparecieran.

Will tardó un segundo o dos en orientarse, cuando lo logró escuchó el golpe sordo, un cuerpo chocó contra la pared opuesta y el tipo cayo inconsciente, su cerebro gritó la respuesta a esa extraña situación mientras veía como Beth se arreglaba la blusa que llevaba, apretó los puños mirando al hombre tirado. Caminó hacia él y lo observó sintiendo demasiadas cosas a la vez, se obligó a alejarse antes de que golpeara a un caído. ¿Desde cuándo hacia obras de buena voluntad?, el tipo se lo merecía, apretó los puños y se alejó.

York ayudó a Beth a estabilizarse mientras luchaba por respirar y calmar los latidos de su corazón, no habían sido más que unos horribles momentos, pero los suficientes para que ella perdiera el control, Lerma no había llegado lejos, sin embargo el simplemente hecho de verse amenazada mientras la sujetaba y le tapaban la boca había sido demasiado. -¿Estás bien?-, oyó preguntar a Will y ella desvió la mirada, ¿por qué tenía que pasar esto con él ahí?

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-Gracias-, murmuró en cambio, buscando la sonrisa tranquilizadora de York, esta vez no había ninguna, él la miraba serio, como buscando algún daño. -York, muévelo y siéntalo detrás del escritorio-, exigió Will llamando la atención de su guardián -¿Es esa una orden?-, replicó York alejando la mirada de Beth con su sonrisa característica. -Tenemos que largarnos de aquí-, exclamó Will -York-, pidió Beth, queriendo salir del lugar y su guardián asintió. Colocó al hombre detrás en su silla reclinable y después puso su mano contra la nuca cerrando los ojos. -¿Qué haces?-, preguntaron ella y Will casi al mismo tiempo. -Haciendo que olvide que estuviste aquí-, le contestó a Beth -Deberías hacerle olvidar que dañe a las mujeres-, susurró ella York le sonrió de nuevo. -De eso se encargará Yago.

De regreso a la casa, Will simplemente se acercó a su guardián que los esperaba de pie en la sala de Beth. -Es mi turno, tengo que regresara a mi vida-, exigió -Sí, pero no hoy-, contestó el guardián antes de mirar a Beth -¿Todo bien? 47


Ella asintió pero no pudo evitar observar la forma en que Will parecía taladrarla con la mirada. Beth supuso que le costaría dormir pero para su sorpresa cayo rendida muy temprano, sin embargo esta vez sí hubo pesadillas, de nuevo se sentía presa, con manos sudorosas tratando de quitarle la ropa y... Se despertó para ver la hora en su reloj al lado de la cama. Las tres de la mañana. Casi por instinto buscó a York pero sabía que no lo encontraría, no estaba segura a donde iban los guardianes pero por las noches no estaban cerca, además York nunca se quedaba a solas con ella demasiado tiempo, ni tendría por qué, ¿verdad? Se levantó en busca de un vaso de agua y se detuvo al mirar a Will sentándose en el sofá con la caja de sus fotos en el regazo, su primer instinto fue reclamarle, esa era su intimidad, pero que más importaba, no habían estado con llave y no tenía ganas de discutir, simplemente esperaba que no hiciera ningún comentario, eso era sagrado para ella, se acercó y le quito la caja de las manos, por un segundo pareció sorprendido y apenado, después se echó hacia atrás y cruzó los brazos contra su pecho. -Tus padres eran muy mayores-, dijo en voz baja. -Me adoptaron cuando finalmente supieron que no podría tener hijos-, le cortó ella, sabiendo que eso explicaba mucho, abrazó la caja contra sí y se

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alejó un paso, él la miro un instante como si estuviera grabándose la imagen y después se rascó la barbilla. -Hubiera esperado que con eso en tu pasado no fueras tan rápida para juzgar-, le dijo y ambos sabían que estaban recordando la otra conversación entre ellos, cuando él le había contado sobre el orfanato. -No te juzgo por ser egocéntrico o porque "disfrutes" como tú dijiste, es tu vida puedes hacer lo que quieras Willem, simplemente me parece insoportable tu actitud de pensar que eres el único que ha sufrido en la vida-, terminó antes de alejarse con la caja entre sus brazos.

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CAPÍTULO VI

Yago miró al hombre que ahora estaba en su auto con la vista fija hacia la nada, su boca comenzaba a salivar. -¿Había lastimado a alguien más?-, preguntó York con impaciencia acercándose, había estado alejando a cualquier humano que pudiera ver el interrogatorio que él estaba teniendo con el antiguo jefe de Beth. -No, pero su mente era malvada, por eso la dejé en blanco, era un humano inservible-, respondió mientras miraba como el guardián más joven se acercaba y tiraba del cabello del hombre babeante y ver sus ojos brillosos, su cuerpo estaba tenso, apenas contenido. Yago sabía que lo que había intentado hacer el hombre a la protegida de York había estado mal, de hecho pagó por ello, ahora estaba en un estado vegetativo, lo había castigado sujetándose a las leyes que no le permitían

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matar humanos, sin embargo tenía la seguridad que York estaba encaminándolos a pasos agigantados hacia un desastre. -Nuestro trabajo aquí ha terminado, regresemos-, murmuró Yago deseando estar equivocado. Aunque nunca lo estaba.

** ** **

Beth a veces se sorprendía por "sorprenderse", irónico, pero completamente cierto. Will vivía en otro continente, lo había sospechado, su acento era una gran pista, pero darse cuenta de ello, imaginarse que ahora estaba a un océano de distancia de todo lo que conocía, un largo, largo, largo camino era casi para volverse loca. Después de haber desayunado en su casa y preparar algo de ropa, en un parpadeo, estaban frente a una puerta blanca con terminados en acero, en una pasillo de lo que parecía ser un edificio de apartamento lujosos. -¿Estás bien?-, le preguntó York mientras ella se estabilizaba después de la "trasportación", asintió pero aun así sujeto fuertemente su mano, como si eso pudiera evitar la sensación de mareo, él le devolvió el apretón y ella sintió un estremecimiento, no había sido una simple muestra de apoyo lo

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que él le había trasmitido, era como si de alguna forma le hubiera dado energía vital. Beth se sonrojó, aquella había sido una sensación única, placentera, ella lo miró sorprendida y él sonrió, casi de forma inocente. Parecía tonto pero ella volvió a presionar su mano y ésta vez sintió como si algo saliera de ella hacia él. Como si compartiera su energía. York le soltó de inmediato. -Hogar, dulce hogar-, murmuró Will sobresaltándola, los invitó a pasar con gestos exagerados, mofándose y ella giró los ojos pero agradeció la distracción, se apartó de su guardián y miró el elegante piso de soltero. Había muebles caros, de esos que parecen incomodos pero se ven totalmente adecuados para aparentar riqueza. Tan solo la estancia era impresionante con el gran ventanal siendo el protagonista la vista era impresionante. De nuevo no debería sorprenderse, todo la dejaba como la huérfana sin éxito mientras que Will después de un orfanato tenía esto. Claro que como su mamá hubiera dicho, ella al menos tenía valores, él no. Beth casi se arrepintió por su pensamiento mezquino mientras lo escuchaba a medias decir algo sobre una habitación de invitados, lo cual los deja a él y a ella con habitación pero nuevamente a los guardianes sin nada. 52


No importaba mucho, ellos seguían desapareciendo por las noches. Beth le había preguntado a York por ello esa mañana. Había tratado de formular una pregunta directa: ¿Que hacen tú y Yago cuando nosotros dormimos? York había sonreído y había contestado sin problemas. -Lo que los guardianes deben hacer. Beth odiaba que él fuera tan exasperante en el “juego de las veinte preguntas”. Lo miró fugazmente y se tensó al ver qué York observaba su palma, aquello la hizo recordar el estremecimiento, el extraño intercambio, estaba dispuesta a poner atención a Will que seguía hablando sobre el departamento y algo sobre regresar mañana al despacho cuando una mujer salió del pasillo que conducía a las habitaciones. Todos se quedaron quietos mientras ella caminaba hacia Will, como si no los hubiera notado, solo llevaba una bata negra hasta el muslo que dejaba entrever un cuerpo exuberante y el cabello suelto de un tono rojo intenso hasta media espalda. -Will, creí que te había pasado algo-, dijo en voz baja y Beth detectó sincera preocupación en su tono, la pelirroja le pasó ambas manos por el rostro antes de que él buscara la mirada de Beth, ella desvió los ojos al instante pero eso sirvió para que la mujer se diera cuenta que no estaban solos. 53


-¿Qué pasa, cariño?, ¿Quiénes son ellos?-, preguntó ella mientras Beth sentía algo muy parecido a la vergüenza fluir desde su pecho, se había acostado dos veces con él, ni siquiera había pensado si tendría familia, una esposa, hijos, Will era peor de lo que pensaba, ¿Por qué no le había dicho nada?, ¿Por qué no se había resistido?. ¿Hubiera podido resistirse? -Es mi amante-, le dijo Will interrumpiendo sus pensamientos, Beth se obligó a mirarlo mientras la pelirroja miraba hacia él indignada. -Soy su novia-, corrigió ella molesta. Pareció que en ese momento la atención de la mujer se fijó en Beth, como si hubiera encontrado un blanco. -Tienes que irte, Mabel-, ordenó su "novio" -¿Por qué?, ¿Quiénes son?-, insistió la pelirroja taladrando a Beth con la mirada, York se acercó lentamente hacia ella y se colocó a su lado mientras la mujer arqueaba una ceja. -Vete Mab-, insistió Will suavizando un poco la voz, casi sonando cansado. -No. -Vete, ahora ¿vale?, solo puedo soportarla a ella-, afirmó señalando a Beth sin parecer arrepentido de lo que eso dejaba entrever. Mabel se giró hacia ella al escucharlo, se acercó airadamente con los ojos fijos en los suyos. 54


Beth se preparó, levantó la barbilla, estaba dispuesta a disculparse, no por Will, pero si por no haberle preguntado, estaba dispuesta a que le explicaran, esperaba que ella entendiera. -Qué clase de zorra... No esperaba que quisiera darle una bofetada, cuando lo descubrió la mano estaba levantada directo hacia su rostro, dio un paso hacia atrás mientras York sujetaba en un movimiento fluido la muñeca de la pelirroja. Ella se quejó. -Basta Mab-, pidió Will acercándose mirando a York que aún seguía sujetándola, el guardián la soltó y se alejó, Beth quería agradecerle pero no encontraba su voz. -Tu y yo no tenemos ningún compromiso así que no tengo por qué explicarte a quién follo, vete Mabel, no vuelvo a repetirlo, fueron solo tres semanas, supéralo. Beth se estremeció por las palabras, se sintió asqueada de la situación, impotente y furiosa, sintió como sus ojos comenzaban a arder mientras miraba a la mujer dar un fuerte golpe a Will en la mejilla, esta vez sin nadie que la detuviera. Él se quedó ahí, con la mandíbula tensa mientras la pelirroja iba hacia la habitación. El tiempo pareció detenerse mientras esperaban completamente vestida. 55

que regresara


Nadie se había movido, la mujer se acercó a Beth y levantó los brazos hacia York como si le avisara que no iba a hacerle daño, Beth notó las majillas rojas de ella y se sintió morir, un hermoso rostro a punto de desquebrajarse. Suponía que lo último que quería era llorar frente a ellos. -Quizás seas su nueva follamiga pero no eres competencia para nadie. Solo mírate-, murmuró con rabia y salió del departamento. -No creí que estuviera aquí-, aseguró Will en voz baja, unos segundos después, aunque a Beth eso no le importaba. -Debe olvidar que nos ha visto-, escuchó decir a Yago y por un momento quiso pedirle que también le hiciera ese favor a ella. Que le hiciera olvidar. Pero sabía que sería inútil. -Asegúrate que Mabel jamás recuerde que me conoció, nunca debió conocerme-, murmuró Will y el guardián salió sin decir otra palabra. Ella parpadeó luchando por controlar las lágrimas mientras se dirigía hacia el pasillo, buscando un lugar para refugiarse, abrió la primera puerta mientras escuchaba la voz de Will siguiéndola. -Beth...

Había cerrado la puerta al entrar al cuarto de invitados, pero eso no impidió que alguien entrara, Beth sollozó con alivio cuando miró a York, ella se giró avergonzada de que no pudiera controlar su llanto. 56


-¿Lloras por qué él ya tenía una mujer?-, preguntó, Beth negó pero sus lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. -Lloro porque ahora sé que él decía la verdad, no soy su tipo, es estúpido, no debería de importarme, yo... ella no merecía pasar por esto… -No necesitas ser el "tipo", él no puede evitar desearte, con la humana no pasa lo mismo. -No funciona así para los humanos York, no lo entiendes, ¿verdad?, queremos que el contacto físico implique sentimientos, lo admitamos o no, nunca he querido que Will me desee, pero tampoco soporto que sea solo su necesidad. -Quiero que alguien me quiera-, terminó Beth en voz baja, sin pensar, expresando un deseo tan profundo en su corazón, tan doloroso. York extendió su mano y acarició la mejilla húmeda, ella se recargó en su contacto, cálido, envolvente. Sin pensar en nada más que en ese consuelo, Beth acortó toda la distancia y extendió sus brazos, sujetándolo, escondiendo el rostro contra su pecho fuerte y seguro, se aferró a su espalda ansiando que la sostuviera. York seguía quieto dejando que ella lo tocara pero sin moverse, sus brazos estaban a sus costados, inertes. -Abrázame-, pidió ella con la voz totalmente ronca. -Por qué tendría que... -Abrázame 57


York exclamó, como si se hubiera rendido y la envolvió con sus brazos, fortaleza y dulzura, pasó una mano por su espalda mientras Beth suspiraba y dejaba escapar todo lo que había estado conteniendo, miedo, rabia, incertidumbre. La misma sensación de antes la atravesó, sentía la energía fluir de ella y regresar, era sereno y electrizante al mismo tiempo, York aflojó un poco su agarre pero ella lo aferró más. La sensación se volvió casi sublime, ella gimió, sin darse cuenta del gesto, se sentía viva, ella vibraba y él lo hacía también, no podía estar lo suficientemente cerca, debía estar sujetándolo demasiado fuerte pero no importaba, recostó su cabeza en el hueco de su cuello, cerrando los ojos, dejándose llevar por una de las mejores sensaciones en su vida. Lo último que sintió fue a su guardián inhalar suavemente contra su cabello. Beth no soñó, no sintió absolutamente nada, sus huesos parecían ser de gelatina y eso le encantaba, sonrió y se acurrucó más contra el pecho sólido, sin recordar lo que se avecinaba. No sabría decir cuánto tiempo paso en esa sensación placentera antes de que todo se volviera una pesadilla, su piel se calentó, el sudor se filtró por su blusa, su entrepierna palpitó y sus pezones se irguieron, sensibles al más mínimo roce, ella se deleitó un instante con el aroma exquisito que se filtraba por su nariz antes de darse cuenta de lo que estaba pasando. 58


Abrió los ojos sobresaltada, negando con la cabeza, la habitación estaba iluminaba por una lámpara de noche, su cuerpo vibró y ella se sintió indefensa, no esta vez, no, no lo quiera, no cuando ella sabía sobre Mabel, no cuando no podía ver a Will, no ahora, no cuando la mano de York tendría que soltarla. Le dio un apretón suave y ella lo miró, estaba sentado en la cama con su mano envolviendo la suya, ella respiró, mirándolo y él sonrió. -Te perdiste de una gran hamburguesa-, le dijo pero algo sonó raro en la oración, como si estuviera mintiendo para tranquilizarla y no supiera como hacerlo, él esquivo sus ojos, casi avergonzado y ella jaló su mano, alejándose. No necesitaba que la tranquilizara, necesitaba que la salvara, necesitaba que se quedara con ella, que alejara las sensaciones que inundaban su cuerpo. Lo sintió levantarse de la cama y el pánico se apoderó de ella, había sido infantil alejarlo pero no quería que le mintiera, él no. -Es hora-, murmuró y ella se movió alcanzando su mano aferrándose a él. -No te vayas, por favor, York, no me dejes-, susurró mientras lo sentía tensarse, inmóvil.

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Ella no lo pensó, dejó que la energía fluyera y él jadeó arrastrándola a su cuerpo, abrazándola con todas sus fuerzas antes de soltarla como si de un cable electrificado se tratara. -Lo siento-, se disculpó Beth aunque no estaba segura de que era lo que pasaba con su cuerpo, cada qué York estaba lo suficientemente cerca se sentía poderosa, cálida, fuerte. Llena de energía. Su guardián se alejó hacia la puerta. -No te preocupes, mañana hablaremos de ello. Eso significa que iba a dejarla. Beth tragó el nudo en la garganta. -York... Le llamó pero antes de que pudiera seguir la puerta se abrió por completo, Will respiraba entrecortadamente como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para no entrar, Beth reprimió el estremecimiento de su cuerpo y dejó que una sola lágrima saliera por su mejilla, algo había cambiado, ella lo sabía pero ni su mente ni su corazón estaban preparados para admitirlo, para siquiera formularlo. -¿Hay alguna forma de evitar esto?-, preguntó Will sorprendiéndola, aunque no la miraba a ella, sino a su guardián. York negó con la cabeza y la miró con los ojos azules, tormentosos. -Lo siento-, susurró antes de desaparecer frente a sus ojos.

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Ella quiso gritar pero simplemente miró a Will y dejó que su cuerpo tomara el control, con las lágrimas inundando sus ojos.

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Yago encontró a York en el techo del edificio donde se encontraba el departamento de Will. El joven guardián dejaba ver su aura, sus poderes apenas contenidos. Estaba a punto de perder el control.

-Los humanos sienten y luego piensan-, comenzó aunque no estaba seguro de que decirle, su mente por primera vez en mucho tiempo no estaba clara, él sentía la energía de los tres, Will, Beth, York. Era un milagro que no hubiera perdido la cordura. No hubo ninguna respuesta, York ni siquiera se movió. -Nosotros no podemos sentir. Nuestra mente es más poderosa que eso, racionalizamos todo. Debes recordarlo, no te dejes influenciar. Nada. -York-, le llamó con voz de mando y el guardián se quebró, lanzando una ráfaga de energía a la nada, que los humanos podrían confundir con un relámpago, a pesar de que no hubiera nubes.

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-Me estoy ahogando, viejo, no puedo seguir con esto... no sé si pueda seguir con mi juramento al Consejo… no sé qué me está pasando, no puedo racionalizarlo, no soporto la idea de que ella este a su lado. No quiero que este con él.

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CAPÍTULO VII

Will se acercó a ella lentamente cerrando la puerta tras él, Beth odió su cuerpo en ese momento, la forma en que estaba expectante por él, por su tacto, ella gimió cuando la mano de Will acarició su mejilla, sintió el estremecimiento de su vientre y la humedad deslizándose entre sus piernas antes de darse cuenta que con ese gesto había limpiado las lágrimas que caían por su rostro -Lo siento-, dijo él con esfuerzo, apretando los dientes, como si se esforzara por no saltarle encima. -No hay por qué disculparse-, murmuró ella alejando su mirada, ¿Por qué simplemente no terminaba con esto y la hacía alejarse de sus pensamiento, de ese dolor que se había cada vez más grande en su pecho? Will le acarició su brazo con una caricia lenta y delicada, muy diferente a sus dos encuentros anteriores, la instó a girarse para que se colocara boca

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abajo en la cama y él le levantó la falda que llevaba con movimientos lentos, casi tiernos, sentir su cuerpo sobre el suyo casi fue demasiado para Beth. Presionó los puños contra la colcha mientras su caderas se movían buscando aquella conexión tan básica, ni siquiera se habían desnudado por completo, ella notó que Will no la tocaba más que lo necesario. Cuando se unieron, ambos jadearon y no pudieron evitar estremecerse, mover sus caderas, buscando ir más profundo. La mirada se le nubló de nuevo, las lágrimas se derramaron sin poder contenerlas. Will se acercó y le dio un solo beso en el cuello antes de hablar a su oído mientras se movía contra ella, con movimientos cada vez más exigentes. -Simplemente cierra los ojos Carinyet-, le murmuró y ella gimió dejando escapar también un sollozo, sus cuerpos entraron en frenesí, moviéndose cada vez más rápido, una de las manos de Will acarició su espalda mientras la otra buscaba su punto más sensible ayudándola a perderse en el placer, Beth le hizo caso, cerró los ojos con fuerza, eso solo provocó que no pudiera esconderse más, no de sí misma. La única imagen en su cabeza mientras Will la llevaba a un orgasmo explosivo fue la expresión de York antes de haber desaparecido dejándolos solos. Su mirada triste, la forma en que la hacía sentir, la forma en que el corazón parecía agrandarse en su pecho cuando su guardián sonreía. 64


Suyo. El placer la cegó y lo último que pobló su mente antes de perder la conciencia, fue él, solo él. York.

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Beth no se sorprendió cuando el dolor de cabeza la pareció insoportable al despertar, miró su cuerpo desnudo cubierto con las sabanas y a Will sentado de espaldas en la cama, aun sin vestir. Su garganta se anudó mientras flashes de la noche anterior pasaban por su mente. Esta vez abrir los ojos no era solo confuso, esta vez era doloroso, la noche anterior se había dado cuenta de algo que simplemente era imposible, no se atrevía ni siquiera a decir las palabras para sí misma. Se sentía tan sola, quería ver a York pero suponía que de ese día en adelante debía mantenerlo distante, debía de haber alguna forma de alejarlo. Miró su ropa tirada a los pies de la cama y se levantó vistiéndose con movimientos lentos mientras sentía a Will hacer lo mismo al otro lado de la cama. Ella se quedó de pie cuando él volvió a sentarse y señaló el espacio a su lado, pidiéndole que se sentara sin palabras, había algo extraño en Will, era 65


como si de repente se hubiera olvidado de colocarse junto a la ropa la máscara de indiferencia y egocentrismo que le rodeaba siempre, ella se sentó guardando cierta distancia y esperó. -Estoy jodido, lo he sabido siempre. Beth no quería escuchar nada, quería pedirle que la dejara sola pero algo le decía que era la primera vez que Will pronunciaba esas palabras. -Siempre termino hiriendo a la gente, Mabel es un buen ejemplo… yo luché por no tener una relación con ella, sabía que al final terminaría odiándome, por primera vez en mi vida no quería que ella me odiaría, al final lo ha hecho, por un breve momento, lo único bueno en todo esto es que Yago le ha lavado el cerebro. Se mofó y Beth esperó. -No la merecía, ni a ella, ni a ti, una parte de mi te odia porque no puedo odiarte, ¿tiene sentido?, te odio porque me has demostrado que aún puedo sentir, que aún puedo añorar, pero para mí ya es muy tarde. -Will. -Algo dentro de mí, no puede ser reparado Beth, el orfanato fue un infierno, de niño hubiera querido tener un guardián que me protegiera, que evitara que entraran en las habitaciones comunes a mitad de la noche y… no importa. Cuando te destruyen, un rencor se va quedando en el pecho y lo contamina todo.

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-Fui injusta contigo-, le interrumpió ella, con el corazón doliendo por él, por lo que sus palabras dejaban entrever. -Sí, quizás fuiste algo estirada y mojigata-, eso casi sonó como el Will que Beth conocía y la hizo sonreír un poco. -Aun así no te merecías ninguna palabra que yo pronuncie contra ti, ambos estamos atrapados en esta maldita locura de extraterrestres y jodidos juegos y te hice mi enemiga, quizás perdí la única oportunidad de tener algo bueno a mi lado-, terminó. -Will. Beth se acercó pero él la alejó como si no quisiera su contacto, su rechazo a pesar de que ahora le entendía, le dolió. -Le quieres-, dijo sorprendiéndola y sacándola de sus pensamientos, ambos sabían a quien se refería Will, pero Beth negó con la cabeza odiándole por formular las palabras, ¿Qué no veía que aquello era absurdo? -No. Beth también se levantó de la cama acercándose a la puerta dispuesta a salir de la habitación si Will seguía hablando sobre eso. -¿De qué tienes miedo? Esa pregunta destruyó su tranquilidad. -De todo-, le gritó Beth antes de girarse dispuesta a dejarlo atrás. Al menos los dos se habían sincerado, él le había dicho que estaba roto, ella había aceptado lo que siempre había sabido, era una cobarde, porque 67


por primera vez había entregado su corazón a un hombre pero lo único que quería era escapar. Will la detuvo sosteniendo sus brazos suave pero firmemente y girándola hacia él. -¿Le temes a él?-, preguntó serio, tenso. Él, él, él. -No-, contestó Beth, quizás era la única cosa de la que estaba segura en esa pesadilla. -No volveré a tocarte-, le sorprendió Will haciendo que le mirara confundida. -Eso es imposible, lo sabes, no podemos evitarlo. Comenzó a negar con la cabeza pero él colocó sus manos en su rostro y posó un dedo contra sus labios. -No dejaré que me odies, tú no, encontraremos una forma, haré algo bueno por ti, lo prometo-, le aseguró. Beth quería decirle que no serviría de nada, la noche anterior ella hubiera dado lo que fuera por poder evitar entregarse a él, pero su cuerpo estaba preso por esa necesidad, hubiera dado lo que fuera para qué York no se hubiera alejado, para qué luchará por salvarla de ella misma. Will se acercó y le besó en los labios suavemente.

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-Tiene que haber una forma-, le susurró aunque ella detectaba en su voz los mismos temores, los dos sabían que dentro de tres días sus cuerpos no les obedecerían. El leve sonido de la puerta al abrirse los hizo saltar, Beth sintió como Will la soltaba dejando caer sus manos de su rostro a los costados mientras ella miraba a su guardián que observaba la escena desde el marco de la puerta. Le miró tensar la mandíbula y en un acto doloroso de ver, se inclinó como un fiel sirviente y al enderezarse se disculpó por haberles interrumpido antes de dar media vuelta y alejarse caminando por el pasillo. Beth sabía lo que York debía haber visto, ellos se estaban besando sin estar presos de la necesidad, había sacado sus propias conclusiones. Era lo mejor, se repitió una y otra vez, un segundo tras otro, pero por primera vez en su vida no quería perderlo, no a él, aunque estuviera segura que York no le correspondería, no quería que él se alejara de esa forma. Salió de la habitación apresuradamente, buscándolo. Le encontró cerca de la espaciosa cocina del departamento mirando hacia el exterior, los hermosos ventanales daban una vista panorámica de la mañana. Lo miró tensarse como si hubiera percibido su presencia, temerosa de que pudiera desaparecer, caminó rápidamente hacia él y sujetó su mano. York frunció el ceño y miró sus dedos entrelazados. 69


-No deberías hacer eso-, le dijo tratando de soltarse, ella se acercó más, aferrándose a él. -Llévame-, le pidió, sin explicarle, sin decir nada más, York intentó dar un último tirón a sus manos entrelazadas pero Beth no se lo permitió, ella sonrió cuando sintió que él inhalaba el aroma de su cabello y escondió el rostro en su torso cuando el vértigo de la transportación la envolvió. Abrió los ojos, con el estómago revuelto y algo desorientado solo para darse cuenta que estaban en una playa, una playa desierta, sin hoteles alrededor, turistas o comercios, nada salvo arena y el inmenso horizonte azul. -Los paisajes de la Tierra son hermosos-, comentó él desde una corta distancia y Beth se dio cuenta que se había separado a propósito. -York. -Solo quería enseñarte mi favorito, muchos humanos olvidan su belleza, no quería que tú lo hicieras-, le sonrió aunque Beth notó que sus ojos parecían haberse apagado. -Es hermoso-, murmuró ella y se acercó lentamente hacia él. -Me disculpó si querías ir a otro lugar, aunque supongo que no debí sacarte del departamento, el viejo se molestara por eso. Beth no dijo nada, se acercó y alzó sus manos para acariciar el rostro de su guardián, él era hermoso, físicamente perfecto, pero además tenía esa

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sonrisa dulce, ese aire protector y esos ojos azules que ahora la miraban con dolor. Ella quiso acercarse más pero él se alejó dándole la espalda. -¿Por qué te fuiste de la habitación?-, preguntó Beth y él sonrió de nuevo mirándola. -No estás haciendo la pregunta correcta, pero contestaré de todos modos, me alejé porque estaba interrumpiendo. -No, no lo estabas. -La lógica dice lo contrario. Beth quería agitarlo hasta que se quitara esa mascara distante. En su lugar le rodeó hasta estar nuevamente frente a frente y se estremeció cuando el agua tocó sus pies descalzos. -Bésame York-, pidió reuniendo hasta la última pizca de valor en ella, estaba segura que él no lo haría pero quería intentarlo por una vez en su vida, quería luchar. Quería vivir y no solo respirar. -¿Es una orden?-, preguntó él sonriendo de nuevo, sus ojos se había vuelto fríos. Beth no contestó simplemente siguió mirándole. -Los besos son para los humanos-, replicó York, como si buscara argumentos, su ceño se frunció y ella se acercó un poco más.

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-Los besos son para las personas que aman-, corrigió ella y se alzó de puntillas, alcanzando sus labios en un beso suave y efímero, Beth sintió la energía fluir por todo su cuerpo como si algo dentro de ella hubiera despertado, las sensaciones del día anterior cuando York la había abrazado no se comparaban. La sensación de ese momento era abrumadora. Ella le rodeó el cuello con los brazos y le besó dejando salir todo esa energía que luchaba por mezclarse con la de él. Lo sintió estremecerse y después de un segundo, sus brazos la estrecharon contra el cuerpo firme, sus energías se fusionaron y a pesar de que sus cuerpos aún estaban separados por capas de ropa, ella no podría saber dónde comenzaba él y dónde comenzaba ella. Estaban unidos, compartiendo su energía vital, ahogados en sensaciones tan intensas que eran casi insoportables, Beth sonrió contra su boca y eso la hizo darse cuenta que él aun no la besaba, a pesar de toda aquella intimidad. -Bésame-, le pido de nuevo y él cerró los ojos como si fuera demasiado. -Nunca he besado a nadie-, admitió mientras los ojos de Beth se nublaban, su corazón estuvo a punto de estallar contra su pecho. Le rodeó el rostro con sus manos y acercó su boca a la suya. -Simplemente siénteme, déjame entrar en tu boca y entra tú en la mía-, murmuró y volvió besarle, acariciando sus labios mientras le energía los

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rodeaba, su cuerpo vibraba y fue consciente de la erección de él contra su cuerpo. Su cuerpo se recreó ante aquella dureza mientras el beso seguía siendo apenas un roce, Beth acarició su labio inferior con los suyos y York exclamó algo en inglés o eso le pareció mientras abría su boca y su lengua lamía sus labios, Beth le respondió y ambos se perdieron en un intercambio de bocas abiertas y lenguas danzando sin sincronía. La cabeza de Beth se nubló hasta que su cuerpo se estremeció y sus pies se arquearon cuando la energía pareció explotar a su alrededor, aquel beso la dejó jadeante y agotada. York la abrazó durante varios minutos más sin decir nada. El agua volvió a rozarle los pies y Beth se estremeció, eso pareció sacarles de sus pensamientos porque York los alejó de la orilla y guardó de nuevo una cierta distancia. -Debemos regresar-, le aseguró y ella quiso gritar. -No quiero regresar. -Debemos hacerlo, yo no puedo protegerte más. Beth quería odiarlo por la forma en que él estaba hablando pero se calló y tragó el nudo en su garganta mientras veía la tristeza en los ojos de ese rostro esculpido en piedra.

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Will acomodó su cuerpo cómodamente a lo largo del sofá en el centro de su departamento cuando escuchó a Yago caminar hacia él. -¿Dónde están?-, preguntó el guardián con la voz severa. Odiaba ese tono de voz en cualquier hombre, pero se obligó a sonreírle y encogerse de hombros. -Vosotros sois las niñeras-, le replicó y Yago lo miró detenidamente por un momento como si estuviera midiéndolo, como si supiera que él estaba ocultándole algo. El guardián desistió al ver que Will le sostenía la mirada con altanería. Yago se giró mirando hacia el techo y gritando el nombre de York como si este pudiera escucharlo donde sea que estuviera. Jodidos locos. Pensó Will mientras metía su mano debajo del cojín a su costado, la pistola seguía ahí, lista para que empezara el espectáculo cuando Romeo y Julieta llegaran. Era su última oportunidad de hacer algo por alguien que no fuera él.

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CAPÍTULO VIII

Beth quería llorar pero no lograba hacerlo, era como un vaso de cristal con una pequeña grieta, estaba entera pero sentía que si llegaba a moverse bruscamente se rompería. York se acercó a ella y no estaba segura si de haberla tocado se hubiera perdido en su abrazo o lo hubiera alejado, al final no descubrió cuál de las dos opciones hubiera elegido, su guardián pasó una mano por su nuca y exclamó en voz baja sin acortar más su distancia. -Lo siento. -No tienes por qué disculparte, no has hecho nada-, respondió Beth parpadeando para alejar las lágrimas que se arremolinaban en sus ojos, por un momento se había permitido creer que por primera vez tendría alguien a quien amar y que la amara, alguien que deseara estar a su lado más que cualquier otra cosa, había creído que ya no estaba sola.

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-Si lo he hecho-, respondió él firmemente y Beth sonrió. -Un beso no es nada York-, replicó ella con dolor sin pensar las palabras hasta que ya habían sido dichas, se había contra decido, lo sabía, cuando le pidió que la besara le había dicho que los besos eran para las personas que se aman ahora echaba en saco roto sus propias palabras. El ceño fruncido de York le dijo que él también había percibido la ironía. Enderezó los hombros como si alguien intentara derribarlo y él estuviera oponiendo resistencia. Pensó que simplemente los regresaría al piso de Will pero la sorprendió cuando habló de nuevo. -Tu beso para mi vale más que cualquier objeto valioso que pueda recordar, por eso mismo me he disculpado, un guardián tiene la obligación de proteger y de servir, no de tomar, nunca debe desear, pero yo lo hago, te deseo, anhelo mirarte, hacerte reír, abrazarte, besarte de nuevo... yo... Beth pasó saliva tratando de aligerar el nudo en su garganta y a pesar de sentirse extrañamente como una niña a la que acaban de regañar no pudo evitar abrigar una pequeña esperanza en el centro de su pecho. -No entiendo estas sensaciones Beth, ni siquiera estoy seguro que me gusten, pero sé que van contra lo que juré ante el Consejo cuando me asignaron tu protección-, terminó York mirando hacia el mar en calma.

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Beth recordó otra vez donde estaban, una estampa hermosa que no podía disfrutar cuando su corazón se le escapaba entre las manos. Ahora lo entendía. Esa pequeña esperanza crecía dentro de ella al mismo tiempo que la certeza de que York no estaba dispuesto a romper un juramente que sinceramente no entendía. Eso la hacía recordarse que él pertenecía a un mundo que ni siquiera alcanzaba a imaginar. -Yo jamás las había sentido pero no quiero perderlas, no quiero perderte-, murmuró Beth. Se acercó tocando su pecho con la mano, recorriendo hasta donde podía sentir el latido firme contra su palma. La energía se deslizó como seda entre ellos, él tomó su muñeca deteniendo el intercambio. -No debería importarme que el apareamiento se completara, pero no podré contenerme de nuevo y desaparecer cuando vuelvas a entregarte a Willem-, susurró y ella se estremeció, alejándose, muerta de vergüenza, llena de rabia y miedo porque él tenía razón, aunque lo deseara no había escapatoria, no podía contenerse y York no la alejaría, no iría contra el deber de un guardián. -¿Que harás entonces?-, preguntó y él se acercó un poco para poder tocar su mejilla con el dorso de su mano. 77


-Extrañarte por el resto de mi existencia-, respondió, como siempre, con su propio sentido de la lógica hacia sus preguntas, aunque esta vez ella no pudo contener las lágrimas y lloró abrazándose a él, deseando que todo fuera diferente.

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Aparecieron de nuevo en el dormitorio temporal de Beth, se separó de su guardián tratando de no quebrase por completo, quería estar con él hasta el último segundo, se miró los pies llenos de arena fugazmente y medio sonrió deseando que la trasportación hubiera quitado ese recuerdo sobre el bello lugar donde por un instante había sido feliz. Salió hacia el cuarto de baño en el pasillo y se enjuagó los pies en la regadera mientras York la miraba. Beth trataba de respirar pero su pecho no respondía, además su cabeza no dejaba de gritar, queriendo que él entendiera que lo que había nacido entre ellos era lo que cualquier humano buscaba, era digno luchar por eso, había personas que se ganaban la vida escribiendo como esa clase de amor rompía barreras, vencía dragones, rebasaba al tiempo. Amor Eso era lo que ellos tenían. Se giró con los pies limpios y lo miró acercándose a él. 78


-Te amo y tú me amas-, le murmuró y el guardián la miró entre confuso y sorprendido. -Dilo York, así llamamos nosotros a esas sensaciones, a querer proteger, servir, pero también tomar, desear, hacer reír y soñar a otra persona, los humanos lo llamamos amor. Iba a besarlo y si era por última vez quería perderse en él.

-¡York!-, el grito al otro lado de la puerta sonaba furioso, la voz de Yago hizo saltar a Beth, su guardián la miró y le pareció que por un momento el aire crepitaba a su alrededor antes de sonreírle. -El viejo está enojado porque he estado ignorándolo-, le explicó y ella frunció el ceño. -No lo había escuchado. -Yo si-, afirmó él señalando su cabeza. ¿Cuánto más había en ellos que desconocía? Beth no quería que la puerta se abriera pero Yago volvió a llamar con voz letal, suponía que estaba siendo meramente cortes, si lo deseara estaba segura que no le sería muy difícil entrar. Su guardián abrió lentamente y Beth miró como la cara siempre serena de Yago estaba descompuesta en un ceño profundo.

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Miró a York un largo momento hasta que él bajara la cabeza en una señal de sumisión inequívoca aunque ella también notó que tensaba la mandíbula y presionaba los puños fuertemente. En ese momento a pesar de que su corazón dolía, deseó que York no la amara, no podía soportar ver a alguien como él en ese estado.

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Will apenas oía el sonido amortiguado de la voz de Yago al llamar a la niñera rubia, sonrió ante su único punto de diversión, respiró hondo y sujetó la pistola firmemente. Era una locura y le exasperaba hacer las cosas más fáciles para York pero se lo debía a Beth, una última esperanza. Quería que fuera feliz, quería que estuviera protegida y que fuera amada como se merecía, como él quería amarla y sin embargo no podía. Rodeó los ojos ante los pensamientos deprimentes, ¿Cuándo se había vuelto una tía llorona? Miró el arma en su mano y rogó por primera vez en muchos años a quien fuera que lo escuchara que hubiera una forma, solo una de liberar a Beth de él. Rogó un montón. Soltó el aire que estaba conteniendo y apuntó a su muslo. 80


El sonido del disparo tronó en sus oídos mientras el dolor comenzaba lentamente por unos segundos hasta convertirse en un fuego que consumía todo su cuerpo, Will apretó los dientes fuertemente no antes de soltar varias maldiciones entre dientes, la vista se le nubló un poco al ver la cantidad de sangre que empapaba su pantalón. Ese no era el momento de estar acojonado. -Estás demente-, le exclamación de Yago fue seguida de la exclamación entrecortada de Beth. Ahora ya tenía la atención de los tres, parpadeó intentando centrarse, había dado en el blanco, si no hablaba rápido se desangraría. -No es tu tiempo de hablar-, exclamó él mientras el guardián trataba de acercarse, Will levantó su mano con la palma extendida y utilizó sus nuevos y secretos trucos. Yago dio un paso hacia atrás al sentir la fuerza psíquica detenerlo. -¿Cómo? -No te muevas-, le advirtió mientras Beth trataba de acercarse. -Que no dé un paso más-, pidió Will a York y el guardián sujetó los brazos femeninos. Yago alzó la mano y le quito la pistola de las manos con sus propios trucos, Will rió entre dientes. -Aún con eso, sabes que no puedes detener la hemorragia con magia así que contestaras mis preguntas antes de que te deje acercarte para que me 81


trasportes a un maldito hospital-, le explicó mientras Yago tensaba la mandíbula enderezando los hombros. -¿Estaba en lo cierto?, no puedes dejarme morir, no serías nada si yo muriera-, se burló y contuvo la siguiente burla cuando el dolor casi lo cegó y Beth murmuró su nombre en voz baja. Miró que su sofá comenzaba a mancharse de sangre, ¡por qué no había pensado en eso! Joder, cambiarlo costaría un montón de pasta. -Pregunta-, exclamó Yago y Will miró fugazmente a la única mujer que lo había hecho dañarse a sí mismo después de que había prometido no dejar que nada ni nadie lo hiriera de nuevo. -¿Cómo se rompe un el vínculo entre ella y yo?

Las palabras quedaron suspendidas, por varios segundos hasta que Yago respondió. -No puede romperse. Will no podía asegurarlo pero era como si percibiera la mentira en su guardián, se encogió de hombros y miró su pierna. -Entonces esperaré hasta desangrarme y ella quedara libre, espero que sepas que hacer después-, murmuró la última parte mirando a York. -Will. La voz de Beth sonaba rota y él se obligó a no mirarla. 82


-A ti nadie te da gusto, joder, estoy haciéndote un favor-, escupió las palabras y ella sollozó como si reconociera en ellas parte de él. Como si le conociera. Yago trató de dar otro paso pero Will volvió a lanzar una ráfaga de energía contra su pecho, agradecía no haberse equivocado, al parecer los guardines no podían atacarlos, no dudaba ni por un segundo que el hombre podía devolverle los golpes. -Por favor-, escuchó murmurar a Beth mientras la vista se le nublaba de nuevo, se le estaba acabando el tiempo. -Contrario a lo que piensen, no hay una respuesta a su pregunta, no sé cómo romper un vínculo de apareamiento, pero existe una teoría, la lógica lo dice, estos vínculos se crearon para engendrar niños, si el cuerpo de Beth ya estuviera “ocupado”, el lazo dejaría de existir-, explicó Yago justo cuando Will reía. -Ese es mi regalo-, le dijo a Beth antes de que ella se acercara cuando York dejó caer sus brazos, miró su herida sangrante y le tocó la mejilla. -Will. -Calla, ve con tu niñera, por su cara aun no comprende que él tiene trabajo que hacer para dejarte inservible para mí-, las palabras fueron apenas un murmullo, no le quedaban fuerzas.

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-¿Es posible?-, Beth escuchó preguntar a York mientras trataba de hacer presión con el cojín en el muslo sangrante de Will. -No con seguridad-, respondió Yago con una serenidad mortal como si estuviera contendiendo su furia. -Pero existe una posibilidad-, afirmó York sorprendido, mirándola y ella se encontró con sus ojos fugazmente, Will tomó su mano. -Vete. Beth corrió hacia York y tomó su mano entrelazándola con la suya, su guardián la miró por un momento, sus ojos le asemejaron la mirada de un niño, aterrados y expectantes, pero también a la de un hombre dispuesto a todo. Él se volvió hacia Will y le vio inclinar la cabeza rubia, muy diferente al gesto tenso ante Yago. -Gracias-, murmuró York mirando al hombre herido y éste chasqueó los dientes como si no le importara. Yago caminó hasta Will y les miró cuando se dio cuenta que su protegido ya no le había impedido acercarse, estaba demasiado débil para eso.

-Tienes tres días, después deberán regresar y comprobar la teoría-, advirtió Yago y Beth se dio cuenta que había una amenaza implícita en las palabras, si no regresaban, él mismo iría a buscarla. 84


Yago desapareció con Will entre sus brazos, Beth apenas y pudo creer la imagen del guardián sosteniendo en brazos al hombre inconsciente que le había dado la oportunidad de vivir su esperanza. Miró a York y él le sonrió. Antes de tocar su mejilla y trasportarlos a ambos lejos de aquel lugar.

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CAPÍTULO IX

Beth parpadeó enfocándose, el mareo fue leve, como si ya se estuviera acostumbrando a los cambios de escenario repentinos. Por un momento se sintió desorientada por ver frente a ella su viejo sofá y a Hera acurrucada en una de las esquinas, la gata la miró y bajó del cómodo lugar hacia sus pies para pedir una caricia. Se le llenaron los ojos de lágrimas, York la había traído de vuelta a un espacio conocido, a su pequeño y privado lugar, solo suyo, tan familiar, tan necesario. Se agachó soltando el agarre de la mano de su guardián y alzó a Hera, su chica ronroneó y ella sonrió escondiendo el rostro en su pelaje. -Hola bonita-, murmuró Beth con voz quebrada, alzando sus ojos para buscar la mirada del hombre que amaba. Él frunció el ceño al verla y ella sonrió intentando contener las lágrimas.

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Debía intentar explicarse. -Creí por un momento que volveríamos a playa. Comenzó pasando el nudo de su garganta -Beth, lo siento, di por hecho... lo siento, no volverá a pasar. Del pequeño tartamudeo había pasado a la fría determinación, enderezó la espalda y buscó sujetar su mano, Beth no dudaba que estaba dispuesto a llevarla a aquel lugar paradisiaco. Ella sonrió tiernamente, alzando la mano que él intento tomar y acariciando su mejilla. -No sabía dónde me llevarías, sinceramente no importaba, solo quiero estar donde tú estés, pero que me hayas traído aquí implica que me conoces. No pudo encontrar más palabras, se estiró y junto sus labios con los de él en un beso tierno, lento y suave. Él se acercó un poco más, como si no pudiera evitarlo, hubo un tenue movimiento de sus brazos como si se detuviera de hacer algún movimiento. Beth esperó, mordisqueando sus labios y finalmente York la abrazó, pegándola contra su pecho. Hera decidió en ese momento recordarles que seguía entre ellos, saltó de los brazos de Beth y volvió al sofá, se separaron con una breve sonrisa, Beth sentía la energía vibrando dentro de ella.

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El aire estaba cargado de una dulce sensación de paz, de una tensión llena de excitación, de una manta de amor y más allá, de una sombra de duda. Beth se sentó en el sofá nerviosa del paso siguiente. Lo que debían hacer era claro, en realidad lo deseaba con cada gota de su sangre, con cada latido de su corazón y cada poro de su cuerpo, sin embargo estaba paralizada. York se sentó a su lado y ella sonrió nerviosa. -Esto debería ser más fácil, ¿no? -Contestar eso no solucionara nada. Beth le miró, a pesar de su respuesta típica de guardián, sus ojos estaban inquietos y sus manos un tanto inestables, York movía los dedos como si no pudiera tenerlos quietos. -Sabes... sabes... Ella quería preguntar pero le era imposible, él ladeó la cabeza y pareció pensar un momento antes de que una sonrisa autentica, una como las primeras que la habían cautivado adornara su cara. -Sé cómo es un apareamiento a pesar de no haber compartido nunca uno con alguien-, dijo a modo de explicación, Beth dejó salir el aire que estaba conteniendo pero se sonrojó al mismo tiempo. Apareamiento, parecía una palabra tan cruda, casi salvaje... eso era el vínculo con Will, solo físico, sin sentimientos, al menos no los esperados.

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-Quiero hacer el amor contigo, no aparearme-, afirmó ella buscando el valor en sus palabras, sentía que sus mejillas ardían. York frunció el ceño y sus ojos se clavaron en ella intensamente. -Temo que eso no lo sé-, parecía tan apenado, tan impotente. Beth sonrió, algo en él, a pesar de su apariencia fuerte y poderosa, le daba a la parte más tímida de sí misma, la parte más retraída y débil, una gran fortaleza. Intentó levantarse, había decidido que no necesitaban hablar, sin embargo él sujetó su mano e hizo que permaneciera sentada. -¿Estas segura de esto? Una parte diminuta en el cerebro de Beth señaló que era la primera vez que York le hacía una pregunta abierta, tan abierta. -Sí No dudo, ni por un momento -Contrario a lo que Will dijo, creo que fui el único que entendió por completo las palabras de Yago, no solo tengo que, como tú lo llamas, hacer el amor contigo Beth, tengo que dejar mi semilla en ti, fecundada. Ni siquiera sé si eso es posible, si un guardián puede engendrar un niño. Los términos tan poco usados seguían, la avergonzaron, pero solo por un momento. Después, todo lo que pudo ver fue un niño con la sonrisa que tanto adoraba o una niña con los hermosos ojos de su guardián. 89


-Bien. La palabra le salió con voz firme, se permitió sonreír. Ya no tenía dudas, con Will la idea había parecido errónea, ya no. Una punzada en el pecho al recordar al hombre a quien le debía esos momentos hizo que esperara un poco. -¿Sabes algo de él?-, preguntó y York asintió, no hubo rastro de duda o celos cuando contestó. -Yago se comunicó, solo es capaz de trasmitirme mentalmente mensajes cortos, justo después de trasladarnos, están en el hospital pudieron controlar la hemorragia. -¿No habrá sospechas sobre el disparo? -Willem es el propietario del arma, puede alegarse un accidente. -Bien-, repitió Beth antes de levantarse, sin ningún impedimento, sujetó la mano de York y le instó a seguirla, no dijeron nada mientras avanzaban hacia la habitación. Entraron en silencio y él se quedó de pie en medio de aquel lugar tan privado, esperando, dándole el control. Ella descubrió que en ese momento necesitaba tenerlo. Después de días de no poder controlar su cuerpo o su deseo era tan importante la concesión. -Siéntate en la cama. Su guardián lo hizo, sin dudar. 90


Beth comenzó quitándose la blusa, dejando al descubierto el sujetador blanco, liso, sin adornos, ni copas "beneficiosas". York siguió cada uno de sus movimientos, alternando entre sus ojos y la piel expuesta. Bajó sus pantalones cortos, los echó hacia un lado con los pies y se acercó dos pasos, solo dos, aun fuera de su alcance. Alzó la mirada viéndole tragar, sus ojos azules brillantes. Estiró los brazos hacia atrás y se deshizo del sostén. York se movió, sin llegar a levantarse, más bien como un animal que por instinto sabe que debe moverse pero no supiera que hacer. Se rindió sujetando la orilla de la cama con los puños y le miró suplicante. -Beth. Solo eso, su nombre. Ella se acercó hasta quedar a una respiración de distancia, justo entre sus piernas. No la tocó, simplemente la miró, cada parte expuesta, su rostro, su cuello, sus hombros, sus pechos, sus pezones, su estómago, su ombligo, su vientre. -Tócame-, murmuró ella bajito y él colocó al instante las manos sobre sus caderas, aquello la hizo sonreír. Beth alzó sus manos y enterró los dedos en su cabello, como si no pudiera soportarlo York alojó la cabeza entre sus pechos. 91


Una chispa de excitación le recorrió la piel, hizo que su vientre palpitara, lo deseaba. La energía que parecía latente dentro de ella. Agradeció el regalo de poder tener nuevamente el control, de estar en sintonía con su mente, su cuerpo y su corazón -Dime que debo hacer-, murmuró York contra su piel, tuvo la carne de gallina en un instante. Sus manos jalaron ligeramente su cabello buscando que la mirara a los ojos. -Solo haz lo que quieras hacer-, respondió Beth al tiempo que él se alzaba para alcanzar sus labios. La besó con la boca abierta, ella luchó por quitarle la playera que llevaba mientras sus lenguas se batían en una batalla en la que no importaba el ganador solo el enfrentamiento en sí mismo, York dijo su nombre, varias veces mientras la besaba, arrastrándola más cerca, en un segundo se encontró sobre él, recostada contra su cuerpo, las manos de York seguían en sus caderas, ella tomó sus dedos y se alzó un poco para poder guiar las palmas hacia sus pechos, ambos gimieron cuando las manos unidas encontraron su destino. Cuando la energía fluyó al igual que las caricias. Beth le miró mientras la tocaba, descubriéndola, después los ojos de él se centraron en los botones erguidos. 92


Las acarició con sus pulgares y luego sin una sola duda la atrajo de nuevo para otro beso, Beth desabrochó sus pantalones mientras la boca de su guardián bajaba por su cuello, lamiendo lentamente como si disfrutara de cada sabor y textura. De pronto, él tomo el control, solo por un momento lo suficiente para que Beth quedara bajo su peso, ella terminó de alejar su pantalón y poder sostener su erección. York jadeó y la miró con ojos vidriosos. -Beth. Su nombre sonó a una súplica y a una reverencia, las dos cosas al mismo tiempo. Lo volvió a besar y llevó la mano de su guardián hasta sus bragas, indicándole sin palabras. Él la desnudo pero dejó la prenda justo debajo de sus rodillas, lo que la hizo sonreír. Beth estaba húmeda, no necesitaba un amante experto para prepararla, no ahora, habría más oportunidades, más momentos, ahora simplemente lo necesitaba unido a ella. York se acercó a ella, temblando ligeramente, besándola con pasión mientras seguía acariciándolo. -Es maravilloso, demasiado-, jadeó él y Beth asintió mirándolo mientras abría sus piernas y lo llevaba dentro. 93


York se encorvó, salió y empujó con movimientos discordantes. Ella lo besó de nuevo y se enredó contra su cuerpo. Su guardián no necesito más, sus movimientos se volvieron firmes, cargados de pasión, uniéndose con ella más profundamente cada vez, la miró a los ojos y una de sus manos abarcó su rostro. -Yo soy tuyo-, susurró con la frente perlada de sudor, el cuerpo poderoso penetrando el suyo y sus latidos sincronizados. Ella se rindió al escuchar sus palabras, el orgasmo la golpeó y se estremeció mientras sentía a York llegar al clímax. Fue como si su cuerpo estallara, la energía fluyo dentro de ella, alrededor de ella, entrando y saliendo, mezclándose con la de él. Sus manos siguieron acariciando los cuerpos, sin interrupción mientras las sensaciones disminuían. Él se recostó a un lado sin soltarla, inhaló en su cabello y ella escondió el rostro en su pecho, debía sentirse cohibida por estar desnuda sobre su cama hecha, pero no lo estaba. -Estar en ti es lo mejor que he conocido en mi existencia-, le escuchó murmurar y ella le miró, sintiendo que su corazón podría explotar, lo amaba demasiado, más de lo que había siquiera imaginado. -Haremos el amor muchas veces-, aseguró él con una sonrisa y Beth sintió su cuerpo comenzando a prepararse de nuevo. Lo besó suavemente sonriendo y cerró los ojos. 94


Casi había caído en un sueño aletargado cuando él habló de nuevo. -No lo sabía, lo juro. Beth no entendió, le miró buscando una explicación y York tocó su ceño fruncido con un dedo. -No sabía que había una posibilidad de tenerte, me había convencido de que sería lo suficientemente fuerte para dejarte, ahora me aferraré a ti, con cada una de mis respiraciones. Otro beso, más profundo, más pasional, casi comenzando todo de nuevo. Beth le miró de nuevo. -¿Por qué Yago sabría? -Porque es viejo. Ella se rió sin poder evitarlo y él le regaló otra de sus sonrisas. -No es simplemente una palabra, en nuestro planeta se alcanza la madurez a los veinticinco y después el envejecimiento se aletarga, mientras más poderosa sea tu mente y más energía fluya en ti más larga será tu vida. -¿Cuántos años tiene él?-, preguntó Beth sintiéndose extraña, acababa de “dormir” con alguien definitivamente de otro mundo, pero bueno, ella también lo era, ¿no es así?, además no importaba ser de otro planeta, todo se reducía a dos seres, al amor, al deseo, a un sinfín de cosas que parecían tan humanas. -Tiene 135 años humanos. 95


-¿Y tú? York se sonrió como si encontrará divertida su pregunta. -27. Ambos rieron antes de que él la besara de nuevo. -Soy tuyo, lo seré siempre-, le murmuró entre besos mientras buscaba unirse a ella de nuevo, buscó sus pezones saboreando mientras respiraba contra su piel. -Quiero que tú seas mía. Que no la mirara indicaba cuanto significaba su repuesta para él. No estaba seguro de su respuesta. -Soy tuya, lo seré siempre-, repitió las palabras antes de que él entrara en su cuerpo de nuevo.

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CAPÍTULO X

Beth despertó de madrugada, el sueño escapó de entre sus dedos cuando sus pies comenzaron a estar fríos, en un primer momento ni siquiera estuvo consciente de donde estaba, tuvo que parpadear varias veces para reconocer su habitación, su cabeza descansaba en el brazo de York. Se quedó por uno segundo simplemente mirándolo, no lo había visto dormir nunca, su pecho subía y bajaba en una cadencia hipnotizante, sonrío y se sonrojó al darse cuenta de sus cuerpos desnudos juntos en la cama hecha, sin ninguna sabana o pudor sobre ellos. Su garganta se atascó en un nudo y los ojos se le llenaron de humedad, todo se volvió nubloso, se tapó la mano con la boca pero no pudo evitar la salida del sonido estrangulado qua se escapó de entre sus labios. York abrió los ojos y se levantó llevándola con él hasta quedar sentados, sus lágrimas se derramaban mientras él la sujetaba de los hombros

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comprobando su cuerpo y mirando esquivamente en todas direcciones, asegurándose que no hubiera ningún intruso o peligro. -Lloras-, dijo como si no tuviera más palabras, ella quiso explicarle pero volvió a sollozar, se odio en ese momento, su guardián tenía el ceño fruncido y la mandíbula tensa, abrió los labios y los cerró de nuevo exasperado. Beth solo quería que la abrazara, las palabras no salían. York exclamó algo incomprensible y tomó sus manos entrelazándolas juntas, las acercó a su pecho y buscó sus labios, justo cuando el beso empezó la energía la inundó, todo su cuerpo se estabilizó, parecía como si todo hubiera vuelto a la normalidad. Finalmente, cuando se sintió llena de vida, en paz, vibrante de emoción y electricidad, la abrazó, sin dejar de besarla, el toque era reconfortante, amado pero no sexual, sus cuerpos se entrelazaron juntos, sosteniéndose fuertemente y recostándose lentamente. Él no dijo nada por muchos minutos y Beth luchó contra el adormilamiento que se apoderaba de su cuerpo. -Entré en shock-, dijo ella en voz baja, los últimos días se le habían echado encima, guardianes, uniones, otros planetas. -Sí, había esperado que lo hicieras desde el primer día. Sabía que él entendería pero en su voz había un toque de inseguridad que no estaba ahí antes, ella buscó sus ojos y tocó su mejilla con los dedos. 98


-Estar contigo convirtió la pesadilla en un sueño maravilloso, pero estoy aterrada de despertar o de volver, no controló mi cuerpo cuando estoy con Will, simplemente pierdo mi libertad, me destruirá sí romper el vínculo no funciona, no podría soportar herirte a ti. ¿Qué clase de mujer acepta un destino en el cual debe tener sexo con un desconocido, sin luchar, sin exigir libertad?, ¿Qué clase de mujer … -Trató de comprender esas preguntas, tú quieres contestaciones humanas, no puedo dártelas, en Ramir, los apareamientos son comunes, rigen las vidas de sus habitantes, aunque los guardines nunca los experimentemos, los entendemos, el que tú te unieras a Will era inevitable, al menos en un primer momento, eres un ser maravilloso y yo te protegeré el resto de mi existencia, te sostendré y te apoyaré, no puedo mentirte, también tengo miedo, una sensación más de muchas otras que no había experimentado hasta que te conocí, deseo que podamos romper el vínculo que te une a Willem, no estoy seguro si soportaré otra alternativa pero en ningún momento esa sería tu culpa. -¿Qué vamos a hacer? -Pensar en ello no lo solucionara, veremos que sucede y partiremos desde ese punto, solo puedo asegúrate una cosa. York se acercó hasta que sus narices se tocaban, Beth no quería salir nunca de esa burbuja intima, no quería nunca separarse, no quería que él la dejara jamás. 99


-¿Qué cosa?-, preguntó y él la besó antes de responder, con ese aire primerizo y desesperado que la hacía sonreír. -Nunca te dejaré-, respondió su guardián como un eco a sus palabras. Hicieron el amor de nuevo, lentamente, sin palabras de por medio, la energía la traspasó de nuevo y su orgasmo la llevó a la deriva, le escuchó decir su nombre mientras York se estremecía. Estaba alejándose de la conciencia cuando lo sintió levantarse y cubrirla con la sabana de la cama por fin desecha. -Te amo York-, murmuró al tiempo que él besaba su frente estrechándola en sus brazos.

** ** **

Beth se despertó temprano, a pesar de ello, la cama ya estaba vacía, frunció el ceño y su estómago se anudó un poco, se obligó a calmarse y salió de la cama, se puso unos short viejos y una camiseta que utilizaba para dormir y lo llamó. -Buenos días-, sonrió él desde el sofá mirando su pequeño televisor con Hera entre los brazos, la gata ronroneaba. Ella amó esa imagen, deseó que algún día no tuviera que preocuparse más que por disfrutar de esa vista, sin otro guardianes o planetas de por medio. 100


La voz del titular del noticiero en el televisor apenas se escuchaba. -¿Qué haces? -Todos los días hay noticas malas en la Tierra. Beth asintió. -En Ramir hace muchos años no se comente un asesinato. Era casi imposible de creer, una utopía que costaba incluso concebir. -¿Cómo puede ser eso posible? -Creía que nosotros éramos superiores a los humanos, ahora no estoy seguro, Ramir es un planeta pequeño, ustedes consideran Plutón pequeño y a comparación con nuestro planeta, no lo es, está estructurado de tal forma que todo parece funcionar. Primero está el Consejo, después los guardianes y por últimos los habitantes comunes, viven para desarrollar sus mentes, nada más importa. No hay delitos, no hay “maldad” pero tampoco “bondad”, somos como… maquinas. Beth no creía que él fuera una máquina, se sentó a su lado y York la miró con una sonrisa. -Un robot jamás podría sonreír de esta forma-, le dijo besándolo. -La Tierra puede salvarse, los humanos necesita buenos líderes, necesitan dirección, necesitan acciones severas contra la maldad y apoyos para la bondad, necesitan justicia, una nueva era pero no deben perder su esencia, los sentimientos, las emociones-, susurró el guardián en voz baja. Beth miró el televisor, en la pantalla presentaban un asalto a una tienda. 101


Quería creer que era posible un futuro donde no hubiera tantas notas malas al encender la televisión, aunque no estaba segura si el Consejo del planeta de York tenía la respuesta, niños criados por guardianes de Ramir, siendo los líderes de los humanos. Ella, como parte de ese plan. Le parecía una traición, la Tierra era su hogar, ¿Iba a dejar que la usaran para que seres de otro planeta vinieran y decidieran el futuro del mundo? No quería responder en ese momento, no podía. Solo quería un poco más de tiempo en ese hermoso sueño junto a él. Antes de que ella pudiera decir algo, York apagó el televisor y dejó ir a Hera, que salió corriendo rumbo a la cocina. Se levantó del sofá y le tendió la mano. Ella la tomó sin siquiera preguntar y pronto sintió el característico vuelco en el estómago, sus sentidos reconocieron la playa paradisiaca y desierta. -Quería traerte de nuevo-, admitió York a su oído mientras ella miraba hacía el gran horizonte azul, mar y cielo tocándose. -¿Es tan malo ser egoísta?, mirando todo esto, queriendo un mejor futuro para la Tierra, para nosotros, para toda la humanidad, teniendo la oportunidad de pertenecer a algo más grande… es egoísta desear ser simplemente otra persona, dejar a responsabilidad del planeta a otros y querer que tú y yo simplemente pudiéramos estar juntos, aunque es 102


absurdo, nunca te hubiera conocido de ser una simple humana, aunque no soy humana, soy débil y cobarde-, murmuro Beth y él se acercó abrazándola, ella sonrió al darse cuenta que ya no necesitaba pedírselo. -Eres más fuerte de lo que crees. Le besó, no del todo convencida. -Vamos, regresemos a casa, haré el desayuno, lleno de calorías para tu metabolismo rápido. York sonrió como un niño pequeño ante un gran juguete, ambos sabían que pronto tendrían que enfrentarse de nuevo a todas aquellas interrogantes.

** ** **

Beth recargó su cabeza en el hueco del hombro de su guardián, había comido más huevos revueltos que nunca en su vida, pero había sido divertido no desayunar sola, más que nada había sido divertido hacerlo a su lado. Miró sus manos entrelazadas sintiendo la energía latente en su tacto, no sabía cuánto tiempo habían estado en silencio, se sentía casi adormilada a su lado, completamente en paz, solo por unos momentos había dejado de lado todas las dudas y temores, él se movió un poco buscando su mirada y ladeó la cabeza como si la revisara. 103


-¿Qué pasa?-, preguntó entendiéndola mejor que ella misma. -No puedo escapar mucho tiempo de las preguntas humanas-, le contestó haciendo que él sonriera. -Puedes formular algunas. Beth pensó un poco, había cuestiones que aun cuando se dijeran en alto no tenían solución inmediata o una explicación que la dejara tranquila así que extrajo una de las muchas preguntas alojadas en el fondo de la fila de sus problemas. -¿Cómo llegaron aquí? York sonrió haciendo parecer que la felicitaba por la pregunta. -Relativamente más fácil de como los humanos viajan, ¿Has escuchado de zonas donde los aparatos electrónicos no sirven del todo bien?, las llamamos puentes, con la capacidad para transpórtanos de un lugar a otro con facilidad solo tenemos que tener un camino fijo hacia aquí, si no existieran los puentes nos perderíamos en el espacio. Beth pensó en su respuesta, lo único que pudo hacer fue reír, no había escuchado de nadie que barajeara esa teoría sobre las zonas "muertas". York la mirada divertido aunque algo confuso. -¿Entonces puedes regresar cuando quieras?-, preguntó ella dejando de lado las risas. -Si-, respondió el guardián y Beth sintió un nudo en su estómago.

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-Pero no quiero regresar-, terminó haciéndola sonreír, de nuevo alejaba sus temores, se acercó casi sentándose en su regazo y comenzó a besarlo, él respondió con un movimiento de labios propio y sus manos en los mechones cortos de su cabello. Beth sentía su tacto calentarse, la energía brotar entre ellos al mismo ritmo que su excitación aumentaba, se levantó con aire juguetón y tomó sus manos entre las suyas, jalándolo del sofá hacia su pequeño cuarto de baño, apenas y cabrían ambos en la ducha, lo que era perfecto en ese momento. Le vio fruncir el ceño cuando ella lo besó fugazmente antes de abrir la puerta del baño De pronto recordó que era otro detalle digno de preguntar. -¿Ustedes no se bañan? La pregunta sonaba absurda pero esa era, aunque a decir verdad, Yago y York siempre habían parecido pulcros y limpios, él olía magnífico, aunque ella no pudiera describirlo del todo. -No como se hace aquí, no utilizamos el agua de esa forma, es un derroche. Beth sintió sus mejillas arder, que infantil haber pensado en "jugar" bajo el agua, ese pequeño detalle le recordaba más que nunca el por qué la Tierra estaba terminándose. Negó con la cabeza avergonzada. -¿Cómo es su limpieza? 105


-Fácil, entras a una cámara de higiene, tu cuerpo es limpiado de toxinas y gérmenes. York se acercó a ella y levantó su barbilla. -Arruiné algo, estoy seguro, solo necesito que me expliques que fue, por favor. Él se acercó más y Beth colocó sus manos en sus hombros escondiendo el rostro en su pecho. -Deseaba que nos ducháramos juntos. -Podemos hacerlo, yo necesito limpiarme también. Ella se rió, amándolo pero aún demasiado avergonzada para mirarlo al explicarse. -Quería que... nosotros hiciéramos... el amor mientras nos duchábamos, pero ahora sé que tienes razón, es un derroche de agua que se puede evitar. York le interrumpió sujetando su rostro y buscando sus labios, sonriendo al mirarla cuando se separaron. -¿El agua lo hace mejor?-, preguntó, Beth rió más sonrojada que nunca en su vida. -No lo sé, solo quiero estar contigo. Él volvió a besarla y ella se entregó al beso mientras comenzaban a quitarse la ropa mutuamente sin seguir con la conversación. Beth le miró antes de recorrer sus manos por su torso, cada ondulación y musculo bajo sus dedos, se detuvo en su cadera y busco sus ojos de 106


nuevo, sintiéndose poderosa cuando le vio las pupilas dilatadas y los labios entreabiertos. -No creo que necesitemos el agua-, murmuró antes de tomarlo en su mano y comenzar a acariciarlo, recorriendo su longitud, acariciando la punta con el pulgar y volviendo a empezar, York se acercó, murmuró su nombre sin aliento y pegó su frente a la suya. -York-, susurró ella con su cuerpo vibrando de necesidad mientras lo seguía acariciando, eso fue todo lo que él necesito para envolver sus brazos alrededor de ella y besarla, sus dedos delinearon sus pechos fugazmente mientras ella pasaba los suyos más allá de su longitud, él se estremeció y ella tomó con su mano libre la de él y lo guió hasta su sexo palpitante. York comenzó a acariciarla como si se tratara de pasar los dedos sobre pétalos de rosa, a pesar de la caricia tenue cuando se unieron para otro beso ambos llegaron al clímax, sintiendo la energía fluir entre ellos y traspasarles. Después del pequeño gran momento se ducharon juntos rápidamente y regresaron a la cama, con el deseo por el otro surgiendo de nuevo. Beth se acurrucó junto a él, ambos despiertos, satisfechos pero no del todo tranquilos. -Debemos regresar mañana-, murmuró ella, York pasó una mano por su brazo, delineando formas sin sentido, después besó su frente abrazándola más estrechamente. -Sí. 107


CAPÍTULO XI

Hera pasó entre sus pies haciendo que Beth la levantará entre sus brazos sosteniéndola, como si su gata fuera lo suficientemente fuerte para anclarla en el lugar. No quería irse de su casa, su pequeño espacio, no quería romper la burbuja perfecta en la que se encontraba, no quería perderlo. Su mayor confidente ronroneó y saltó hacia York que cruzaba la puerta de la habitación, él la sostuvo delicadamente hundiendo sus dedos en el pelaje acerándola a su rostro. -Debemos irnos majestad, pero haré todo lo que este en mis manos para que no sea la última vez que nos encontremos, es una promesa-, le murmuró a la gata como a una niña pequeña y la dejó sobre el colchón de su cama nuevamente hecha. La miró y Beth no pudo evitar una sonrisa. -¿Lista?-, preguntó mientras sus manos sujetaban sus brazos acariciándolos lenta y delicadamente.

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Parecía tan sereno, tan imperturbable, Beth se obligó a levantar su rostro y buscar sus ojos. -No, no, pero debemos volver, por nosotros, por Yago y por Will. York tomó su mano y le sonrió. -Respira profundo-, le advirtió justo antes de que la sensación ya conocida inundara su estómago, Beth cerró los ojos e instintivamente quiso estar más cerca de su guardián, cuando el vértigo desapareció se encontraba abrazada a él, su rostro escondido en su pecho, aspirando el aroma indescriptible y característico del ser que amaba.

¡Lo amaba!, debería ser suficiente para romper el vínculo, ¿no es así? ¿Y si no estaba embarazada? Parecía un juego cruel, una de las cosas más hermosas en su imaginación era un niño o una niña la sonrisa de York, sus ojos, con su alma noble y bella, pero simplemente no parecía el momento para traer un nuevo ser, pequeño e indefenso al mundo, no ahora cuando el suelo bajo sus pies aún se movía. York tocó con un dedo su ceño fruncido llamando su atención. -Tranquila-, murmuró antes de que ella notara su entorno, el reconocer el piso de Will pareció revolver su estómago más que la trasportación.

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-Por un momento considere la posibilidad que no regresarían-, escuchó decir a Yago a su espaldas, York se tensó a su lado, como si aquello lo hubiera herido. -Sabes que mi guardián cumpliría su palabra, sé que lo sabes y sé que después de demostrar que el vínculo de apareamiento está roto habrá valido la pena el volver. Las palabras salieron de su boca sin siquiera pensarlas, pero las sentía, con cada fibra de su ser, York le sonrió y su estómago se estabilizó. -Solo mencionaba un hecho-, recordó Yago casi como si intentará no sonreír, frunciendo un poco el ceño al mirarlos. Beth recorrió con sus ojos la sala de estar, el gran ventanal con la ciudad a sus pies tal como lo recordaba. -¿Donde esta Will? -En la habitación, debe descansar-, contestó Yago con un músculo marcándose en su mejilla, por un momento el recuerdo del auto infligido dolor del otro hombre alejó de Beth el miedo y el nerviosismo de aquello que pondría a prueba su corazón. -¿Cómo está?-, preguntó mientras Yago arqueaba una ceja poblada. -Mira por ti misma, sería lo más convincente y es lo más necesario, por eso has vuelto. El guardián más viejo, al menos en edad, se alejó de ellos rumbo al pasillo que conducía a las habitaciones dejándolos solos, Beth súbitamente 110


perdió la seguridad de sus palabras cuando había defendido a York, regresó la sensación de enfermedad a su cuerpo. Su guardián movió su mano, tocando su barbilla, haciéndola mirarle a los ojos Quería sonreírle y repetir las palabras, darle seguridad, pero su lengua se quedó trabada. Si el lazo físico no estaba roto los destruiría a ambos, estaba segura. -York, yo... Él puso un dedo en sus labios, silenciándola. -Pase lo que pase, puedo asegurarte solo una cosa, podría vivir mil existencias y cada vez, cada vez, volvería a encontrarte, protegerte y amarte. Las palabras quedaron suspendidas entre ellos, poco a poco absorbiéndolas bajo su piel, Beth parpadeó para alejar las lágrimas de sus ojos. Una declaración marcada en su corazón, en su alma y en cada poro de su piel. -Yo te...

-Beth La voz de Yago le interrumpió haciendo que ella cerrara los ojos, debía decirlo pero quizás eso era lo mejor, decirle que lo amaba y después ir a entregarse a otro hombre, sería horrible. 111


Permaneció en silencio. Miró a York y se levantó en puntas para un suave beso en los labios, el guardián se tensó solo por un momento antes de atraerla hacia su cuerpo, besando su boca, probando su sabor, separándose para sonreír, como la primera vez. -Ve, antes de que el viejo se enoje.

** ** **

Beth no estaba segura de como esperaba encontrar a Will, pero no se asemejaba a la realidad. Él estaba mirando la televisión recostado en su amplia cama, solo con unos short deportivos, el cabello húmedo y la piel rebosando salud, el único indicio de que había estado herido era el vendaje visible en su muslo, él la notó al entrar y por un momento regresó los ojos a la pantalla como si no le importara, Beth esperó casi sonriendo ante el gesto, finalmente puso el mute al televisor con el control remoto y la miró. -¿Cómo estás?-, preguntó ella centrando los ojos en su venda. -Las niñeras tienen ases bajo la manga, la energía es la mejor medicina para nosotros según parece-, explicó Will mientras se enderezaba un poco hasta estar casi sentado en la cama, Beth notó su ligero ceño fruncido cuando su piel palideció y cerró los ojos. 112


-Aunque los mareos me tiene cabreado, un efecto colateral de mierda. -Gracias-, murmuró Beth acercándose, deteniéndose al pie de la cama, Will giró los ojos hacia la pantalla muda. -No deberías de agradecerme hasta comprobar que no saltas sobre mí de nuevo. Ella sintió su estómago revolverse ante los recuerdos, casi al instante pensó en sus días pasados con York. -De todas formas, te lo agradezco. -No lo hagas, aun podría joderlo, diciéndolo mejor, aun podríamos joderlo. Yago interrumpió las rudas palabras. -No lo harán. Beth notó que York aguardaba detrás del otro guardián con los brazos cruzados recargado contra la pared del pasillo. -¿Cómo lo sabes?-, preguntó Will burlón. -Hace dos minutos y medio se cumplían tres días exactos de su último apareamiento, si el vínculo aun existiera ya estarían apareándose. Beth no podía creerlo, cerró los ojos y luego casi con temor miró a Will de nuevo, había un sentimiento en su interior, algo único que él despertaba, pero no era como antes, no había necesidad ciega, deseo incontrolable, era dueña de su cuerpo así como de su corazón. Sonrió mirando hacia York que le guiñó un ojo haciéndola reír. 113


-Genial, estoy flipando, ¿creen que sería mucho pedir que salieran de mi habitación?-, preguntó Will mientras Beth se acercaba más a él y extendía su mano aunque no llegó a tocarlo, sabía que él no se lo permitiría. Simplemente le sonrió y él le devolvió una mirada molesta haciéndola reír de nuevo. -Vete Carinyet, aprovecha el tiempo con ET.

** ** **

Beth salió por el pasillo seguida de ambos guardianes cuando una sola idea inundó su mente, se giró abruptamente mirando a Yago. -¿Significa que... significa que estoy esperando un bebe? Notó que York, aun detrás del guardián más viejo, miraba a sus manos que repentinamente tocaba su vientre plano. Yago la miró, una sombra de rabia y tristeza entremezcladas cruzó sus facciones, tan rápidamente que casi pareció que se lo hubiera imaginado. -No es posible saberlo con certeza, si lo estás será evidente tarde o temprano-, afirmó con altanería y ella frunció el ceño aunque fue York quien habló. -No era la fecundación-, afirmó con su voz baja, hablando casi para sí mismo.

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-No, no en realidad, no tenía nada que ver con la semilla de otro hombre, todos vivimos con una dualidad, mente versus cuerpo, el apareamiento desequilibra esa dualidad a su conveniencia, tenía que hacer que tu mente ganara, fuiste criada como humana así que en esta ecuación tu corazón, tus sentimientos, son otra parte a considerar, no fue el tener sexo con York lo que rompió el lazo que tenías con Willem, fueron tus sentimientos por él y tu mente tomando el control guiada por ellos.

York miraba las luces iluminar la noche a través del gran ventanal, sintió la mano cálida y pequeña de Beth en su espalda pero no pudo evitar seguir dando vueltas a las últimas palabras de Yago antes de partir hacia Ramir, su última conversación se repetía en su cabeza una y otra vez. -Tengo que comunicarlo, deben quedarse aquí. -Sé que existe la posibilidad de que ellos no lo acepten. El viejo se había quedado callado, sin darle nada a lo que aferrarse, a fin de cuentas, la esperanza era de humanos. -¿Que pueden hacer? -No lo sé con certeza, solo prometo que haré todo lo posible por evitar un castigo, sé que quizás no es lo correcto lo que pasó aquí, pero es algo bueno, las cosas no surgen al azar, nunca. 115


-Debería ir contigo-, afirmó York impulsado por el deber a pesar de que el pensar en dejar a Beth le parecía insoportable aunque fuera por un corto periodo de tiempo. -No, no, ellos aun requieren protección, lo sabes. Y lo sabía, todo podía salir mal.

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CAPÍTULO XII

Beth sonrió cuando el sofá se hundió a su lado, ninguno de los dos dijo nada por un buen rato, solo parecían llenarse de la luz y el calor de los rayos del sol que cruzaban el gran ventanal de la estancia. Había una tensión en el ambiente que la tenía nerviosa, así que esos minutos de calma eran bien recibidos, la sensación no se parecía en nada que hubiera sentido los pasados días de locura, se asemejaba a cuando era niña y la llevaban a que le pusieran alguna vacuna, esos momentos antes de entrar, en el área de espera, sin saber muy bien que le depararía al otro lado de la puerta. Sabía que todos lo sentían. Iban a cumplirse casi veinticuatro horas de que Yago regresara a Ramir para comunicar los cambios en su misión. Lo sabía porque estaba contando el tiempo, presa de un nerviosísimo latente en su piel.

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Había dormido en su anterior provisional habitación abrazada a York, ninguno de los dos había hablado mucho, era como si su guardián solamente quisiera asegurarse de que ella seguía ahí, Beth se había aferrado a él, sin ningún toque sexual, simplemente una cercanía reconfortante. Él no estaba a su lado cuando habían despertado, por un momento el temor había hecho su aparición helando su sangre, después había encontrado su nota, iba a estar en la azotea esperando que Yago volviera, lo esperaban pronto. Beth sabía que si lo necesitaba su guardián estaría con ella en un segundo, pero algo dentro de ella le decía que él necesitaba ese pequeño espacio, su sentido del honor estaba casi roto, ella lo había quebrantado. Cerró los ojos y se obligó a racionalizar sus pensamientos, Will se acomodó a su lado masticando la manzana que había tomado de la cocina. Había preparado huevos para los dos, se había comido los suyos y le había llevado un plato y un vaso de jugo a su anfitrión, el hombre la había mirado con una mueca cuando entro. -Mi enfermera personal-, murmuró burlón Beth simplemente había ignorado el comentario, dejó las cosas en el mueble al lado de la cama y salió. Will había salido de la habitación con el plato sucio pero sin rastro de comida, caminando con paso lento pero seguro.

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Ella se alegraba de que la energía que parecía ser parte de ellos le hubiera ayudado. -¿Donde esta ET?-, preguntó él de pronto haciéndola salir de sus pensamientos. -York está esperando que Yago regrese-, contestó enfatizando el nombre de su guardián lo que hizo reír al hombre a su lado. -Yo hubiera creído que después de sangre y sudor, él estaría pegado a ti. -Will, acerca de... -Cállate. Beth sabía que estaba jugando con su paciencia pero necesitaba decirlo. -Tienes un lugar en mi corazón. Will bufó despectivamente. -No lo merezco y adivina qué, tampoco lo quiero. Beth no iba a dejarlo así, se movió hasta quedar frente a él, sosteniendo su rostro entre las manos, él podía ser afilado, ella había llegado a aborrecerlo pero ahora se daba cuenta que estaba muy herido, era una animal asustado con una coraza enorme. -Siempre podrás contar conmigo, es una promesa y espero que encuentres alguien que te ayude a sanar. Will luchó contra su agarre y ella lo soltó pero no se alejó. -No hay nada que sanar, lo destruyeron todo-, gruñó él y ella cerró los ojos sin siquiera poderse imaginar todo lo que él había sufrido. 119


Escuchó su risa cruel, el sonido le hizo estremecer, abrió los ojos y lo miró confundida, Will reía con un odio inmenso en sus ojos. -Ser un experimento alienígeno tiene sus ventajas, ahora tengo el poder para joderlo. Beth no quería escucharlo pero Willem lo dijo de todos modos. -Voy a matarlo, voy a... No lo dejó terminar, puso sus dedos sobre los labios silenciándolo, su corazón dolía por él. -Will-, murmuró con la voz entrecortada. Ella vio a York antes de que él desapareciera por el pasillo hacia las habitaciones, no estaba segura cuanto del intercambio había visto. El hombre a su lado se rió, soltando el aliento contra sus dedos. -Ve con él. Se puso de pie y fue a buscar a su guardián sin siquiera pensarlo. Lo encontró en la habitación en la que habían dormido abrazados la noche anterior, estaba sentado en la orilla de la cama de espaldas a ella, Beth avanzó hasta quedar de frente, él para su sorpresa no estaba enojado como ella había supuesto, parecía confundido. La miró y sonrió tenuemente. -Hola. Beth se acercó hasta quedar de pie entre sus piernas, pasó una mano por su corto cabello rubio y él colocó su cabeza sobre su vientre. 120


-York, lo que viste… -Me siento orgulloso de que puedas acercarte a él, porque aunque lo niegue rompiste una de sus barreras, él se cree fuerte y solo es como Hera, cuando ésta asustada lanza arañazos. Beth sonrió antes eso. Se quedaron abrazados un momento. -Él necesita personas a su alrededor que le demuestren que no solo hay maldad, de lo contrario se consumirá-, murmuró Beth mientras York se separaba un poco para mirarla. -Tiene sentido-, admitió el guardián pero seguía con el ceño fruncido como si algo le molestara. Beth aguardó. -No me gusta, verte tan cerca de él, no me gusta que lo toques, entiendo lo que dices, es razonable, pero aun así no me gusta, no me puedo quitar esa sensación, es tan desagradable. Sus manos aferraron la cintura de Beth y ella medio sonrió. Estaba celoso, pero para él aquello no era lógico. -Mis sentimientos por Will se pueden asemejar a los tuyos por Yago. -¿Tengo sentimientos por Yago?-, preguntó York y ella se rió. -Él es tu compañero ¿no? -Sí, es mi líder.

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-Will es mi compañero, es como un hermano para mí, no tuve nadie a quien querer después de que mis padres adoptivos murieron, ahora te tengo a ti, a él, a Yago. York la miró, con los ojos azules abiertos, procesando la información, como un niño pequeño absorbiéndolo todo, una lenta sonrisa se formó en sus labios y Beth se inclinó para besarlo, él respondió enterrando una mano en el cabello corto de ella. Subió a su regazo, haciendo que ambos jadearan por estar en esa posición, él recorrió su espalda con las manos dejándolas en sus caderas y ella se movió, un roce lento y sensual, excitándolos a ambos. -Piensa en esto cuando te sientas confuso, piensa en lo que tenemos, en lo poderosos que somos juntos, confía en eso. Ella lo besó de nuevo y se movió haciendo que él sujetara su cintura tomando el control del movimiento, su mano derecha capturando sus pechos, haciéndola arder. Beth sintió su entrepierna húmeda, los estremecimientos en su vientre, cada roce contra la dureza de su guardián la hacía querer más y más. Se besaron moviéndose juntos hasta que ambos quedaron jadeantes después de un rápido orgasmo. Ella miró a los ojos azules que sonreían, adoraba esa expresión de felicidad en el rostro de su guardián, él acarició su rostro mirándola con adoración. 122


-Nunca dejaré de aprender de ti. Beth tragó el nudo en su garganta -Hemos aprendido juntos. Varios minutos después cuando ambos se habían arreglado un poco, York sujetó una mochila que Beth no había notado y que permanecía en una esquina de la habitación, sacó una pequeña portátil antes de mirarla y extender su mano. -Vamos, hay algo que él tiene que ver.

** ** **

Beth miró como Will parpadeaba cuando los notó frente a él, parecía que hubiera estado perdido en sus pensamientos, York se sentó en el sofá a un lado y comenzó a teclear en la portátil. -¿Todo bien?-, le preguntó el hombre herido, con un poco de burla en su voz, ella le sonrió asintiendo y se sentó a su lado nuevamente. -¿Qué haces niñera?-, preguntó hacia York pero el guardián no contestó. Beth se encogió de hombros ante la mirada interrogante que Will le dirigió. Pasó casi un minuto más antes de que York girara la portátil y le dejara ver la pantalla. -Vladimir Casillo murió hace trece meses. 123


Beth miraba en la pantalla una noticia, la fotografía de un hombre de unos cincuenta o sesenta años en la pantalla, la expresión petulante de su rostro, el hombre que Will había deseado matar, comprendió. -¿Cómo murió? -Infarto-, contestó York arqueando una ceja. -No fue así en realidad, no fue un infarto, ¿verdad?-, preguntó Beth a York y él negó con la cabeza lentamente. -¿Quién?-, fue la única palabra que salió de los labios de Will, su mandíbula tensa, sus manos cerradas en puños. -Yago, pero él desconoce que yo lo sé, no se nos permite matar. El silencio cayó entre ellos como un manta, Will se levantó del sofá con lentitud y se alejó de ellos. -¿Has sabido algo?-, preguntó Beth tratando de aligerar la tensión y York negó con la cabeza. -¿Crees que el Consejo apruebe lo que hicimos?-, murmuró mirando a su guardián y él permaneció sereno, aunque ella pudo notar una sombra de duda en sus ojos. -Debemos confiar en la sabiduría del consejo. Will se burló de eso. -¿Que sabiduría?, mandaron dos recién nacidos a un mundo plagado de peligros, quieren usarnos como máquinas de reproducción sin impórtales

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nada más-, su voz sonaba molesta casi quebrada, desapareció por el pasillo antes de que cualquiera pudiera decir nada más. Beth se estremeció, pues sabía que tanto ella como York creían que Will tenía razón.

Ramir

Menfis salió de su cámara, un espacio reducido, de paredes blancas, donde solo había un colchón y una estantería con su ropa. Se ajustó mejor su chaqueta y sonrió con impaciencia, escuchó unos pasos tras de él y luego la "niña" estuvo a su lado. -No deberías sonreír tanto, alguien podría deducir que tú planeaste esto-, dijo ella casi regañándolo, pero quién se creía que era. -No tuve nada que ver, solo sigo ordenes-, dijo con suficiencia. -Te beneficia ser el que vaya a la Tierra. -Claro que sí, ¿por qué negarlo?, la pareja de guardines favorita del consejo cometió un error, merecen ser castigados. Ella le entrecerró los ojos y él avanzo más rápido, odiaba que le hubieran asignado como compañera a alguien tan simple como la hembra a sus espaldas.

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CAPÍTULO XIII

Yago permanecía de pie en una habitación blanca, ni una sola cosa alrededor, el contraste con la Tierra era mucho mayor allí adentro, en Ramir no había espacio para los detalles como el mobiliario si no era de utilidad y ya que ese cuarto era utilizado para la meditación de Caroline da Ram, la “decoración” era perfecta. Había expuesto la situación de su misión al Consejo, lo había dicho todo y sabía que no había servido de nada, lo había sabido desde el principio. En un planeta donde lo que prevalecía era la mente, la expansión del conocimiento y el poder mental, hablar de deseos y de sentimientos era sobrestimado. Quería conocer la respuesta del Consejo pero cuando había terminado de hablar le habían dicho que sus servicios estaban cumplidos y que saliera de la sala. Había estado a punto de desobedecer, de exigir que le dijeran que era lo que designarían para York, Beth… y Will.

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Solo de pensar en él un peso muerto se alojó en su pecho, estaba tan lastimado, tan dolido, era su culpa. Mirar las paredes blancas terminó con su paciencia, dio un puñetazo a su costado, la superficie siguió perfecta, el material era duro pero no lo había lastimado con el golpe. La puerta se abrió y él apretó los puños. -Tardaste. Yago ya le había dado el debido respeto cuando había estado frente al Consejo, pero cuando estaban solos, no le debía nada. Ella no se había explicado cuando mentalmente le había trasmitido su mensaje. Wi neet to tald. El idioma de Ramir era muy parecido al inglés de la Tierra. -No es tiempo de tus mezquindades Yago. -Nunca te han importado Carolina. Dijo su nombre en español a propósito, ellos tenían talento para las lenguas, ella lo entendería si prefería hablar en ese idioma. -Una vez me importaron-, afirmó ella alzando la barbilla, llevaba ropa austera a pesar de ser un miembro importante del Consejo, solo un pantalón flojo y un blusón con trasparencias, ambos negros, lo que importaba de ella era su mente, tan poderosa, tan talentosa.

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No importaba que fuera la hembra más bella que él hubiera visto en su existencia, con el cabello negro, los ojos profundos, tan oscuros que parecían casi negros pero eran de un azul marino inimaginable, la piel blanca y deseable. Willem. Yago cerró los ojos tratando de serenarse. La odiaba. Por eso había entendido a York, sabía que los guardianes sí podían tener sentimientos. -No cumpliste con tu misión-, sentenció ella y él sonrió. -Por favor Calo, si esto era lo que teníamos que hablar no estoy dispuesto a escuchar. -Eres débil. -Como dije, no estoy dispuesto a escuchar, ¿sabes que es lo peor?, aún quedaba en mí un poco de esperanza. Ella ladeó la cabeza, pareciendo hermosamente confundida. -¿Qué es la esperanza? -No vas a preguntar por él. Una afirmación no una pregunta. -Regresaré a la Tierra-, dijo Yago a modo de despedida, ella evitó que él pudiera desaparecer, de eso y más era capaz su mente. -Enviaron a Menfis. 128


Yago sintió que el peso en su pecho podría sofocarlo. -¿Qué?-, pasó una mano por su barba. Había sabido que el Consejo no los apoyaría pero no creyó que enviarían a un cazador, Menfis era el guardián más ambicioso que él conocía, solo le interesaba aprender, desarrollar su mente, ser poderoso. -Sus órdenes. -Traer a York y vigilar si la unión del guardián y la hembra da fruto. -No puedo creer que te tomaras tanto tiempo en decírmelo-, exclamó dispuesto a irse en ese momento, ella lo detuvo, de nuevo. -¿Cómo está mi hijo? Yago cerró los ojos de nuevo, incapaz de verlo pero teniendo el rostro duro e inexpresivo de Willem Lleser en su mente. -Mal, nuestro hijo está mal.

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Beth debía estar teniendo una pesadilla, se había ido a dormir envuelta por el calor del cuerpo de York, ambos estaban tensos aun esperando noticias de Yago, sin éxito. Sorprendentemente se había dejado llevar por el sueño fácilmente, pero ahora todo parecía irreal, tal vez en algún momento el plácido descanso se había convertido en eso. 129


Había sentido el cuerpo de su guardián tensarse, le dijo que no se moviera y se había levantado de la cama. Cuando Beth giró el rostro abrió los ojos con sorpresa al ver a un hombre de pie frente a York. Su guardián solo llevaba unos pantalones vaqueros oscuros y el torso desnudo, el desconocido iba vestido todo de negro, con un material parecido al cuero en sus pantalones y su chaqueta, lo hacían parecer rudo y oscuramente atractivo. -¿Qué haces aquí?-, preguntó York en un tono cortante. El desconocido ladeó la cabeza como si intentara mirar a Beth a través de su guardián. -Ella es la hembra por la cual perderás todo. -Vete Menfis. -No sigo tus órdenes York-, replicó el hombre con una sonrisa de suficiencia. Era uno de ellos, entendió Beth pero no trasmitía la tranquilidad de Yago o la ternura de su guardián. El desconocido levantó una mano y señaló dos dedos. -Podemos hacer las cosas de dos formas, difícil o fácil, para ti, claro está. Difícil, me permites demostrar que soy mejor que tú, sabes que no ganaras con tus pobres poderes de novato contra mí. Fácil, te dejas capturar rápidamente y nos vamos de este planeta. 130


Beth se levantó olvidando lo que York le había dicho anteriormente. -¡No! Tomó el brazo de su guardián y pegó su cuerpo a su espalda. -Difícil-, murmuró el desconocido, York se giró hacia ella. -Quédate aquí. -No, no, resiste, ¡pelea!-, pidió ella con su corazón latiendo rápidamente, el miedo envolviéndola, esto no era una pesadilla, era real. York sonrió, esa sonrisa que ella amaba tanto. -Pienso hacerlo, agáchate. Beth lo hizo y en un parpadeó ambos hombres luchaban, movimientos rápidos de sus cuerpos, energía condensándose, golpes precisos. En ciertos momentos ella creía que su guardián podría ganar luego pareció que el desconocido había dejado de divertirse y sus movimientos se volvieron más precisos, él era más hábil. Había llamado a York novato. Beth gritó cuando su guardián cayó al suelo, su cuerpo se estremecía con el esfuerzo de levantarse. El desconocido se acercó y colocó su mano sobre la cabeza de York. -Dormirá durante el viaje-, murmuró mientras Beth corría al lado del hombre que amaba gritando una negativa que no era escuchada, justo antes de que el golpe de energía diera contra la nuca del hombre que amaba algo

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golpeó el costado del desconocido haciéndolo tambalearse y evitó el contacto. Beth sintió que sus manos temblaban cuando ayudó a su guardián a enderezarse. Yago entró a la habitación colocándose entre ellos y el desconocido. -No evitaras que cumpla mis órdenes, guardián. -Tus órdenes no son matarlo. -No iba a hacerlo. Beth quería que Yago hiciera daño al hombre, quería que lo destruyera pero él no se movió cuando el desconocido llegó hasta York y colocó una especie de esposas en las manos de su guardián dejándolas fijas a su espalda. -Estas arrestado por órdenes del Consejo. -¡No!, ¡no!, no te lo llevaras, ¿me oyes?, primero tendrás que matarme-, gruñó Beth odiando el chillido agudo en su voz. -No digas eso, nunca lo digas-, murmuró York mirándola, se inclinó y besó sus labios antes de levantarse orgulloso mirando de frente al desconocido. El tipo la miró, había cierta curiosidad en sus ojos que desmentía la maldad con la que actuaba, le hizo una seña a su detenido hacia la puerta y York avanzó, Beth quiso detenerlo pero Yago la detuvo, salieron hacia la estancia del departamento, una leve sensación de alivio cruzo su cuerpo cuando se dio cuenta que Will estaba sentado en el sofá luciendo rabioso 132


mientras una jovencita lo vigilaba, una jovencita vestida totalmente de negro como el desconocido. -Lo lastimaste-, dijo la joven con voz acusadora, el desconocido la ignoró. -Eres un salvaje-, acusó ella. -Ten un poco de respeto, niña. -Lo tendré cuando te lo merezcas, las órdenes eran llevarlo a Ramir, no atacarlo. -Semántica-, replicó el hombre encogiéndose de hombros. Beth miró a su guardián buscando sus ojos, él lucía derrotado. -York-, le llamó tragándose el nudo en la garganta. Alzó la vista, enfocándose en ella y solo en ella. -Lo haría mil veces más, te encontraría, te protegería, te amaría, pero no soy lo suficientemente fuerte. Lo siento. Ella quiso ir hacia él, Yago no se lo permitió. -Espera-, susurró a su oído el viejo en voz muy baja. -Despídete York-, dijo él desconocido burlón y Beth miró como su guardián intentaba sonreír. -Te amare toda mi existencia en esta forma y en cualquiera. -Hablas como los humanos-, afirmó su opresor en forma despectiva y se dirigió a la jovencita. -Vámonos. 133


En segundos que parecieron infinitos pudo mirarlos claramente, el desconocido era tan alto como York, también era rubio, sus ojos también eran azules, pero mientras los de su guardián le recordaban el cielo, los del desconocido eran de hielo, tenía los labios carnosos aunque estaba segura que nadie querría acercase a un ser que desprendía tanta animosidad. Era un contraste con la jovencita a su lado, con su brillante cabello largo, su rostro de corazón y sus ojos dulces. Miró a su guardián, recordó la primera vez que vio su sonrisa. Los tres desaparecieron en un parpadeo. -¡York!

No, no, no.

El grito de Beth se ahogó en su garganta, se giró hacia Yago y él no opuso resistencia ante sus puñetazos contra el torso masculino. -¿Por qué no hiciste nada?-, lloró sin poder contenerse. -Hubiera salido lastimado-, afirmó Will desde el sofá y Yago asintió. -La única forma de evitar que Menfis se llevara a York era matarlo y si lo hacía nada evitaría que más guardianes vinieran, solo tenemos una oportunidad de hacer que liberen a tu guardián pero no aquí. Will chasqueó la lengua.

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-No hare ningún viaje planetario de mierda-, advirtió mientras Beth se limpiaba con rabia las lágrimas de sus mejillas.

A pesar de las palabras dichas, una hora después no había nadie en el departamento.

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CAPÍTULO XIV

Beth no sintió nauseas esta vez, ya no sentía nada más que un vacío que parecía querer devorarla, había sido tan ingenua, ni en sus más locas pesadillas había imaginado que se llevarían a York, como si él fuera el culpable de un vergonzoso crimen. Parpadeó al notar que se encontraban en el desierto, el calor asfixiante se metió en su piel, sus ojos captaron los matorrales bajo sus pies, Will giró su rostro mirando a ambos lados mientras Yago comenzaba a caminar. Estaba llena de rabia contra el guardián, aunque sonara lógico no provocar un enfrentamiento que probablemente hubiera sido fatal aún se resentía porque él no había ayudado a York, no había hecho nada. -¿Que putada?, ¿Dónde estamos?-, gritó Will hacia Yago con un destello de la misma rabia que ella sentía.

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El guardián no les respondió hasta que caminaron varios pasos hasta alcanzarlo. -Estamos en un puente. Beth lo recordaba, York le había explicado como viajaban entre Ramir y la Tierra, aquella eran una de las zonas muertas. -¿Dónde?-, exigió Will mientras Yago les colocaba una mano en el hombro a cada uno. -La llaman la zona del silencio. México Beth casi se sorprendió por aquella información, hace solo unos minutos habían estado en tierras españolas, aunque sentir sorpresa a esas alturas ya estaba fuera de lugar. Al final no sintió nada cuando cerró los ojos y el vértigo la tomó por sorpresa mucho más intenso que cualquier cosa que hubiera sentido antes en una trasportación.

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-Mierda-, escuchó la exclamación de Will antes de que las arcadas le hicieran separarse y correr dos pasos antes de vomitar sobre la hierba verde.

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Luchó por enderezarse y por el rabillo del ojo captó como el guardián trataba de ayudar a levantarse a Will y éste alejaba molesto la mano de ayuda. Sus ojos parpadearon varias veces ante el paisaje frente a ella. Estaban en medio de un hermoso bosque, todo verde y húmedo, silencioso, aterrador. Por poco y creyó que Yago los había engañado y los había dirigido a algún lugar de la Tierra que incluyera tantos arboles enormes pero el aire era diferente, notó después de unos momentos, más denso, le costaba respirar un poco y al mirar el cielo, las tres esferas a modo de lunas rosadas desmentían la idea de que aún seguía en el mundo que conocía. Will se había levantado completamente y escupió antes de encarar al guardián. -¿Y ahora qué? -Ahora debo pedir un favor-, explicó Yago y Beth que jamás había detectado el más mínimo sentimiento en su fachada no puedo más que sorprenderse antes el odio con el que salió cada palabra.

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Debería haber empezado a contar cada segundo desde que Yago se había alejado de ellos para “llamar” a alguien, si hubiera llevado la cuenta ahora sabría cuantos minutos estaban perdiendo en aquel bosque extraño. El miedo y la desesperación iban ganando terreno, las palmas de sus manos tenían marcas de uñas cuando presionaba sus puños con fuerza. -No han pasado más de veinte minutos-, le dijo Will en voz baja, estaba sentado a su lado, era la primera vez que le hablaba desde que habían llegado. -Es demasiado tiempo, pueden estar haciéndole daño, pueden… todo es mi culpa. -No obligaste a la niñera a hacer nada, se bajó los pantalones con mucho gusto. Beth se levantó, no podía soportar los comentarios de Will en esos momentos, sabía que solo era una fachada, pero en ese momento no podía con ellos. -Él es fuerte, no siguió luchando antes por temor a que salieras lastimada, pero estoy seguro que dará pelea. Beth se giró y sintió como la garganta se le cerraba al mirar al hombre sentado frente a ella. Le sonrió incapaz de decir nada. Quería creerle, necesitaba creerle.

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-Deja de molestar mi mente-, la voz altiva y claramente femenina les hizo sobresaltarse, ambos fueron hacia Yago rápidamente. -No tengo tiempo para esto Calo. -Ni yo para ti. -¿Quién es?-, la pregunta de Will parecía salida de sus labios sin pensarla, miraba a la hermosa mujer frente a Yago fijamente. Ella dejó su expresión altiva y dio un paso hacia atrás como si el solo sonido de la voz de Will la aterrara. -Menfis entregó a York. -Sí, lo hizo-, respondió la mujer sin tratar de alejar la mirada de Will.

En un primer momento Beth había pensado que aquello era muy parecido a un vínculo de apareamiento surgiendo pero después notó que no había deseo en la mirada de ninguno de los dos, era más bien, anhelo. -¿Quién es?-, Willem repitió con verdadera desesperación en su voz, Yago se giró hacia él y sus ojos parecían demasiado viejos. Antes de que pudiera contestar la mujer bajó los ojos y negó con la cabeza. -Soy solo alguien con el poder de ayudarlos.

Del bosque habían pasado a una especie de metrópoli muerta, grandes edificios grises claro sin ventanas formaban bloques uniformes. 140


No había ni un solo auto u otro medio de trasporte a la vista. Se encontraban frente al único rascacielos blanco, la estructura era imponente y aterradora. -Vamos-, la mujer, una de los miembros del Consejo o eso les había explicado Yago, tocó el hombro de Beth mientras Yago trasportaba a Will. Se encontraron en un parpadeo dentro de un pasillo iluminado tenuemente, las paredes del mismo blanco que el exterior, sin ningún adorno a la vista. -¿Dónde estamos?-, preguntó Beth mientras la mujer la miraba como si la pregunta fuera innecesaria. -En el área de retención. Caminaron durante algunos minutos antes de que se quedaran frente a lo que parecía ser una puerta, había un pequeño círculo negro sobre ella. -¿Sin guardias?-, preguntó Will y la mujer señaló el circulo. -Ya saben que estamos aquí. -Voy a entrar-, habló ella con voz altiva hacia la cámara y esperó regia y sin inmutarse, después de un minuto en que las esperanzas de Beth casi murieron la puerta se abrió y les dejó ver la oscuridad de su interior, no se veía absueltamente nada. -¿York?-, preguntó Beth en voz baja, reteniendo el sollozo de su voz. Hubo un sonido entrecortado y luego pudo distinguirlo entra las sombras, su guardián surgió de la penumbra, tenía el pómulo hinchado y el 141


labio partido pero estaba ahí, abrazándola, su cuerpo protegiéndola de nuevo. Beth hundió el rostro en su pecho mientras decía su nombre una y otra vez.

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York se separó un poco de ella, aunque solo lo suficiente para notar que Yago y Will esperaban en la entrada y justo a su espalda, Caroline da Ram.

¿Ella los había ayudado?, ¿Por qué?

York nunca había creído que lo que se contaba en los compartimientos de los guardianes fuera cierto, habían dicho que una vez se creó un vínculo entre un guardián y un miembro poderoso del Consejo. Se obligó a dejar de lado aquel pensamiento. No importaba, al final era sus secretos, no los de York, él ya tenía todo lo que le importaba en sus brazos y no dejaría que nada ni nadie se lo arrebatara. -Tenemos que irnos de aquí, necesitamos ponerte a salvo y este planeta no es el lugar-, dijo en voz baja al oído de Beth y ella negó con la cabeza, separándose, besando sus labios brevemente. 142


Ella negó con la cabeza, habló en voz baja, solo para ellos. -Siempre nos perseguirían, esto tiene que terminar, estaremos juntos, pase lo que pase. Tomó aire y lo miró directamente a los ojos. -No huiremos. -Beth-, Will exclamó disgustado y ella volvió a negar. Ella lo ignoró, se giró y miró a Caroline. -Quiero hablar ante el Consejo-, pidió viéndose más imponente incluso que la mujer mucho más poderosa frente a ella. Él se lo había dicho, Beth era más fuerte de lo que pensaba. York sujetó sus hombros, dándole su apoyo. Cediendo a su amor, si llegara el momento vería el modo de sacarla de ahí.

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CAPÍTULO XV

-Eso es imposible, el Consejo no está disponible para que cualquiera tenga una audiencia-, la voz de Caroline era altiva pero había un tinte de respeto en su tono al dirigirse a Beth. Yago cerró los ojos pensando en la mejor manera de sacarlos de Ramir, Calo tenía que ayudarlo, si lograban salir jamás regresaría a ese planeta, ahí ya no quedaba nada para él. Ahora lo entendía -Caroline iz rigdt Se enderezó por completo separando sus pies para colocarse en una posición de ataque, Will a su lado hizo lo mismo, Yago iba a morir antes de dejar que él, York o Beth fueran separados o lastimados. Calo se volvió con la barbilla en alto, sin hacer notar que había sido pillada ayudando a los “malos”.

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-El Consejo no te concederá una audiencia, pero estoy dispuesto a concederles una entrevista en privado-, siguió el recién llegado ahora en español, Jaxon.

York se movió para colocarse al lado de Beth mientras ella veía al hombre con curiosidad y algo de temor. -Jaxon preside el Consejo-, explicó Calo, Yago sabía que los dos habían tenido una lucha incesable por el poder, había una diferencia de más de cincuenta años entre los dos, a pesar de que el líder del Consejo no parecía mayor de treinta años humanos, Jaxon ya había llegado al límite de sus capacidades, Caroline no, él lo sabía, por eso la consideraba su rival. Yago no dudaba ni por un segundo que las cosas se les habían complicado aún más. -¿En esa audiencia privada podemos defender nuestra situación?-, preguntó Beth con voz sorprendentemente firme, Yago podía entender porque York se había entregado a ella, era una mujer fuerte, valiente y hermosa. Jaxon les regaló una sonrisa que el guardián había aprendido a odiar y les indicó el pasillo sin otra palabra, no tenían ninguna opción salvo seguirlo. Después de varios minutos entraron a otro gran cuarto blanco en el cual solo había dos sillones gris claro. 145


Una sala de reposo para un miembro del Consejo. Jaxon los invitó a sentarse, todos permanecieron de pie frente a él, era muy arrogante que no estuviera apoyado por guardianes, si lo atacaran, sus poderes eran aún mayores, salvo quizás por Caroline pero la lealtad de la mujer era algo que Yago jamás había entendido, así como su corazón.

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Beth inhaló profundamente y se obligó a mirar directamente al extraño hombre frente a ellos, su piel estaba realmente pálida, como si fuera una persona que no tomara ni el más mínimo paseo a la luz del sol. Su cabello era de un color rubio muy claro, el contraste con su piel lo hacía parecer aterrador, para terminar los ojos gris pálido lo hacían parecer que dentro no había nada más que un ente sin alma. -No voy a dejar que lastimen a York-, comenzó ella sintiendo la presencia reconfortante de su guardián cubriendo su espalda. -Niña, nadie va a lastimarlo, su castigo era un periodo de confinamiento para que su mente volviera a centrarse, después sería reasignado. Ella sintió un chispazo de alivio que pronto desapareció, la vida de su guardián no había estado en peligro antes, ahora no tenía ni idea. -Mi mente no necesita centrarse, no seré reasignado-, el aliento de York acarició su sien, el tono de su voz no dejaba lugar a dudas de que nadie 146


lograría que él siguiera las órdenes del Consejo o cualquier habitante de Ramir. -¿Cuál fue su falla?-, preguntó Beth, creyendo que si podía entender un poco al hombre podría tratar de convencerlo de alguna forma. -Rompió el vínculo de apareamiento, los nexus son elegidos por una razón que él no debió ignorar-, la voz de Jaxon sonaba aburrida -Tenemos un vínculo más poderoso. El hombre ladeó la cabeza, sonrió de nuevo como si ya supiera la respuesta a la pregunta que iba a formular y la subestimara. -¿Qué vinculo? -El amor-, contestó York haciendo que Beth sonriera a pesar de estar encerrada en un cuarto increíblemente poco acogedor, en un planeta desconocido. -Define eso que tú llamas amor, guardián. Jaxon pidió volviendo a sonreír, Beth comenzaba a odiar el gesto. -No puede definirse, debe sentirse-, la voz de York sonó segura y altanera como si el que el líder no fuera a sentir amor nunca, lo hiciera débil. Jaxon también debió de notarlo porque su gesto se endureció, negado con la cabeza lentamente varias veces. -Este planeta se rige por la lógica, las razones, la mente sobre cualquier otra cosa, usemos esas bases, si analizamos la situación adecuadamente

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podrá observar que nada ha cambiado el resultado de la misión de Yago y York-, Beth llamó su atención nuevamente. Jaxon la miró fijamente durante un largo momento. -Prosigue. -Quieren que nazcan en la Tierra niños de Ramir, fruto del apareamiento entre seres de Ramir, los futuros líderes de los humanos, mi unión con York aún puede dar a esos niños, aún podemos asentarnos en la Tierra y criarlos, ellos conocerán sus orígenes, se les enseñara a desarrollar sus capacidades. Beth omitió expresar que cualquier hijo que ella y su guardián tuvieran la fortuna de tener, se criaría con lo mejor de las cualidades humanas que lo alejarían de parecer un ser tan insensible como el hombre que estaba juzgándolos. -Deberán ser vigilados. Jaxon habló, una resolución que no los dejaba tranquilos. -No-, York replicó, no estaba dispuesto a esa condición. -Puedo protegerlos-, su guardián pronunció con voz firme, Yago y Will se colocaron a su lado. -A menos de que la vigilancia sea un clase de amenaza, no hay razón para que pongas esa condición. Jaxon los miró a todos centrándose en Caroline por un largo momento. Beth podría jurar que parecían comunicarse mentalmente. 148


-El Consejo aun querrá saber cómo evolucionan esos niños. -Lo sabrán pero no podrán interferir-, explicó Beth sabiendo que estaban a punto de saber si morirían luchando o volverían a la Tierra. -Los argumentos de esta audiencia han sido interesantes, daré una oportunidad al vínculo creado entre el guardián y la hembra. A pesar de las palabras del líder del Consejo, nadie se movió. -Haz un decreto-, la voz de Caroline retumbó por la habitación, Jaxon entrecerró los ojos hacia ella. -Los decretos son ley en Ramir, romperlos es lo único que se castiga con la muerte en este planeta, si el rompiera su decreto, su posición en el Consejo desaparecería-, explicó la mujer con una sonrisa bailando en sus labios, sin asentarse totalmente, Yago dio un paso hacia ella como si entendiera la conversación que se había estado llevando a cabo entre los dos miembros del Consejo. -Entiendes lo que pides-, Jaxon expresó sin el tono de pregunta cuando se dirigía a Caroline. -Sí

Una pantalla digital se encendió en una de las paredes y Jaxon comenzó a hablar con voz digna de un mandatario petulante. -Se decreta el presente día que el vínculo entre el guardián York da Gard y la hembra llamada Elizabeth Lazcano se respetará y se considerará 149


importante para este planeta, el Consejo no puede intentar separarlos nuevamente, los frutos de esta unión serán los primeros enviados de Ramir para la salvación y colonización del planeta Tierra. Beth creyó que había terminado todo, quería girar y abrazar a su guardián con fuerza pero el hombre siguió hablando. -Este mismo día también se decreta que el macho llamado Willem Lleser queda liberado de su obligación para con el Consejo. Finalmente, se destierra del planeta al guardián Yago da Gard y a la honorable miembro del Consejo Caroline da Ram, si regresan a Ramir se consideraran culpables de romper este decreto. La pantalla en la pared se apagó y Jaxon lo miró con la misma sonrisa de pesadilla. -Váyanse.

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CAPÍTULO XVI

Yago no podía dejar de mirar a Caroline, no podía apartar sus ojos de la mujer por la cual había sentido emociones que nublaban su juicio, su razón. La misma mujer que llevaba odiando años y que al final solo lo había protegido. Ella había dejado que mandaran a Willem a la tierra y hacer que él pensara que ella lo había querido así, todo para que Jaxon y el Consejo no los condenaran a muerte. Hasta ese día lo había entendido. -Calo-, llamó cuando aparecieron de nuevo en el bosque de la zona norte de la ciudad central, York y Beth aún estaban abrazándose y susurrándose cosas al oído mientras Will se alejaba caminando con gesto perezoso. -No es momento para hablar-, dijo ella en su mente, sin siquiera mirarlo.

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Yago quería sujetarla por los brazos, quería sacudirla hasta exigirle que le diera alguna explicación. ¿Por qué no le había dicho la verdad? -Es mejor que dejen de perder el tiempo, hay que largarnos de aquí-, exigió Will mientras Yago cerraba los ojos, iba a pasar el resto de su existencia ayudando a su protegido, a su hijo, a sanar.

York tomó la mano de Beth y ella cerró los ojos ocultando el rostro en su pecho, ambos desparecieron sin otra palabra. Yago tomó el hombre de Will y ambos giraron al mismo tiempo hacia Calo, como si fueran incapaces de dejarla atrás. Ella miraba el cielo, cerró los ojos y se quedó un momento así, inmóvil y hermosa. -¿Podemos irnos?-, preguntó Will a la mujer y ella abrió los ojos, una tristeza relampagueó en sus ojos antes de que sonriera, alzará la barbilla y desapareciera. -Eso significa sí-, contestó Yago haciendo que Willem lanzara una mirada grosera en su dirección.

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Jaxon estaba convencido que los acontecimientos del día le sería beneficiosos en un futuro muy próximo, todas las probabilidades estaban a su favor, aunque eso no significaba que no tomara sus debidas precauciones. Menfis entró a su habitación de reposo seguido por su compañera hembra, él debía aceptar que ella parecía sumamente atrayente, sentía su potencial, la quería como su pupila pero primero haría que cumpliera una última misión. -Esperamos sus órdenes, señor. Menfis era un guardián talentoso, pero no soportaba su poca inclinación de respeto hacia el Consejo. -Tú y Simelice son asignados a la Tierra, vigilaran el siguiente vínculo por ocurrir, esta vez, espero que lo hagan mejor que Yago y York. -Nosotros cumpliremos nuestras órdenes-, expreso Menfis ofendido, Jaxon lo ignoró. -También deben vigilar si la hembra unida a York esta en gestación, en cuanto se dé un fruto de esa relación deberán informarlo. -¿Qué planea hacer?-, su futura pupila no mostró respeto, Menfis estaba haciendo un pésimo trabajo. -Solo asegurarme que a pesar del cambio de planes, logremos que empiece la crianza de los futuros dirigentes del planeta Tierra

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Jaxon alzó un mano despidiéndolos, sus otros planes no era importantes para los guardianes frente a él.

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Beth no puedo evitar sonreír cuando miró la ya familiar estancia del piso de Will, varias lágrimas se escaparon de sus ojos y se abrazó a su guardián que pronto puso sus brazos alrededor estrechándola con fuerza. -Estás a salvo-, le dijo York en voz baja y ella asintió. -Estamos a salvo. Beth se separó tenuemente cuando la ex integrante del Consejo apareció frente a ellos, seguida de Will y Yago, en cuanto su amigo miró su apartamento, suspiró y buscó sentarse en el sofá, la pierna debía estarle doliendo. Cerró los ojos y recostó la cabeza en el respaldo, por varios minutos nadie dijo nada, todos lo veían. Will lo sabía, al final como un gran espectáculo suspiró de nuevo y miró a York. -Ve a divertirte niñera, al menos uno de nosotros podrá follar como celebración-, murmuró y eso hizo reír a Beth que se acercó y se inclinó para besar su mejilla. Él levantó las manos. 154


-Joder tía, eres demasiado cariñosa, se te ha olvidado que no me caes bien. Beth se acercó a York de nuevo y éste entrelazó sus manos, Will siguió con su pequeño espectáculo, miró a su guardián y a la mujer.

-Podéis quedaros aquí mientras encuentra un lugar para vivir en este jodido planeta. Yago lo observó por un largo momento, la mujer alzó la barbilla, abrió la boca para decir algo pero al final ambos enderezaron su espalda e inclinaron sus cabezas. -Gracias-, dijo Yago con una media sonrisa bailando en sus labios. Beth notó un brillo de esperanza en sus ojos aunque tal vez solo fuera solo su imaginación. -Volveré pronto a visitarte-, le dijo a Will y él se burló. -Hazme un favor ¿sí?, olvídate mi dirección. Beth omitió la contestación, alzó su rostro hacia su guardia y le sonrió. -¿Nos vamos a casa?

York no pidió más explicación, después de un leve cosquilleo en el estómago estuvieron en su pequeño, “aburrido” y cálido departamento.

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Hera llegó caminando con paso majestuoso hasta ellos, se estiró arqueando su cuerpo y luego pidió a su guardián la alzará en brazos, estirándose contra sus piernas. Él la levantó y Beth se alzó de punta y unió sus labios con los de York. -Te amo-, murmuró contra su aliento, al separarse su guardián tenía la misma sonrisa infantil y juguetona que la había fascinado desde el principio. -Y yo te amo.

Se abrazaron presionando a Hera entre sus cuerpos, por una vez la gata no se quejó, como si también estuviera disfrutando el momento.

No sabían a ciencia cierta que les deparaba el futuro pero se tenían el uno al otro, la respuesta a los problemas de la Tierra debían solucionarlas los humanos y ella haría todo lo que estuviera en sus manos para que esto fuera así, en cuanto a York y a sí misma, compartían un nexo más fuerte que cualquier otro lazo físico o mental que pudiera existir, un vínculo irrompible, humano y muy poderoso.

FIN

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ACERCA DE LA AUTORA Celia Terrones es una joven mexicana que disfruta una buena tarde de lectura, ir al cine o teclear en la computadora un capítulo tras otro. Informática de profesión, en su tiempo libre echa a volar la imaginación creando historias. Siempre le gustó leer, adora la poesía y las novelas históricas, desde hace unos años escribe sin que pueda imaginar detenerse, lo que explica su variedad de libros navegando por la red.

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