Te llamarás Esperanza

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HAY AGUA EN LA COLINA Una mañana nos sorprendió la Madre, si es que no estábamos ya curados de sorpresas, informándonos que el Señor le ordenaba excavar un pozo. Nos indicó incluso el punto exacto, junto a un roble, en la huerta, detrás del Santuario. La juventud se lo tomó con espíritu deportivo y hasta recuerdo que anduvimos enredando con un enorme taladro agrícola manual que alguien se trajo de casa. La cosa iba mucho más en serio y tenía superior envergadura. La empresa de Giuseppe Salici que iba levantando una por una todas las obras de la Madre, se encargó de excavar un respetable pozo artesiano de varios metros de profundidad, pero inútilmente. Todo el mundo opinaba que en lo alto de aquella colina todo se podía realizar menos un pozo. Durante siglos la gente de Collevalenza había bajado al valle a proveerse de agua. ¿Qué pretendía ahora Madre Esperanza?

Se recurrió entonces a la empresa Guido de Togni, una de las más prestigiosas de Italia en este tipo de trabajos. El señor Guido no era mala persona y quiso evitarle a la Madre desde un principio sinsabores, pérdida de tiempo y gastos inútiles. Si de algo entendía era precisamente de terrenos propicios para el agua y en la colina de Collevalenza no podía haber ni gota por evidentes motivos geológicos. Cualquier muchacho italiano conoce la ley de la gravedad que ningún elemento natural respeta con tanta precisión como el agua misma. Allá arriba no podía haber agua, pero si la Madre se empeñaba con tanto ahínco y estaba dispuesta a pagar... pues adelante. Fue un verano épico aquel. A los obreros que bajaron de Isola della Scala (Verona) se unieron trabajadores de Collevalenza. Como el curso ya había acabado y aquel trabajo además de duro se hacía eterno, también los seminaristas mejor dotados físicamente se pusieron el mono y echaron una mano y luego las dos. Al joven veronés Bruno le dio tiempo de conocer a Anna Rita Brugnetta, vecina y amiga de las Hermanas, enamorarse y casarse, con los buenos auspicios y acertados consejos de la Madre, que también de este sacramento sabía un rato. Aquella alta torre de prospección, todo aquel vaivén en el huerto del convento, pronto hicieron que la noticia de la nueva ocurrencia de la monja española se divulgara

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