hubiera ciudad, hubiera tapiz, hubiera hombres y mujeres en la perspectiva absoluta de su devenir (533). Por último, el paso de un capítulo a otro, por su brusquedad, podría ser “una especie de gigantesca amplificación ad usum homo sapiens de ciertas bofetadas Zen” (490), que Etienne, “creía reconocer en ciertos pasajes del libro” (490), o como el bastonazo que los maestros Zen dan en la cabeza a sus discípulos cuando les hacen alguna pregunta esencial, no por hostilidad, más bien por fraternidad entrañable, que no se expresa en palabras sino en una actitud que pretende hacer la luz en el discípulo. En una nota de Morelli se lee: Sin contar que cuanto más violenta fuera la contradicción interna, más eficacia podría dar a una, digamos, técnica al modo Zen. A cambio del bastonazo en la cabeza, una novela absolutamente antinovelesca, con el escándalo y el choque consiguiente, y quizá con una apertura para los más avisados (490).
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