Revista Desafío Exportar N° 221.

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Opinión

Decisiones inteligentes, el qué y el cómo de la decisión Lic. Silvana ZIVELONGHI Gerente de Operaciones en OCCHIPINTI, Profesora Adjunta de Teoría de la Decisión en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA

El estudio de la decisión suele ser abordado desde dos enfoques interrelacionados: el normativo o prescriptivo, que dispone cómo debe ser el proceso decisorio; y el descriptivo, que relata cómo las personas deciden en realidad. Este gap, el que marca la distancia entre la expectativa y su realidad, representa las oportunidades de mejora para que cada uno de nosotros, y por ende las organizaciones a las que pertenecemos, nos acerquemos un poco más al logro de nuestras metas. Desde el enfoque prescriptivo, Howard Raiffa desarrolló en los años 60 los elementos del proceso decisorio: definir la decisión a tomar, especificar objetivos, identificar alternativas, describir

las consecuencias de cada alternativa, incluyendo los niveles posibles de su logro y la probabilidad de ocurrencia de dichos niveles, luego sopesar ambos valores y calcular la deseabilidad general de cada una. Más allá de las ventajas o desventajas de cada método posible de aplicar, en todos los casos se requiere que el decisor efectúe el esfuerzo de especificar cuáles son los objetivos, las alternativas y sus consecuencias. Muchos autores afirman sorprenderse por cuán raramente los decisores se toman el tiempo de transcribir en papel los elementos de una decisión. Sin un método, se puede obviar información importante, que conlleve a malas decisiones. Antonio Damasio, médico y neurocientífico portugués, acuerda con las ventajas del procesamiento en papel de un problema: “Por supuesto, hasta los meros razonadores pueden lograr mejores resultados con algo de ayuda de papel y lápiz: basta anotar todas las opciones, y la miríada de escenarios posibles, sus efectos, y así sucesivamente”. Esta sugerencia tan básica

Desafío Exportar | Diciembre 2023

como usar un papel para reflexionar acerca de un problema, es bastante antigua. Ya en el año 1772, Benjamin Franklyn escribió una carta a un amigo que le pedía una recomendación para una decisión de índole personal, proponerle matrimonio a su prometida: “Cuando ocurren estos casos difíciles, son difíciles principalmente porque, aunque los tenemos bajo consideración, todas las razones a favor y en contra no están presentes en la mente al mismo tiempo; pero a veces un conjunto se presenta, y otras veces otro, y el primero está fuera de la vista. De ahí los diversos propósitos o inclinaciones que prevalecen alternativamente, y la incertidumbre que nos deja perplejos. Para superar esto, mi forma es dividir la mitad de una hoja de papel por una línea en dos columnas, escribiendo sobre una los Pro y sobre la otra los Contras. Luego, durante la consideración de tres o cuatro días, puse debajo de las diferentes pistas breves sugerencias de los diferentes motivos que en diferentes momentos se me ocurren a favor o en contra de la medida”. El Dr. Pedro Pavesi fue quien introdu-


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