muerte en las horas lúcidas de su desvelo, es el insomne; y sólo él, conciencia delirante, se inclina en las regiones profundas del sueño con los ojos abiertos. Así leemos en el Nocturno miedo: Entonces, con el paso de un dormido despierto, sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar. La noche vierte sobre nosotros su misterio, y algo nos dice que morir es despertar.
A su paso, desfilan estatuas, muros, calles, gritos, ecos; habita un mundo iluminado por la luz de su conciencia, una conciencia exacerbada que descubre las relaciones secretas de las cosas, como ya apuntaba Jorge Cuesta. Es el insomne quien desvela y revela, con la mirada atenta en los objetos, los misterios que la noche vierte sobre el mundo. En su libro, Paz nos recuerda que el romanticismo postulaba el regreso a la gran noche de los tiempos a través del sueño; el escritor romántico era aquel que se abandonaba a la corriente poderosa del inconsciente y transmitía en sus poemas las visiones que experimentaba. Luego vino el psicoanálisis a tratar de comprender la “escritura jeroglífica del deseo” que también 66