gastar, determinó irse por su propio pie al panteón y echarse un clavado a la fosa. Ya nada más le cubrí con un petate y le eché su tierrita. Pese a mi también oficio de plañidero, no puedo derramar ni una méndiga lagrima, con todo y que me unté manojos de cebollas en los ojos. De veras que me alegro de no haber tenido un hijo. Y aquí estoy, rellenando de tierra una fosa vacía. Coloqué una cruz que lleva mi nombre, mi fecha de nacimiento y el día de mi supuesta muerte, que es hoy mismo. Acerqué a mi tumba varios ramilletes de flores. Al carajo lo que fue mi tenebrosa existencia; con cada palada de tierra sepulto profundamente mis recuerdos y temores. Antes de morir empiezo por fin a vivir. Nada más que termine este trabajito me largo del pueblo; buscaré algún lugar donde un piadoso sepulturero cumpla con su encomienda. Aquí no habría nadie quien me entierre. JUAN MANUEL IRIARTE MÉNDEZ (El último de los Románticos)
JUSTO A TIEMPO Caminaba por mitad de la calle abstraído en mis pensamientos. De pronto, al cruzar, un auto se me vino encima. Mi sombra, al verlo, saltó rápidamente a la banqueta. Pasado el susto, regresó a refugiarse bajo mi cuerpo destrozado. DESEADA CARNE Acaricio tu cuerpo húmedo, con la yema de mis dedos para sentir el placer de mi piel sobre la tuya. Acaricio tu cuerpo con un deseo creciente porque conozco tu espíritu, porque sé que en tu interior late la esencia divina y el demonio; eres portadora del bien y el mal. Lenta y cuidadosamente voy despojándote de la piel que te cubre, y siento agua en la boca al pensar en tu carne blanda y dulce.
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