299693372 me cuesta tanto olvidarte mariela michelena

Page 178

una pareja después de un orgasmo, en ese momento de infinita soledad, en el que cada cual está exclusivamente consigo mismo y con el propio placer, aun a sabiendas de que ese placer se ha alcanzado en compañía del otro. Esa «soledad en compañía» está a la vista de todos cuando observamos a una pareja en una terraza de domingo: una mesa, dos cafés, dos tostadas, y dos adultos en silencio, enfrascado cada cual en su propio periódico. Si uno de los dos fuera un celoso compulsivo, por ejemplo, incapaz de confiar en su pareja y que teme que se le escape con el primero que le pase por delante, no podría tener el sosiego necesario para leer la nota editorial, las noticias internacionales, la columna de su escritor favorito y los deportes a sus anchas, sino que, cada tanto, tendría que levantar la cabeza para comprobar qué está haciendo el otro, si está mirando a la chica de la mesa de al lado o si está flirteando con el camarero. Quienes no pueden disfrutar de su soledad sino que se limitan a padecerla suelen ser personas que dependen en extremo de la compañía del otro y de su aprobación para sobrevivir al día a día. Necesitan asegurarse un público, saberse mirados, se acoplan al otro como se acopla un desahuciado a un respirador. Literalmente, ¡necesitan al otro para respirar! Si están solos se ahogan de angustia, porque reviven aquella experiencia infantil aterradora. Esto tiene terribles consecuencias. Primero, porque esas personas que padecen este terror a la soledad no tienen mucha cintura para elegir una pareja, les da igual a quién tienen al lado… con tal de tener a alguien al lado… Como dice la letra de la ranchera, cuando alguien está acosado por «la terrible soledad» está dispuesto a soportar lo que haga falta, «sea por bien o sea por mal», con tal de no quedarse solo. ¿Que cuáles son las cualidades que exigen de una pareja? ¡Pues que respire! ¡Con eso les basta! Para ellos, ¡cualquier cosa les vale con tal de estar acompañados! Quien toma al otro, a cualquier otro como un respirador, no podrá conocerle, ni respetarle, ni escucharle, porque le tratará como a una prolongación de sí mismo, como a una prótesis conveniente y no como a un ser humano distinto y singular. Por eso le necesita tanto, y a la vez, por eso mismo, le escucha y le conoce tan poco… Un proceso parecido tuvo que superar Graciela, una lectora que me escribía lo siguiente: Hace apenas un año, yo era una de esas mujeres malqueridas que describes en tu libro. Me aterraba pasar la vida sola y soñaba con tener un hombre que me quisiera, y no me importaba aguantar lo que hiciera falta con tal de estar acompañada. Actualmente, he conseguido superarlo, he aceptado la soledad y ya no me da miedo. Ahora me siento mucho mejor que cuando estaba con mi «gato». Elegir desde la desesperación no es elegir. Esto sería aferrarse a un clavo ardiendo y conformarse. Esa desesperación es la que abona el camino para entablar relaciones destructivas, con poco amor, algo de maltrato y mucho de resignación. Habitar y decorar la soledad Entre las mujeres que viven solas hay muchas chicas solteras que esperan encontrar una pareja y formar una familia; es el caso de Clara, que tiene más de treinta años. La mayoría de sus amigas están casadas y muchas de ellas ya van por el segundo hijo. En


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.