El Mensaje Relatos y Aforismos - J. G. Cano

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J. G. CANO

menor síntoma te regresa al miedo, a las agujas, al bisturí, al quirófano, al despertar de la anestesia, la presión que se dispara, los días que parecen noches iguales y las noches que no distingues. Solamente los destellos te mantienen cuerdo: los destellos en que te sientes humano otra vez y cuando abandonas a cuentagotas los campos del sufrimiento. Pero pasarán días, semanas, meses, en que las punzadas y el miedo te van a estar recordando, una y otra vez: “aquí te esperamos”, “aquí te esperamos”. Así que no hagas fiestas Aureliano. Puede ser que tú seas el ganancioso. Me miras otra vez y algo percibes en mis ojos y yo veo un destello en los tuyos. Está bien, si mi propia angustia soterrada te sirve de algo, pues tenla. Digamos que es parte de la solidaridad entre un muerto que se apresura y otro que va a esperar un poco. La señora regordeta hace una seña a los otros potentados de banqueta y tú te das cuenta, Aureliano. La vida es así, ni modo, tus camiones no se pueden parar, qué se le va a hacer. Ya vienen por mí, pero no traen camilla. Será en una silla de ruedas que al entrar se le va de lado al conductor —Puede irse en la silla ¿verdad? —Pues sí, y ahí vamos. No te rías Aureliano, no estás para eso. Yo voy empezando de nuevo y cuando me traigan aquí otra vez tú ya no vas a estar. O te moriste o te cortan las patas, de perdida. ¿Que voy a regresar? —Seguro, tengo rato que nada me sale a la primera. Voy de dos en dos operaciones y esta va a ser la quinta. Luego te cuento. Nos vemos, Aureliano, llévatela calmada y ni pienses en que nadie sabe para quién trabaja... total.


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