Aquellas Muertes

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AQUELLAS MUERTES QUE HICIERON RESPLANDECER LA VIDA A mediados del siglo XVIII, el Papa Benedicto XIV quiso expresar en un tratado sistemático, sobre “La beatificación de los Siervos de Dios y la Canonización de los Beatos”, las características del martirio cristiano. Allí consignó estas condiciones: (1) La existencia de un perseguidor externo que intervenga de alguna manera en la muerte del mártir; (2) Que ese perseguidor inflija una pena al mártir hasta causarle la muerte; (3) Que la muerte sea infligida por odio a la fe cristiana o a una virtud relacionada con ella. El Papa advierte allí que no es necesario que el perseguidor mismo explicite su odio a la fe o a las virtudes cristianas, pues muchos mártires murieron a manos de católicos confesos. El odio a la fe o a las virtudes cristianas puede estar disfrazado bajo múltiples pretextos, o puede estar presente en los acusadores o en los instigadores, y no necesariamente en el perseguidor directo que inflige los tormentos y la muerte. Si bien en épocas pasadas, la fe se consideró principalmente como la adhesión a una doctrina, nuestra época ha recuperado la dimensión más integral de la fe, entendiéndola como una opción de vida; como el compromiso con un sistema de valores que se funda en el Evangelio; como la adhesión a un testigo referencial de valores -Jesús de Nazareth- escogido como eje de confrontación permanente de nuestra vida. Esta opción hace del cristiano un militante de la construcción del Reino de Dios. Y aunque ese Reino tiene una perspectiva escatológica, la praxis cristiana se define como una búsqueda continua de aproximaciones históricas del Reino. Por eso el compromiso cristiano que se materializa en la lucha por la justicia, por la verdad, por la fraternidad, por la igualdad histórica es, sin lugar a dudas, dimensión esencial de la fe. A nadie se le oculta que ese compromiso, en la medida de su radicalismo, entra necesariamente en conflicto con quienes defienden y usufructúan estructuras injustas que destruyen y deshumanizan al hombre, así sus defensores lleven la etiqueta de “cristianos”. El odio y la persecución a una fe así entendida, asume, en nuestra época también, múltiples y sutiles revestimientos ideológicos, que materializan la oposición a los valores del Reino, en posiciones que gozan de una no restringida legitimación social. América Latina y Colombia han vivido en nuestra época una intensa era martirial con esas características, donde los poderes dominantes, casi todos representados por gobernantes y clases dirigentes que exhiben la etiqueta de “cristianos”, persiguen a muerte a otros cristianos que impulsados por su fe combaten la injusticia, desenmascaran el engaño y reivindican condiciones de respeto a la dignidad humana. A la luz de la Teología del Martirio, en esta noche no podemos sino dar gracias al Señor por el regalo tan cercano que nos ha hecho en la vida y en la muerte de Nevardo. Hace tres años, los grupos cristianos de Neiva me invitaron a participar en el primer aniversario de la muerte de Nevardo y de sus tres compañeros de suplicio. En los 144


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