Ensenanza

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trata de un periodo formativo en que ayuda equivale a condena o se ve enturbiada por esta. Los autores de este libro, por los puestos en que nos desempeñamos, tenemos amplia oportunidad de trabajar con docentes en el desarrollo de la capacidad profesional. Solemos pedirles que expongan las experiencias formativas que creen que los han convertido en los docentes que ahora son, y reflexionen sobre ellas. Una característica frecuente y asombrosa de estos relatos es que las primeras experiencias desagradables con la evaluación se vivieron como humillaciones infligidas por los mismos cuya tarea consistía en ayudarlos. (Como observó en tono de burla un docente en cierta ocasión: «La mano servicial golpea otra vez».) Por lo tanto, de ningún modo sorprende que los docentes asocien ayuda con evaluación, o colaboración con control. El aislamiento y el individualismo son entonces sus armaduras, los protegen de las intromisiones y las inspecciones. Entonces, cuando se dan pasos para establecer una cooperación mas estrecha entre el docente y sus colegas, recomendamos diferenciar claramente. Ayuda de evaluación. Esto es importante, por ejemplo, en el diseño de programas de crecimiento profesional. También aconsejamos que docentes y administradores hagan todos los esfuerzos posibles para contribuir a desarrollar relaciones que sean recíprocas, que no sean unidireccionales. Cuando se brinda ayuda, es tan importante recibir como dar. Como los amigos que siempre nos hacen favores pero nunca nos piden ninguno a cambio, los que brindan su ayuda pueden arrojar una pesada carga de culpa y deuda sobre aquellos que la reciben. Si los destinatarios nunca reciben un pedido de ayuda, la deuda nunca se podrá saldar. Por bien intencionada que sea, una ayuda maternal o paternal es ayuda revestida de poder: un envoltorio que en última instancia disuadirá a los que la reciben de volverla a pedir. Esto contiene importantes lecciones para todos los líderes educativos, incluidos directores, jefes de distrito, y docentes guías o tutores. Estas lecciones les enseñan que, para construir las relaciones de un trabajo en equipo eficaz con sus colegas, deben reconocer y comunicar su necesidad de recibir ayuda, tanto como de darla. Le resultara difícil aprender esto al docente cuya experiencia en el aula ha sido la de brindar ayuda y protección, y no recibirlas. Algunas de las cualidades de un trabajo eficaz con adultos serán muy diferentes de las que caracterizan al trabajo con los alumnos. Muchos docentes tendrán que aprender estas nuevas cualidades para colaborar con sus 112

colegas. Una segunda causa del individualismo esta en la imposibilidad de cumplir las elevadas expectativas que los maestros se fijan en una tarea cuyos límites no están bien definidos. En los últimos años, los maestros de primaria se han visto frente a presiones cada vez mayores y a expectativas crecientes de excelencia en una amplia serie de responsabilidades. La integración de los alumnos que recibían educación diferencial; el trabajo con alumnos étnica y lingüísticamente diversos; los programas de instrucción individualizada –para el que tiene dificultades de aprendizaje y para el dotado-; la necesidad de ofrecer cada vez mas «asistencia social» en su rol, y toda la preparación y el papeleo que han surgido como consecuencia de las nuevas responsabilidades son algunas de las presiones que los docentes han tenido que enfrentar en los últimos años. Muchas de las exigencias urgentes y de las expectativas de la enseñanza nacen incluso de los propios docentes. No pocos parecen haberse lanzado a marchas forzadas a buscar los niveles de perfección casi inalcanzables que ellos mismos se han fijado. No se ve que necesiten ni directivas ni presiones desde arriba para motivarse en su búsqueda. Han hecho un gran esfuerzo por su cuenta. Es así como el rol de los docentes es ahora definido por ellos mismos y por otros de una manera cada vez más amplia, hasta sumar las metas sociales y las emocionales a las académicas. Pero el cumplimiento con algún grado de certidumbre de metas y expectativas que se definen en estos términos tan difusos se vuelve difícil y hasta imposible, aunque los dedicados maestros de primaria desplieguen grandes esfuerzos por lograrlo. Como escribe Flinders (1988): «Más que en otras profesiones, la actividad en la docencia no conoce límites fijos. Si el tiempo y la energía lo permitieran, los planes de estudio siempre se podrían revisar y mejorar, los materiales de lectura siempre admitirían su reexamen, se podrían cubrir mas materiales de textos antes del final del periodo lectivo, habría lugar para prestar mas atención individual a los alumnos, y las tareas escolares para la casa siempre se podrían graduar con mas cuidado». En la docencia, las heridas no cicatrizan, los cadáveres no se entierran, los casos no se cierran. Parte del oficio pasa a definirse por el trabajo al servicio de otros seres humanos, rodeado de expectativas difusas, culpas y frustraciones. Como señaló un docente en el estudio sobre el tiempo de preparación: «La docencia es una profesión en la cual, cada vez que usted llega a casa, siempre tiene algo en que pensar. Se dice: "Debería estar haciendo


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