Familia

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LA HISTORIA: Incidencia de la religión en la constitución de la familia. El sentido que establece toda religión en torno a una prohibición se relaciona con evitar un acto, determinando cuáles de ellos son los prohibidos y estableciendo los modos de expiación luego de transgredirlos. Durante las celebraciones festivas se autoriza dicha transgresión, pero de forma simbólica, es decir, por medio de los rituales. En la Antigüedad, en la familia romana, los cónyuges vivían en la casa paterna aún luego de casarse y tener hijos. La religión era un elemento esencial en la vida familiar, conservándose los ritos de una generación a otra y siendo el padre, el encargado de su transmisión. Los romanos designaban “pietas” a la actitud de respeto por los ritos para mantener las cosas en su lugar. Se relaciona con el verbo “piare” que significa eliminar un mal presagio, un crimen. Para los hijos los “pietas” consistían en obedecer al padre de acuerdo a la jerarquía natural. La familia se hallaba sólidamente constituida y el padre inculcaba a los hijos un sistema rígido de valores como el respeto por los antepasados, los renunciamientos y una estricta devoción a los dioses. El Pater- Familias contenía la idea de poder, autoridad majestuosa. El sentimiento de veneración que se le tenía era similar al del soberano o pontífice. El padre no sólo era el hombre fuerte sino que poseía la facultad para hacerse obedecer: era el sacerdote, el continuador de los antepasados, el depositario de los ritos del culto, es decir que toda la religión residía en él. Como un relicto del padre de la horda primitiva. Con la caída del imperio romano, la iglesia queda como único referente unificador, siendo el Papa, la máxima figura de unidad frente al Imperio Bizantino. Todos los pueblos cristianos pertenecían a una iglesia que era gobernada desde Roma y que estaba en el centro de la vida de la comunidad. Esta iglesia establece nuevamente el imperio de occidente para fortalecer su poderío y demostrar su supremacía. Mientras tanto, el poder feudal va creciendo y con él el triunfo eclesiástico. Cuando nace la familia occidental, la iglesia establece pautas para la realización del matrimonio, como son el modelo monogámico y la elección basada en el amor. De ese modo el poder eclesiástico se enfrenta a los reyes, cuyas alianzas imperiales se establecían en base a acuerdos económicos y territoriales. La lucha por el poder y el imperio, involucraba a los lazos familiares. El papado ejerce el control directo sobre las tierras de Europa, fiscalizándolo a través de los tribunales eclesiásticos. Es así como la unidad europea pasó a depender de la iglesia. El miedo a la muerte, potenciado por la existencia de enfermedades que diezmaban a las poblaciones, como fue el caso de la llamada “peste”, llevó a un incremento de la fe. Los predicadores comienzan a plantear el padecimiento de la enfermedad como castigo a los pecados cometidos, mientras la iglesia obtenía dinero de la venta de indulgencias. Así el perdonador o “bulero” recorría los pueblos vendiendo las bulas (perdones otorgados por el Papa). Luego de la Cruzadas, que habían intentado mantener el dominio de la iglesia, surge una nueva clase social, la burguesía, que interviene en el enfrentamiento entre reyes y señores feudales. Paralelamente va cesando el régimen preferentemente agrícola y surgen nuevos métodos de trabajo e industrias. El hombre ya no sueña con ser santo o héroe, sino que su objetivo pasa a ser el enriquecimiento. Cae el feudalismo y es reemplazado por una monarquía absoluta, ingresándose en los tiempos modernos. Ello liquida el inmenso poderío papal de la mayor parte de la Edad Media, poniéndose en discusión la autoridad de la iglesia y su afán por controlar el espacio de influencia. La nueva sociedad burguesa se sustenta en tres principios: la propiedad privada, la religión monoteísta y la monogamia. El amor característico de la familia tradicional es el amor romántico, que surge coincidentemente con la Revolución Francesa y en él hay una elección por parte de la pareja. El modelo que se mantiene durante toda la modernidad ubica al hombre en el espacio social y a la mujer en el hogar, remitiendo lo masculino al poder, al éxito, la competencia, lo público, lo político, lo económico y adjudicando a lo femenino la maternidad, el cuidado de los otros, la emoción y la ternura. El hombre va generando transformaciones en los modos de vinculación, pero manteniendo formas de dominio y de poder sobre la mujer y los hijos, que denota la dificultad para renunciar al poderío paterno en términos de padre primordial. Como un retorno que no cesa de insistir; este patriarcado de los tiempo modernos acentúa tanto el sometimiento de la mujer como la primacía masculina en las decisiones familiares. LA PROHIBICION:

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