Revista Dosier

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AÑO 4, N.º 4

Dosier Revista Cultural

Buenos Aires


Dosier Revista Cultural del INSTITUTO EDUARDO MALLEA

Dirección

Año 4, N.º 4 Buenos Aires Buenos Aires, octubre de 2013 www.revistadosier.blogspot.com

SU M A R I O

Adriana Santa Cruz

Redacción Gustavo Ripoll Adrián Vernazza Fernanda Silvente Elena Zanni Rodrigo Espiñeira Mercedes Safont Leandro Kreitz Susana Barceló Norma Cabada Victoria García Valeria Fedorowicz Verónica Cantelmo

EDIT O R I A L B u enos Aire s / 3

LITE R A TU R A Fu n da c i ón mís tica de Buenos A ires / 4 Bu e n o s A ires a la vuelta de los años / 1 0 E l a r te de las callecitas por teñas / 1 5 E l ta n g o como manifes tación popular y l i te ra r i a / 2 0 Bu e n o s A ires hora cero: Piazzolla, Ferrer, y Ma rí a / 2 5

“E l dí a que me quieras ”. Tango vis to des de l a v i dr iera / 3 1

Corrección Mariano Caballero Corina Tagliaferro María Laura Ramos Marcela Álvarez

Fa n tá sti ca Buenos A ires / 3 4 V i a j e l i terar io por Buenos A ires / 3 8 Im p re si ones , fuego y cicatr ices por teñas ; de l a pl uma de Wals h, a s u mes a / 4 0 Cú p u l a s de Buenos A ires , y algo más / 4 4 La s pa si ones populares del por teño / 5 0 Le ye n d a s urbanas : ins inuaciones de lo

Diseño Diego Lemme

i n ta n gi ble / 5 2 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico de grabación o fotocopia sin permiso previo del editor y/o los autores.


Editorial Mi Buenos Aires /tierra florida /donde mi vida / terminaré. /Bajo tu amparo /no hay desengaños, /vuelan los años, /se olvida el dolor. “Mi Buenos Aires querido”, Tango de Gardel y Lepera

Adriana Santa Cruz

E

n este número de Dosier, Buenos Aires es la protagonista. Si bien todas las ciudades son únicas, sentimos que la nuestra tiene una personalidad, un temperamento, que brota en cada esquina; en los aromas de cada vereda; en sus bares y confiterías; en la marea de gente que circula en sus calles céntricas, pero también en la tranquilidad de sus barrios; en todo el arte que se respira a cada paso.

Destino soñado de aquellos inmigrantes que llegaban en barcos en el siglo XIX, aún hoy sigue siendo una ciudad elegida por viajeros de todas partes. Es muy probable que estos mismos viajeros disfruten de Buenos Aires más que nosotros, sus habitantes, que no siempre levantamos la vista para mirar una cúpula, o que no nos detenemos a escuchar al bandoneonista que toca en la esquina, o que no estamos dispuestos a dejarnos sorprender por un mural callejero. Hay una ciudad que no miramos –como nos decía un viejo programa televisivo– pero que, sin embargo, deberíamos mirar. Las páginas que siguen celebran Buenos Aires a través de su cultura, sus tangos, su literatura, su arte, sus monumentos, su historia, sus costumbres y también su misterio. Los invitados a esa celebración no son solo los porteños, sino todos aquellos que sientan que esta ciudad les tocó el corazón y se hizo parte de sus vidas.


Dosier

Fundación mística de

BUENOS

Gustavo Ripoll

AIRES

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.

Literatura

Jorge Luis Borges (1929)

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“La fundación de una ciudad casi siempre implica voluntades que parecen revelar, de alguna extraña manera, cualidades inherentes a los pueblos involucrados” (1966). Esta profética aseveración del sociólogo alemán Frederick Van Dertujenn se disfraza como un hecho que será probado por alguien en algún momento. Algún universitario planteará razones, cualidades y actitudes desde diversas estrategias no exentas de literariedad, e intentará apoyarse en alguna estadística ficcional.

hay otras formas, consistentes en marcar en el calendario la fecha de una invasión que devasta todo lo existente y se autoproclama: Roma, a decires de Dionisio de Halicarnaso,1 parece un buen ejemplo de esto. Sin embargo, si buscáramos similitudes, tal vez Tebas parecería la más cercana a nuestro espíritu. Cuando un oráculo se presenta diciendo “sigue a la vaca”, probablemente serían pocos los porteños que podrían resistirse. Y seguramente irían seguidos por hombres nacidos de dientes de dragón.

Un rápido vistazo a la historia nos revela que existen mil formas de fundar una ciudad. Las hay migratorias, aparentemente pacíficas, como el origen de París, que se rastrea hasta el siglo XI antes de Cristo, con el asentamiento de un pueblo celta llamado Parisii. Pero también

Buenos Aires es una de las pocas ciudades en el mundo que ha sido fundada dos veces. La primera, en 1536, y la segunda, en 1580. Cada una de manera distinta y por personajes distintos; con mentalidad clara y objetivos específicos.

1 Véase

HALICARNASO, D. Antigüedades romanas - Libro I. Barcelona: Gredos, 1984.


La fundación material

Garay no pudo prometer a sus hombres ni oro ni indios mansos, porque no los había. Se comprometió entonces a entregarles tierra y ganado que sí abundaban en la región. Sesenta y dos hombres, y una mujer acompañaron a Garay. De ellos sólo diez eran españoles, el resto eran “hijos de la tierra”, como se llamaba entonces a los americanos. Así imagina Manuel Mujica Láinez la expedición:

Finalmente, el sábado 11 de junio de 1580, Garay funda definitivamente Buenos Aires y planta el rollo en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo. Por supuesto que a la historia oficial se le contraponen otras fuentes que describen los mismos hechos con intereses bien distintos: Lo primero que podríamos contar es que Buenos Aires nació para el delito. El objetivo de la fundación de Buenos

La corona entonces prohibió el comercio a través del puerto de Buenos Aires. Y para impedirlo, eligió a don Fernando de Zárate, amigo y socio del virrey de Perú. El cumplimiento de la orden presuponía la extinción de la ciudad puerto, pero los sobrinos de Zárate, amparados por el tío gobernador, buscaron una brecha en un acuerdo de 1851, firmado entre España y Portugal, por el cual si una nave se hallaba en peligro, podía dirigirse hasta el primer puerto que encontrara y vender su mercancía. Los sobrinos Zárate atendían los dos lados del mostrador. Ellos decomisaban la carga, ellos la remataban y ellos la compraban, todo, por supuesto, a través de hábiles testaferros. De esta forma arribaron “forzosamente” a Buenos Aires centenares de naves portuguesas, holandesas e inglesas, que traían esclavos negros y una variada gama de mercaderías. Estos productos se revendían a precios muy inferiores a la mercadería legalmente procedente de Lima. (Sidoli, 2007)

La fundación mística La historia oficial pone la fundación de la primera Buenos Aires en manos de Pedro de Mendoza. Las riquezas obtenidas en México y Perú habían provocado en España un gran interés por la conquista. Este noble español, enterado de una Sierra de Plata cerca del Río descubierto por Solís en 1516, firma entonces una capitulación

Literatura

Detrás de la carabela, en su estela que se abre en abanico, cabecean los dos bergantines, las embarcaciones menores, las balsas, las canoas. Es una flota diminuta la que marcha río abajo. Y los señores cuentan sus proezas y se mueven como si bailaran, agitando las plumas de los birretes como crestas de gallo, para que Ana, la labradora, sonría. (1950 a)

Esto se debía a que los costos de pasar la plata por el istmo de Panamá eran tan altos, que resultaba provechosa la fundación de una ciudad desde la que se pudiera navegar “hasta algún puerto clandestino español” (1).

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Los motivos de la segunda fundación, que sería la definitiva, son mucho más claros que los de la primera. Probablemente podrían soportar la teoría fundacional que mencionamos en las primeras líneas de este ensayo. Juan de Garay da cuentas al rey, en una carta, sobre la necesidad de fundar un puerto sobre el Río de la Plata, para “que abriésemos las puertas a la tierra y no estuviésemos encerrados” (Barsky y Barsky, 2008: 1871). Así se rompería el aislamiento de Asunción, se frenaría el avance portugués y se abriría un puerto alternativo de salida para los metales del Alto Perú.

Aires fue el delito. […] con el objeto de abrir una puerta, un puerto para el contrabando. Básicamente para el contrabando de la plata potosina. (O’Donnel, 2007: 1)

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con el rey Carlos I. En dicho documento, el monarca lo reconoce como “el primer adelantado del Río de la Plata” y Mendoza se compromete a financiar la expedición a cambio de futuras riquezas para dividir entre las partes firmantes.

Literatura

Esto contradice directamente la teoría en torno al Diario de viaje del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carrera quien afirma en sus escritos haber llegado a las costas del Río de la Plata en 1491, un año antes del descubrimiento oficial de América. “Este hecho explicaba al fin su título de Adelantado.” (Les Luthiers, 1977).

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Otro dato importante surge del diario personal de Baudolino (Eco, 2001), en el que se narra el viaje de quince años efectuado por este enigmático personaje tras la muerte de Federico Barbarroja, en el año 1190. Cuenta Baudolino en su historia que, llegados a tierras del Diácono Juan, pasando el mítico río Santbayón, este inquirió sobre un palacio de Occidente, que suponía ubicado en Roma, del cual había tenido noticias. Entre otras maravillas que se enumeran en el escrito, relata que “se llegaba a la construcción por una escalera donde, en la base de un determinado escalón había un agujero desde donde se veía pasar todo lo que sucede en el universo…” (393). Esta referencia es fácilmente contrastable con la declaración de Borges en “El Aleph” (1949), en la que ubica dicho punto en el sótano de una casa de la calle Garay. Apabullados por esta paradoja, cierta facción de fanáticos borgeanos aseguran que la primera fundación de Buenos Aires se llevó a cabo en Roma, alrededor del año mil de nuestra era; los más fundamentalistas, incluso, aseguran que Roma y Buenos Aires, y en realidad todas las ciudades, son la misma ciudad y que todas ellas fueron fundadas por Borges. Como se puede apreciar, la ubicación de la primera Buenos Aires es un punto de interés y discusión. La versión oficial la sitúa en

el predio actualmente ocupado por el Parque Lezama. Sin embargo, estudios modernos (Schávelzon y Weissel, 2010) concluyen que es poco factible que se hubiera efectuado en dicho predio y proponen la zona de Dársena Sur, cercana a Puerto Madero. También existen documentos que sitúan la fundación en otros lugares de la ciudad. Uno de los más destacados es el que se propone en el poema “Fundación mítica de Buenos Aires”: Prendieron unos ranchos trémulos [en la costa, durmieron extrañados. Dicen que [en el Riachuelo, pero son embelecos fraguados en [la Boca. Fue una manzana entera y en mi [barrio: en Palermo. Una manzana entera pero en mitá [del campo expuesta a las auroras y lluvias [y sudestadas. La manzana pareja que persiste en [mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay [y Gurruchaga. (Borges, 1929: 81)

Existen también otras teorías que, si bien adolecen de base científica y no han podido ser comprobadas, han tomado estado público y actualmente forman parte del colectivo social de los habitantes de Buenos Aires. Una de ellas juzga que la ciudad fue fundada alrededor del año 1905 por cinco inmigrantes italianos, fanáticos del fútbol, que llegaron al territorio actualmente conocido como La Boca en un carguero de bandera sueca. Según esta versión, el lugar exacto de la fundación estaría en el actual predio conocido como Casa Amarilla.


Don Rodrigo Díaz de Carrera

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¿Quién fundó Buenos Aires?

Federico Barbarroja

¿

?

Borges Pedro de Mendoza

Otra teoría bastante divulgada pretende que la primera fundación de Buenos Aires se realizó en realidad en tierra Uruguaya –no se aclara específicamente en qué lugar– y habría estado a cargo de treinta tres orientales, uno de los cuales, se asegura, sería un antepasado directo de Carlos Gardel (Fernández Díaz, 2005). Por último, basada en las líneas que he-

mos utilizado como epígrafe de este trabajo, existe una faceta del pensamiento borgeano que asegura que Buenos Aires nunca ha sido fundada, sino que su existencia es una mera falacia del tiempo. Otro de los aspectos que han inquietado a los investigadores ronda sobre el tema de la existencia de habitantes anteriores a la fundación. Es interesante afirmar que

Literatura

Inmigrantes italianos

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en ambas fundaciones, como ocurrió con muchos descubridores a lo largo de la historia, cuando llegaron a destino ya había alguien allí.2 El Ensamble autóctono de Les Luthiers ilustra este episodio con ciertos cánticos indígenas en celebración del arribo de los españoles: Nos descubrieron, al fin nos descubrieron. (Les Luthiers, 1977)

ro, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente” (3), terminaron por caer en la antropofagia. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos. (4)

Literatura

Estos habitantes anteriores a la llegada de los españoles serían los querandíes, nombrados así por los guaraníes (Casamiquela, 1965), debido a que comían el asado con mucha grasa. Sobre este tema, todos Sin embargo, Schávelzon expone en su los estudiosos tienen un punto de acuer- informe que entre 1925 y 1935 se formó una Comisión Oficial destinada a exaltar do. la memoria, y a resaltar la importancia de Otro de los aspectos que se pone en duda la expedición, destacando todo lo posible sobre la primera fundación es la hambru- sus sufrimientos, hambres y canibalismo. na que habrían padecido los españoles a “La Comisión tuvo grandes problemas raíz de un sitio impuesto sobre el fuerte internos, cambió varias veces de miempor los indios. La versión oficial se apoya bros y terminó firmando los libros con en el libro Viaje al Río de la Plata de Ulrico disconformidad entre sus participantes.” Schmidl (1567), donde se detalla el pro- (Schávelzon y Weissel, 2010: 71). Si bien blema al que se habrían enfrentado los no desmiente de lleno la teoría oficial, al colonizadores: menos la pone en duda.

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La gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo hubo de ser comido. También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había muerto. (68)

Esta versión es defendida por Mujica Láinez en su cuento “El hambre” (1950 a) donde narra cómo los fundadores de 1536 luego de consumir todo lo que estaba a su alcance: “las flacas raciones prime-

Un tercer aporte a la discusión podría desprenderse de los cantos indígenas que recoge Don Rodrigo en su diario de viaje: DON RODRIGO Al conocer sus tesoros despertó mi idea fija. Y al final cambiamos oro por baratijas. LOCUTOR Oro por baratijas. ¡Qué abuso! ¡Qué trueque tan desigual! Después del canje, Don Rodrigo guardó en un enorme cofre lo que había obtenido: montañas de baratijas. (Les Luthiers, 1977)

Este último testimonio sustentaría la existencia de un fuerte comercio de artesanía

Esto no solo era frecuente, sino que ha sido registrado en algunos casos, como el del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carrera, en el cual, inclusive, la ciudad ya había sido fundada. Véase a tal efecto Sobre la fundación en falso de Caracas (Caracoles, 1976). 2


De una forma u otra, al poco tiempo algunos miembros de la expedición decidieron volverse a España, mientras que otros remontaron el río Paraná y fundaron en 1537 la ciudad de Asunción, donde fueron bien recibidos por los guaraníes. En aquellos parajes, los españoles lograron establecerse y formaron parejas con las aborígenes, dando lugar al mestizaje.

Conclusiones Durante el siglo XIX se creía que el paisaje formaba al individuo. El antropólogo norteamericano James Patersong afirma en su tesis Darwin and the monkey ¿Who’s the pitcher and who’s the catcher? (1854), que la Teoría de la evolución habría sido escuchada por Darwin,

Más tarde Garay fundó “La Muy Noble y Muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad Puerto de Nuestra Señora María de los Buenos Aires” (Barsky y Barsky, 2008:

1871). De la Ciudad de la Santísima Trinidad no quedó nada, solo sobrevivió el Puerto de Buenos Aires. Retomando la teoría de Van Dertujenn con la que abrimos este artículo, hoy podemos inferir que es el individuo quien forma al individuo. Incluso, tal vez, que el individuo elige, de alguna forma, el paisaje donde vive. Por lo tanto, esperamos que este trabajo sirva a las siguientes generaciones para mejorar el conocimiento que, como sociedad, tenemos de nosotros mismos.

Literatura

Según las crónicas de la época, desde allí partió la expedición de don Juan de Garay, que fundaría Santa Fe en 1573, y refundaría Buenos Aires en 1580.

de boca de un ciego, en una pulpería de la zona de Barracas. No podemos asegurar quién, cómo o cuándo se llevó a cabo la primera fundación de Buenos Aires. Ni siquiera podemos comprobar que tal fundación se haya llevado a cabo realmente. Lo que sí podemos afirmar es que, si la hubo, no prosperó.

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autóctona que algunos investigadores ubican en el Puerto de Frutos de la actual localidad de Tigre (D’Ubieto, 1980).

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Bue n os Aires a la Vuel a de los años Adrián Vernazza

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ubo hace unos cuantos años una Buenos Aires distinta, más lírica y menos compleja, más barrial y bohemia. Algunos de los recuerdos aquí citados son propios; otros corresponden a relatos de mis mayores o son fruto de la investigación y de la lectura que surgieron como consecuencia de una extraña avidez por conocer aspectos relacionados con el pasado de esta ciudad donde crecí y donde vivo. No se trata de mirar hacia atrás con tristeza o melancolía, sino de rescatar algunos lugares, personajes y tradiciones que fueron desapareciendo a lo largo de últimos 50 años. La magia de lo viejo permite que aflore algún recuerdo durante una conversación, en alguna amarillenta fotografía o en canciones de antaño. Así pues, recordamos todo aquello que, por

diversos motivos, ya no se ve por Buenos Aires. Quizás en contadas ocasiones se produce algún pequeño milagro, pero lo hace de manera fugaz, casi imperceptible. Estás líneas surgen de aquellas costumbres y vivencias de esta vieja ciudad cosmopolita del Río de la Plata, donde cada uno de sus cien barrios porteños que no son más que 48 en realidad (¿por qué siempre tendemos a exagerarlo todo?) tenía autonomía y vida propia.

Urbanismo Un gran mercado de frutas y de verduras devenido en un shopping. Un legendario café que luce en ruinas. Un puerto sin barcos ni aduanas. Trueques desiguales para el patrimonio cultural de la ciudad y de sus habitantes. En las últimas décadas, se


La célebre calle Florida agrupaba a los comercios más importantes; estar allí era “la vidriera”. Lugar de paso de carruajes, supo albergar vehículos y peatones por igual. No fue sino hasta 1971 que se la remodeló para transformarla en peatonal a tiempo completo. Los rubros fueron variando: las bombonerías, los bares lácteos y las casas de sombreros dieron paso a los copetines y a la venta de artículos importados durante la época de la plata dulce y el “deme dos”. Las viejas cabinas telefónicas de ENTEL, con sus colores estridentes y su constante “fuera de servicio” se mezclaban con artistas callejeros, vendedores ambulantes y puestos de diarios. En la actualidad, la venta callejera cambió la fisonomía de la peatonal, y la escasa seguridad hace que la “fauna” transeúnte sea poco amigable después de medianoche. Pero sin ninguna duda, la última gran obra urbana de Buenos Aires fue la remodelación del antiguo Puerto Madero. Despreciado durante muchísimo tiempo y obsoleto desde la década del 20, resistió estoico el abandono y la falta de interés gubernamental. Hoy en día, Puerto Madero marca el termómetro de la inversión en el sector constructor e inmobiliario, pero su función natural, que no es otra que la portuaria, permanece totalmente inexistente. Cosas de Buenos Aires…

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Sin embargo, no fue este el primer gran centro comercial. Hubo dos tradicionales tiendas que marcaron una época: una de ellas fue Harrod´s, en Florida y Córdoba, inaugurada en 1914 y cuya actividad comercial cesó en 1998. La otra fue Gath & Chávez, también inaugurada en 1914 en la intersección de las calles Perón y Florida, 60 años más tarde bajó sus persianas para siempre. Hoy sirven como oficinas bancarias uno, y como reducto cerrado y abandonado el otro. Cerca de allí, en la esquina de Callao y Rivadavia, reposa en silencio lo que queda en pie de la Confitería del Molino. Inaugurada en 1916, esta célebre maravilla gastronómica con estilo Art Nouveau vio cómo en 1997 le

ponían doble llave a sus puertas; curiosamente ese mismo año fue declarada Monumento Histórico Nacional. El título de nobleza no le sirvió de nada y quedó allí, en el olvido.

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fueron perdiendo edificios y lugares históricos, ya sea por falta de interés gubernamental o por una desmedida y desregulada avalancha inversionista, ávida por abarcar metros cuadrados arrasando con todo lo que encontrara en su camino. Así pues, se fueron perdiendo valiosos e imponentes edificios como el viejo Mercado de frutas y de verduras del Abasto. Ubicado sobre la avenida Corrientes, desde allí se proveía a gran parte de la ciudad de Buenos Aires. Barrio tanguero por excelencia, el perfume de frutas y de verduras frescas se mezclaba con el gasoil de los camiones de carga por aquellas veredas caminadas por el mismísimo Carlos Gardel. Sin embargo, el tiempo fue impiadoso y en 1984 dejó de funcionar. Diez largos años de abandono fueron necesarios para llamar la atención de quienes vieron en su estructura un gran negocio inmobiliario. Nació así el shopping Abasto.

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Y a escasa distancia de esta mole de cemento se hallaban importantes balnearios populares, como el de Costanera Sur, famoso en los 50 por sus buenos servicios y por un río con aguas limpias y libres de contaminación. Luego llegaron los escombros procedentes de la construcción de las autopistas, los desechos se multiplicaron por miles y las viejas escalinatas que conducían a ese deseado chapuzón porteño hoy nadan en un río de indiferencia.

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Anónimas celebridades

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El verdulero y su camioneta. El heladero y su carrito. El cafetero y su bandolera repleta de termos. El hielero y el almacenero de barrio. El afilador y su bicicleta. El organillero. El peluquero y afeitador de barrio. Personajes cotidianos y entrañables con quienes muchos establecían algo más que un simple vínculo comercial. Mucho antes de que aterrizaran las grandes cadenas de supermercados, era muy común que los productos llegasen hasta la puerta de los hogares. No hacía falta caminar mucho: el verdulero llegaba con su clásica camioneta repleta de mercadería fresca. Entre los cajones asomaba la clásica balanza colgante, donde las pesas de distintas graduaciones generalmente se acomodaban a favor del cliente. Del mismo modo, llegaban la leche y el pan. El heladero salvaba la sobremesa veraniega. Montado sobre su triciclo a pedal, era frecuente escuchar el famoso “palito bombón helado” con el que muchos de nosotros salíamos catapultados hacia la calle, a la espera de que ese tío bonachón de la familia invitara la vuelta para todos. El cafetero mantiene su vigencia y todavía intenta dar batalla en el rubro. Para no quedar obsoletos, muchos tuvieron que ampliar su carta: diversos tipos de granos, té, leche y alguna que otra berlinesa para los apurados estómagos oficinistas y comerciantes.

Eran tiempos en los que se escuchaba la melodía de la siringa del afilador, quien con amplia destreza y una siempre descolorida bicicleta afilaba con una piedra de esmeril los cuchillos con hojas de acero templado que cortaban de verdad. Viejos cultores del oficio de la piedra, el yunque y el templado afilaban tanto cuchillos de cocina, tijeras de bolsillo o alguna vieja hoja de elástico de automóvil que algún abuelo diestro supo convertir en un improvisado machete casero a partir de un mango de madera y cuatro tornillos. La labor del hielero se remonta hasta bien entrados los años 60. Ya sea con su carro o con su camión, se valía de un gancho para sujetar la siempre huidiza barra, a la que cortaba a medida con una sierra de mano. El bloque de hielo se guardaba entonces en las grandes heladeras: de ese modo se conservaba el frío. Otro de los clásicos de barrio fue y es, sin duda, el almacenero. Generalmente de descendencia española, su mundo giraba alrededor de estanterías repletas de mercaderías. Con su clásica chaqueta celeste atendía de manera cordial y sin apuro, en épocas donde la libreta de fiado era moneda corriente. Hoy quedan pocos almaceneros “de oficio”, debido en gran parte a la competencia desigual que tienen contra las grandes cadenas de supermercados nacionales y extranjeras, y al crecimiento desmedido de los comercios chinos. Y por último, antes de los estilistas y coiffeurs, los peluqueros y los barberos, oficio hoy prácticamente desaparecido, eran quienes manipulaban navajas de manera milimétrica mientras conversaban animosamente. Épocas de corte taza o americano, de glostora y de toallas calientes, la afeitada se volvía una especie de ritual periódico mientras el cliente reposaba en


Ocio Las inolvidables veladas del Luna Park eran la cita obligada de los miércoles y de los sábados antes de que este se transformase en un reducto para eventos musicales. El Luna era el lugar por excelencia para las largas veladas de pugilato, donde los puestos de comida al paso y de alquiler de binoculares eran moneda corriente.

Pero si hubo algo insuperable durante buena parte de los años 80, fueron las visitas al eternamente mágico Italpark, todo un acontecimiento, especialmente para los más pequeños. Para los burreros, la cita obligada era San Isidro o Palermo, eventos que fueron perdiendo terreno frente a las casas de apuesta, los bingos y los casinos. Sin embargo, nada de esto se comparaba con la posibilidad de palpitar el premio Carlos Pellegrini, carrera anual que se desarro-

Después de las diez Alguna vez fue bautizada como “la ciudad que nunca duerme” gracias a un marcado carácter de noctámbula y a una avenida Corrientes que latía a toda hora, acompañada por el brillo de sus luminarias, de sus teatros de revista y de las inacabables librerías de saldo, en una época donde se le dedicaban muchas más horas a la lectura. Lavalle peleaba la supremacía con ese inolvidable corredor de cemento, repleto de salas de cine (llegaron a dieciséis y hoy son recuerdo). Hoy la fauna nocturna cambió por completo, la gente se vuelca hacia ámbitos cerrados, como los shoppings, bien, o pasa sus días dentro de los countries. Por aquellos tiempos se podía patear la calle con tranquilidad. Y la música ocupaba un lugar destacado a la hora de las preferencias de ocio. De las viejas boites, con el whisky y los sonidos beat , los boliches mutaron hacia las discotecas, bola de espejos mediante con máquinas de humo y sonido disco; luego, en los 80, la combinación de bebidas dio origen a los tragos, mezclados con la onda new wave. Acá no había celulares ni agendas electrónicas: se recurría a la buena memoria o a la buena onda del barman de turno quien, solícito en incontables ocasiones, echaba mano al lápiz y a un trozo de papel para anotar ese

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Cuando el boliche todavía no era una institución, las noches invitaban al billar, al café o al pool. Luego se le agregó el clásico y barrial metegol sobre la vereda. Las salidas familiares eran variadas: plazas, parques y la infalible Costanera, donde el por entonces Museo Aeronáutico le agregaba al lugar un colorido sin igual.

lla en el mes de diciembre; antiguamente copaba las portadas de los diarios y pese a ser la carrera hípica más importante de Sudamérica, hoy navega en la indiferencia deportiva.

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el amplio pero poco confortable sillón giratorio. Las infaltables tertulias giraban en torno al fútbol, al automovilismo o al boxeo, deportes estos que en aquellos años copaban las primeras planas de los diarios.

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número de teléfono bien ganado luego de largas horas de chamuyo. Luego llegó la explosión tecno, combinada con rayos láser; fue durante los 90, junto con la proliferación de los más reconocidos dj´s tocando en vivo.

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los billares fueron lugares emblemáticos. Nombres como Los 36 Billiares o La Academia fueron testigos de innumerables batallas entre tacos y tizas. Su lenta desaparición coincidió con el creciente auge impuesto por el pool, importado desde USA. Hoy son pocos los lugares que conservan estas castigadas mesas, y muchas veces su destino final suelen ser esos viejos clubes de barrio, donde se entremezclan con algún flipper sobreviviente y con una desdibujada mesa de ping pong.

Los míticos café concert tuvieron su época de gloria hacia fines de los 60 y principios de los 70. Reductos bohemios de artistas también bohemios, cautivaban a un público generalmente minoritario en salas reducidas donde, además de los aplausos, se repartían lo que recolecta- ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No lo ban gracias a la clásica pasada de gorra sé. Sí puedo afirmar que fue distinto. Secon la que muchos lograban sobrevivir. guramente, durante los años 50 no faltó quien pensara que la vida en Buenos AiEl café es otra de las grandes institucio- res durante los años 20 y 30 había sido nes de Buenos Aires. Durante los años 60 mucho mejor, y así podemos ir atrás en el tácito reglamento de asistencia había el tiempo. En todo caso, para no perder impuesto traje elegante y sombrero. La nuestra identidad, no hay que volverse mesa hacía las veces de fogón, donde el nostágico: simplemente alcanza con rescafé negro y el cenicero eran cómplices petar nuestra historia y nuestras costumtestigos de las charlas más variadas: fút- bres. bol, boxeo, política, mujeres, tango… Inmortalizados con aquella célebre frase del inolvidable tango “Café La Humedad”,


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El A rte de las callecitas porteñas Fernanda Silvente reda o en los muros de la ciudad. Esta es una pequeña reseña del trabajo de artistas locales que nos dejan su mensaje ahí, en la calle, para el que quiera escuchar.

Murales Primo

Cuando vi el mural del músico Joe Daley en la esquina de Iberá y Estomba, pensé que quien pasara por esa esquina cada mañana para ir a trabajar sería todo un afortunado. La imagen, de cinco metros Más allá de la riqueza de sus museos y de ancho por cuatro de altura, nació de de la increíble oferta cultural dentro del una fotografía tomada por Benoît Felten plano comercial, Buenos Aires nos sor- durante un concierto en París, en junio prende con un patrimonio artístico que del 2011, y no desperdicia ni un ápice de se niega a esperar en una galería y que la expresividad y del ritmo del momento sale a interpelarnos en la plaza, en la ve- eternizado por Felten.

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B

uenos Aires habla hasta por los codos. Nos habla con acento un poco tano, a veces con prepotencia, con nostalgia, a veces como un amigo, como un cómplice. Nos habla desde las cacerolas, desde sus estadios y sus cafés, desde el subte, desde sus fantasmas y sus inmigrantes. Pero cuando mejor se expresa, donde se descubre su costado multicultural, insomne y cosmopolita, es cuando lo hace a través del arte.

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La firma “Primo”, situada en un extremo de la pintura, me guió en una búsqueda en la que no solo encontré que los autores eran, precisamente, los primos Sacha Reisien y Nicolás Germani, ambos de veinticortos años, sino que eran también los responsables de otros varios murales que aún conservaba en mi memoria sin saber dónde los había visto. La inquietante imagen de un hombre con una serpiente entre los labios que habita la esquina de De la técnica y Andonaegui, y la exótica tríada del Ciclo expresiones, de cuya obra número 2 (el retrato de una mujer sudanesa sonriendo, en la esquina de Rosetti y 14 de julio) se dijo en un reconocido diario que ofrecía a los transeúntes una sonrisa “tan inevitable como la de la famosa Gioconda”, también son de su autoría.

con Sacha Reisien, quien subrayó el impacto indecible de las figuras elegidas y restó importancia a la idea de un criterio premeditado. “El proceso de selección de las imágenes fue un tanto ‘inocente’, simplemente nos gustaron las fotografías que nos encontramos y decidimos pintarlas. Fue un impacto más emocional que racional”, afirmó.

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Nicolás Germani, por su parte, aludió a una fascinación compartida por la apertura a culturas ajenas. “Pienso que nuestra intención, consciente o inconscientemente, fue recorrer, incluyendo ciertos aspectos que unen lo cultural, lo étnico y extranjero, todo aquello que nos es distante en términos geográficos, pero cercano dado que al país se lo puede leer como multicultural. Nuestra sociedad hoy en día es muy diversa, y tratamos de Intrigada por la intención artística detrás que todo esto se vuelque al arte urbade estas pinturas, me puse en contacto no”, comentó.

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El sueño de la esfera

“El sueño de la esfera es tan sutil que puede flotar en la luz”, afirma el sitio de Pla, sin un pelo de ponderación retórica. La obra aprehende los sentidos desde su constitución que, a pesar de ser metálica, parece etérea, un halo celeste entre edificios y cemento. Juega con nuestros sentidos y con una dualidad propia del cuerpo esférico que, por un lado, encieLas precursoras creaciones de Pla, premia- rra decenas de connotaciones culturales das en Estados Unidos, Italia y Argentina, que atraviesan lo divino, lo perfecto, la y expuestas en varios otros países, son el totalidad y lo eterno, pero por el otro, resultado de un enorme trabajo creativo permanece fuertemente asido a la cotien conjunto con una amplia y diversa for- dianidad.

Literatura

En la esquina de las calles Olga Cossettini y Manuela Sáenz, de Puerto Madero, junto al Río de la Plata que lo vio nacer en 1952, Eduardo Pla dejó la primera escultura luminosa de la ciudad: El sueño de la esfera. La obra, de dos metros y medio de diámetro, forma parte de una serie de veinticinco piezas que el artista desarrolló desde los años ochenta, cuando comenzó a experimentar con el arte digital y se convirtió en uno de los pioneros en la materia.

mación, atravesada por la arquitectura, la comunicación audiovisual, el infoarte, la realización cinematográfica, la escenografía y otras disciplinas creativas.

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Las esculturas de chatarra de Carlos Regazzoni


hicieron porque no había rutas, no había pistas, no había luces, no había nada”.

Precisamente, es ese modelo generador, ese ingenio necesario para crear de la nada, el que da forma a las piezas que este artista hace dimanar de la chatarra y de los residuos que la vorágine industrial descarta sin miramientos, y el que le valió a Regazzoni reconocimientos como el del principado de Mónaco, el del aeroMuy cerca de la estación terminal de Re- club francés, el de la Bienal de Vandôme tiro, sobre la Avenida Libertador, se abre y el de nuestro país. un hueco en el monótono paisaje de un terreno ferroviario en el que criaturas Muy cerca de la estación terfantásticas, extintas y ajenas al espacio minal de Retiro, sobre la avenida urbano sorprenden a las millones de personas que transitan ese tramo saturado Libertador, se abre un hueco en de la ciudad. el monótono paisaje de un te-

Literatura

rreno ferroviario donde criaturas Varias hormigas gigantes trepan por un cartel hacia la autopista, una jirafa pefantásticas, extintas y ajenas al queña come a metros de un cocodrilo espacio urbano sorprenden a las de grandes fauces metálicas y, más allá, millones de personas que tranadentrándose por un sendero que consitan ese tramo saturado de la duce al atelier de Regazzoni, un dinociudad. saurio descansa junto a algunos aviones y a una escultura de Saint Exupery, cuya historia despertó la fascinación de este Imaginarán que si, como dice al princiartista hace ya muchos años. pio de esta nota, Buenos Aires habla has“¿Saben que Saint Exupery fue uno de los ta por los codos, las mil cien palabritas que abrió la ruta a la Patagonia? En aque- anteriores son, apenas, lo que se podría lla época no había nada, todo había que decir entre un mate y otro. Si se le da su inventarlo”, comentó en otra entrevista. merecido espacio a la curiosidad al reco“No se sabía cómo era la forma de un rrer las callecitas porteñas, es casi impoavión, se le acoplaban alas a los motores sible no encontrarse con otras cientos de de un camión, o a barcos. [...] Era todo un manifestaciones artísticas que intentan trabajo de inventiva inmediata y el pilo- contar su propia historia a través de la to volaba; algunos se mataban y los que música, el teatro, la fotografía, las artes lograban sobrevivir contaban luego los circenses o la poesía; con trabajos de problemas que tenía el avión, y el mode- creadores amateur o de artistas profesiolo siguiente era modificado. Entonces, yo nales, que integran la mixtura del paisaje me dije: Voy a pintar la historia de esos de esta ciudad. hombres que lucharon sin nada y todo lo

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En una entrevista en noviembre del 2008, Carlos Regazzoni hizo una afirmación que define su línea de trabajo mejor de lo que cualquier crítico podría hacerlo: “Con fierro viejo puedo cambiar el mundo”. Esta certeza, con la que abraza su profesión y sus horas en el taller –incontables, laboriosas y devotas–, se materializa en puro arte, en las miles de pinturas y esculturas que germinan de su creatividad.

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El ta n go como

manifestación

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popular y literaria

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Elena Zanni

E

xisten muchos enfoques posibles para introducirse, desde la literatura, en la entraña vital de Buenos Aires y dar cuenta tanto de los hechos y las situaciones como de los sentimientos y las conductas del hombre que construyen su proceso histórico. Y son precisamente los

escritores quienes muestran esta ciudad como un mundo complejo, un organismo vivo en constante cambio. En apretadísima síntesis, mencionaremos solo algunos de ellos: Leopoldo Marechal con su Adán Buenosayres; La ciudad junto al río inmóvil, de Eduardo Mallea, antecedente


rístico de la ciudad, confundiéndose con la incipiente inmigración europea.

Literatura

La llegada de los inmigrantes, allá en 1880, generó una muy particular forma de hablar el castellano en la que se sustituyó el tú por el vos, y el vosotros por el ustedes; se produjeron cambios en la acentuación y en la conjugación de los verbos, y se adoptaron, asimismo, innumerables términos de ascendencia indíAsí, transformándose en obsesión de gena, portuguesa, etc. Así nació el diaescritores, Buenos Aires pasó a ser la lecto rioplatense. Solamente los letristas gran metrópoli sobre el Río de la Plata. de tango, los poetas gauchescos y alguNingún aspecto quedó sin desmenuzar, nos periodistas que escribían artículos la arquitectura con Tomás Eloy Martínez costumbristas en lunfardo trasladaban en El cantor de tango (2008); su historia al papel esas violaciones gramaticales. en Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Sobre este sustrato surgió el tango. Mujica Láinez, o sus mitos en Buenos Aires es leyenda (2003, 2006 y 2008), de Nosotros nos vamos a detener en la letra de los tangos, pero dado el voGuillermo Barrantes y Víctor Coviello. lumen, su evolución y la diversidad de La ensayista y crítica literaria Beatriz Sar- los temas tratados, solo esbozaremos lo observa que los aportes de escritores el asunto con el objetivo de apuntalar como Ezequiel Martínez Estrada, Eduar- esta manifestación popular que, a nuesdo Mallea, Victoria Ocampo y Alfonsina tro entender, no es, hasta el momento, Storni, entre otros, son manifestaciones debidamente valorada. ¿Por qué estas que le dieron a las letras un carácter experiencias no han sido apreciadas lo distintivo y una importante fuente de suficiente como producción literaria? información para entender de qué for- Quizás debido a su lenguaje, cuya cama actuaron estas vanguardias, cuáles racterística más saliente fue ser urbano fueron sus presupuestos estéticos y qué y coloquial, plagado de lunfardismos. consecuencias tuvieron en aquellos teLas partituras originales del tango eran mas vinculados con la cultura de la ciupara piano y sin letra. En 1918 Pascual dad de Buenos Aires. Contursi compuso el primer tango con Pero ¿esas vanguardias fueron las úni- letra: “Mi noche triste”. Luego llegarían cas manifestaciones literarias de ese Enrique Delfino, Celedonio Flores y Ántiempo? Desde fines del siglo XVIII, y en gel Villoldo (principal autor y difusor forma paralela a esa expresión, se fue del tango compadrito o cupletero). Esta gestando en Buenos Aires otra literatu- música nació en la ribera del Riachuera, de carácter más popular, la cual com- lo, en los boliches y en los conventillos pletó nuestro rico andamiaje cultural. de Monserrat, San Telmo, Balvanera y Nos referimos a la letra de los tangos. la Boca. La población de estos barrios Este género llegó rompiendo sofismas estaba compuesta por marineros, artey prejuicios, y se terminó instalando de sanos, cuarteadores, peones y otros traforma definitiva como paisaje caracte- bajadores; eran, por lo general, hombres

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de la novela histórica de los noventa; Oliverio Girondo; Jorge Luis Borges con su poema “Furor de Buenos Aires” y los cuentos que versaban sobre los orilleros y su coraje; y Roberto Arlt, quien en su obra El juguete rabioso logra incluir la perspectiva de los marginados. Ellos, junto con otros escritores, van a poner su mirada en la ciudad, mirada algunas veces crítica, y otras, nostálgica.

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solos que frecuentaban los boliches o casas de baile para entretenerse. De allí surgieron los guapos, los malevos y los compadritos de los que hablan tantas canciones. Otro polo de referencia se ubicaba en el territorio de Homero Manzi, Nueva Pompeya, barrio situado detrás de la zona portuaria de La Boca y de la zona industrial de Barracas, y habitado por inmigrantes italianos (genoveses, vénetos, lombardos, calabreses). Con el tiempo llegaron compositores de la estatura de Cátulo Castillo, Celestino Ferrer, Enrique Cadícamo y Dante Linyera, este último creador de dos tangos célebres: “Florida del arrabal” y “Boedo”, ambos de 1928. Los intelectuales bohemios, anarquistas y socialistas, que conformaron y se identificaron como el grupo Boedo, se propusieron un programa ideológico: movilizar, dar forma artística, legitimar, al fin de cuentas, el paisaje urbano, las costumbres, la música, el lenguaje, el modo de vestirse y de comportarse de los ciudadanos del lugar. “Lo consiguieron: con el tango, con la entrada del voseo y del lunfardo en el periodismo, en la poesía y en la novela; con la eleva-

ción del inmigrante, del compadrito, de la fabriquera a figuras nacionales”, nos cuenta Miguel Ángel García en su crónica El arrabal en el Tango. El aspecto lingüístico fue cambiando con el paso del tiempo, se multiplicaron las imágenes literarias y surgió una mayor preocupación por la forma poética. “A fines de la década del veinte, dos tangos incluyen, en forma de cita recitada, los versos de Rubén Darío: ‘Sonatina’, en ‘La novia ausente’, de Cadícamo; y ‘Juventud, divino tesoro’, en ‘Solo se quiere una vez’, de Barbieri. No pasará mucho tiempo hasta que Alfredo Lepera realice una fiel paráfrasis de ‘El día que me quiera’, de Amado Nervo, y Gardel la convierta en una canción de fama universal”, afirma Alejandra Crespin Argañaraz, profesora superior en Letras. Muchos compositores recibieron la influencia de Rubén Darío, de García Lorca y también de autores del Siglo de Oro Español. Homero Manzi, por ejemplo, era profesor de literatura y gran admirador de Federico García Lorca. Por otra parte, no faltan los analistas que encuentran influencias de Ovidio en Discépolo;


Otros estudiosos creen ver entre Horacio y Cátulo Castillo (“Una canción” y “La última curda”) una relación presente en el canto al vino como símbolo del paso del tiempo y búsqueda de efímera felicidad, y un velo que oculta los dolores del alma. Cátulo Castillo y Homero Expósito trazaron una línea, si se quiere, surrealista, en cuanto expresa la realidad con otro tipo de imágenes, como en las frases: “Trenzas que me anudan al portón”, (“Trenzas”, Expósito y Pontier); “Tu forma de partir / nos dio la sensación /de un arco de violín / clavado en un gorrión”; “Un arrabal con casas / que reflejan su dolor de lata…”; “íbamos perdidos de la mano”.

su libro El otro, el mismo, de 1964, incluye un bellísimo poema denominado “El tango”. En la década de 1960 surgieron, dándole un nuevo impulso al tango, Juan Bautista Devoto (“Nocturnal bandoneón”), Héctor Negro (“Esta ciudad”) y Horacio Ferrer, “Balada para un loco”: “Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos. . . Cuando, de repente…”

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por ejemplo, en “Yira, Yira”, al comentar la ingratitud de los hombres. Con este autor llegaron temas como el olvido y el paso del tiempo, la fugacidad de las cosas terrenas, el destino, el desconsuelo y la angustia existencial. La letra de sus tangos expresa protesta y desengaño de la naturaleza humana. Profeta bíblico del suburbio, lo llamarían algunos.

El tango alcanzó su cúspide de popularidad en cuanto a música, palabra y danza en la primera mitad de la década del cincuenta. Con el tiempo, cautivó no solo a Latinoamérica, sino también a los cinco continentes; ni siquiera los asiáticos, tan renuentes a la influencia extranjera, han podido evitar su atracción.

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Documento histórico de excelente variedad dialectal rioplatense (cuyos rasgos más salientes son el yeísmo, el voseo y el léxico), el tango es, asimismo, un testimonio que refleja tanto elementos lingüísticos como socioculturales de inExpósito solía decir a sus amigos: “Toda- dudable valor cultural y trascendencia vía traduzco a los latinos, hablo cuatro internacional. Si bien en la actualidad ya idiomas y además el griego, y chamuyo no se discute su valor estético, los mayode verdad más dialectos que los italia- res interrogantes son: ¿Qué lugar ocupa nos […] Pero ¿sabés qué es lo más difícil?: el tango en la literatura? ¿Qué inserción bajarse del caballo a tomar mate con el tiene, si tiene alguna, en el género lírico? pueblo”. También Cátulo hablaba cuatro ¿Cómo lo mira la poesía? idiomas, y Manzi y Discépolo sabían fiEl potencial representativo del tango en losofía. el contexto internacional como producEl tango invadió todos los espacios, a un to nacional for export lo ha reposiciopunto tal que, en los años sesenta, algu- nado internamente, lo que dio origen a nos escritores se acercaron a él para to- ciertas experiencias que reconsideran su marlo como experiencia significativa. Er- vinculación con el género lírico. Ejemplo nesto Sábato escribió Tango. Discusión y de ello fue el VIII Congreso Internacional clave y compuso dos canciones a las que Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria Aníbal Troilo y Julio de Caro les pusieron del Conicet, que se llevó a cabo los días música: “Al Buenos Aires que se fue” y 7, 8 y 9 de mayo de 2012 en la Universi“Alejandra”. Por su parte, J. L. Borges, en dad Nacional de La Plata.

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En la actualidad, el tango se ha convertido en punto de partida y correa de trasmisión de creaciones artísticas de otro orden, como la película de Pino Solanas, El exilio de Gardel; Mireya, la última novela de la escritora argentina Alicia Dujovne Ortiz e, incluso, interpretaciones de letras de tango por parte de sopranos como Teresita Estrada o la soprano spinto Irma Buccio, por dar algunos ejemplos de la interdiscursividad de las diferentes artes en torno a este fenómeno denominado “tango”. Lo mismo ocurre con los

géneros literarios: los límites se amplían por el simple hecho de que ningún texto es una isla en sí mismo y así vemos ejemplos, por dar uno, de poesía escrita en prosa. En este contexto, el tango busca su espacio y reconocimiento. Esperemos que –a la luz del presente revisionismo literario– las letras de tango, signo concreto de una cultura particular y discurso universal sobre las relaciones humanas, puedan, finalmente, encontrar un lugar destacado en la literatura argentina.


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Piazzolla, Ferrer, y Maria

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Buenos aires h o ra cero:

Astor Piazzolla

A

penas entrada la década del setenta, Jorge Luis Borges se refirió a la música de Astor Piazzolla con su sarcasmo proverbial. Contó que lo habían llevado a escuchar uno de los conciertos del músico, pero que se había retirado desencantado antes de que terminara, ya que él deseaba escuchar unos tangos, y Piazzolla no había tocado ni uno solo. Hay que decir que la in-

capacidad del escritor para identificar el lenguaje musical de Astor Piazzolla con el género del tango era compartida por una mayoría desde el comienzo de la carrera del bandoneonista. Las innovaciones del músico marplatense sonaban demasiado radicales al oído porteño medio, demasiado convencional como para poder considerar tangos aquellas sorprendentes composiciones.

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Rodrigo Espiñeira

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La inclusión de sofisticados pasajes instrumentales imposibles de bailar, los sonidos extraños extraídos de los instrumentos para lograr efectos de percusión, las métricas rítmicas inéditas en el género: todo contribuía al espanto del público más tradicional, que sentía que la música de su ciudad era ultrajada. A tal grado llegaba el fastidio en el ámbito tanguero, que algunos tradicionalistas llegaron a increpar violentamente en más de una oportunidad a Piazzolla quien, acostumbrado a las peleas durante su niñez en New York, gustosamente defendía su arte a golpes de puño si era necesario. Como se ve, formar parte del grupo de Piazzolla no solo implicaba defender una posición en terrenos heterodoxos, sino además arriesgar la propia integridad física.

frenético de las muchedumbres, la de los colectivos, la de los altos edificios de concreto; aquella ciudad en cambio que, sin embargo, no había perdido su característica tristeza. Tanto la notable vehemencia como la sutil melancolía plasmada en los tangos de Piazzolla estaban inevitablemente ligadas a la ciudad a la que retrataba en sus dos reversos: el más furioso y el más reflexivo. No obstante, la mayoría de los tangueros consideraban esta nueva música una herejía. Las letras de Borges en El Tango retrataban una Buenos Aires casi extinguida, y si bien Piazzolla había elegido hacer uso de algunos elementos estéticos del tango más primitivo para aquel LP, los rasgos modernos eran ineludibles. Mientras Rivero canta desde un empedrado a un compadrito “que era el patrón y el ornato de las casas menos santas del barrio de Triunvirato” en “El Títere”, el quinteto de Piazzolla parece acompañarlo desde un colectivo que transita una avenida a toda velocidad. En la suite “El hombre de la esquina rosada”, basada en el clásico cuento de Borges, se entretejen fragmentos profundamente ciudadanos con otros de elegante música clásica, sazonados con ruidismo avant-garde.

A pesar de su opinión, Borges había colaborado con Piazzolla en 1965, aportando las letras para el disco El tango (título provocador si consideramos la polémica que generaba cada nueva producción del músico). Sin embargo, el escritor no había quedado del todo satisfecho con la música compuesta por Piazzolla, aunque sí con la participación de Edmundo Rivero en la voz, ya que consideraba que el cantante lograBorges había colaborado con ba comprender la esencia de lo criollo. Piazzolla en 1965, aportando Las partituras de Piazzolla, en cambio, las letras para el disco El tango le parecían desatinadas. El compositor, (título provocador si considefastidiado, declaró categóricamente ramos la polémica que generaque Borges no entendía nada de música. No se equivocaba, ya que Borges no ba cada nueva producción del era muy ducho en ese terreno, pero el músico). Sin embargo, el escrifastidio del poeta se explica más allá de tor no había quedado del todo su falta de conocimientos musicales. La satisfecho con la música commúsica de Piazzolla no era aquel tango puesta por Piazzolla... del tiempo de compadritos, conventillos, malevos, y duelos de cuchillo que tanto fascinaba al poeta. El bandoneo- Piazzolla había logrado recrear la atnista había generado música para otra mósfera de la vieja Buenos Aires de Buenos Aires: la del moderno ritmo principios de siglo XX, pero sin olvidar-


El uruguayo Horacio Ferrer era seguidor de Astor Piazzolla desde los tiempos en los que el músico era arreglador y bandoneonista en la orquesta de Aníbal Troilo. Ferrer era entonces un adolescente, y al pasar los años su admiración por la

música de Astor –en constante progreso una vez que había abandonado su rol de arreglador y había comenzado a liderar sus propias agrupaciones– no mermó. El uruguayo se convirtió en uno de sus más fervientes defensores, y ambos mantuvieron una amistosa relación. En 1967, Ferrer se enteró de que Piazzolla estaba transitando un período oscuro. El bandoneonista se había separado de su esposa, había disuelto su revolucionario quinteto, y —dicen algunos— hasta había llegado a contemplar la idea del suicidio. Por su parte, el montevideano ya era un consolidado poeta que había publicado su Romancero canyengue, libro que había sorprendido a la escena tanguera con su versos renovadores, originales, y sumamente porteños.

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se de que estaba parado en la década del sesenta, idea que no entusiasmó demasiado a Borges. Hay quienes consideran que la colaboración artística no fue exitosa. Sin embargo, las composiciones producto de aquel encuentro son notables, tanto lírica como musicalmente. Lo que realmente ocurre es que la interacción Piazzolla/Borges empalidece ante lo que el músico lograría apenas unos años más tarde con otro poeta que tenía una renovada representación de Buenos Aires en mente.

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Horacio Ferrer

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Enterado de la crisis de su admirado músico, el poeta viajó desde Montevideo hasta el departamento que Piazzolla tenía sobre Libertador, en pleno Buenos Aires. Tocó el timbre, pero no obtuvo respuesta. Procedió entonces a llamar a puño limpio. Para Piazzolla, aquello fue, al igual que los primeros acordes de la Quinta Sinfonía de Beethoven, el golpe del Destino en la puerta. Al ser atendido, Ferrer se encontró ante un anfitrión alucinado, profundamente fascinado por su presencia. Según él, el mismo Piazzolla le contó inmediatamente, que Horangel (astrólogo al que el músico solía recurrir) le había informado en una consulta que alguien golpearía a su puerta y que su vida cambiaría. Horangel se equivocaba una vez más, pero en esta oportunidad, por quedarse corto: no solo la vida de Piazzolla cambiaría, sino la del tango mismo. El bandoneonista, vigorizado por la presencia de Ferrer, le propuso que hicieran algo juntos. Recordó un espectáculo de Vinicius de Moraes y María Creuza, entre otros, con canciones y recitados, que había visto en un viaje a Brasil. También mencionó el exitoso musical West Side Story, y encomendó a Ferrer que escribiera algo así, pero “con tango y Buenos Aires”. El poeta, entre enfervorizado y dubitativo, ya que se trataba de una colaboración con uno de sus máximos ídolos musicales, se dedicó durante cuatro meses a escribir una obra integral acerca del descenso a la vida pecaminosa, muerte y resurrección de una joven porteña. En los márgenes de los poemas, Ferrer sugería climas musicales mediante la mención de títulos de composiciones de Piazzolla. Encantado con el texto terminado, Piazzolla, siempre adicto al trabajo, dedicó los meses siguientes a componer la música de lo que terminaría llamándose María de Buenos Aires, un oratorio para conjunto de tango, cantantes y recitante, al que sus auto-

res llamaron cariñosamente “operita”, en parte para diferenciarlo nominalmente como un género nuevo, y en parte por necesidad, ya que el presupuesto casi inexistente hizo que la idea inicial de una puesta en escena con un ballet, coro y varios cantantes masculinos tuviera que ser desechada. Piazzolla juntó su quinteto y lo amplió con más cuerdas, percusión y flauta. El cantor Héctor de Rosas, que había acompañado anteriormente al quinteto, fue el elegido para las partes vocales masculinas; se decidió que el mismo Ferrer sería el recitante, y ante la renuncia de Egle Martin, la primera elegida para el papel de María (tras un drama amoroso con el músico que merece un artículo aparte), los autores debieron salir desesperados a buscar una reemplazante. Amelita Baltar, una joven cantante de folklore, cuyas piernas impactaron tanto a Piazzolla como su voz, fue elegida para el papel de María. El músico y el poeta no sabían aún que habían encontrado la voz que articularía sus colaboraciones durante los próximos fructíferos años. El 8 de mayo de 1968, mientras Francia hacía agitar al mundo entero con huelgas y manifestaciones universitarias, otra revolución tenía lugar en la ya desaparecida Sala Planeta, ubicada en Suipacha y Uruguay. Se estrenaba María de Buenos Aires, y si bien para muchos el hecho pasó desapercibido y en varias ocasiones la función se dio ante un escasísimo público, la música de Buenos Aires cambiaría para siempre. María de Buenos Aires marca el punto máximo en el matrimonio artístico de Ferrer y Piazzolla. La música se encuentra en una comunión perfecta con los versos, y ambas manifestaciones se funden en un retrato de Buenos Aires inédito, como nunca antes se había hecho. No solo la ciudad no es ya la misma que antes, sino que, además, el enfoque es absolutamente renovador. La poesía de Ferrer sorprende con su atmósfera


ma de Buenos Aires, en una escena conmovedora que rezuma tanta melancolía como belleza.

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Hay también en la obra un interesante trabajo con lo religioso, una especie de liturgia porteña, ya sugerida desde el nombre del personaje principal. María nace “un día que estaba borracho Dios” y es traída en el lomo por “dos angelotes de la guarda parda”. La niña crece en siete días, es juzgada por los pecados de su vida rea en un Infierno cloacal, y en los dos últimos cuadros, que ostentan títulos con fuerte connotación religiosa (“Milonga de la Anunciación” y “Tangus Dei”), se cuenta el milagroso embarazo de la virginal Sombra y el parto, asistido por los tres Albañiles Magos. Para reforzar el vínculo entre esta mítica mujer porteña y el mito de la Virgen, el personaje del Duende repite en varias oportunidades: “De olvido eres entre todas las mujeres”, como en una porteña letanía, un avemaría del asfalto. Causa curiosidad el hecho de que en su época estos detalles no hubieran generado ningún escándalo, y que a los tartufos censores de turno se les hubiera pasado por alto, por citar un ejemplo, el uso de la palabra “orgasmo” dentro de los versos que narran el alumbramiento. Corrían épocas de concepciones pacatas y conservadurismo, y el gobierno de Onganía ya había prohibido casi inexplicablemente la ópera Bomarzo, de Manuel Mujica Lainez y Alberto Ginastera (quien había sido maestro de música de Piazzolla en su época como arreglador de Troilo), y las presentaciones de los ballets La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, y El mandarín maravilloso, de Béla Bartók (los dos mayores ídolos musicales de Piazzolla). Afortunadamente, la representación aporteñada y tanguera de algunos mitos católicos dentro de María de Buenos Aires no suscitó un nuevo caso de censura.

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alucinada y surrealista, sin que pierda el eje claramente urbano y barrial que la sostiene. El personaje principal de María, en cierto modo una encarnación misma de la ciudad, mujer fatal y trágica, muere entregada a la vida oscura. Su sombra, que se niega a hundirse en la sordidez, la sobrevive y es condenada a transitar de forma errante las calles, perseguida por la luz del sol. En el final de la obra, en una suerte de pesebre del siglo XX, la Sombra, encinta, da a luz a otra María en la cima de un edificio en construcción. Esta nueva María sea tal vez ella misma renacida (el argumento, con elegante ambigüedad, lo sugiere, pero comete el acierto de no confirmarlo). Es difícil no asociar este final con la historia de la misma Buenos Aires, ciudad renacida en una segunda y definitiva fundación en 1580. Entre los novedosos procesos de Ferrer, está el de forjar una mitología porteña en la obra. En su Buenos Aires, conviven –además de los clásicos payadores, ladrones y prostitutas, partes integrales de la retórica del tango– duendes, la voz del domingo, bocas de subterráneo, hippies de barba zurda, brujas rubias, amasadoras de tallarines, albañiles magos, y un sinfín de figuras fantásticas que parecen constituir el alma misma de la ciudad. Al igual que ocurre con la música de Piazzolla, Ferrer no reniega del pasado, sino que algunos elementos tradicionales son reformulados y enriquecidos tanto con el producto de la inventiva única del autor como con la materia de la Buenos Aires moderna. Como claro ejemplo de esta inusual representación de la ciudad, se podría mencionar el cuadro de la obra en el que la Sombra de María se topa con un coro de analistas. Eran tiempos del comienzo del auge para el psicoanálisis en la comunidad porteña (una de las más psicoanalizadas del mundo, dicho sea de paso). El Analista Primero examina los sueños de María, la encarnación mis-

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La poesía de Ferrer había incursionado en terrenos inexplorados anteriormente. Y así como Piazzolla aporta sonoridades únicas y timbres inconfundiblemente propios, Ferrer encuentra entre sus recursos personales el neologismo. Nuevas voces lunfardas como “catamufa”, “curdería”, “lunfardario”, “putañía”, “transbarriotera” conviven con el lenguaje vernáculo más tradicional. Ferrer comprende, al igual que Piazzolla, el carácter cosmopolita y policultural de la ciudad, y no repara en utilizar alguna palabra en inglés, o referirse a personajes de la cultura extranjera. Es así como el oyente se encuentra ante estrofas inesperadas para lo que se consideraba tradicionalmente un tango, tales como “La vieja tristonguería del blues de los lunfardarios /da un qué sé yo a mi María /y otro al lomo de su gato”, o “Por el escote, le salía una neblina negra y atada con la cinta sucia y triste /que un raro beatle destrenzaba / a la sordina del luto misterioso de sus twistes”. Por ese entonces, cabe mencionar, otra representación novedosa de lo que era la ciudad estaba naciendo: eran los albores del rock argentino.

cioso proponerla como novedosa, y que él estaba en deuda con los grandes poetas del tango, todos aquellos que lo habían sucedido y que nutrían sus versos. “En cuanto a la música, un trascendental paso en la música de Buenos Aires”, concluyó el poeta al momento de hablar del aporte de su compañero creativo. Tras cuatro meses, María de Buenos Aires ya no estaba en cartel. A Piazzolla y a Ferrer los esperaban un ciclo de canciones trascendentales que compondrían inmediatamente a continuación, como “Balada para un loco” o “Chiquilín de Bachín”, entre muchas otras. Estas también lograrían retratar de manera novedosa la ciudad que fascinaba a ambos artistas, y, al igual que la historia de María, cambiarían el género para siempre.

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En 1969 Piazzolla grabó María de Buenos Aires en un disco doble para el sello discográfico Trova, atento siempre a las nuevas manifestaciones musicales. A pesar de décadas de reediciones descuidadas, la obra, ahora en CD, sigue firme en las bateas de las disquerías. Al escucharla, pareciera que esa Buenos Aires que crearon el músico y el poeta estuviera tanto o Luego del estreno de la obra, Piazzolla más viva que la actual, la de los celulares, declaró que en la operita había “de todo, las cadenas de cafés, y el tango relegahay todo Buenos Aires metido acá, toda do a mero anzuelo para atraer turistas. la música que representa Buenos Aires”. Y es que Piazzolla y Ferrer erigieron su Ferrer manifestó que, en cuanto a lo que Buenos Aires con materiales inmortales: se refería a su participación, era preten- la belleza y la excelencia artística.

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Tango visto desde la vidriera areirdiv

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Mercedes Safont

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na pareja joven en el centro de la pista. Altos, esbeltos, con ropas llamativas, peinados con fijador. Ella desliza su pie por la pierna de él. Sus movimientos son cortos, rápidos y enérgicos; los de él, firmes y pausados,

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El día que me quieras.

marcan con seguridad el reducido espacio donde la mujer podrá hacer giros virtuosos, esquivando las piernas que ahora se anudan y un instante más tarde se desatan. Desde que ha comenzado el baile, sus cabezas permanecen

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juntas en algún punto; serán las dos ruedas que, virtuosas, los harán circular alrededor del perímetro cercado por mesas y sillas, que delimitan el espacio destinado a la danza. Poco a poco, se suman otras parejas a la escena mientras continúa sonando la música. De repente, una pareja mayor que está sentada en primera fila, se pone de pie. Él, bien entrados los sesenta, y ella, ahí nomás, le ronda. Visten ropas corrientes, sin fantasías ni brillos. Ambos tienen figuras poco estilizadas; son de muy corta estatura, y podrían pasar tan desapercibidos como aquellos que uno se encuentra en la fila del mercado o en la del banco. Esperan un nuevo ritmo y salen a la pista con aire majestuoso. Los bailarines se acomodan en derredor. Brillos, sedas, tacos y charoles se van con ellos. Cuerpos virtuosos y esculpidos, piernas maceradas a golpe de bandoneón se apresuran para dar espacio a la dupla entrante. Todos estan pendientes de la pareja mayor que, ahora, avanza hasta el centro de la pista. Sin un saludo, ni una sonrisa, ni una mue-

ca, empieza la música y con ella sus movimientos. No son rápidos ni volatineros, se vuelven mínimos; las notas suenan veloces, pero ellos tienen sus propios compases, dominan la música, parecen detenidos en el movimiento. Un ligero balanceo, una danza muy sensual se ha desencadenado entre ellos. En la parte menos efectista de la coreografía, la multitud rompe en aplausos frenéticos, pero ni siquiera yo, la menos entendida en tango, me puedo sustraer a la belleza y a la compenetración que consiguen estos virtuosos. Cada centímetro ganado al tiempo es un paso ganado al arte. Se sientan y otra pieza comienza; vuelven todos al ruedo. Sigo ahí, absorta, le pregunto al anfitrión quiénes son. “Los campeones del mundo en tango salón”. Espero ansiosa a que repitan la hazaña, pero el baile no se duplica, es un arte único y efímero, y me sorprende tanto como los mandalas de arena que hacen en el Tíbet, los cuales una vez terminados desaparecen en un soplo tras laboriosa manufactura.


Hace veinte años en Buenos Aires, los salones donde se bailaba tango for export eran deprimentes y caros. Para visitar los auténticos, los de aquel día en que vi a la pareja magistral, necesitabas un guía que supiera. Ahora hay más ofertas, megaemprendimientos de tango espectáculo, tango en la calle, academias de tango, y quien menos te lo esperas sale con la sorpresa de que baila tango asiduamente. Se calzan los tacos las señoras y ellos se repeinan, y van a ese encuentro único, de roles bien definidos.

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A partir de ese día, me inspira más respeto este baile tradicional, pasaporte argentino en el mundo. Sin salirle al encuentro y sin volverme fanática, cuando el cosmos lo pone en mi camino, lo miro con otros ojos, sin olvidarme de aquella experiencia única.

La lectura que en su momento hice del tango fue: “Aquí en este recinto yo seré el hombre y tú mi hembra. Voy a ser yo el que diga cuándo bailar. Vos si querés seguirme, seguime, pero deberás adaptarte a mi cadencia”, lectura que me parecía decadente y retrógrada, hasta que empecé a escuchar otras voces: “A mí me salvó el tango, no sé qué hubiera hecho sin él”, me confiesa en un ascensor una señora muy encopetada. En seguida pienso que su vida peligraba, pero no, no era eso, solo se había separado y eligió la terapia tanguera para sobreponerse. “Yo voy todos los sábados a la milonga”, me relata el ferretero de abajo, un gallego trasplantado a esta tierra hace más de cincuenta años. “Vengo todos los años a practicar una semana de tango en Buenos Aires, estas son mis vacaciones desde hace mucho tiempo”, me dice la gerente de un gran hotel de España.

Literatura

Voy coleccionando confesiones de esta pasión, que pasó de ser un arte a un motivo para levantarse cada mañana. No obstante, siento que algo se me escapa, algo no entendí. En otro encuentro azaroso con el tango, un señor mayor, desdentado, pasa por delante y me mira; detrás de él otro señor hace un pequeño gesto que no alcanza a llamar la atención. Mi acompañante, entendida en milongas, me asegura que los hombres que acaban de pasar me estaban proponiendo salir a bailar. Me sorprende tanta sutileza. ¿Se trata de captar lo esencial, lo primario?, ¿es solo un juego de pautas de amor? Un juego que me evade, que se fuga y al que no puedo atrapar en toda su dimensión. Tal vez necesite vivir veinte años más en la Argentina, mientras tanto seguiré mirando desde la vidriera.

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Fa n tástica Buenos Aires

Literatura

Leandro A. Kreitz

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H

acia fines de marzo de 1921, Jorge Luis Borges redescubría Buenos Aires, la ciudad que lo había visto nacer. En 1914 –cuando tenía 15 años– su familia se había trasladado a Europa a causa de un temprano retiro forzado del padre del escritor, Jorge Guillermo Borges, que había empezado a perder la vista. Al contrario que a la mayoría de los argentinos, París, la primera ciudad que visitaron, no lo fascinó y nunca lo haría. “Quizá sin saberlo,

…me conmovía la enfática luz que entraba por la ventana, la luz de Buenos Aires. Adolfo Bioy Casares, “En memoria de Paulina” …y si esta numerosa Buenos Aires no es más que un sueño… Jorge Luis Borges, “Amanecer”

siempre fui un poco británico”, reconoce Borges. Luego de estudiar en el colegio de Ginebra, una ciudad que conocía todavía mejor que Buenos Aires –“y eso se explica porque en Ginebra no hay dos esquinas iguales”–, cuando ya tenía el título de bachiller, en 1919, se mudaron a Lugano (una ciudad del sureste de Suiza) donde pasaron un año. Antes de regresar a la Argentina, vivieron otro año en España. Allí, el acontecimiento más importante de su vida


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fue su amistad con Rafael Cansinos Assens, un hombre que vivía exclusivamente para la literatura, creador del término ultraísmo. “Lo que a mí me dio, por sobre todo, fue el placer de la conversación literaria, y también me estimuló a ampliar mis lecturas. En cuanto a la escritura, empecé a imitarlo. Él escribía frases largas y fluidas con un acento nada español y muy hebreo”. Para Borges fue una sorpresa, después de vivir en tantas ciudades europeas, descubrir que el lugar donde había nacido se había transformado en una ciudad muy grande y muy extensa, casi infinita, que se extendía hacia la pampa. “Podía ver Buenos Aires con un entusiasmo y con una mirada diferente porque me había alejado de ella un largo tiempo”. Su estancia en el extranjero le dio la posibilidad que brinda la perspectiva, la añoranza, de ver a Buenos Aires con una mezcla de sorpresa y de afecto. Ese redescubrimiento de la ciudad, especialmente de algunos lugares que adquirieron para Borges una importancia emocional, inspiraron los poemas de Fervor de Buenos Aries (1923), su primer libro publicado.

Borges

Aunque medio siglo después de aquellos “primeros excesos ultraístas”, Borges seguía esforzándose por olvidar lo que denominó “ese torpe período de mi vida”. Tenía la sensación de que todo lo que escribió después no hizo más que desarrollar los temas presentados en las páginas de de Fervor de Buenos Aires.

Literatura

Si bien nunca pensó en mandar ejemplares de esa primera obra a los libreros ni a los críticos, se ganó una modesta fama de poeta gracias a uno de sus imaginativos métodos de distribución: entregó cincuenta de los trescientos ejemplares impresos a Alfredo Bianchi, uno de los directores de la revista Nosotros, no con la intención de que fueran vendidos, sino para que los colocara a modo de obsequio en los bolsillos de los sobretodos que todos colgaban en el guardarropas. Cuando regresó tras otro año de ausencia, descubrió que “algunos de los habitantes de los sobretodos habían leído mis poemas e incluso escrito sobre ellos”.

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Dosier Literatura

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Sintió que durante toda su vida había estado reescribiendo ese único libro que celebraba los crepúsculos, los lugares solitarios y las esquinas desconocidas; se aventuraba en la metafísica de Berkeley y en la historia familiar, y dejaba constancia de sus primeros amores. El resultado de esta reescritura constante sobre la base de los mismos temas fue lo que Jorge Luis Borges consideró sus libros más importantes: Ficciones (1944) y El Aleph (1949 y 1952). En ellos se presentan los tópicos más recurrentes de su literatura, los más fuertes. Las verdaderas ficciones surgidas de la imaginación del autor están ambientadas en Buenos Aires y lo tienen al mismo Borges como protagonista. “El Zahir” y “El Aleph” (cuento que da título al libro) tratan la presencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana, la trascendencia en lo intrascendente. Pero es en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, el primer relato de El jardín de los senderos que se bifurcan, en Ficciones, donde Borges borra la línea entre realidad y fantasía en varios niveles, como espejos que reflejan espejos hasta el infinito. Y no es una casualidad que en la trama del cuento sea Adolfo Bioy Casares (un reflejo de su doble real) quien le haga notar a ese otro Borges que “uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cúpula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”. A partir de esta observación es cuando se descubre ese otro universo que poco a poco se va apoderando del nuestro. Borges menciona la amistad con Bioy como uno de los acontecimientos más importantes de su vida, y es innegable que, aunque muchos críticos siempre consideraron a Bioy Casares como una sombra del maestro, el aprendizaje de ambos haya sido recíproco.

editora de la revista Sur, actuó como anfitriona de una reunión donde se produjo un encuentro trascendente para la historia de la literatura argentina: Adolfo Bioy Casares conoció a Jorge Luis Borges; allí entablaron una conversación espontánea que selló su propio futuro y anticipó lo que sería una perdurable amistad. Tan fuerte resultó esa atracción inicial que sintió el uno por el otro que, en un momento de la reunión, Victoria Ocampo se acercó a ellos y les dijo: “No sean mierdas, hablen con el señor que es un hombre ilustre e inteligente”. Luego de ese reproche de la anfitriona, los escritores cruzaron solo un par de palabras con el extranjero ilustre, y Borges, en la turbación del momento que le hizo pasar Victoria Ocampo, se levantó con torpeza y rompió una lámpara que estaba a su lado, aumentando así su sentimiento de vergüenza y propiciando una apresurada vuelta a Buenos Aires antes de la hora del té (otro motivo de furia para Victoria, según afirmó luego Bioy Casares). Esa amistad abarcaría el resto de la vida de los escritores, ya que se veían con frecuencia y almorzaban juntos, aunque fuera una vez por semana. También escribieron conjuntamente varios libros y crearon el seudónimo de H. Bustos Domecq para publicar una serie de cuentos policiales humorísticos. Bioy Casares también era un apasionado de Buenos Aires aunque, a causa de su sinceridad y modestia, muchas veces sintió que su patriotismo de argentino sufría porque no lo reconocían como tal, y cuando trataban de elogiarlo, afirmaban: “Este es de Argentina, ¿no es verdad que no parece argentino?”

En 1933 dejó los estudios de Derecho y se anotó en la carrera de Filosofía y Letras, pero ahí afirmó que se sentía más Fue en 1932 cuando Victoria Ocampo, lejos de la filosofía y de las letras que


Bioy Casares, con su infinita modestia, afirmó: “Soy suficientemente honesto y buena persona como para desear que este mundo sea lo mejor, pero no tan orgulloso como para creer que mi obra va a mejorar al mundo”. Amante de la vida, no creía en la trascendencia, y en un sentido literal tenía razón, porque “[la muerte] Será el fin del mundo para mí, porque el fin del mundo para cada persona ocurre con su muerte.” Sin embargo, ambos autores lograron trascender más allá de su obra. Como si fuera la trama de una de sus historias, el talento de ambos logró modificar el paisaje urbano de Buenos Aires: la calle que se llamaba antiguamente calle Serrano pasó a ser la calle Jorge Luis Borges, ya que en ella se encuentra el solar donde existía la casa en la que vivió su infancia. Se trata de un típica calle de barrio, muy transitada, que nace en Plaza Italia y pasa por la Plaza Serrano, retratada en varios poemas de Fervor de Buenos Aires. En 2009, un tramo de dos cuadras de la calle, antes llamada Eduardo Schiaffino, fue rebautizado Adolfo Bioy Casares y se ubica entre las elegantísimas Posadas y Avenida Alvear. La casa en la que Adolfo Bioy Casares vivió gran parte de su vida, y que pertenecía a la familia de su esposa, Silvina Ocampo, ubicada en Posadas 1650, a la vuelta del tramo que lleva su nombre y cuyas ventanas dan a la cortada, fue el lugar en el que los dos autores se conocieron, cimentaron su amistad y crearon las historias en colaboración.

Literatura

En estos relatos se habla de la fantasía que contamina la realidad, de la posibilidad de que los sueños y miedos avancen sobre el mundo real y se apoderen de él –“En memoria de Paulina” y “El ídolo”–; o de la presencia de universos paralelos, cada uno con sus características propias y leves variaciones, un reflejo distorsio-

nado de la realidad, como espejos de feria –“La trama celeste”–. En este relato, el protagonista descubre una secuencia de movimientos que le permiten viajar de un universo a otro, donde el número de Argentinas es infinito, y las diferencias de un Buenos Aires a otro, sutiles.

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cuando estaba en Derecho y, aconsejado por Borges –15 años mayor que él– y por Silvina Ocampo (con quien se casaría en 1940, en el pueblito de Las Flores), abandonó los estudios y se trasladó a la estancia de la familia, luego de convencer a su padre de que lo dejara administrarla. El campo se llamaba “Rincón Viejo” y se encontraba en Pardo, partido de Las Flores, donde vivió los siguientes diez años; allí, cuando no recibía visitas, se dedicaba casi exclusivamente a leer, porque “los días son extremadamente largos cuando uno está solo”. Fue en ese lugar donde se gestó la idea y se llevó a cabo el proceso creativo que dio como resultado la novela con la que trascendió: La invención de Morel (1940). Ya había publicado otros libros antes, repudiados por el propio autor, de modo que se considera esta novela como el inicio de su carrera literaria. Tanto La invención de Morel como Plan de evasión (1945), su segunda novela, están ambientadas en islas de difícil acceso. Fue en La trama celeste (1948) donde decidió situar sus historias en la ciudad. Particularmente, en Buenos Aires se desarrollan las tramas de “En memoria de Paulina” y “La trama celeste”, que tienen un aire borgeano, tanto en su estilo como en sus temas. Cabe resaltar que ambos conversaban mucho acerca de literatura y ya habían trabajado juntos bajo el pseudónimo de H. Bustos Domeq, por lo que la influencia de uno sobre otro era recíproca, una literatura retroalimentada.

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Viaje liter ario por

Buenos Aires Susana Barceló

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Literatura

omo toda gran metrópolis, Buenos Aires es para el ojo distraído una ciudad más, caótica, por momentos monstruosa, que genera en los que la habitamos un estado tal de alienación mental que nos empuja a perder la propia identidad. Pero si aflojamos el paso y nos tomamos unos minutos para contemplarla, recordaremos que en la Reina del Plata se respira cultura, que hasta en la esquina más remota de la ciudad podemos encontrar profundas huellas literarias; que Buenos Aires está viva y que su corazón nostálgico, melancólico y apasionado late al ritmo arrabalero del tango y al del fluir acompasado de la pluma.

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su casa: “Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. /Una manzana entera pero en mitad del campo / expuesta a las auroras y lluvias y sudestadas. /La manzana pareja que persiste en mi barrio: / Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga…”. Siguiendo con la asociación geográfica, su gran amigo Adolfo Bioy Casares, en la novela El diario de la guerra del cerdo, mezcla realidad y fantasía en las calles de Palermo, llenas de conventillos, petit hoteles y pulperías.

Camino hasta Plaza Italia y una tristeza infinita me oprime el alma. Pienso en los que se llevaron, en los que ya no están. Y es que ahí mismo comienza El Eternauta, Haciendo un recorrido caprichoso, pien- del gran Héctor Oesterheld. Más adelanso en Palermo, barrio de arrabal y cuna te, la pena recrudece: a metros nomás veo del tango, poblado de casas bajas y cor- el Jardín Zoológico y recuerdo a Haroldo tadas laberínticas. Allí mismo nació Jorge Conti; es en este escenario donde nace su Luis Borges. Este lugar ha sido inspirador novela Alrededor de la jaula. de gran cantidad de poemas en los que el autor ha podido rescatar escenarios, per- Me despido de Palermo en la ex Plaza Sesonajes y características de aquella vieja rrano porque allí, en la calle Borges, esquiBuenos Aires. En su poema “Fundación na Cortázar, se encuentran estos dos aumítica de Buenos Aires”, Borges erige la tores tan dispares en escritura e ideología, ciudad, nada menos que en la esquina de pero tan análogos en talento y eficacia.


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Y la sola mención de Cortázar me obliga a trasladarme a avenida de Mayo y Florida, ya que en esa típica esquina del centro porteño se ubica la confitería London, retratada a la perfección en su magnífica novela Los premios. Si quisiera llegar al París del siglo XIX, según Cortázar en “El otro cielo”, tendría que retroceder a la galería Güemes, pero prefiero mantener la “localia” y detenerme en el Café Tortoni, refugio de poetas, músicos y artistas como Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges y Federico García Lorca. Este café tradicional de Buenos Aires fue inmortalizado en el hermoso soneto de Baldomero Fernández Moreno “Viejo café Tortoni”.

recuerdo a Homero Manzi y su tango “Sur” y “se me pianta un lagrimón”. Desorientada, hago un zigzagueo errático hasta Yrigoyen y Bolivar, y en el Gran Victoria me tomo un café con el detective Etchenike de Manual de perdedores, de Juan Sasturain. Me dice que vio a Martín, el protagonista de Sobre héroes y tumbas, charlando con Sábato en Parque Lezama.

Termino allí mi recorrido. El parque está hermoso en esta época del año. Los jacarandaes se tornaron violeta y el suelo se cubrió de hojas secas y flores anaranjadas. Me quedaron en el tintero Leopoldo Marechal y Adán Buenosayres, Manuel Mujica Lainez y la Misteriosa Buenos AiYa en avenida de Mayo me encuentro res; Bioy Casares, Caballito y Plaza Irlancon el Palacio Barolo, edificio de estilo da. Faltaron Paco Urondo, Juan Gelman neogótico y neoromántico, construido y Roberto Arlt. Pero los reservo para otro por el arquitecto Mario Palanti en un momento, porque el viaje se me hace inclaro homenaje a Dante Alighieri y a la terminable. Divina Comedia. El alma de esta ciudad es mágica y está Ahora me alejo en el recorrido hasta San llena de historias. Las letras fluyen incanJuan y Entre Ríos. ¡Qué cruel es Buenos sables como las aguas pertinaces del Río Aires! La garganta se me anuda: en esta de la Plata. Buenos Aires es una bruja esquina mataron a Rodolfo Walsh. Po- hechicera que enamora los corazones dría seguir hasta San Juan y Boedo, pero de los que se atreven a contemplarla.

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Impresion es, fuego y cicatrices porte単as;

Literatura

de la pluma de Walsh, a su mesa

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Norma Cabada

Rodolfo Walsh

“Su verso es de un verde claro y de un carmín encendido”; Rodolfo Walsh no pertenece a la genealogía poética de Martí, mas asume su mensaje y su lucha.

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hay que hablar –gemía, quemaba, maldecía–. Hablar, denunciar, dar a conocer, comunicar: verbos, todos ellos, acusados de subversión y de conspiración contra el émulo argentino de “la Pax romana”, de “Si me muero, que me muera con la cabela que se jactaban otrora los juristas del za muy alta. Muerto y veinte veces muerto, Digesto, mientras la sociedad toda ardía la boca contra la grama. […] Cantando esen los hornos y era eviscerada en El Circo. pero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles, y en medio Escribir, relatar, sangrar la república, en un de las batallas”; Rodolfo Walsh no transita alegato que pinte la realidad de cuerpo la dictadura que ciega la vida de Hernán- entero, que le ponga el nombre correcto dez, mas la vislumbra; la sangra su trazo a las cosas, que se atreva a llamar muerte por las latitudes porteñas de la América a la muerte. Denunciar sobre un sopordel Sur, adormecida de miedo y aterida de te perenne la realidad violenta. Cincelar silencio. el acaecer nacional a fuerza de martillo y de hoz, para perforar la pseudodemo“Yo quiero ser llorando el hortelano de la cracia en su lado más flaco: la ignorancia. tierra que ocupas y estercolas [...] y quieEjercer el arte de comunicar como nunca, ro más tu muerte que mi vida...”; Rodolfo para que hasta el mismo Moreno, desde Walsh encarna de manera irrefutable el su tumba bicentenaria, se goce... Pero el llanto de Machado por su amigo mutilado Estatuto de Reorganización Nacional imde la vida, frente a la desaparición y muerperaba por aquellos clandestinos tiempos, te de su propia hija, ofrecida en libación así que Buenos Aires se había lavado su inocente ante el altar de la dictadura del cara de cemento en obediencia a “las bo76; ávido de carne y de mentes que, hatas” y se había también cortado la lengua. biendo eliminado de su brújula el “Norte capitalista”, apostaban a la construcción Limpio, ordenado, silente, simétrico, ortode un “Sur” donde la vida dejara de ser doxo, gris, dogmático. El panorama poruna utopía. teño lucía como un hospital descomunal cuyo lema, encarnado en la faz de una Buenos Aires se desperezaba aquella maenfermera llamando al silencio, parecía siñana del 76 y brotaba desde la pluma lenciarlo todo (Eduardo Galeano esgrimía de Walsh; en realidad, desde su máquial respecto, por aquel tiempo, que solo es na Remington, la cual habiendo tomado vencido un enemigo, cuando ha sido sila palabra, no cejaría ya en la siembra de lenciado). su fuego. Fuego dentro de la cabeza de Walsh y fuego dentro de los campos de Hablar de enemigos en la propia Patria, siconcentración de la dictadura infame, los lenciar la voz de la República, obnubilar su cuales hubieran causado pánico hasta al Espíritu; la sangre le hervía a borbotones al periodista, y el semen de su simiente mismo Hitler. anonadada le clamaba por dentro desgaHay que denunciar –pensaba Rodolfo–; rrándole el alma y el cuerpo.

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... y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra.

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Dosier ¿Detenerse? imposible cuando la tierra se ha dispuesto para el arado. Y Rodolfo Walsh parió la “Carta a las juntas Militares” y Buenos Aires se derramó de su mano, y la República se declamó por su boca: “El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”.

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Y la palabra le explotó como una bomba montonera:

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Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de “cuenta-cadáveres” que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.

La sangrante Buenos Aires, enmudecida y opacada en su semblante, escenario de La falta de límite en el tiempo ha sido “carreras de Falcon verde”, pisoteada de complementada con la falta de límite borceguíes, ninguneada de voces, de voen los métodos, retrocediendo a épotos y de votantes emitía ahora su voz milicas en que se operó directamente sotante mediante la carta de Walsh; emitida bre las articulaciones y las vísceras de desde el dolor, motivada por la necesidad las víctimas, ahora con auxiliares quide ponerle a tanto olor y hedor a muerte rúrgicos y farmacológicos de que no vientos de esperanza. Surgida para estadispusieron los antiguos verdugos. El tuir literalmente, y de una vez por todas, la potro, el torno, el despellejamiento en libertad de prensa y la de expresión. Carta vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios portadora de un mensaje que solo halló junto con la picana y el “submarino”, el su eco y su real significado en manos del soplete de las actualizaciones contemdestinatario, el pueblo de Buenos Aires, y poráneas. que es aún en estos tiempos posmoderY la realidad porteña, en medio de los cír- nos y cibernéticos una invitación al ejerciculos intelectuales y conservadores, que- cio de la soberanía del decir, un convite a la celebración de la voz humana. dó boquiabierta:


Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles. (Rodolfo Walsh)

El 25 de marzo de 1977, día posterior a dar a conocer la “Carta a las Juntas Militares”, el periodista y escritor Rodolfo Walsh fue tiroteado en la esquina de San Juan y entre Ríos, Barrio de San Cristóbal. Luego fue llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada y nunca más apareció... Solo le queda hablar por medio de sus escritos, de su pensamiento y de su estilo literario, los cuales revolucionaron el periodismo porteño y la construcción del pensamiento colectivo nacional.

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Desde el estrado de la historia y a la luz de su legado, tome Buenos Aires la palabra y ponga por obra el derecho de llamar a las cosas y a las crisis por su nombre.

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Cúpulas de Buenos Aires, y algo más Victoria García

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uenos Aires es una ciudad de encantos que hechiza con su cúmulo de historias plasmadas en sus múltiples edificios y calles. Si levantamos la mirada al cielo, descubriremos un mundo de curiosidades y anécdotas en los cientos de cúpulas de esta ciudad. Prepárense para recorrer el interior de algunas de las más emblemáticas de estas, y desenmarañar algunos de sus misterios.

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La Torre Monumental o Torre de los Ingleses Ubicación: plaza Fuerza Aérea, situada entre Av. del Libertador, y las calles Ramos Mejía y San Martín. La Torre de los Ingleses, réplica del Big Ben, fue obsequiada por Gran Bretaña a la Argentina con motivo del Primer Centenario. El arquitecto inglés, Ambrose Poynter, diseñó la torre en 1910; y todos los materiales empleados, así como también la mano de obra requerida, fueron traídos desde Inglaterra. La altura de la torre es de 75,50 m y tiene ocho pisos. A los 35 m, se encuentra un reloj que presenta cuatro cuadrantes realizados en opalina inglesa. El funcionamiento de la maquinaria es con péndulo y pesas. Sobre los cuadrantes se hallan cinco campanas de bronce cuyo tañir imita al de la Abadía de Westminster. La mayor de ellas pesa alrededor de siete toneladas. La torre está coronada por una cúpula de forma octogonal cubierta con láminas de bronce y, sobre ella, una veleta que representa una fragata de tres mástiles de la época isabelina.


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Dato curioso: el reloj de la torre fue “silenciado” a principios de 1940 para que sus campanadas no molestaran al entonces presidente Roberto M. Ortiz. En esos años, la residencia presidencial estaba situada en Suipacha 1032, a pocas cuadras del lugar. Ortiz agonizaba y su familia había pedido que detuvieran el reloj por la noche. Los cuidadores del mecanismo eran padre e hijo. Para cumplir con el pedido, el adolescente viajó cada noche en tranvía, desde Floresta hasta Retiro, para detener el reloj y luego regresar a su casa. A la mañana siguiente, su padre realizaba el mismo trayecto para ponerlo en marcha nuevamente.3

La cúpula del Congreso de la Nación Ubicación: Av. Entre Ríos 50.

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La cúpula del Congreso de la Nación es la cúpula más grande de la ciudad de Buenos Aires. Se eleva a 65 metros sobre el Salón Azul del Congreso y a 85 metros del nivel de la calle en la que se encuentra emplazado este edificio público. Está revestida en cobre (aunque el paso del tiempo y la humedad le han dado una coloración verdosa) y trabajada en mármol, con rosetones en su interior. En la cima, presenta una corona decorada con figuras quiméricas de las cuales emerge un pararrayos. Más abajo, se observa una obra hecha en bronce, de ocho metros de altura y veinte toneladas de peso, realizada por el escultor Víctor de Pol: representa a la Victoria Alada, una poderosa mujer que, valerosamente, intenta controlar las riendas de cuatro caballos que simbolizan a la República triunfante y que se dirigen, desbocados, hacia la Casa Rosada.

ZIGIOTTO, D.M. (2007) Las mil y una curiosidades de Buenos Aires, EDICIONES B, 2012.

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Confitería del Molino Ubicación: Av. Rivadavia 1801, esquina Callao. En una esquina adyacente a la sede del Congreso de la Nación, existe un curioso edificio de diez pisos con un molino en la parte superior. El Molino, como se lo denomina, hoy se encuentra en total abandono, y la vieja confitería que antiguamente vibraba en la planta baja, está cerrada. El nombre surgió por su proximidad con el primer molino harinero de la ciudad, instalado en ese entonces en un sector de la actual plaza del Congreso. El edificio fue famoso por sus mármoles, vitrales, cristalería y delicias de repostería. Datos curiosos: por sus mesas pasaron Alfredo Palacios, Carlos Gardel, Lisandro de la Torre y Leopoldo Lugones. El tenor Tito Schipa y la soprano Lili Pons también estuvieron presentes. Niní Marshall, Libertad Lamarque y Eva Perón, aunque en distintas ocasiones, degustaron el té con masitas secas, al igual que mucha gente de la alta sociedad de la Buenos de Aires de principios de siglo.4

La Inmobiliaria Ubicación: Av. de Mayo 1402/1500.

Literatura

El edificio fue construido en 1910 y lleva el nombre La Inmobiliaria, porque allí funcionó la compañía de seguros homónima. Su fachada posee simetría axial total, remarcada por dos cúpulas que resaltan las ochavas de hierro y zinc, de color rojizo y con miradores. Originalmente, estaban revestidas con pizarra y lucían un color gris oscuro, propio de dicho material; pero, durante la restauración de 1968, una de ellas perdió ese recubrimiento y se pintó de un tono ladrillo. Así, las dos cúpulas lucieron colores diferentes hasta su restauración, en 1993, cuando finalmente fueron pintadas

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Confitería del Molino, de Callao y Rivadavia Disponible en: http://www.arcondebuenosaires.com.ar/confiteria_molino.htm


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con el color en que se las ve en la actualidad.

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les y a la Rosa Mística. Sobre el faro, está la constelación de la Cruz del Sur, que se alinea con el eje del palacio durante los Dato curioso: ambas cúpulas son propieprimeros días de junio a las 19.45. Este dad de dos neoyorquinos. Uno de ellos edificio fue uno de los primeros rascaciela adquirió en ocasión de haber venido a los de la ciudad y, actualmente, es un edibailar tango a este país, y el otro, cuando ficio de oficinas.5 se estableció en Buenos Aires, en la década del sesenta. Dato curioso: en el año 1910, ante la posibilidad de una nueva guerra en Europa, El Palacio Barolo el industrial Luis Barolo y el arquitecto Mario Planti soñaron con traer a Buenos Ubicación: Av. de Mayo 1370. Aires las cenizas del poeta Dante Alighieri, El 14 de septiembre de 1923, el faro que autor de La Divina Comedia, a fin de ressobresale sobre los cien metros de altura guardarlas. Las cenizas reposarían en la encendió una luz roja: anunciaba la de- bóveda central, sobre un punto de bronce rrota del boxeador Luis Ángel Firpo por el en la planta baja. Pero, finalmente, no se título de los pesos pesados. Las bujías del concretó. faro representan a nueve coros angelica-

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ZIGIOTTO, D.M. op. cit.

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Dosier Club Español

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Ubicación: Bernardo de Irigoyen 172/78.

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La cúpula de este edificio presenta una llamativa combinación de tonos dorados y rojizos. En la parte superior, muestra una imponente figura del Genio Alado que, al igual que La Recolección y La Navegación, ubicadas en el tercer piso, son obras del barcelonés Torcuato Tasso y Nadal. En otros tiempos, esta figura sostenía en una mano un farol que se encendía en fechas especiales, como el 12 de octubre.

Exsede de La Prensa Ubicación: Av. de Mayo 575. A comienzos de siglo, el periodista y político José C. Paz, encargó el diseño de la fachada al arquitecto Louis-Marie Sortais, en París. Paul Garnier creó el enorme reloj sobre el cual se alza una estatua de tres toneladas que representa a la diosa de la sabiduría, Palas Atenea. Esta figura, en


en pedazos y reemplazada por el escudo peronista. Volvió a su lugar cuando la Revolución Libertadora restituyó el periódico a sus dueños, en 1955.6

Este ha sido un breve recorrido por algunos de los sitios emblemáticos de esta maravillosa ciudad. Todos son parte de nuestra historia. Reconocerlos y estuDato curioso: El gobierno de Juan D. Pe- diarlos nos ayudará a valorar nuestro parón confiscó el diario en abril de 1951. trimonio y a conservarlo para las generaLa estatua de Palas Atenea fue cortada ciones futuras.

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una de sus manos, sostiene una antorcha que simboliza la relevancia que habían adquirido los medios gráficos de comunicación a fines del siglo XIX, y en la otra, un ejemplar del diario que le da el nombre. El águila que se encuentra por encima del reloj representa al periodismo que, al igual que esa ave, “todo lo ve”.

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ZIGIOTTO, D.M. op. cit.

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Las pasi nes populares del

teño

por

Valeria Fedorowicz

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l viajero reconoce con más facilidad las particularidades ajenas que hacen único cada lugar. Sin embargo, caminando cada tarde por las mismas calles del microcentro no me permito perder cierta ingenuidad. Tal vez sea porque nací y crecí en un barrio sureño del conurbano, tal vez porque habité otras ciudades que me fueron igual de ajenas. Lo cierto es que abro unos ojos grandes y nuevos a cada moda, a cada hábito que se impone en esta ciudad llena de historia.

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en un café para adentrarse por esa otra orilla que es la literatura, que le permite atravesar el océano y viajar a sus anchas, sentirse orgullosa de sus mármoles venecianos, de su renacimiento italiano y su barroco francés. Cada ciudad tiene su identidad, sus formas y manías, sus maneras y sus modos de amar. Y si hay un romance bien porteño es el de la literatura y los cafés.

Primero fueron ellos, los escritores, los que eligieron el espacio neutral del bar para la lectura (y la escritura) individual Miro hacia arriba y descubro cada taro colectiva, y desarrollaron verdaderos de algo nuevo entre tanta arquitectura espacios culturales que han dejado su ajustada a estas latitudes, entre tanto huella en el tiempo (y en las letras). pastiche nacional. Y es que más allá del tango soy una convencida de que las Más allá del fetiche de los de Floritardecitas de Buenos Aires tienen ese da por La Richmond, la fascinación es qué sé yo, una identidad propia de gran eterna, y cada vez que se recorren cierurbe ostentosa y engreída que le da la tos bares están ahí el cuaderno y la laespalda al río impunemente para meter- picera. Siempre algún (o alguna) joven se entre las construcciones desordena- renueva el mito sentado en la barra, damente alineadas y tomarse un corta- mirando a la gente, entre las masas y do en jarrito. La reina del Plata se refugia en soledad.


Con el tiempo, los cafés dejaron su indiferencia y se decidieron a manifestar su favoritismo por estos asistentes siempre bien acompañados de un libro, un papel y una birome. Por eso existen bares literarios como La Poesía o el Bar Orsai, entre otros, donde la picada y la cerveza son el acompañamiento lógico de la velada literaria. En algunos de estos sitios, se pueden comprar libros, realizar talleres, asistir a cursos y hasta editar la producción propia. Como un híbrido de nuestros tiempos,

los libros devolvieron favor a los lectores y escritores. En cada una de las grandes cadenas de librerías, se puede encontrar un bar donde tomar algo y hasta disfrutar de buena música mientras se lee o se escribe tranquilamente. La más emblemática es, sin dudas, Ateneo Grand Splendid, ubicada donde estaba el teatro del mismo nombre. Si bien conserva la arquitectura original, se readaptó para funcionar como librería. Los comensales pueden sentarse en el mismo espacio donde antes estaba el escenario y cuenta con espacios silenciosos destinados a la lectura, específicamente.

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Pasar de un lado a otro de la hoja era solo cosa de tiempo, y las paredes testigos se convirtieron en protagonistas de los sueños diurnos de sus protegidos: Arlt inmortalizó Las Violetas; Fernández Moreno, el Café Tortoni; Cortázar, el Café London; Sasturain, el Bar Ramos y el Gran Victoria, entre miles de otros que se encuentran en nuestras letras.

Otra vez, la más cosmopolita de nuestras ciudades ofrece escenarios variados para las pasiones porteñas. Hay muchos espacios de lectura y gastronomía que han quedado afuera; resta al lector (o al comensal) deambular por estas calles y estas páginas completando según sus propios saberes (y sabores).

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Leyendas urbanas: Insinuaciones de lo intangible

Verónica Cantelmo

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Te morías por volver, “con la frente marchita”, cantaba Gardel, y entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud… Joaquín Sabina

eveladas por fuentes anónimas que aseguran haber visto lo inverosímil, las leyendas urbanas sugieren la existencia de realidades paralelas que yacen a nuestro paso. Protagonizadas por algún personaje que se transfigura, cobra vida o vuelve a ella, estas historias, cuyas intrigas jamás saldrán a la luz, irrumpen en la cotidianeidad metropolitana y le confieren un halo de oscurantismo. Existe también otro tipo de mito urbano que no se asocia a lo paranormal, sino que se relaciona con la existencia de acechadores y grupos del hampa que elaboran, silentes, minuciosos planes perversos que ponen en riesgo la integridad de los mortales. Las apariciones y los hechos referidos siempre guardan

alguna vinculación con la realidad del lugar donde se producen o con el contexto sociopolítico donde nacen. Estas historias, transmitidas originalmente en forma oral, han sido tergiversadas a través de los distintos narradores, lo que dio lugar a la existencia de múltiples versiones de cada una de ellas; más tarde, numerosos autores las convirtieron en literatura testimonial o fantástica, y, desde hace un tiempo, el desarrollo tecnológico y la proliferación de las redes sociales han propiciado su propagación masiva a través de Internet. De esta manera, las leyendas urbanas forman parte del folclore de las grandes urbes. Buenos Aires, con su complejo diseño arquitectónico y una vasta heterogeneidad cultural, encierra un sinfín de relatos míticos.


Cuentan que desde hace casi un siglo, cada 29 de enero por la noche, el fantasma de Felicitas Guerrero aparece en el templo, luciendo una mortaja blanca corroída por el tiempo. Algunas personas aseguran haber escuchado sus lamentos, acompañados por campanadas inexplicables. Se supone que la maldición de Enrique Ocampo retiene a Felicitas en un limbo extraterreno y mantiene viva su pena.

El Obelisco porteño también forma parte del contario de leyendas urbanas más simbólicas de esta metrópoli. A mediados de los años treinta, durante una fuerte tormenta eléctrica desatada en Buenos Aires, cae un rayo sobre el centro de la ciudad y hace temblar la estructura completa del Obelisco. Como consecuencia del incidente, un empleado de mantenimiento, que se hallaba trabajando en la cúspide, pierde el equilibrio y muere. Desde entonces, se rumorea que quien se acerca al monumento durante las noches de tormenta puede escuchar con claridad los alaridos devastadores de aquel obrero accidentado.

Literatura

Devastados por la tragedia, los padres de la joven ordenan construir en su honor la iglesia Santa Felicitas, ubicada hasta la actualidad en Isabel La Católica 520. En el vestíbulo, se pueden observar dos estatuas de mármol de carrara, una conmemorando a Don Martín de Álzaga y otra en memoria de Felicitas y su primogénito.

Felicitas y su primogénito

En 1862, Felicitas Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, de dieciséis años, es obligada por sus padres a contraer matrimonio con Martín Gregorio de Álzaga, un sexagenario adinerado. De esta unión nace un hijo, Félix, fallecido a temprana edad a causa de la fiebre amarilla. Desahuciado por la tragedia, Don Martín de Álzaga encuentra la muerte el 17 de marzo de 1870 y deja viuda a Felicitas; joven, bella y acaudalada. La muchacha tiene pronto varios pretendientes, entre ellos Manuel Sáenz Valiente, un terrateniente que logra captar su atención. Enfurecido por la elección de Felicitas, Enrique Ocampo, otro de su cortejantes, la embiste el 29 de enero de 1872 en la zona de Barracas; profiere detrás de ella una maldición: “Te daré una y mil veces la muerte”, y le dispara por la espalda. Inmediatamente después de agredir a la mujer, Ocampo se suicida; Felicitas agoniza durante algunas horas y fallece el día posterior al ataque.

ciones y hasta la actualidad, en la fecha indicada, personas afligidas por amores perdidos dejan pañuelos o cintas blancas atadas en las rejas de la iglesia; si al día siguiente las ofrendas aparecen mojadas, ello implica que Felicitas ha vertido allí sus lágrimas, concediendo a los devotos la gracia suplicada.

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Templos y monumentos: hogar de Desde las noticias de sus primeras aparialmas contrariadas

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Las calles porteñas y sus héroes Leyendas de fin de siglo: alerta y ocasionales paranoia Según aspectos místicos de la cábala, el Golem es un gigantesco hombre de arcilla, creado a través de ciertos rituales mágicos. Cuentan que en el siglo XVI, en Praga, estos conocimientos le permitieron al rabino Loew ben Betzabel crear un Golem para proteger al gueto de Josefov de ataques antisemitas. Al cabo de un tiempo, el rabino pierde el control sobre la criatura y se ve obligado a destruirla; sin embargo, muchos aseguran que, cada treinta y tres años, aquel Golem se deja ver fugazmente por las calles praguenses.

Literatura

Hacia fines de siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, se desarrolla en Argentina un vasto proceso inmigratorio por parte de la colectividad judía, entre otras. Esta comunidad elige principalmente la zona metropolitana de Once para establecerse, en los alrededores de las avenidas Corrientes y Pueyrredón. Se dice que, de una de sus embarcaciones, un Golem protector desciende junto con la colectividad judía en la ciudad para cuidar de todos sus integrantes.

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En 1903, tras una riña producida en las inmediaciones de una sinagoga del barrio de Balvanera, hace su primera aparición el Gigante de Once, un ser de unos tres metros de altura, con cuerpo de piedra, que rescata a unos cuantos paisanos de una tremenda golpiza. Desde entonces, se dice que el Gigante aparece esporádicamente por el lugar, salvando a personas cuyas vidas están en peligro. Mucho se ha conjeturado acerca de la morada del humanoide, y las versiones más numerosas lo sitúan en el antiguo pasaje Victoria, con entrada por Alsina al 2300 y por Hipólito Yrigoyen (excalle Victoria) al 2200; sin embargo, nadie puede precisar dónde reside el Gigante de Once ni cuándo será su próxima aparición.

Si bien el tráfico de órganos existe desde hace mucho tiempo, durante las décadas del ochenta y del noventa, este flagelo conmociona Buenos Aires y convierte a la ciudad en cuna de numerosas leyendas urbanas vinculadas con el tema; lo mismo sucede con el contagio de enfermedades, principalmente del sida. Algunos de estos mitos refieren a secuestros realizados por personas en vehículos específicos, en zonas predeterminadas, que en un lapso inferior a dos horas son capaces de tomar una víctima, drogarla y practicarle, mediante una cirugía perfecta, la extracción de un riñón, el que rápidamente será exportado a algún país limítrofe. Se dice que los mutilados, somnolientos y aturdidos, son devueltos rápidamente al seno familiar o abandonados en las inmediaciones de sus hogares. Historias similares circulan durante aquella época en torno a los llamados “sacaojos”, personas que, aprovechando la borrachera de jóvenes desprevenidos, en alguna fiesta, les quitan con habilidad las retinas, sin que ningún otro invitado llegue a percibir el suceso. Otro relato similar de los ochenta pone a la sociedad sobre aviso acerca de la posibilidad de encontrar alfileres ensangrentados en las butacas de los cines, con el objeto de contagiar el VIH al desafortunado espectador que ocupe por descuido el asiento en cuestión. También es popular la historia de una mujer que, tras mantener una relación ocasional y sin protección con un veinteañero, escribe con su lápiz labial un mensaje en el espejo del baño, a través del cual le comunica al muchacho que ha contraído el virus; la misma historia se reprodujo con protagonistas de distintas nacionalidades y procedencias, aunque


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Buenos Aires real y legendario Misteriosos, atractivos y en ocasiones escalofriantes, los mitos urbanos que pululan por las ciudades del mundo dibujan grandes rasgos de sus pueblos; fantasía y realidad se entrecruzan en cada leyenda que deambula por las ciudades, dejando las huellas imborrables de su identidad.

El rumor, lo inesperado y hasta lo patético forman parte del inconsciente colectivo porteño, en un sinfín de relatos legendarios que la razón percibe como falaces pero cuya circulación les ha proporcionado una cuota de veracidad. Fantasía y realidad se entrecruzan en estos cuentos que se divulgan y multiplican, alimentando en cada habitante de Buenos Aires la extraña y excitante sensación de que todo es posible; así, algunas concretas; otras intangibles; múltiples especies construyen nuestro polifacético universo. Latentes e invisibles, los submundos citadinos coquetean con nosotros y nos regalan, cada tanto, la provocación de lo indescifrable.

Literatura

nunca se obtuvo el testimonio del damnificado. Son muchos los que dicen conocer a las víctimas a través de algún contacto lejano e inespecífico; sin embargo, las imprecisiones no impidieron que aquellas anécdotas infundieran pánico en buena parte de la sociedad.

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