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E LÍAS N EUMAN

delinquir, entonces? La información estaba proyectada sobre borrosos confines. Se desconocía, y así hasta hoy, los efectos de las drogas, pese a las toneladas de información y de clichés lanzados para sustentar el combate. Pero, lo que sí se logró con amplitud y con tono de inamovible, es que droga y delito sean una misma cosa. Y curiosamente, en ciertos casos, ello llegó a ser creído y acatado por los propios adictos. Es que los estereotipos tienen la misión de adelantarse, como seudópodos, a la concepción ideológica dominante. Luego ambos se superponen. Semejan hechos lineales, bien protegidos, que ocultan los intereses políticos y económicos que vienen a retaguardia. La manipulación resultó excelente y legitimó la prohibición o proscripción de las drogas, mediante el uso de leyes draconianas de ejemplar severidad. Y de ahí el control sobre el tenedor, usuario, adicto, minitraficante para su propio consumo y los suministradores a título gratuito. El Estado pasó a controlar a las drogas, en especial las peligrosas, y a los individuos igualmente “peligrosos” que las ingerían, protegiendo a la sociedad. Esas drogas peligrosas provocan, según esta falacia, que las personas tengan comportamientos aberrantes y que el Estado salga a proteger a sus ciudadanos, tal cual los protege del asesinato o de los delitos contra la propiedad, aunque no de las armas de fuego que tranquilamente pueden adquirir en cualquier armería y que, ocioso es decirlo, resultan más peligrosas, rápidas y letales que cualquier droga. Se cayó, de tal modo, en el monitoreo médico paternalista, en la protección y represión “justificables” por sobre el derecho de la opción de utilizar drogas. La época de las drogas en que nos toca vivir, bien podría ser denominada terapéutica, como alguna vez fue renacentista y, alguna otra vez, teocrática. Se decretó, con olvido de lo que enseña la historia, la necesidad de “leyes secas” para todos los países. Leyes que paradójicamente, más que intimidar y disuadir, fomentaron la adicción a drogas…, y que resultaron adoptadas con raro mimetismo en el mundo entero. Si bien en materia de drogas psicoactivas existió y existe una conceptuación de cuño médico no se puede afirmar, frente a la realidad de los hechos, que el psiquiatra o el toxicólogo sustituyan al juez penal. Este reemplazo pertenece a una valoración simbólica o a un deseo gráfico de mostrar las ideas más que los cambios operados. La ciencia no es neutral ni apolítica, y sería preciso verificar

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