Y todos tenían un puesto en el combate: los jóvenes, las mujeres, los ancianos, los niños. Y el que no podía cargar el fusil afilaba estacas de bambú, o desinformaba al enemigo o hacía sandalias para los [guerrilleros. Y de pronto se combatió en todas partes, en el campo y en las ciudades, pues organizando nuestras fuerzas en cada localidad terminamos por estar en todas partes, aunque comenzamos sin tener una sola pulgada de tierra [liberada. Conocíamos la importancia de la solidaridad internacional y su necesidad, pero sabíamos que la garantía de nuestra lucha estaba en nuestras propias fuerzas, las fuerzas crecientes de quienes supimos partir de cero y adecuamos nuestra debilidad al poderío del enemigo. Así nos lo enseñaron el presidente Ho y Lenin. En ese movimiento organizativo ascendente creció el partido, se fortalecieron las fuerzas armadas, se multiplicaron las organizaciones de masas y surgió el Frente Único. Y aun existiendo y operando las tropas regulares la guerrilla siguió desarrollándose y combatiendo [coordinadamente y creciendo a su vez hacia unidades locales y regulares. Y el partido siguió dirigiendo exclusivamente lo militar, sin someter lo militar a la política de frente único, garantizando así la independencia dirigente de la clase obrera en el fuerza principal del pueblo en lucha. El partido y el Frente Único movilizaron a todo el pueblo para hacer la guerra del pueblo guerra integral, multiforme: militar, política, económica, ideológica. Y a la par de las guerrillas y las grandes unidades militares se organizó el ejército político de las masas. Estas fuerzas vencieron a los colonialistas franceses y [japoneses y han doblegado la agresión imperialista norteamericana. Esas fuerzas harán que nuestro país renazca de las cenizas en forma que será diez veces más bello. Porque entre todas las cenizas que hoy resumen el dolor [de Vietnam están nuestras cenizas victoriosas,