TESTIMONIO NÚM. 5 JUANA EN UNA FINCA DE JAÉN ¡Qué cantidad de cosas te han contado! No, no, lo mío es más normalito que eso que me has relatado del santo Estanislao ese… ¡Qué barbaridad, hija! Vaya cosas que pasan. Bueno, no sé… Tú juzgarás después de que te lo cuente. Será mejor para todos, porque, ¿sabes una cosa? Pues que durante años, mi marido, mis sobrinos y mis cuñados, me han hecho pensar que aquello que vi no fue otra cosa que un sueño. Pero yo sé positivamente que de soñarlo nada de nada. Ni hablar. Además está lo de la foto. ¡Ah!, que vaya en orden porque sino tus lectores no se enteran bien de la historia... Claro. Es que como hablo tanto y tan rápido… Perdóname, hija. La verdad es que a mis sesenta y cinco años ya nadie me puede convencer de que las cosas que me han pasado, las he imaginado. ¿Conoces el refrán que dice “más sabe el diablo por viejo que por diablo”? Como aquello que me pasó siendo muy chiquita. ¡Mira que han pasado años, y aún lo recuerdo tan nítidamente como si lo hubiera vivido ayer! Esa primera experiencia me sucedió cuando yo tenía unos siete u ocho años, y vivía junto a mis padres en San Francisco, California. Habíamos tenido que marcharnos de Perú, mi tierra natal, pues mi padre era diplomático y siempre andábamos mudándonos de un país a otro. Ya desde niña viajaba como una nómada, y mira, sigo igual. Mi abuela vivía con nosotros; era maravillosa. ¡Cómo me hubiera gustado que la conocieras! Porque ella sí que había experimentado gran cantidad de anécdotas con las almas benditas del Purgatorio. Era creyente, devota y oraba sin cesar por ellas. En cuanto a mí, mi primera experiencia extraña con las cosas del otro mundo me ocurrió precisamente con ella. A veces he pensado que mi abuela era un poco bruja, y que yo he debido de heredar sus dones porque me ha pasado cada cosa, que vaya, vaya, hija… Recuerdo que esa mañana mi madre