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uentan los antepasados que debajo de los sabinos vivía una pareja con dos hijos, un niño y una niña; una familia humilde. Antes los sabinos no estaban como ahora. Antes ahí era suelo y no piso como ahora, antes tenía forma de cueva. Cuando la señora hacía sus quehaceres y el señor se iba a trabajar, los niños iban a jugar alrededor de los sabinos. Un día la señora estaba moliendo y después de que comieron juntos, el señor salió al campo. La señora se quedó moliendo y los niños como de costumbre salieron a jugar a donde iban diario. Después que la que la señora terminó, vio que era muy tarde y los niños no regresaban. Decidió ir a llamarlos para que se bañaran. Cuando llegó no estaban y empezó a gritar y a buscarlos casa por casa. Al llegar el papá de los niños, le contó lo sucedido, los dos salieron llorando y se encontraron a una señora que pasaba por el centro y les dijo que los vio jugando en el tronco de un árbol, pero no se acercó a ellos. Cuando fueron, se acercaron y vieron que adentro del hueco se encontraban sus zapatos. La señora de tanta tristeza maldijo al árbol. Fueron a llamar a un sacerdote que le echó agua bendita al árbol. Y después se fueron a vivir a Los Mixes y dijeron: “¡Ya no queremos seguir en este pueblo!” Y vendieron todos sus terrenos y se fueron. Cuentan que en marzo de cada año, le cae agua al sabino, es decir, como si llorara por lo que dijo la pareja. También cuentan que los niños se encuentran uno en cada sabino de nuestro santo patrón Chihuitan y por eso hoy muchas personas de la región mixe vienen hasta Güila a la feria anual.