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Transformarse para competir: comunicación, cultura y bienestar en empresas exportadoras
Jackie CONDOMÍ ALCORTA
Founder & CEO Via Positiva; Especialista en Psicología Positiva, Coach Psicológica, Organizacional Sistémica y de Equipos; Consultora. Bienestar.viapositiva@gmail.com
En el mundo de los negocios internacionales ya no alcanza con producir más y mejor: el verdadero diferencial está en la cultura que sostiene a cada empresa. La manera en que comunicamos, cuidamos y vinculamos a nuestros equipos define tanto la capacidad de innovar como la de competir en mercados externos. Exportar hoy implica también exportar cultura, valores y confianza. En un contexto global atravesado por nuevas regulaciones, tensiones geopolíticas y transformaciones sociales y tecnológicas que redefinen cómo producimos, comerciamos y nos relacionamos, la adaptación es una condición de supervivencia.
Los compradores internacionales, los socios estratégicos e incluso los propios equipos buscan señales de coherencia: cómo se lidera, qué tan transparente se comunica y qué tan saludable es la cultura de trabajo. En ese marco, la competitividad está cada vez más ligada a un intangible que suele ser subestimado: la experiencia humana dentro de las empresas.
La cultura Corporativa Como Motor Competitivo
La cultura de una organización es mucho más que un manual de procedimientos: es la trama de símbolos, reglas y formas de convivencia que le da identidad. Los colaboradores no solo trabajan “para” una cultura, sino “dentro” de ella.
En el caso de las empresas exportadoras, cuya competitividad depende de la agilidad y de la capacidad de respuesta, una cultura sólida y adaptable es el verdadero factor diferencial. No se trata de lo que figura en un organigrama, sino de cómo las personas interpretan, comparten y sostienen significados en medio de cambios constantes.
En este proceso, la comunicación resulta decisiva: actúa como un tejido vivo que articula valores y prácticas internas, y al mismo tiempo conecta a la organización con las expectativas de sus distintos públicos de interés.
Tradicionalmente, la comunicación corporativa se enfocaba en proyectar la imagen hacia el mercado. Hoy, esa mirada se amplía: también debe contemplar cómo se conversa dentro de la organización, cómo se acompaña a los equipos en momentos de transformación y cómo se construye confianza en el día a día.
Esto implica pasar de un enfoque centrado en mensajes a uno orientado a los vínculos. No se trata solo de “qué” comunicamos, sino de “cómo” lo hacemos, con qué tono y desde qué valores. Cuando existe coherencia entre discurso y experiencia, la comunicación se convierte en una fuente de legitimidad y ventaja competitiva.
El capital emocional: un recurso subestimado
Durante décadas, el diseño organizacional se apoyó en un modelo mecanicista, centrado en la eficiencia. Ese paradigma, funcional en la era industrial, hoy resulta insuficiente frente a un entorno incierto y cambiante.
Las empresas enfrentan nuevas dinámicas de trabajo híbrido, demandas fluctuantes y la necesidad de adaptarse rápidamente. Esa presión no es solo estructural, también es emocional. Y cuando lo emocional se descuida, aparecen el agotamiento, el estrés y la pérdida de talento.
Aquí surge la noción de capital emocional: la capacidad de una organización para sostener a sus integrantes en medio de la incertidumbre. Invertir en tecnología e infraestructura es clave, pero si no se equilibra con inversión en el plano humano, el rendimiento se resiente. La confianza, la motivación y el sentido colectivo son tan determinantes como los recursos materiales.
Bienestar psicosocial: sostener lo humano en la transformación
El verdadero diferencial de las empresas ya no está solo en sus productos o procesos, sino en su capacidad para cultivar equipos resilientes, comprometidos y emocionalmente sostenidos. Aquellas organizaciones que acompañan a sus colaboradores en los cambios y desafíos del día a día logran no solo resultados sostenibles, sino culturas fuertes y adaptables.
La resiliencia organizacional no se construye negando la presión, sino generando entornos que ofrezcan recursos emocionales para afrontarla. Espacios de diálogo, programas de bienestar y liderazgos conscientes permiten transitar los cambios sin quiebres.
El bienestar psicosocial ya no es un beneficio accesorio: es una estrategia competitiva. Una cultura que contiene y respeta a sus colaboradores genera un círculo virtuoso de compromiso, innovación y reputación sólida, tanto hacia dentro como hacia fuera.

Comunicación para gestionar el cambio
Toda transformación genera incertidumbre. Reestructuraciones internas, innovaciones tecnológicas o la apertura de nuevos mercados despiertan dudas y resistencias.
Cuando hablamos de gestión del cambio, la clave es acompañar a las personas y equipos en el tránsito desde lo conocido hacia lo nuevo, reduciendo esas resistencias y generando sentido de pertenencia. En este escenario, la comunicación es el eje que orienta, alinea y sostiene a los equipos. Reduce la ansiedad, aclara objetivos y evita que la falta de información derive en rumores o desconfianza.
Algunos principios clave:
Claridad: explicar el porqué del cambio y cómo impactará en las personas.
Consistencia: mantener mensajes alineados a la visión y los valores organizacionales.
Transparencia: abrir canales de diálogo que promuevan confianza y participación.
Algunas intervenciones prácticas para acompañar el proceso de cambio a considerar son:
Círculos de diálogo: encuentros regulares para compartir percepciones y resolver dudas colectivas.
Embajadores del cambio: designar referentes dentro de los equipos que actúen como puente entre dirección y colaboradores.
Formación y upskilling: capacitaciones cortas y prácticas que den herramientas para transitar la transición. Comunicaciones creativas: campañas internas que expliquen el “para qué” del cambio con metáforas, storytelling o testimonios.
Pequeños pilotos: implementar el cambio de manera gradual en áreas acotadas antes de extenderlo.
Rituales de cierre y apertura: reconocer públicamente lo que se deja atrás y marcar simbólicamente el inicio de la nueva etapa.
Acompañamiento emocional: talleres o instancias breves de gestión de estrés, agilidad emocional y resiliencia.
Celebración de hitos: reconocer los avances intermedios para mantener la motivación.
La comunicación interna, cuando se gestiona estratégicamente, no solo transmite datos: crea un marco de sentido compartido que convierte la transformación en un proyecto colectivo.
Una oportunidad y una responsabilidad compartida
El éxito en mercados globales ya no depende solo de logística o tecnología, sino de inteligencia cultural y emocional. Gestionar el cambio no se limita a rediseñar procesos: implica construir confianza, sentido y resiliencia.
La comunicación deja de ser solo operativa para convertirse en estratégica: traduce la visión de cambio en un relato compartido, cuida el bienestar de las personas y fortalece la cultura como ventaja competitiva.
Construir espacios más sanos y comprometidos no es tarea de un área ni de una persona: es una responsabilidad compartida que exige repensar cómo trabajamos, cómo nos vinculamos y qué legado dejaremos en la cultura organizacional. Las empresas que crecen en mercados globales se distinguen por la solidez de sus vínculos. La confianza con clientes, socios y comunidades se construye desde adentro, a través del cuidado de los colaboradores y la creación de entornos de trabajo saludables.
Porque en tiempos de transformación, el verdadero desafío de exportar no está solo en llegar a nuevos mercados, sino en hacerlo con culturas fuertes, humanas y preparadas para el futuro.

