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en Nueva York

A 20 AÑOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE

MIKE SEGAR

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Reportaje

Para algunos, la colina representa la resiliencia de Nueva York; para otros es una herida abierta. Debajo permanecen los restos de los atentados del 11 de septiembre de 2001

Escombros y restos humanos yacen en gigantesco vertedero

Thomas Urbain/AFP

NUEVA YORK. Para algunos, la colina representa la resiliencia de Nueva York; para otros es una herida abierta. Debajo yacen los escombros de los atentados del 11 de septiembre de 2001 mezclados con restos humanos.

El sitio en Fresh Kills, en Staten Island, fue el vertedero al aire libre más grande del mundo hasta que fuera cerrado.

Después de que secuestradores de Al Qaida redujeran las Torres Gemelas a pilas de acero y concreto, el sitio fue reabierto para albergar los escombros del World Trade Center. Hoy es un lugar que genera consternación para algunos familiares de las víctimas.

Los primeros camiones llegaron la noche del 11 de septiembre de 2001 y durante diez meses Dennis Diggins dirigió los trabajos de traslado de 600.000 toneladas de escombros de la “Zona Cero”.

“No sé cómo sería si tuviera un familiar aquí. Pero les puedo decir que el material ha sido tratado con el mayor respeto”, recuerda Diggins 20 años después. “No está mezclado con basura, hay una separación”, agrega desde lo alto de la colina desde la cual se ve el Bajo Manhattan.

El área se convirtió en una pequeña ciudad, con miles de empleados de saneamiento, policías, agentes del FBI y del Servicio Secreto.

Todos ellos peinaron el sitio en busca de pistas, objetos de valor y restos que pudieran ayudar a identificar a las víctimas.

Kurt y Diane Horning estaban entre los familiares de fallecidos en esos ataques que visitaron rápidamente el área. Su hijo Matthew era un administrador de bases de datos que murió cuando la Torre Norte se desplomó una hora y 42 minutos después de que fuera impactada por uno de los aviones secuestrados.

Se estresaron apenas al llegar: el sitio estaba lleno de gaviotas y barro. Encon-

La sobreviviente del Pentágono encargada de anunciar las muertes

Karen Baker era una experta en comunicación de crisis en el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, pero nada podía prepararla para lo que pronto tendría que hacer: anunciar la muerte de sus amigos.

Cuando el vuelo 77 de American Airlines se estrelló contra el cuartel general del departamento de Defensa estadounidense, Baker inicialmente pensó que una bomba había estallado en el edificio.

“Fue una explosión fuerte y luego sentimos un temblor”, recuerda esta experta en relaciones con la prensa. “Pensamos en ese momento que era una bomba”.

Baker y su amiga Elaine Kanellis, que estaba embarazada de nueve meses, se unieron a otros miles de empleados que rápidamente evacuaron el edificio, muchos en medio de la oscuridad y el intenso calor generado por la explosión.

Los investigadores dijeron luego que todos los que sobrevivieron escaparon del edificio en los primeros 30 minutos tras el ataque.

La atención de Baker pronto regresó al trabajo. Durante días fue clave en compilar una lista de los muertos, y en comunicarse con familiares para confeccionar tributos a las víctimas y para ser su “escudo e intermediario con los medios”.

Karen Baker En 2001, el vertedero Fresh Kills en Staten Island se convirtió en un lugar de clasificación de escombros y efectos personales de Ground Zero.

Salió vivo del piso 105 del World Trade Center: recordar “es mi terapia”

Cuando recuerda lo que vivió el 11 de septiembre de 2001, Joseph Dittmar oscila entre risas y lágrimas: contar cómo escapó del piso 105 del World Trade Center es su manera de sobrevivir.

La historia de su descenso de esos 105 pisos, que conserva 20 años después con una memoria fotográfica, se asemeja a una epopeya trágica. Este padre de cuatro hijos, que asistía ese día a una reunión de corredores de seguros en una sala sin ventanas de la torre sur, debe su supervivencia a decisiones que tomó en segundos.

Cuando el primer avión secuestrado por yihadistas se estrelló contra la torre norte, los 54 participantes solo vieron la luz vacilar. En el piso 90, tras escuchar varios llamados a evacuar, vieron por una ventana el drama en la torre norte.

“Fueron los peores 3040 segundos de mi vida (...) Vimos muebles, papeles, gente que se precipitó al vacío, cosas aterradoras, terribles. Tenía tanto miedo”, cuenta.

Nativo de Filadelfia, entonces residente de Chicago, no puede impedir pensar: “¡Cada vez que vengo a esta ciudad pasa algo!”.

Regresa a las escaleras, y se topa con un colega, un “gigante” exjugador de fútbol americano, Ludwig Picarro, que quiso ir al baño. No sobreviviría.

Joseph Dittmar

traron una tarjeta de crédito, un zapato, un reloj.

Un trabajador les dijo que durante los primeros 45 días, por falta de equipos, trabajaron con rastrillos y palas.

“La idea era trabajar dentro del presupuesto, rápidamente (...) ‘Vamos a mostrar la capacidad de recuperación del país y no detenerse en los muertos’. Y eso fue lo que hicieron”, afirma Diane.

Diggins asegura en cambio que ni él ni sus trabajadores trataron el área como un vertedero normal y operaron “con respeto”. “Siempre se supo que había restos humanos. Nunca dejamos de pensar en eso”, dice, visiblemente emocionado.

Afirma también que una vez que los camiones dejaron el sitio contrató a buzos para que registraran el muelle circundante y se aseguraran de que nada hubiera quedado sin inspeccionar.

“Basurero”

Entre el inicio y el final de la operación, la colina, que ofrece una vista impresionante del Bajo Manhattan, donde estaban las Torres, se elevó más de 25 metros.

Separada del resto de la colina por una capa aislante, la pila de escombros estaba cubierta por lonas de plástico.

Los Horning creen que algunos restos de Matthew están enterrados allí. Hasta el día de hoy solo se ha recuperado un fragmento de hueso de su hijo.

Sus intentos de retirar todos los restos fueron rechazados por el gobierno de la ciudad, entonces a cargo del alcalde Michael Bloomberg.

“Fue una doble pérdida. Algunos fanáticos decidieron que era una buena idea hacer volar a mi hijo por los aires. Pero luego mi propio gobierno decidió que no era lo suficientemente bueno como para enterrarlo”, dice Diane.

Los Horning y otras familias propusieron que los restos fueran enviados a otros sitios en Fresh Kills que nunca habían albergado basura, pero no lo lograron.

En 2005, 17 de ellos iniciaron acciones legales. Intentaron que el caso llegara a la Corte Suprema, pero los jueces se negaron a examinarlo.

“Me sentí personalmente responsable de haber arrastrado a las otras familias en eso. Ahora no tienen esperanza y debo vivir con eso”, lamenta Diane.

El sitio todavía arroja más de 40.000 metros cúbicos de metano por día de la basura en descomposición depositada allí desde hace muchas décadas.

Cuando sea seguro, las autoridades de Nueva York planean abrir en el sitio un parque conmemorativo en 2035.

Pero los Horning no están interesados.

“Es un basurero”, dice Diane. “Es como si en la mañana de Navidad le entregas a tu hijo un paquete bellamente envuelto y cuando él lo abre hay basura dentro”. 

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