Relatos vampíricos

Page 18

lados, aquel pasillo de hierba y piedra cruzaba las calles y patios interiores de las viviendas. Se trataría de un acceso privado, de un atajo secreto incrustado entre las calles de la cuidad, sorteándolas mientras pasaba desapercibido. -¿Dónde va a parar esto? -A la Catedral. El hombre asintió como quien recibe una orden y no le queda otra más que cumplirla. -Me ha seguido ¿verdad? -Desde que entró en la ciudad. Poco después de las últimas palabras del sacerdote se descorrió en el cielo un telón de guirnaldas humeantes, vapores repugnantes que vagaban el aire para dejar ver aquella silueta que se alzaba gigante y monstruosa, consumida en un silencio eterno bajo aquellas gárgolas de Dios, la Catedral. Anduvieron un poco más, hasta los límites de aquel camino oculto. Desembocaba éste en un pequeño jardín. Atravesaron el vergel y se internaron en la Catedral, cuyo aspecto sombrío y tétrico era como el de una gran arca abandonada a las orillas de un continente desierto. Penetraron en su interior. El frío y la soledad carcomía las capillas y el altar, los bancos aguardaban algún casual sentar. Recorridos perdidos por escaleras y salas que nadie conoce más que los siervos de Dios. Llegaron frente a una puerta franqueada por dos pequeños ángeles en cuyas manos sostenían con fuerza un diente del tamaño de sus cuerpos. La puerta murmuró un crujir y se les abrió al instante. En su interior la presencia de siete sacerdotes sentados en sus respectivos «tronos». El viajero enseguida dio a recordar a su mente la imagen de uno de ellos, el Obispo Crepus. - Bienvenido, Ulises, ya tardabas amigo -dijo Crepus. - Buenas tengan sus Señorías -respondió con respeto el viajero. Los siete sacerdotes asintieron con agradecimiento. El cura, el que le había acompañado se marchaba del encuentro. La puerta se cerró. - Bien, señores, aquí tenemos al tipo del que les he hablado durante todo este pasado mes -mencionó el Obispo. De arriba abajo escudriñaron con sus miradas los seis sacerdotes los atavíos incorrectos del viajero. - No le juzguen por apariencia, sino por lo que seguro que está dispuesto a hacer por la Sociedad. Ulises, el viajero, extrañó. - De acuerdo, suelte lo que tenga que decir señor Obispo.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.