Aquellas Muertes

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Padre Sergio Restrepo Jaramillo, S. J. (Junio 1° de 1989)

hoy queremos exponer a esa iluminación, es la vida y la muerte de nuestro hermano Sergio. Hace 9 años llegó con sus compañeros a Tierralta. Una Parroquia de 5.000 kilómetros cuadrados y de unos 15.000 habitantes, ya roturada con su amor y con cariño por los valientes misioneros Claretianos que los precedieron. Tierra de latifundios, de pobreza, de ausencia del Estado en ese entonces. Hoy, escenario donde se enfrentan toda clase de fuerzas: el Ejército, la Policía, la Guerrilla, el Narcotráfico, los Grupos paramilitares y los Sicarios... y en medio de ellos, el pueblo sencillo y sus servidores desinteresados. Sergio llegaba con dos disposiciones fundamentales: su amor sin estridencias, a los pobres y sencillos, y su exquisita sensibilidad artística. Quiso siempre trabajar entre los pobres. Así lo manifestaba con frecuencia. Fue extraordinariamente sensible a la belleza: desde las plantas y las flores (las orquídeas fueron su pasión), hasta la música y la poesía, pasando por las obras de pintura y escultura, y todas las creaciones de la cultura humana. Curiosa mezcla, podría decir alguno, de amor a los pobres y de pasión por la cultura. Como si los pobres no tuvieran derecho a las grandes riquezas del espíritu; y como si la evangelización integral no cobijara todo lo que es humano. Así comenzó Sergio por restaurar y adornar artísticamente el templo parroquial; por sembrar árboles en la plaza, hoy convertida en parque, y antes un árido y desmantelado pedregal. Y así fue constituyendo una colección de libros, y revistas y periódicos, hasta dejar formada una biblioteca con 9.000 volúmenes, la mejor del país en temas de la Región. Y con la paciencia de un coleccionista y la pasión de un artista no sólo fue descubriendo y coleccionando figuras de la cultura Sinuana, sino incluso reconstruyendo a la manera de un armador de rompecabezas, las hermosas ollas y ánforas de Betancy y de otras culturas indígenas. Y el Centro cultural, y la Casa de las Hermanas Misioneras, tanto de las Lauritas, testimonio de amor en esas tierras hasta hace algunos meses, como las Hijas de Cristo Rey que con tanta abnegación y cariño dirigen el Colegio. Y la recién fundada Escuela de Música, y la Banda de Pueblo, que en más de una ocasión hizo vibrar de alegría las almas entristecidas por el terrible fantasma de la violencia. A un lugar insípido y atormentado Sergio supo llevarle la sal del espíritu. “Vosotros sois la sal de la tierra. Y sí la sal se torna insípida, con qué se la salará?” Sergio bien hubiera podido preguntarle a sus asesinos con las palabras de Cristo: “Muchas obras buenas he hecho entre Ustedes; ¿por cuál de ellas me quieren asesinar?”. 3. La Luz del mundo Pero el apóstol es sobre todo la luz del mundo. El que ha de iluminar la vida de los hombres con la luz del Señor. “Quien me sigue no andará en tinieblas, sino que ten195


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