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Karina

KARINA

“El amor nos embota los sentidos”, te dije esa noche mientras brincábamos de charco en charco/ por la calle/ mojándonos los pies y las cabezas, sin soltarnos la mano/ como niños. Habíamos hecho el amor toda la tarde e íbamos en pos de un taxi. No podías quedarte a pernoctar: eras hija de familia.

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Tu madre te había marcado por teléfono cuando aún estábamos en cama. “Sí, mamá, ya sé que es tarde”, respondiste. Me puse el pantalón y los sneakers. Había llovido, sin ceder, toda la noche y las calles se encontraban anegadas, al extremo de subir/ los autos sobre las banquetas.

“El amor nos embota los sentidos”, te dije, la primera vez, sin sentir frío. Luchábamos por esquivar/ cada uno de los charcos/ cada uno de los chorros/ que caían de las azoteas. El empedrado se había vuelto resbaloso y tratábamos de caminar colina abajo.

A lo lejos, se escuchaban veinte perros: una jauría/ ladrando/ hacia la obscuridad/ desesperada, como nuestros cuerpos sedientos, cansados y tristes, porque no podías quedarte a pernoctar/ porque tenías que regresar hasta tu casa/ porque eras hija de familia.

“El amor nos embota los sentidos”, te dije, por segunda vez, después de recorrer la calle entera, mis tenis completamente húmedos, tu suéter gris empapado de gotitas, los faros/ del auto de alquiler/ que esperaba tu presencia/ el sonido/ al cerrar la portezuela.

—El amor nos embota los sentidos —repetí. —Sí, mi amor, y yo estoy enamorada.

Toluca, 2014

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