Diario Castellanos 04 09

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HISTORIA

JUEVES 4 DE SETIEMBRE DE 2014

4 DE SETIEMBRE DE 1921

Ariel Ramírez, con nostalgia de piel y voz Si tan solo hubiese escrito las bellísimas notas de la zamba "Alfonsina y el mar", sobre entrañables versos de su poeta predilecto, Félix Luna, Ariel Ramírez, fallecido tras una larga enfermedad degenerativa, habría ingresado con gloria en la posteridad. Este solo tributo del músico y el vate, entretejido con notas indelebles y asombrosas imágenes impregnadas de honda ternura para descifrar aquella enigmática escena de inmolación de la atribulada poeta en aguas de la Ciudad Feliz, hubieran bastado para que el mundo las acogiera para siempre como un tesoro. Pero el legado musical de Ariel Ramírez es portentoso por el sinfín de obras antológicas inspiradas en el folklore de nuestro país y de esta América latina. En tal herencia se conjugan de modo admirable las más genuinas esencias de la tierra con las exquisiteces clásicas de la portentosa invención melódica. Entre los mojones de trascendencia universal del compositor, resplandece su Misa criolla , obra sacra del culto católico traducida al castellano, sobre cuyas partes del ordinario ritual colocó el genio diversos ritmos autóctonos: vidala-baguala ("Kyrie"), carnavalito-yaraví ("Gloria"), chacarera trunca ("Credo"), carnaval cochabambino ("Sanctus Benedictus") y estilo pampeano ("Agnus Dei"). Cientos de coros y solistas de todo el mundo la están interpretando desde 1964. Tras la primera presentación aquí, el 20 de diciembre de 1965, con Mercedes Sosa como solista, se sucedieron muchas otras a partir de la primera gira europea en 1967, por Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza, que concluyó en Radio

Vaticano. Zamba Quipildor, en la segunda gira europea (1974); el tenor lírico José Carreras (1987). Luego, Granada (1992), Londres (1995), Japón (1998), Expo de Hannover (2000), etcétera. A tales hitos se suman cuatro memorables ciclos integrales: Navidad nuestra , Los caudillos, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana; los más conocidos, amén del no editado Tríptico mocoví, sobre el mundo indígena del Chaco, cantado en 1983 por Mercedes Sosa, y Los sonidos del Nuevo Mundo, partitura inédita de homenaje a España y al descubrimiento. En cada uno, Ariel fue devanando, con la alta poesía de Félix Luna, el mágico ovillo de ritmos de todo este sur de América latina junto a las melodías irrepetibles de su inventiva. Su prolífica fantasía nos dejó, además, la Misa por la paz y la justicia, que Ariel consideró superior a muchas de sus obras y que fue presentada en Europa y grabada en Holanda.

Viajero Hijo de Rosa Blanca Servetti y Zenón Ramírez, maestro,

periodista y escritor, había nacido en Santa Fe el 4 de setiembre de 1921. Allí estudió piano pero quería aprender de los músicos populares. En Córdoba, Atahualpa Yupanqui lo instó a conocer el paisaje y la música nuestra en el Noroeste. Le pagó el pasaje. Y Ariel, con 20 años, recorrió Tucumán, Salta y Jujuy. Recibió enseñanzas de don Justiniano Torres Aparicio, doctor y músico, en Humahuaca. Con 22 años inició en Buenos Aires el camino de pianista intérprete del folklore latinoamericano, en conciertos, filmaciones, audiciones radiales y empresas discográficas. Su discografía arranca con RCA Víctor en 1946. Serán 21 discos dobles de 78 r.p.m. A partir de 1961, graba varios LP en Philips. Ariel necesitaba estudiar para enriquecer su vocabulario musical. Luis Gianneo, primero, y más tarde Erwin Leuchter le enseñaron los secretos del arte. Con ese bagaje, inicia viajes por Europa en 1950. Se instala en Roma. Durante cuatro años ofrece recitales allí y en prestigiosas salas de Barcelona, Santander, Madrid, Londres, Hamburgo. Se radica en Lima y emprende giras por ciudades del continente. En 1955 funda aquí su Compañía Folklórica, con una decena de músicos de primer nivel. Recorre el país durante dos décadas y Europa oriental. Fueron sus poetas, además de los versos de su padre ("A la Juventud Normalista"), María Elena Espiro, Luna, Tejada Gómez, Aizenberg, Brascó, Espiro, Yupanqui, María Elena Walsh, Cátulo Castillo, León Benarós, Juan L. Ortiz, Antonio Tarragó Ros. También poetas anónimos de la tradición. Algunos traducidos y registrados en inglés, francés, italiano, árabe y hebreo.

Compositor y pianista El legado de Ariel Ramírez como compositor es casi inabarcable. Ritmos pampeanos (milonga, estilo, triunfo), del Noroeste (chacareras y en especial zambas), del Litoral (chamamé, rasguido doble, galopa), gatos, valses, pericón, una veintena de canciones, un tango; pulsos de choro, bossa nova, guajira, vals peruano, 15 estudios para piano, entre otros. ¿Cómo no recordar las gloriosas zambas "La tristecita" (con su compañera, María Elena Espiro); "Volveré siempre a San Juan" y "Allá lejos y hace tiempo", con Tejada Gómez; "El Paraná en una zamba", con Jaime Dávalos; "Zamba de usted", con Félix Luna, o la cadencia mesopotámica aledaña de su pago: "Agua y sol del Paraná" y "Santafesino de veras", con Miguel Brascó, y "Los inundados", con Isaac Aizen-

berg; o el pulso pampeano en vidalitas, el malambo "Cuatro rumbos", "Milonga campera", o "La hermanita perdida", con Yupanqui; su homenaje al indio toba, con Luna; su tributo a los Hermanos Abalos en la chacarera "La equívoca"; o su primer aprendizaje en el Noroeste argentino en el bailecito "Purmamarca", o a Cuyo, en la cueca "La cuyana", además de "Cueca de la frontera". Pero Ariel fue, un gran pianista, un auténtico clásico. No le interesó pertenecer a la vanguardia. La mano derecha para notas brillantes y transparentes; la izquierda para subrayar el acorde, el arpegio oportuno. Sus largos dedos no buscaron el virtuosismo. Jamás apabulló ni quiso sorprender. Sí supo adornar melodías con apoyaturas, raudas cabriolas y repentinos arranques de típicos rasgos folklóricos, para luego adentrarse en matices y sutilezas. Ariel instaló definitivamente el piano como instrumento del folklore. Antes era sostén de algún grupo. El lo puso adelante como protagonista, solo o con otros músicos. Como intérprete, fue un ejemplo para compositores pianistas al recorrer el mapa argentino y latinoamericano de los más diversos creadores: Chazarreta, Yupanqui, Polo Giménez, Eduardo Falú, Cocomarola, Fleury, Gómez Carrillo, Cuchi Leguizamón, Rosita Melo, Arnedo Gallo, Morales, Jaime Torres, Tarteño Rojas, Alomías Robles, entre tantos otros. Y demostró una admirable generosidad y altruismo para con sus colegas. Su toque era único; su sonido, inconfundible. Conjugó sencillez con pujanza, raigambre popular con refinamiento pianístico. Fue serio. Descartó al mismo tiempo el malabarismo, la demago-

gia. Son de antología sus entretejidos con Eduardo Falú (canto y guitarra) y Los Fronterizos en "Coronación del folklore"; con Domingo Cura en "Cuatro rumbos"; con el Conjunto Ritmus (Yepes-Jacobson); o junto al charango de Jaime Torres y la voz maravillosa de Lolita Torres.

Funcionario Muchos cargos nacionales e internacionales asumió a lo largo de su vida. En 1983 estuvo al frente del Centro Municipal de Divulgación Musical. La música popular y clásica se expanden por Buenos Aires. Desde allí lanza un intensivo plan educativo: La Música va a la Escuela. Por cinco períodos, fue presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic). Debió sortear intervenciones y controles con los gobiernos de facto. Se retiró en 2004. Fue el único latinoamericano que presidió la entidad internacional de creadores. Marcelo Algarbe Calamante sobre textos de René Vargas Vera.


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