
2 minute read
LA RULETA UNA NOCHE MÁS
from 22-07-2023
Ver Nica Citlali P Rez Lozada
ACTUALMENTE SOY EMPRENDEDORA EN LOS BAZARES, Y TAMBIÉN VENDO MI ARTE. MI PASIÓN POR LA ESCRITURA HA SIDO POR LA NECESIDAD DE COMUNICAR LO QUE SIENTO CUANDO NO LO PUEDO EXPRESAR DE MANERA VERBAL. POCO A POCO HAN CRECIDO MIS HABILIDADES DE ESCRITURA, ESO HACE QUE CADA DÍA TENGA MÁS PASIÓN POR ELLA.
Advertisement
Caminaba sin rumbo fijo, el viento gélido no se sentía, solo se veía el vaho salir, formando una neblina temporal entre la ausencia y las personas que llegaban a caminar.
No le podía contar a nadie lo que tenía, pero sobre todo, no debía contar mi decisión. Cada día perdía parte de mí y el apetito desaparecía conforme pasaban los días. A veces vomitaba sangre, llegué a creer que era por exigirme tanto. Pensé que mi gastritis se había agudizado o era la deuda que tenía que pagar por “haberme dejado de lado” o tener dietas extremas en mi juventud.
Aquella ocasión, mientras caminaba por el callejón, sentí otra vez que alguien me veía desde la oscuridad, no sé si me miraba, ni quién era; en mi mente estaba un pensamiento: “¿qué tal si le cuento a esa persona?” y una carcajada salió de mí. Al pasar los minutos me atreví a acercarme, me dí cuenta de que era una mujer. Me temblaban las manos, sentía que mi corazón se aceleraba. Ella me observaba. Tal vez si se le contara, me liberaría de la pena, ya estaba cansada de solo tener conversaciones con mi libreta y llorar cada noche.
Tenía dolor desde hace varios años, no quería enfrentar mi realidad y eso evitaba que pudiera ir al doctor, cada que alguna persona me decía que tenía un mal aspecto, que parecía una muerta o algo así, me iba de lugar para no escuchar más.
Me acerqué poco a poco a la mujer, su mirada era dura, entonces estiró su cabeza hacia mí y de sus labios salió una voz ronca y tajante:
—Entra a mi casa, se ve que ya no puedes, tus labios se tornan morados y un poco secos, tal vez es por el frío o del miedo que tienes, pero sabrás que no es nada que no conozcas.
Acepté la invitación con miedo. No sabía si podía contarle, tomé la poca fuerza que me quedaba, ella me observaba meticulosamente, parecía que analizaba todos mis movimientos.
—Toma este té, te ayudará a calmarte —dejó de observarme, mientras las lágrimas empezaron a rodar sobre mis mejillas, al voltear la cara noté que su mano se veía huesuda… ¿o ya estaba alucinando?
Con la voz entrecortada le dije:
—Ya no tengo tiempo y el tiempo no es para mí, ya no quiero vivir. Viajaré a Ámsterdam, la eutanasia será la realidad a mi sueño, probaré marihuana y tal vez algo más para perder la conciencia, pues ya no queda nada, en tres días acabaré conmigo, después de todo la eutanasia dará fin a mi vorágine. No hay mucho qué hacer, sólo por eso no quise llegar a mi casa, no quiero que nadie me vea, tal vez interrumpa tu soledad. ¡Perdóname por favor! —y el llanto ya no lo pude parar.
—No te preocupes, al menos mi casa ya no está tan lúgubre, también llevo años muerta y observaba que poco a poco tú morías. No quise acercarme ¡creí que ya lo sabías! Tu caminar cada día era más lento, y tu esencia se va acabando poco a poco
Me quedé atónita. ¿Cómo es que ella sabía lo que me pasaba? Quizás trabaje en un hospital o sea doctora, por eso sabía que poco a poco se me acababa la vida. No quise preguntar. Apenas terminé el té y salí de su casa, la sombra y el silencio me invadieron una vez más.