Mi libro 1 prueba

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mucha curiosidad, no quiso presionarle. Presentía que los secretos de Benny eran mucho más personales que los suyos y que había pasado mucho tiempo rodeándose de una coraza, que no le sería fácil derribar. Sabía que se lo contaría todo en el momento oportuno. Habían recorrido sólo un par de kilómetros por la 330 y se encontraban todavía a unos treinta de Running Springs, cuando al parecer Benny decidió que el momento había llegado. Cuanto más se adentraba y encaramaba la carretera en las montañas, mayor era el número de árboles a ambos lados de la misma (al principio abedules y retorcidos robles, seguidos de una gran diversidad de pinos, alerces, e incluso algún abeto), que sumían casi permanentemente el camino en la sombra. Incluso a pesar del aire acondicionado del vehículo, no era difícil darse cuenta de que habían dejado atrás el calor del desierto y parecía que el hecho de alejarse de aquella sofocante temperatura incitaba a Benny a hablar. A la sombra de los enormes pinos, comenzó a charlar en un tono suave pero lejano. -Cuando tenía dieciocho años me alisté en los marines y me presenté voluntario para ir a Vietnam. No estaba en contra de la guerra, como tantos otros, pero tampoco a favor. Sólo estaba a favor de mi país, para bien o para mal. Resultó que tenía ciertas aptitudes, una habilidad natural, que me convertían en candidato al cuerpo de élite de reconocimiento de los marines, cuyos equivalentes existen también en el ejército y en la marina. Desde el primer momento se me propuso que me entrenara, me ofrecí voluntario y acabé convirtiéndome en un soldado tan peligroso como cualquiera en el mundo. Me podían poner cualquier arma en las manos y sabía cómo utilizarla. Incluso con las manos desnudas podía matar a alguien con tanta rapidez y facilidad, que no era consciente de que le atacaba hasta que le rompía la espina dorsal. Fui al frente como miembro de una unidad de reconocimiento, con la garantía de que la acción sería abundante, era lo que deseaba y durante unos meses, encantado de estar en pleno meollo, no dejé de disparar mi fusil. Benny seguía conduciendo el coche con gran pericia, pero Rachael comprobó que la velocidad disminuía conforme se adentraba en las selvas del sudeste asiático. Entornó los ojos cuando unos rayos de sol, que penetraban por las ramas de los árboles, cayeron sobre el parabrisas como una cascada luminosa. -Pero después de varios meses en un ambiente tan sangriento, viendo caer a tus compañeros, esquivando una y otra vez la muerte, observando repetidamente a víctimas civiles del fuego cruzado, pueblos incendiados, niños mutilados... es inevitable que le comiencen a entrar a uno ciertas dudas. A mí me ocurrió. -Benny, Dios mío, cuánto lo siento. Jamás imaginé que hubieras vivido algo tan horrible... -No es de mí de quien hay que apiadarse. Regresé vivo y seguí con mi vida. Es mejor que lo que les ocurrió a muchos otros. «Dios mío -pensó Rachael-, ¿qué habría ocurrido si no hubieras regresado? Jamás te habría conocido, nunca te habría amado, no habría sabido lo que me perdía.» -En todo caso -prosiguió, hablando con ternura-, comencé a dudar y durante el resto de aquel año mi mente estuvo convertida en un torbellino. Luchaba para conservar el gobierno democrático del Vietnam del Sur que, por otra parte, parecía ser irremediablemente corrupto. Luchaba para evitar que la cultura vietnamita fuera eliminada por el comunismo, al tiempo en que esa misma cultura estaba siendo destruida por decenas de millares de soldados norteamericanos, que con toda diligencia americanizaban el país. -Queríamos paz y libertad para los vietnamitas -dijo Rachael-. Por lo menos así es como yo lo entendí. No había cumplido aún los treinta años, es decir, tenía siete menos que Benny, una diferencia fundamental, y aquélla no había sido su guerra. -No es injusto luchar por la paz y por la libertad -agregó. -Sí -dijo en un tono que parecía ahora de ultratumba-, pero parecía que lo que nos proponíamos era crear la paz matando a todo el mundo y arrasando la totalidad de ese maldito país, sin dejar a nadie para disfrutar de la libertad. Tuve que reflexionar... ¿Estaba mi país desenfocado, claramente equivocado? ¿No era incluso posiblemente... malvado? ¿O es que yo era demasiado joven y excesivamente ingenuo, a pesar de mi entrenamiento con los marines, para comprender lo que ocurría? Guardó unos momentos de silencio mientras tomaba una curva muy cerrada a la derecha, seguida de otra a la izquierda, por la carretera que serpenteaba por la montaña. -Cuando acabó mi turno de servicio, no había hallado ninguna respuesta satisfactoria a mis preguntas... y me ofrecí voluntario para otro turno. -¿Te quedaste en Vietman cuando podías haber regresado a casa? -le preguntó asombrada-. ¿A pesar de tus terribles dudas? -Debía resolverlas -respondió-, tenía que hacerlo. Había matado a gente, a mucha gente, creyendo que lo hacía por una causa justa y debía averiguar si estaba en lo cierto o me había equivocado. No podía volverle la espalda, olvidarlo,


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