El futuro paisaje de Aliste

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El futuro paisaje de Aliste 1. El concepto de paisaje. No dedicaremos excesivo espacio a profundizar en este concepto, ya que no es el objeto fundamental de este trabajo, y además tampoco existe una idea de paisaje unificada, es decir, aceptada por todos los autores que han teorizado sobre el tema. Precisamente por tratarse de un concepto cargado de subjetividad, sujeto a múltiples matizaciones, y objeto de debate del que participan desde geógrafos a ecólogos, en la presente comunicación simplemente nos referiremos al paisaje como el aspecto o fisonomía que presenta un determinado enclave o territorio. Todo paisaje es en esencia un mosaico constituido por diferentes componentes -físicos, bióticos y antrópicosestrechamente interrelacionados, y que adoptan una determinada estructura, debido tanto a causas naturales como culturales. Quizá se trate de la más simple e intuitiva de las definiciones de paisaje que se pueden encontrar en la bibliografía. Pero la elección no es trivial. La idea es huir de concepciones de paisaje como una percepción del entorno que tenemos los seres humanos. Es un intento de objetivar el concepto, pues en realidad existen tantas percepciones como seres humanos hay en el planeta, mientras que aquí hablaremos de elementos (vegetación, relieve, etc.) que constituyen lo que podríamos denominar el componente objetivo del paisaje. Si manejásemos aquí esa otra idea de paisaje, habríamos de considerar que si no hay percepción, un determinado paisaje no existiría como tal, algo que no encaja con el planteamiento que se expondrá a continuación. El tratamiento que recibirá el paisaje en el presente trabajo es el de una realidad objetiva que existe independientemente de la percepción. Pero aún hay otra razón para no utilizar aquí ese concepto sensorial de paisaje, y es que no podríamos eludir su dimensión estética, aunque en un determinado momento ésta sí sea tenida en cuenta, como a la hora de hablar de la explotación económica del paisaje por su atractivo turístico. Sin embargo, aún es relativamente frecuente encontrar expresiones como paisaje hermoso o bellos paisajes en textos de carácter científico, unas valoraciones que no se harán en este trabajo.

2. El paisaje alistano hoy. Partiendo de las consideraciones expuestas anteriormente, analizaremos brevemente cuatro componentes esenciales del paisaje de la comarca de Aliste.

2.1 El suelo, un factor limitante. Las características del sustrato sobre el que asienta un territorio suponen un factor que determina en gran medida el paisaje resultante. En primer lugar porque aquel puede


condicionar sobremanera, como ocurre en nuestro caso, el tipo de vegetación dominante. Esto supone una influencia recíproca entre dos componentes fundamentales del paisaje, no olvidemos que también la vegetación participa en la formación del suelo. En segundo lugar, el mismo suelo es un elemento paisajístico de primer orden cuando no hay cubierta vegetal o cuando ésta es mínima, bien debido a la deforestación llevada a cabo por el hombre, o bien en los casos en los que la roca madre emerge de forma natural. En estos casos la morfología y la coloración del sustrato son protagonistas fundamentales del paisaje. Por lo que respecta a la importancia del suelo como condicionante de la vegetación, hay que destacar que en gran parte de los territorios fronterizos “zamorano-trasmontanos”, y la comarca de Aliste es un buen ejemplo de ello, la pobreza del suelo ha dado lugar a lo que habitualmente se ha venido denominando tierras marginales, es decir, terrenos caracterizados por presentar un bajo potencial agronómico. En concreto, Aliste es un territorio asentado sobre un sustrato de naturaleza silícea, constituido por rocas metamórficas de origen paleozoico -fundamentalmente por pizarras y cuarcitas1- en el que predominan los suelos poco evolucionados, con características no muy distantes a las de la roca madre. Los análisis químicos de suelos procedentes de este territorio revelan que éstos presentan una pobre composición química -con una cierta escasez de elementos asimilables-, un contenido en materia orgánica más bien bajo, y un elevado grado de acidez, lo que unido a su escasa profundidad, que en ocasiones es prácticamente nula2, nos indica que las condiciones no son las más adecuadas para los cultivos agrícolas. De hecho, como luego veremos, en la comarca los aprovechamientos ganaderos han predominado tradicionalmente sobre la actividad agrícola. Como es natural, las precarias condiciones edáficas que presentan estas zonas en la actualidad son el resultado de múltiples factores, no sólo hay que tener en cuenta las características del sustrato geológico. También han tenido mucho que ver las condiciones climáticas del pasado, el efecto de la erosión -favorecido por la topografía de un terreno en el que abundan zonas de grandes pendientes-, y sobre todo la acción antrópica, con los consiguientes procesos de deforestación, desbroce, roturación, repoblaciones, incendios, etc.

2.2 La vegetación. La cubierta vegetal de la zona, como es natural, está fuertemente condicionada por las características climáticas, el relieve, las condiciones edáficas, y por la secular actividad humana. Desde el punto de vista biogeográfico, dentro de la región mediterránea, la comarca alistana se incluye dentro de la provincia corológica carpetano-ibéricoleonesa, aunque lo cierto es que su vegetación indica un cierto de grado de transición entre la regiones mediterránea y eurosiberiana. En lo referente a las formaciones arbóreas, predominan las masas de roble melojo (Quercus pyrenaica). Los robledales de la comarca son bosques más o menos abiertos, 1

En el extremo meridional de la comarca -en localidades como Fornillos o Brandilanes- los suelos son graníticos, como lo son más al sur, en la vecina comarca de Sayago. 2 Incluso son frecuentísimos los asomos rocosos en la mayor parte de la comarca.


debido sobre todo a su explotación para la obtención de pastos y leña, pero por lo general sin dar lugar a paisajes adehesados. En algunos casos, estas majadas constituyen masas boscosas de gran envergadura, como el robledal que cubre buena parte de los términos de Grisuela, San Vitero y San Juan del Rebollar. También hay amplias áreas dominadas por la encina (Quercus ilex subsp. ballota), especialmente en zonas de suelos poco profundos. Sin embargo, no es tan habitual encontrar encinares de importancia, más frecuentes son las formaciones mixtas, en las que encontramos otras especies congéneres, especialmente melojos. En otros casos tan sólo aparecen pies dispersos, dando lugar a formaciones adehesadas, o bien encontramos espacios en las que los pequeños carrascos de encina están gestando futuros encinares, pues como luego veremos, la encina es una especie en clara expansión en la zona. Por toda la comarca abundan las formaciones de pino (Pinus pinaster y Pinus sylvestris fundamentalmente), procedentes de repoblaciones realizadas por la administración. Se trata de formaciones cerradas en las que usualmente se dificulta o impide la regeneración del bosque autóctono. En zonas con suelo lo suficientemente profundo, es posible encontrar también sotos de castaños (Castanea sativa), en muchas ocasiones desatendidos ya, pese a que se trata de una especie con la que en los últimos años se están empezando a repoblar parcelas en las que ya no se cultiva. Otras fagáceas también hacen acto de presencia, llegando incluso a alcanzar una cierta dominancia en enclaves puntuales. Es el caso del alcornoque (Quercus suber) y en menor medida del quejigo (Quercus faginea). En zonas de ribera, además de las especies que podemos encontrar en prácticamente cualquier punto de la provincia, como chopos, sauces o fresnos (Populus spp; Salix spp. y Fraxinus angustifolia), destaca la presencia del aliso (Alnus glutinosa), que en muchos tramos ejerce un dominio absoluto al pie del río. En la comarca también destacan las amplias áreas dominadas por el matorral, en especial los jarales (Cistus ladanifer), existiendo también grandes superficies ocupadas por brezal (Erica arborea) y en menor medida escobonares (Cytisus scoparius y Cytisus multiflorus fundamentalmente), formaciones dentro de las cuales pueden aparecer salpicadas matas de roble o encina. Todas estas especies se hallan en franca expansión desde hace décadas, sobre todo debido a la reducción de la cabaña ganadera, al abandono de tierras de cultivo, y a la proliferación de los incendios.

2.3 El relieve. De cuantos aquí consideramos, es el elemento paisajístico que más lentamente cambia con el paso del tiempo. La topografía siempre tiene una importancia capital en el paisaje, pero además influye directamente en los otros tres componentes aquí considerados. Es importante en relación al suelo sobre todo a través de los procesos erosivos, favoreciéndolos o no, cuestión de vital importancia en la comarca. Igualmente afecta a las construcciones humanas al condicionar su presencia o modificar su


estructura según el tipo de relieve. Y por supuesto es vital para determinar la existencia de los distintos tipos de vegetación, al condicionar la exposición a los vientos, las lluvias o la insolación. Generalizando, se puede decir que las zonas de relieve irregular generan un paisaje heterogéneo, con una mayor diversidad de hábitats que las áreas de orografía más uniforme. La comarca de Aliste se encuentra sobre la penillanura zamorano-salmantina, y aún sin tratarse de una comarca estrictamente montañosa, el relieve de la zona es accidentado. Son frecuentes los encajonamientos fluviales (“urrietas” es la denominación local de este tipo de accidentes geográficos) y las elevaciones pronunciadas del terreno. Al margen de esta generalización se encuentra un área singular: la extensa planicie denominada el Campo Aliste.

2.4 Las construcciones humanas. En este apartado consideraremos las construcciones humanas propiamente dichas, aunque sin olvidar que buena parte del resto del paisaje también es en cierto modo una construcción humana. Los viejos caminos, o elementos arquitectónicos tales como las paredes que cercan cortinas y prados, e incluso las mismas viviendas, constituyen elementos paisajísticos de primer orden. Los tradicionales muros de piedra que señalan la división de la propiedad, constituyen con toda certeza, fuera de los núcleos de población, la construcción humana más relevante en nuestra comarca, sobre todo por su abundancia. Aparecen siempre como construcciones en perfecta armonía con el resto del entorno. Este altísimo grado de integración en el paisaje se debe al material de construcción (fundamentalmente rocas de la zona colocadas unas sobre otras tal como fueron encontradas, y madera, ésta más modelada) y al carácter arcaico o primitivo que revela la simplicidad de su arquitectura. Son reliquias arquitectónicas que merecen una atención especial, aunque normalmente no se tienen muy en consideración en los trabajos que versan sobre el paisaje. Otros elementos del paisaje construidos directamente por el hombre, de igual valor histórico-etnográfico, son los molinos de agua (muy característicos de la comarca), los puentes, los caminos y veredas tradicionales, las pariciones, los chozos o corralas, los palomares (aunque son menos habituales que en las comarcas más orientales de la provincia), y por supuesto los núcleos de población, aunque debido a la paulatina eliminación de la arquitectura popular, poco a poco van perdido su antigua mímesis con el entorno.

3. La transformación del paisaje alistano debida a la actividad humana. Hoy consideramos buena parte del paisaje como el resultado de la intervención humana. Incluso es posible observar como en nuestros paisajes coexisten huellas o marcas dejadas en distintas épocas, y que responden a diferentes tipos de aprovechamiento del medio.


El proceso de transformación paisajística que ha tenido lugar en la comarca durante los últimos siglos quizá no tenga mucho de particular. Bien podemos decir que sigue las pautas generales que encontramos en otros territorios en los que ha habido aprovechamientos del medio similares. Aunque hoy la densidad poblacional de la comarca es extremadamente baja, lo cierto es que el impacto antrópico ha sido considerable, en el pasado se deforestaron amplias zonas que se dedicaron a la agricultura y la ganadería, lo que ha tenido un considerable efecto empobrecedor del suelo, personaje clave en esta historia. Estos suelos, tan lentamente construidos por los agentes biológicos, geomorfológicos y atmosféricos sobre sustrato silíceo, son tremendamente frágiles una vez que han perdido la cubierta vegetal, sufriendo inmediatamente los graves efectos de la erosión.

3.1 La explotación tradicional del medio. Como ya hemos comentado, la mala calidad del suelo ha propiciado un predominio tradicional de los aprovechamientos ganaderos sobre los agrícolas, lo que evidentemente ha dejado huella en el paisaje comarcal. El ramoneo -y pisoteo- del ganado, la tala, y el uso del fuego por parte del hombre, ha dado lugar a amplias zonas de pasto, con o sin presencia de arbolado. Así, en la mayor parte de las localidades, la superficie ocupada por áreas de pastizal y bosques ha sido superior a la dedicada a tierras de labor. Por lo que respecta a la cabaña ganadera, ésta ha estado compuesta fundamentalmente por cabezas de ganado vacuno, caprino y lanar. En cuanto a los aprovechamientos agrarios, los cultivos más extendidos han sido y son los cereales de secano, y en especial el centeno, el mejor adaptado a las condiciones edáficas y climatológicas. En menor medida se ha sembrado cebada y trigo. También fue frecuente en otro tiempo el cultivo de lino y el viñedo. En zonas bajas, normalmente junto a cursos de agua, también era frecuente la presencia de pequeñas huertas.

3.2 Especies favorecidas por el hombre Aunque la actividad humana ha propiciado la reducción de muchas poblaciones de diferentes especies animales y vegetales, incluso provocando en muchos casos su extinción, también conviene tomar en consideración el hecho de que ciertos taxones han podido verse beneficiados en distinta medida por la transformación del paisaje que el hombre ha llevado a cabo. Ya hemos hablado de cuales son las manchas de vegetación más sobresalientes de la comarca, sin embargo, poco tiene que ver la cubierta vegetal que hoy tenemos con la vegetación climácica que existía antes de que comenzase el impacto humano. Al margen de las especies objeto de cultivo, está claro que la actividad humana ha favorecido indirectamente la presencia o la expansión de ciertas especies en la zona. Es el caso de las plantas nitrófilas3, pero también de ciertos arbustos heliófilos, colonizadores, que han sido los grandes beneficiados por el aclarado de las masas 3

Muy especialmente es el caso de las especies arvenses, como es obvio.


arboladas, dando lugar a un fenómeno que se conoce como matorralización, y que es nuevamente favorecido por el abandono de las prácticas agrícolas. Una especie que ha podido verse beneficiada por la actividad humana es la encina, pues en principio cabría esperar una preponderancia del roble melojo en toda la comarca, debido a que se cumplen sus exigencias en cuanto a los factores climáticos más relevantes: las temperaturas y las precipitaciones. Sin embargo, hay muchas áreas en las que prácticamente la única especie arbórea espontánea que aparece es la encina, sobre todo cuando hablamos de zonas con condiciones de suelo especialmente precarias. El proceso de selección positiva de la encina como acto consciente, descrito para otras zonas en las que esta especie ha llegado a suplantar al roble melojo4, no parece haber tenido demasiada importancia en la comarca. Esta situación más bien se debe a la mejor adaptación de la encina a las nuevas condiciones ecológicas que introdujo la intervención humana. La degradación del suelo como resultado de las prácticas ya citadas, provoca una reducción de las reservas de agua y un acortamiento del período de retención, hechos que favorecen indudablemente a los taxones más xerófilos, en nuestro caso a la encina.

4. La segunda gran revolución del paisaje. Buena parte de las sociedades rurales actuales -no sólo la alistana- navegan a la deriva. En ellas las formas de vida tradicionales no han sido sustituidas por nuevos modelos de desarrollo. Nuestros pueblos se vacían, y esto tiene innegables repercusiones en el paisaje. Nos encontramos en un momento en el que prevalece el descontrol de lo que está ocurriendo en la comarca. Los aprovechamientos del medio tradicionales están tocando a su fin, y la sucesión ecológica ha tomado la riendas de la situación. Si este proceso de recuperación de la vegetación natural que está teniendo lugar en la comarca se gestiona de un modo adecuado, puede dar lugar a un nuevo paisaje de mayores valores naturalísticos, y más explotable desde el punto de vista turístico. Pero existen graves amenazas, que ponen el peligro la llegada de un tipo de paisaje más “natural”. 4

Antiguos prados y viñas, abandonados hace sólo unos años, en los que la vegetación natural recupera su antiguo dominio

Es el proceso denominado “frutalización del paisaje”, término acuñado por Fernando González Bernáldez para referirse a la domesticación forestal que ha tenido lugar en áreas orientadas a la producción de fruto para la alimentación animal y humana. El prototipo de paisaje frutalizado son las dehesas del oeste peninsular.


4.1 La explotación del medio en el contexto de la sucesión ecológica El proceso de sucesión ecológica supone la tendencia que tienen los ecosistemas a aumentar en complejidad si no son perturbados ni explotados. En esos estados de mayor complejidad y organización, hacia los que se tiende en ausencia de intervención humana, el ecosistema almacena mayor cantidad de biomasa, aunque la producción sea mucho menor. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en los bosques maduros. Efectivamente, el impacto humano tiene un efecto de retroceso de la sucesión ecológica, que se deriva de la búsqueda de una gran producción de los ecosistemas, que pueda ser aprovechada para cubrir sus necesidades. Pero la contrapartida de ese retroceso sucesional hacia estados más productivos, es una mayor vulnerabilidad a las fluctuaciones imprevistas, lo que requiere un gasto de energía para contrarrestar los efectos de esas perturbaciones. El hombre, en los antiguos modelos de explotación del medio, cubría esas deficiencias con su trabajo a través del laboreo, la fertilización, el fuego, etc. Dicho de forma sintetizada, el hombre controlaba el mantenimiento del paisaje tradicional. Sin embargo, actualmente observamos como en grandes extensiones de terreno ha cesado ya la actividad agrícola, e incluso ganadera, lo que ha generado el inicio de un proceso de sucesión secundaria que está llevando a los ecosistemas a estados de gran vulnerabilidad ante las nuevas perturbaciones, entre las que destacan los grandes incendios forestales.

4.2 La construcción de un nuevo paisaje. Naturalmente, el proceso de cambio de paisaje que aquí se describe no ha comenzado al mismo tiempo en todo el territorio. En la comarca la propiedad del terreno está muy dividida5, y este exceso de parcelación ha propiciado que hoy en día exista un paisaje relativamente caótico (MATÍAS SANCHEZ, 1989), ya que aún se observa por todos lados la alternancia de parcelas en diferentes estadíos de abandono, y por lo tanto en diferentes momentos de la sucesión secundaria. A mayor escala también es posible observar diferencias. Las zonas más alejadas de los núcleos de población, las más inaccesibles o aquellas de menor productividad agrícola, fueron las primeras en abandonarse, y por ello hoy pueden presentar ya estados sucesionales relativamente avanzados. Incluso existen formaciones propiamente boscosas en lo que hace unas décadas eran tierras de labor o pastizales. Dadas las condiciones edáficas de la comarca, es obvio que muchos de los terrenos abandonados no culminarán el proceso sucesional con la formación de una etapa climácica propiamente forestal. Grandes extensiones de terreno, abandonadas hace ya varias décadas, y cubiertas hoy tan sólo por matorrales xerófilos, han alcanzado quizá ya su estado final, pues la pobreza del suelo dificulta la presencia de pies arbóreos, a excepción de alguna pequeña mata aislada de carrascos de encina. La fragmentación de las masas arboladas, causada por la intervención humana, sobre todo a través de las prácticas agrarias, ha dado lugar a una situación en la que los 5

Lo cierto es que en los últimos años algunas localidades han llevado a cabo la concentración parcelaria, no sin consecuencias sobre el paisaje.


bosques y bosquetes que aún se conservan, constituyen parches aislados, rodeados por una matriz6 de campos de cultivo, lo que generalmente ha tenido un efecto de reducción en la biodiversidad de estos ecosistemas. Sin embargo, el proceso de regeneración de la vegetación natural que hoy tiene lugar en numerosas tierras de cultivo abandonadas y en áreas de pastizal que han visto reducida la presión ganadera, permite la conexión de estas áreas tradicionalmente separadas, lo que sin duda tiene un efecto positivo sobre la diversidad biológica. Sin embargo, si este proceso de regeneración se culmina, si se permite que la homogeneización del paisaje alcance su extremo, la monotonía y la reducción en la riqueza en hábitats pueden hacer acto de presencia. Multitud de poblaciones de especies animales y vegetales, adaptadas a un paisaje creado por el hombre, podrían ver peligrar su continuidad. Este es el caso de algunos organismos acuáticos, adaptados a vivir en cursos de agua en los que la entrada de luz era mayor de lo que lo es en la actualidad. Al tupirse la vegetación de ribera, las condiciones de luminosidad y temperatura en el medio acuático se ven alteradas, y las especies que dependen de la llegada de luz que las prácticas tradicionales garantizaban, y que hoy se ve dificultada, corren serio riesgo de desaparecer. Lo mismo podría ocurrir con muchas plantas heliófilas, que dejarían de contar con ambientes idóneos para desarrollarse, o con las especies animales que habitan en campos abiertos. Muy distinto es el caso de especies como la encina, favorecida por el hombre en estas tierras, como ya hemos comentado, pero que ve en el abandono del campo una posibilidad inmejorable para continuar su expansión sobre un terreno degradado por años de excesos agrícolas.

4.3 Principales amenazas al nuevo paisaje 4.3.1 El fuego Aunque el fuego es una circunstancia natural que se daba con relativa frecuencia en los ecosistemas mediterráneos antes del impacto humano, la actual profusión de los incendios forestales y, sobre todo, sus catastróficas dimensiones, amenazan el desarrollo de las formaciones maduras que se están gestando en las zonas abandonadas. Ya no se trata de quemas controladas llevadas a cabo por los hombres del campo, sino de incidentes que pueden ocasionar la destrucción de cientos de hectáreas de bosque y matorral en cuestión de horas. Es por ello que en la actualidad el fuego puede considerarse la principal perturbación que regula la sucesión ecológica en toda el área mediterránea. El aumento en la combustibilidad de los montes, circunstancia derivada de su abandono por el hombre, ha favorecido la actual vulnerabilidad del paisaje al fuego. Mucho que ver tiene en este asunto el proceso de matorralización, pero también la política de repoblaciones forestales llevada a cabo por la administración a lo largo del siglo XX, que se ha basado en la plantación de cultivos madereros de coníferas, favoreciendo doblemente la proliferación de los incendios. En primer lugar existe un favorecimiento directo, al formarse densas poblaciones de gran combustibilidad, y en segundo lugar uno indirecto, pues estas repoblaciones en muchos casos se hicieron en terrenos comunales que eran explotados en el momento de la repoblación, bajo el pretexto de

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Usando una terminología propia de la disciplina denominada ecología del paisaje.


controlar la erosión de sus suelos, lo que ocasionó un trastorno económico en la zona, favoreciendo la desertización demográfica de la comarca.

4.3.2 Los abusos de la agricultura moderna. La mecanización que la agricultura ha sufrido en las últimas décadas, y en especial la enorme difusión que ha tenido el tractor, ha magnificado los efectos negativos de la agricultura tradicional sobre el entorno. Aquí se ha descrito una situación de creciente abandono de los campos de cultivo, pero también hay que tener en consideración aquellos terrenos que aún se cultivan. El arado arrastrado por el tractor voltea la tierra con más efectividad que lo hacía el clásico arado romano usado antaño, Terreno improductivo de ladera, arado con tractor. y las diferentes capas de suelo pierden su orden de estratificación natural. La maquinaria moderna permite también triturar la roca blanda superficial, como el caso de la pizarra, por lo que muchas zonas improductivas que ya se habrían abandonado, sobre todo en laderas pedregosas, hoy siguen cultivándose, mientras su suelo se destruye por efecto de la erosión. Otras cuestiones, sobre las que ya han corrido ríos de tinta, como el uso y abuso de los abonos químicos o los pesticidas, y sus trágicas consecuencias sobre los ecosistemas, evidentemente también tienen una repercusión directa en el paisaje.

4.4 La gestión de la actual situación. Es preciso que la administración competente advierta que el proceso descrito está teniendo lugar, porque será necesario manejar con rigor esta situación. Gestionar un paisaje supone actuar sobre los ecosistemas para que puedan seguir funcionando, para que se puedan sostener, y no actuar como si el antiguo estado de equilibrio en el que el hombre los había colocado permaneciese inmutable. Naturalmente el paisaje tradicional ya no se sostiene, puesto que no se conservan las condiciones que garantizan su mantenimiento, pero tampoco conviene dejar que la naturaleza siga su curso sin la más mínima intervención por nuestra parte, actuando como si nunca hubiésemos formado parte de ella. La regeneración de la vegetación natural nos encamina hacia un nuevo estado de equilibro, que aún tardará un tiempo en alcanzarse. El paisaje ha perdido su estabilidad artificial, y mientras no se alcance el nuevo equilibrio natural, tendrá lugar una etapa de gran inestabilidad: las condiciones actuales generan una situación de homogeneización del paisaje y de elevado riesgo de incendio, que hay que gestionar adecuadamente. Además, se hacen necesarias medidas que favorezcan tanto la restauración de la fertilidad del suelo como los aprovechamientos del medio más acordes a la potencialidad edáfica y climática de la zona. Urge tomar en consideración lo que


apuntan los estudios científicos: las condiciones actuales de la comarca la hacen más apta para realizar aprovechamientos forestales que para los cultivos agrícolas. Convendría divulgar esta información entre los habitantes de la comarca, pues es un hecho tan obvio como desconocido para muchos alistanos. Por ello, son necesarias políticas serias que gestionen el territorio de forma sostenible, y que impliquen a las poblaciones locales en esa gestión, recuperando el tradicional vínculo entre la población rural y el campo. En el pasado, cuando un incendio amenazaba el monte, todos los campesinos de la zona se movilizaban para apagarlo. Hoy la actitud más frecuente consiste en esperar a que lleguen los bomberos. También es importante combinar una gestión que haga posible la transición del paisaje tradicional al que está por venir, con la conservación de aquellos espacios que poseen un gran valor cultural, aunque el desuso generalizado de las prácticas tradicionales nos haga caer en una conservación “taxidérmica” (PARRA, 2006). Naturalmente, no es fácil que, por ejemplo, los viejos molinos de agua que pueblan los ríos y arroyos de la comarca vuelvan a ser utilizados, pero eso no es óbice para que no se promueva su conservación, como se hace en otras zonas con los edificios de arquitectura singular, aunque ya no se utilicen para el uso con el que se concibieron. Igualmente, muchas otras prácticas que actualmente ya no se realizan o están en franco declive, y que contribuyen a que haya una cierta heterogeneidad en el paisaje, habrán de ser favorecidas, o bien sustituidas por otras que generen una deseable diversidad paisajística, aunque haya un predominio del bosque sobre otros tipos de ecosistemas. Finalmente, parece evidente que la búsqueda de nuevos modelos de vida para el campo debe aprovechar al máximo las posibilidades que la utilización de la naturaleza puede proporcionar. Los paisajes que se están gestando tendrán un alto interés turístico que será preciso explotar de un modo racional. Actividades que comienzan a despuntar, como el micoturismo, tienen en una comarca un inmejorable escenario. Otras posibilidades, como la obtención de biocombustibles, también pueden suponer una buena opción de futuro para estas tierras, que siempre han sido marginales, en todas las acepciones del término.

Bibliografía BUREL, F; BAUDRY, J (2002). “Ecología del paisaje. Conceptos, métodos y aplicaciones”. Mundi-Prensa. Madrid (Edic. española). GARCÍA RODRÍGUEZ, Mª DEL PILAR; FORTEZA BONNÍN, JOSÉ; LORENZO MARTÍN, LUIS FERNANDO (1995). “Distribución de suelos en la comarca de Aliste (Zamora)”. Anales de Geografía de la Universidad Complutense, nº 14. Servicio de publicaciones; pp. 165-176. GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, F (1981). “Ecología y paisaje”. H. Blume ediciones. Madrid. MATÍAS SANCHEZ, Mª DOLORES (1989): “Recuperación ecológica de tierras marginales del W. zamorano”. Cuadernos de investigación del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo nº 2. Zamora


PARRA, FERNANDO (2006): “La cultura del territorio. La naturaleza contra el campo”. Curso islas y cultura del territorio. Disponible en: http://fcmanrique.org/recursos/actividad/ponencia%20FParra.pdf PLAZA GUTIÉRREZ, J.I. (1986): “Organización y dinámica del paisaje en el oeste zamorano: El Campo de Aliste”. Instituto de Estudios zamoranos Florián de Ocampo (C.S.I.C.) y Diputación provincial de Zamora. Zamora. V.V.A.A (2005): “Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica (4ª ed.)”. Ed. Planeta. Barcelona ZAMORA, REGINO; GARCÍA-FAYOS, PATRICIA; GÓMEZ-APARICIO, LORENA (2004): “Las interacciones planta-planta y planta-animal en el contexto de la sucesión ecológica”. Ecología del bosque mediterráneo en un mundo cambiante. Ministerio de Medio Ambiente. EGRAF, S.A. Madrid; pp. 371-393.


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