REVISTA AMMA

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E-boletín nº5 Año 2013

que se hacen los visitantes sobre el tema?; ¿Lo que he escrito se relaciona de verdad con lo que exponemos?. Si en alguna de las dos respuestas es negativa, es el momento de evaluar si seguimos manteniendo el texto. Los aspectos formales pasan por garantizar la sencillez en la gramática y léxico. Hay que trabajar con oraciones simples (sujeto+verbo+predicado). Para una comprensión rápida es mucho más efectivo redactar dos frases separadas por un punto que añadir una oración subordinada. Por otra parte la voz activa es más directa que la pasiva, y cuanto más personalicemos en la redacción (el escritor no tiene porque esconderse y podemos dirigirnos los visitantes) más cálido será el texto. Así “Aquí os mostramos o les mostramos” es siempre más cercano que “Aquí se muestran”. También, es importante hacer un esfuerzo para que el léxico o palabras que usamos sean lo más cotidianas posibles. Siempre debemos intentar priorizar aquellos términos que son más habituales, frente a sinónimos de uso menos común, así es preferible “llamar” frente a “denominar” o evaluar en cada caso el cambio de expresiones complejas

por formas más sencillas, en las que tan sólo varia un matiz a veces muy sutil: Por ejemplo habitualmente se puede cambiar “La plaza se configuraba como en centro de la vida de la ciudad” por “La plaza era el centro de la vida de la ciudad”.

No es sencillo escribir para una lectura fácil. Pero curiosamente el principal escollo no es técnico (como en tantas cosas sólo es cuestión de práctica) sino de mentalidad.

ver como para presentar nuestro patrimonio, tendemos de forma innata a recurrir al tono más técnico posible, puesto que tenemos interiorizado que es la forma de ser riguroso. Nada más lejos de la realidad, si retomo un ejemplo anterior os confesaré que aún no he encontrado a ningún arqueólogo que sea capaz de demostrarme porque es más científico usar la palabra “estancia” (muy generalizada en este campo del saber y totalmente en desuso en el habla común) que el término “habitación” (absolutamente cotidiano).

Por una parte, nos enfrentamos a una pregunta de difícil respuesta ¿Cuál creemos que es la función de la exposición en nuestros Museos?. ¿Educar, formar, provocar interés?. Aunque la literatura museológica ha elaborado un sinnúmero de definiciones sobre el tema, lo cierto es que al final la respuesta no deja de ser personal y en función de la respuesta de cada equipo trabajo encontraremos exposiciones que son un compendio de su temática y otras en las que se presentan sólo algunos aspectos. Por otra parte, en nuestra larga formación académica nos han enseñado a valorar las formas complejas y técnicas frente a la sencillez de expresión, y es curioso

La teoría nos dice que las exposiciones son una forma de comunicarnos con nuestros visitantes, que normalmente están invirtiendo su tiempo de ocio o realizando una actividad educativa que busca el contacto directo con el patrimonio, puesto que el teórico ya se trabaja en las aulas. Nuestros textos van a ser leídos o no por sus destinatarios según seamos capaces de aportar algo con ellos, pero siempre será de pie y en poco tiempo. La diversidad de público a la que nos enfrentamos s enorme, tanto por edad, como por realidad social o cultural y por supuesto en su capacidad lectoescritora. Tengamos en cuenta todo esto a la hora de escribir los textos para ellos.

Conclusión


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