Xavier Villaurrutia: poesía, nostalgia y finitud

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Me volvía a dormir, y a veces ya no me despertaba más que por breves instantes, lo suficiente para oír los chasquidos orgánicos de la madera de los muebles, para abrir los ojos y mirar al caleidoscopio de la oscuridad, para saborear, gracias a un momentáneo resplandor de conciencia, el sueño en que estaban sumidos los muebles, la alcoba, el todo aquel del que yo no era más que una ínfima parte, el todo a cuya insensibilidad volvía yo muy pronto a sumarme71.

En otro poema, Villaurrutia se lamenta de su dolorosa avidez de recuerdo, porque la nostalgia, esa diosa inevitable, lo destina a vivir un tiempo que en el fondo le provoca un profundo desasosiego. El poeta reconoce que, en plena juventud, su espíritu es un atardecer que nada espera: Yo persigo, sentado al borde de la fuente, la calma que mitigue mi avidez de recuerdo y brilla entre mis labios el rojo que no siente el sangrar de una rosa que distraído muerdo. (Remanso)

Predomina un ideal ascético, que identifica la vida con el tiempo indolente del ocaso. Los primeros poemas de Xavier Villaurrutia 71 Proust, Marcel, En busca del tiempo perdido, 1, Por el camino de Swann, Alianza, Madrid, 1990, p. 7.

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